Lo que está pasando en Cuba

La propia épica de la revolución cubana implica un afán de diferenciación a través de la resistencia y el heroísmo ejemplarizante.

Esa vocación resistente ha tenido como consecuencia, desde el mismo año de 1959, que el principal afán estratégico de la dictadura cubana sea el asegurar su propia supervivencia, y de hecho el comunismo cubano ha sobrevivido, en parte por su insularidad, a la caída del comunismo global, y se ha mantenido en épocas de carestía tan acusada como el Periodo Especial de los años 90, acaecido tras el derrumbe de la URSS. Al margen del control característico de los regímenes comunistas –un control siempre reforzado en Cuba-, la perpetua necesidad de afianzamiento en un medio hostil a la dictadura como es la cercanía de los EEUU, en combinación con el complejo nacionalista de David frente a Goliat en cuanto atañe a Norteamérica, son elementos que concluyen en que ninguna decisión estratégicamente relevante para el régimen sea tomada sin una consideración cuidadosísima de sus efectos.

Desde ese verano de 2006 en que Fidel Castro cedió el poder de modo provisional e interino a raíz de una enfermedad declarada secreto de Estado, cuanto ha sucedido en Cuba obedece a los mismos rígidos mecanismos de control. El primer paso fue la simbólica acuñación en Granma –diario oficial del Partido Comunista- del término ‘continuidad’ para referirse a absolutamente cualquier cosa posterior a la enfermedad de Fidel. ‘Continuidad’ y, por tanto, no ‘transición’. En todo caso, desde el anuncio de la renuncia provisional de Fidel, ya estaban en marcha los engranajes del postcastrismo, engranajes que no han configurado una transición sino –en su pura literalidad- una sucesión.

Las perspectivas, pues, apuntan a un Raúl Castro no en figura de Gorbachov sino a modo de Deng Xiao Ping: vigiladísima apertura en lo económico, donde está todo por hacer, y la misma ortodoxia asfixiante de cara a los cubanos. En realidad, es el modelo chino, aunque el disidente Payá lo descalifica con gracia: ‘el modelo chino es un cuento chino’. Aun cuando en ningún caso Cuba pudiera aspirar a ser Suiza en unos meses, el transitar de los acontecimientos es un desaliento para los amigos de la libertad.

Como se ha afirmado en otras instancias, el régimen totalitario cubano sigue mostrando las mejores capacidades de diplomacia pública, propaganda y vigilancia interna. Como esfuerzo de diplomacia pública, el castrismo ha sabido hacer fuerza de sus debilidades coyunturales para:

a) mantener a Fidel como espíritu tutelar,

b) crear una vaga sensación de reforma que implica que toda reforma ha de venir de las entrañas del propio régimen,

c) abatanar la figura de Raúl Castro hasta convertirlo en la cara amable, eficiente, pragmática y –por ende- reformista de la dictadura, y

d) dar un suplemento de legitimidad institucional a una revolución que deja de ser estrictamente personalista.

La coalición de estas condiciones ha generado uno de los escenarios de mayor felicidad posible para el régimen cubano en estas circunstancias, con escaso corrimiento de escalas en la nomenclatura. Ya queda claro que habrá castrismo mientras haya algún Castro.

Para explicar sectorialmente la realidad de lo que está pasando en Cuba, podemos optar por un esquema de ‘preguntas y respuestas’:

¿Fidel seguirá mandando?

Fidel ha seguido mandando desde sus admoniciones periodísticas en Granma. Valga como ejemplo lo acaecido meses atrás, cuando técnicos cubanos estudiaban un ambicioso proyecto de hacer combustibles biológicos a partir de caña de azúcar. Esto hubiese tenido efectos positivos en la reconversión de una industria azucarera prácticamente muerta y, a la larga, podría haber asegurado una mayor independencia energética del régimen, además de mercar esa innovación como una vanguardia benéfica propia del socialismo. Fidel escribió en Granma contra el etanol y los combustibles biológicos y el proyecto se detuvo de inmediato. Por lo demás, Fidel no ha renunciado a todos sus cargos.

¿Qué es lo más significativo de lo ocurrido el 24 de febrero, con la asunción del poder por parte de Raúl? ¿Qué reformas cabe esperar?

Días antes del nombramiento de Raúl Castro, circuló con fuerza el rumor –hasta darse por hecho- de que sería nombrado Carlos Lage y no Raúl Castro. El rumor circuló por una interpretación demasiado capciosa de los escritos periodísticos de Fidel. Lo cierto es que al final se cumplió el guión que hasta entonces se había esperado y que iba con la lógica del régimen. En consecuencia, de las tres generaciones de la nomenclatura cubana, los dinosaurios de la revolución siguen al mando y los de la generación intermedia –notablemente Carlos Lage, la sonrisa del régimen- siguen en su ‘training’, mientras que a la generación de los jóvenes neofidelistas –Pérez Roque, por ejemplo- se les ha aplicado una cierta marcha atrás. En cuanto a las reformas: quizá más facilidad para navegar por internet y recibir señal de televisiones extranjeras, reforzamiento de los trabajadores autónomos, mayor libertad para viajar y para volver.

¿Qué pasa con los presos políticos?

Siempre han servido y siguen sirviendo al régimen de mercadotecnia pura. En momentos de acoso, encarcelar disidentes es una demostración de fuerza. En otros momentos, liberarlos vale para proyectar en la opinión internacional un equívoco en torno al régimen y, lo que es más importante, para engrasar favorablemente el trato con otras diplomacias –como la española-, las cuales, con cada liberación de presos, encuentran motivo legítimo para aliviar la presión y alardear de resultado de esas mismas presiones ante la opinión pública de su propio país. El caso de Moratinos es paradigmático pero lo cierto es que las autoridades cubanas liberan presos cuando quieren y son del todo impermeables a unas presiones que, además, son cada vez menores. Por poner el ejemplo más cercano, la liberación de cuatro presos políticos en febrero no fue tal liberación sino una deportación a España: deportación que constituyó una auténtica sorpresa para la diplomacia española. Por otra parte, centrar el debate en los presos políticos –cuestión de importancia- diluye la percepción de que la propia Cuba –llamada la isla-cárcel- es un cementerio de libertades para todos sus ciudadanos. Por lo demás, la argumentación del régimen, aceptada por parte de la izquierda mundial, es que en la isla no hay presos políticos sino cubanos agentes de potencias extranjeras.

¿Hay movimientos en España? ¿Qué pasa con la UE?

La política española hacia Cuba puede variar su rumbo si hay una alternancia en el ministerio de Exteriores. Trinidad Jiménez, por ejemplo, ha mantenido tradicionalmente una instancia menos transigente en lo que respecta a Cuba. Las decisiones de España adoptadas en este asunto durante la última legislatura han causado no poca sorpresa en la UE e incluso el descontento cierto de algunos países, eminentemente la República Checa, Holanda y Polonia. Sería de esperar un mejor trato dispensado a los disidentes, quienes ahora tienen, en la práctica, prohibido el acceso a la embajada española, no así a las de otros países de la UE. El gobierno Zapatero no concede ninguna representatividad a la disidencia interna a la hora de decidir el futuro cubano. Las rondas de conversaciones bilaterales España-Cuba sobre derechos humanos se están desarrollando de una manera casi cómica y, de hecho, el gobierno cubano está poniendo todo tipo de dificultades a su continuidad. Por otra parte, marcar la agenda de la UE frente a Cuba ha sido una de las mayores ambiciones –y éxitos- de la diplomacia española durante los cuatro años de Zapatero-Moratinos. Siempre se ha supuesto tácitamente que España es quien marca esta agenda global europea, sólo que con las propuestas de mayor acercamiento y normalización de Moratinos se temió el fracaso. Es de esperar que España, en un sentido o en otro, siga determinando las relaciones. Por último, cabe destacar un repunte de importancia en la actividad opositora en España desde la creación de la Fundación Española de Asociaciones Cubanas, FECU, a modo de ‘platajunta’ de todos los cubanos que viven en España por razones políticas o no políticas.

¿En qué situación queda la disidencia interna?

Aquí coinciden factores contrarios. Desde el verano de 2006, la represión se ha recrudecido, no sólo contra los disidentes pero especialmente contra ellos. Al mismo tiempo, el que algunos disidentes sean figuras de amplia visibilidad internacional –Oswaldo Payá, el dr. Biscet- fuerza al régimen a una mayor prudencia. Por lo demás, de entre las más sutiles maniobras mediáticas de la dictadura está no sólo el descrédito personal de presentar a los demócratas cubanos como agentes del imperialismo sino el trasladar a la opinión pública la ponzoñosa convicción de que el arraigo real de la disidencia es mínimo y de que los demócratas cubanos de dentro son ante todo una construcción desiderativa de los medios occidentales. De hecho, la apuesta de muchos países –eminentemente España- pasa por la marginalización de la disidencia por su condición problemática, cuando no por su alegada inutilidad. Esto es un contraste no sólo con el perfil de heroísmo de tantos disidentes sino con la realidad reticular y representativa de la disidencia y con la necesidad de generar figuras de concordia para el postcastrismo. Por otra parte, aun cuando hombres eminentes como Payá vuelvan a respirar tras haber congelado sus contactos por la represión, y aun cuando su actividad esté dando frutos –como el lanzamiento de la revista Liberación-, a las autoridades castristas lo que más les irrita es la posibilidad de que miembros de la nomenclatura –primeras y segundas filas- quiebren la ortodoxia de la revolución. Es lo que se ha querido evitar con el afianzamiento de Raúl.

¿Qué cabe esperar de las relaciones cubanoamericanas?

Los Castro barajan un escenario en el que se alza con la presidencia John McCain o bien Barack Obama. Tradicionalmente, han sido mejores las relaciones con los republicanos que con los demócratas. El embargo, parte mollar de la relación, tiene pros y contras para ambas partes y de hecho configura un ‘statu quo’ habitable, no poco explotado propagandísticamente por unos cubanos por lo demás también temerosos de una invasión de capital. Se espera que McCain levante el embargo, pese a todo, y si bien el embargo tiene la fuerza casi de una supersticiosa tradición. Se han de ampliar los contingentes para la llegada de alimentos y medicamentos americanos a la isla, y se ha de ampliar también el cupo de las remesas de dinero, favoreciendo así una mayor relación entre cubanos de dentro y cubanos de fuera. El exilio cubano cuenta ahora con personalidades menos cardinales y ha moderado su discurso hacia un mayor posibilismo. Es de esperar, sin embargo, que algunos congresistas hagan valer su fuerza para luchar por el mantenimiento del embargo.

¿Cuál está siendo el papel de la Iglesia en todo esto?

En fechas recientes –y, por cierto, con breve escala en Madrid-, el Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Bertone, viajó a Cuba. Aprovechó el viaje para inaugurar un monumento conmemorativo de la visita de Juan Pablo II a la isla. El régimen y sus entusiastas han vendido la inauguración de dicha estatua como rasgo de liberalidad del país comunista. La estancia del número dos vaticano coincidió con la proclamación sucesoria de Raúl. Lo cierto es que a la dictadura, mantener buenas relaciones diplomáticas con la Iglesia le viene muy bien en tanto se lucra de su autoridad moral y puede utilizarlo a modo de escaparate diplomático, cuando no de arma ante otros países. Por otra parte, la Iglesia en Cuba es una iglesia minoritaria pero excepcionalmente influyente y fiel, con un laicado muy activo, como se puede ejemplificar en el Movimiento Cristiano Liberación de Payá, plenamente ortodoxo. La Iglesia deja libertad a sus laicos y busca no un entendimiento sino un acomodo con el régimen para ganar espacios de libertad para sus fieles, pues el factor de más importancia a la hora de tratar de la Iglesia cubana es que sobre sus obispos pesa siempre la amenaza del régimen, lo cual enrarece toda relación y obliga a transigencias como el cierre de la famosa revista Vitral, del obispado de Pinar del Río. Las noticias del positivo paso de Bertone hablan de posibilidades para la Iglesia de mayor presencia en los medios y ninguna –todavía- en la educación. En su afán por actuar como instancia de concordia de cara al postcastrismo, y en el entendimiento de que la concordia afecta a cubanos de dentro y de fuera, castristas y no castristas, la jerarquía mantiene una cierta no beligerancia contra el Régimen que no ha de confundirse con no oposición, y con la puerta de esperanza de que el laicado católico es muy firme en sus posiciones anti-Castro.

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