"¿Cómo estás, España?" Las claves para entender lo que está pasando

En exclusiva para El Confidencial Digital, España se sincera y cuenta sus problemas, sus preocupaciones y sus puntos fuertes.

-         ¿Cómo está, España? Últimamente, la prensa internacional ha estado hablando muy mal de usted, y eso que ostenta la presidencia de turno de la UE…

Sí, e incluso me han comparado con Grecia, lo cual me ha parecido especialmente injusto, porque en Europa yo siempre he hecho los deberes y Grecia siempre optó por engañar. La presidencia se preparó con ilusión porque mi diplomacia está más que engranada. Hubo mucho trabajo que quedó en nada al ponerse en marcha el Tratado de Lisboa. Eso no fue mi culpa. En Europa, lo que me duele es haber pasado de tener la mejor fama a padecer cierto descrédito, aunque el ensañamiento ha sido desproporcionado. Además, yo en Europa pinto lo que pinto, y en las actuales luchas entre Francia y Alemania no he podido pintar mucho. Mi ministro, Moratinos, prefiere no luchar por cuotas nacionales de poder, y he perdido bastante con la nueva Comisión. Como país, ahora me interesaría tener poder en la nueva diplomacia europea para expandirme por donde no estoy: Asia-Pacífico y África. Allí hay oportunidades de negocio para mis empresas.

-         En Europa no ha sentado muy bien su postura en torno a Cuba, por ejemplo…

Alguien dijo que soy madre de las naciones hispanoamericanas pero que Cuba fue mi novia. La relación es estrecha, apasionada, y se mantiene hoy. Me temo que mi ministro de Exteriores, tan idealista con su Alianza de Civilizaciones, ha mantenido una postura de excesiva “realpolitik” con Cuba, con el error fundamental de fiarse del Régimen. Del Gobierno de Aznar a este, me vienen mal tantos bandazos en política exterior, aunque tengo la esperanza de que con Cuba ya estamos rectificando: incluso si suena egoísta, tener ahora un romance con Cuba me aporta poco.

-         Hablando de Cuba, ¿qué tal le va con Hispanoamérica?

Yo no tengo una Commonwealth como Gran Bretaña, pero la relación es, aun así, muy cercana. En general, se vio bien que mis ciudadanos fueron a Hispanoamérica no a invertir y largarse, sino para quedarse largo tiempo, y aportando. Esa expansión por Hispanoamérica, natural si quiere, ha sido un éxito, aunque, ojo, había mucho riesgo. Fíjese si no ha habido y hay peligros al acercarse a ese Chávez…

-         Como país, usted siempre fue vista como una nación algo replegada. Ahora eso ha cambiado…

Y es bueno que haya cambiado. Me llamaron la Prusia del Sur por mi responsabilidad y mi trabajo. Aporto muchísimo dinero en cooperación, y por ello se me admira. He conseguido que los franceses me ayuden con ETA. Creo que a los saharauis los he abandonado en la arena del desierto, pero mi presidente me dice que con Marruecos hay que llevarse bien precisamente porque nunca nos llevaremos bien del todo. Lo que de verdad me interesa es estar a las buenas con EEUU, aunque Obama no parece mirar mucho a la vieja Europa… Es más, incluso no quieren que medie en Oriente Próximo, y otro roce es mi postura sobre Kosovo. La verdad: hay quien me respeta por ello, y mi presidente alega que es para que no se puedan independizar Cataluña y el País Vasco, llegado el caso, pero de esta posición no saco mucho.

-         Ha citado usted los nacionalismos. ¿Hasta qué punto le preocupan?

 

Soy un viejo país, con una presencia muy sólida en la Historia. Pero también con una historia nacional compleja. De mí se tienen visiones muy distintas, pero le confesaré que casi todas son válidas. Esto es, no hay dos Españas, ni tres, como dicen algunos, hay muchas más, y por eso soy de todos y para todos. Lo importante son dos puntos: en primer lugar, que se mantenga un vínculo de lealtad, que mantiene casi todo el mundo, salvo algunos desafectos. En segundo lugar, que el país sea viable políticamente, para bien de todos. Soy una realidad muy consistente y no me voy a deshacer en un día. Pero creo que el Estado Autonómico se ha hipertrofiado negativamente, no ya en cuestiones simbólicas, sino ante todo en cuestiones prácticas: cuesta muy caro, hay protagonismos negativos, y los nacionalistas determinan mi vida política en un grado excesivo. Se mantiene un vínculo de lealtad, las cosas han mejorado mucho en el País Vasco, pero el Estatuto de Cataluña ha redundado en un descrédito muy negativo de mis instituciones… Y, al final, cuesta Dios y ayuda organizar políticas serias en clave nacional, del Agua a la Educación, de la Política Exterior a las infraestructuras o la Energía. Parece que vamos improvisando en todo, y el lucro cesante es enorme.  

- Es verdad que sus instituciones no pasan por el mejor momento…

En parte, es porque tengo una clase política muy mejorable en términos de responsabilidad y atención al bien común. Fíjese, sin embargo, me inquieta más la politización y la corrupción de la Justicia que el que algún político meta la mano en la caja… Eso no quiere decir que no esté descontenta con el Ejecutivo: en el Consejo de Ministros se sienta gente manifiestamente mejorable. Y el Parlamento es cada vez más decorativo. Por suerte, la Corona cumple con su papel, tanto dentro como fuera. Aunque me gustaría menos apego juancarlista y más adhesión monárquica.

- Los españoles valoran mal, muy mal, a sus políticos…

La vida interna de los partidos debe –¡y puede!- mejorarse. En general, tengo la sensación de que mis empresarios y mis autónomos han ido por delante del Gobierno en casi todo. Por otra parte, hay dos elementos de alteración; en primer lugar, hay una cierta turbiedad en las relaciones entre las grandes empresas y el Gobierno. Y, en segundo lugar, ocurre algo aún más grave: nuestra opinión pública es singularmente volátil, cuestión que se extrema al contemplar un panorama mediático mucho más erizado que la propia sociedad civil y la vida política, un panorama no ya sin figuras de unidad o de concordia, sino un panorama que prefiere el ruido a la sensatez, con la irresponsabilidad que eso conlleva.

-         Con la tasa de paro, es normal que haya cierto malestar…

Sí que hay un malestar. Y es especialmente doloroso después de haber sido un país-milagro, admirado por todos por su mezcla de responsabilidad y un entendimiento, digamos, hedónico, de la vida. No hemos hecho algunos deberes, ante todo en materia de formación y educación. ¿Cómo se explica que tengamos algunas de las escuelas de negocios más importantes del mundo y nuestras universidades públicas sean un desastre? ¿Cuánto talento hemos perdido y seguimos perdiendo? Tiene explicación, y eso es lo malo: en un país creativo, se ha desarrollado una cultura de la dependencia y de la improductividad, de la mediocridad y no de la excelencia, sobre todo en educación. Quizá nos ha faltado también ética del trabajo. Y nos hemos entregado en exceso a algunos sectores –turismo, inmobiliario- que nunca volverán a ser lo que fueron… A veces, le hubiera pedido al Gobierno actual más ímpetu reformista.

-         Ha citado usted la palabra “ética”. ¿Cómo vamos de eso?

Somos un país que, en una generación y media, ha pasado del racionamiento a la obesidad, del rosario en familia a las pastillas de la Generación Ni-Ni, de enviar emigrantes a acoger inmigrantes… Quizá es que en todo crecimiento hay malestar. Es curioso que siempre pasé por país ortodoxo, casi oscurantista, y ahora estoy en el turbolaicismo y la disgregación de todo vínculo… ¿tendré recordarle hasta qué punto ha sido importante aquí una institución como la familia, la que nos salvó de que el paro se convirtiera en miseria, por ejemplo? Mire, me parece francamente mal que, en vez de ayudar a las madres y estimular la natalidad, el Gobierno actual apruebe una ley del aborto por la que van a dejar de nacer miles y miles de españoles.

-         Lo pinta usted todo muy negro. Fíjese que hay no pocos españoles señeros por el mundo…

Desde luego. Mis cocineros son los mejores. Y mis deportistas. Supongo que no deja de ser una nueva diplomacia pública. Ahí estamos, ganando oscars. Pero, créame, a veces me molesta un poco ser tan sólo el país de Almodóvar y el de los clichés progresistas… Tengo una historia y un elenco de personalidades mucho más rico, y sería justo que se prestigiaran mucho más…

-         Eso queda para largo. De momento, ¿cómo piensa usted salir del bache?

Le diré que no es fácil. No hemos sido previsores. Además, mucho me temo que la crisis no es sólo económica, creo que también lo es moral, y de liderazgo intelectual… Pero también tengo una sociedad civil crecientemente exigente y responsable, que ha de impulsar una regeneración política. A mí me han enterrado muchas veces, y he resucitado otras tantas. Incluso lo que ha sido en estas últimas décadas mi problema más grave, el terrorismo, puede solventarse con no caer en la irreponsabilidad. Por lo demás, mire, sospecho que la gente, al pasar del crédito al ahorro en virtud de la crisis, va a aprender unas cuantas lecciones bien prácticas. Y ojalá que el Gobierno –por cierto, qué gastones son- también las aprenda.

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