Sorpresa en la Conferencia Episcopal: con Ricardo Blázquez, los obispos eligen un presidente “de fuera”

La elección de Ricardo Blázquez como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española cogió ayer por sorpresa, no sólo a los periodistas y a los expertos, sino incluso también a los propios prelados participantes en las votaciones, que al inicio del plenario no imaginaban ese final. El nombre del obispo de Bilbao no figuraba en las “quinielas” previas al cónclave ni tampoco en los ambientes eclesiales.

La elección de Ricardo Blázquez como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española cogió ayer por sorpresa, no sólo a los periodistas y a los expertos, sino incluso también a los propios prelados participantes en las votaciones, que al inicio del plenario no imaginaban ese final. El nombre del obispo de Bilbao no figuraba en las “quinielas” previas al cónclave ni tampoco en los ambientes eclesiales.

Según los analistas, además de otros puntos de reflexión, con la nominación del titular de Bilbao los prelados españoles han optado por un presidente “de fuera”, es decir, físicamente alejado de Madrid, y que por tanto tendrá una dedicación no muy intensa a sus tareas como presidente.

De alguna manera –según esos analistas- el conjunto del episcopado español ha optado por que la preponderancia y papel del titular de la Conferencia, y del propio organismo colegiado, sea menos intenso de lo que lo ha sido durante los dos mandatos de Antonio María Rouco.

Ricardo Blázquez, muy bien considerado entre los obispos por su buena cabeza y su formación como teólogo, es una persona que lo ha pasado mal en Bilbao, no solamente con el pésimo recibimiento que tuvo tras ser nombrado, sino también en los siguientes diez años, en los que desde muchos ambientes –también eclesiales- han tratado de dejarle aislado.

En la actualidad, su nombre ha circulado como futuro arzobispo de Zaragoza, una vacante inminente por la renuncia de Elías Yanes (hay la impresión de que en Roma se piensa que diez años en el País Vasco son ya tiempo suficiente). Si se confirmara la designación, Blázquez seguiría residiendo fuera de Madrid, con lo que la dedicación directa a la presidencia de la CEE será más reducida que si se encontrara en la capital, como era el caso de Rouco.

Otra de las sorpresas de este plenario episcopal ha sido el descarte de Carlos Amigo, cardenal-arzobispo de Sevilla, que figuró en las quinielas previas como la alternativa a Rouco, aunque muy lejos en los apoyos. En las primeras votaciones apareció en segundo lugar, pero finalmente, en la votación definitiva, se quedó fuera en beneficio de Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo.

La impresión en ambientes eclesiásticos es que, una vez Rouco no alcanzó los dos tercios de los apoyos (le faltó sólo una papeleta), hubo unos cuantos obispos que desviaron el voto hacia Blázquez porque no deseaban que, por su perfil muy directo y contundente, llegara a la presidencia Cañizares, quien, a cambio, ha quedado como vicepresidente. Cañizares un hombre que trabajó intensamente por la reelección de Rouco.

Otro dato para el análisis es que, si de verdad existió alguna indicación desde el Vaticano para que se votara al cardenal-arzobispo de Madrid, la consigna no ha sido seguida, con lo que parece repetirse lo que ocurriera con la derrota de Ricard María Carles en una votación pasada y cuando era preconizado como el “candidato de Roma”.

Con esta elección, en la cúpula del episcopado aparecen dos destacados teólogos, uno de ellos presidente de la comisión episcopal para la Doctrina de la Fe (en la que ha tomado además decisiones muy claras cuando ha sido necesario), el otro en la comisión de Educación y que ha llevado muy en primera persona los asuntos relativos a la enseñanza de la religión, un asunto clave para la Iglesia en España. Los dos tienen su sede episcopal fuera de Madrid.

 

La elección de Blázquez ha sido recibida con disimulada alegría en ámbitos del Gobierno. Rodríguez Zapatero declaró que el siempre ha sido “favorable a los cambios”, Rubalcaba dijo que un cambio es “fuente de oportunidades”, y José Blanco expresó sus “mejores deseos” al nuevo presidente.

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