¿Sirven para algo las campañas electorales?

En la era de Internet, de la comunicación permanente e instantánea, ¿todavía son relevantes las clásicas campañas electorales? ¿Causan algún impacto significativo en la intención de los votantes?

Político en meeting
Político en meeting

El entorno social en el que vivimos, marcado por la movilidad, la inmediatez y la relatividad de los valores, ha hecho que decisiones como el voto, que antes venía prefijado por sólidas identidades políticas, ahora, en no pocos casos, pasa a decidirse en el último momento. A ello se suma la actual crisis económica, que refuerza la tendencia a retrasar decisiones, incluidas las electorales.

Varios estudios demoscópicos indican que un tercio de los españoles –en cifras aproximadas, cuatro millones de votantes- todavía no tienen decidido qué papeleta depositarán en la urna de su colegio electoral. Parece seguro que se producirá un importante movimiento de votos entre partidos políticos -la irrupción de Podemos y Ciudadanos así lo confirma-, pero la actual indecisión reinante entre los electores hace que las encuestas no sean el indicador más fiable para conocer el resultado final de las elecciones.

Los ejemplos andaluz y catalán

Dos recientes comicios autonómicos refuerzan esta argumento. El PSOE, en las regionales de 2012, partía en Andalucía con diez puntos de desventaja frente al PP. Sin embargo, durante la campaña consiguió movilizar a todo su potencial electorado y, de este modo, logró revalidar su victoria. En línea similar, un tercio de los catalanes decidieron el voto durante su campaña regional de aquel mismo año; CiU y, especialmente, ERC movilizaron de manera efectiva a sus votantes en dos semanas decisivas.

Diversos expertos en comunicación política coinciden en señalar para El Confidencial Digital que si bien otros factores como la marcha de la economía o los casos de corrupción pueden tener más impacto en la decisión final de los votantes, las campañas continúan siendo relevantes. Para el consultor político Enrique Cocero “son muy necesarias por su efecto movilizador. Para responder a esta pregunta con más detalle debemos fijarnos primero en la base electoral de cada partido. Ahí descubriremos el porcentaje de gente que, pase lo que pase, siempre votará a un partido concreto. También descubriremos a otros que nunca lo votarán. Luego están los abstencionistas; esa parte de la población que nunca va a votar. Las campañas políticas precisamente se hacen para convencer al resto, a los que tal vez podrían votar al partido, aunque las elecciones se empiezan a ganar o perder en los años no electorales”.

Pero, ¿son realmente útiles? “Sí, porque no estar ya es síntoma de abandono. Y hacerlo mal es señal de incapacidad. Parecer un novato es indicio de inexperiencia mientras que hacerlo bien ofrece una base de confianza para que quizás te voten. ¿Es el único motivo que decide el voto? Evidentemente, no”, prosigue Cocero.

Según el consultor político, las campañas electorales son momentos privilegiados para que las grandes ideas se encarnen en tendencias y para visualizar el talento de los candidatos. También para que los defectos –los propios y los ajenos- se evidencien. “El conjunto de la sociedad espera este momento. El candidato, sencillamente, no puede permanecer callado. Sería como ir a un concierto y que nadie cantara”, precisa Cocero.

En campaña permanente

En cualquier caso, los nuevos paradigmas sociales hacen que las campañas electorales, para ser realmente efectivas, hayan de entenderse dentro de un marco de comunicación más amplio al que Trinidad Yera, doctora en Sociología e Investigadora de la Cátedra de Liderazgo Público del IESE, llama ‘campaña permanente’.

“La cercanía de los procesos electorales, como no podría ser de otro modo, condiciona la agenda de los candidatos, que necesitan potenciar su presencia para fortalecer el mensaje político entre la ciudadanía. La campaña electoral en cuanto tal es necesaria, por supuesto. Pero ahora hay que entenderla como el último acto de la obra”, indica la doctora Yera.

La percepción actual de los acontecimientos políticos, mediatizada por el rápido ritmo de noticias y la fácil comunicación que ofrecen las redes sociales, establece unas nuevas reglas del juego que hace inevitable un proceso de comunicación continua con los potenciales votantes. En base a estos factores, Trinidad Yera concluye que “la campaña electoral vale para hacernos presentes y ser recordados, pero es realmente útil cuando los electores previamente ya nos tienen en sus cabezas. Por eso es necesario un relato político que de forma continuada respalde al candidato. Para ser realmente efectivos durante el periodo electoral, los políticos precisan haber desarrollado antes este proceso de campaña permanente”.

En resumen, las campañas electorales continúan siendo importantes a día de hoy; por sorprendente que pudiera parecer, suponen un elemento decisivo para muchos votantes, aunque lo ideal es que vayan acompañadas por un proceso de comunicación continua entre elector y candidato. Y si bien es posible que incluso cuando son correctamente orquestadas no den la victoria en unas elecciones, mal ejecutadas seguro que hacen perder más de un voto.

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