¿De verdad los jóvenes españoles son tan inútiles?

El último informe PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha puesto de manifiesto que los alumnos españoles están aún peor preparados para enfrentarse a la vida diaria de lo que revelan sus ya mediocres resultados en matemáticas, ciencias o capacidad lectora. ¿Pero son realmente los jóvenes tan inútiles?

Niños durante una clase en un colegio de España.
Niños durante una clase en un colegio de España.

Concretamente, los estudiantes españoles de 15 años están 23 puntos por debajo de la media de los países desarrollados en la resolución de problemas cotidianos, como programar un aparato de aire acondicionado, escoger la mejor combinación de metro para llegar a otro punto en una ciudad que no conoce o predecir el comportamiento de un robot de limpieza en una habitación.

El estudio de la OCDE, elaborado con 85.000 jóvenes de 44 países -en España participaron 2.709 estudiantes- les puso frente a simulaciones de esas situaciones de la vida cotidiana. Y el 28% de los españoles no llega al nivel mínimo para afrontar un problema, frente al 21% de la media de la OCDE. España, con 477 puntos (500 es la media utilizada), se coloca entre la posición 27 y 31 de un total de 44 países, que lideran Singapur y Corea del Sur (con 562 y 561 puntos).

Los españoles están a la altura de Polonia, Eslovenia o Serbia, pero más de 30 puntos por debajo de Alemania, Italia o Francia.

El Confidencial Digital se ha puesto en contacto con varios de los sectores que componen la comunidad educativa en España. Coinciden en lamentar que los alumnos no saben plasmar lo aprendido en las aulas y sus propios profesores reconocen que no les están preparando suficientemente para afrontar los grandes retos del siglo XXI. Pero, ¿de verdad son los jóvenes españoles tan inútiles? ¿Son ellos el foco del problema?

Lo cierto es que los resultados de los alumnos españoles están por debajo de lo esperable dado su rendimiento en matemáticas, ciencia y lectura, o sea, no saben aplicar lo aprendido. ¿Por qué? Los miembros de la comunidad educativa lo tienen claro: el sistema español está excesivamente enfocado en aprender de memoria. Apenas se fomenta el espíritu crítico, la capacidad de investigación, la creatividad y el disfrute de profundizar en los temas que de verdad interesen. Tampoco se ocupa de ayudar a enfrentarse a situaciones del día a día como saber diferenciar el mejor itinerario en metro, cómo y por qué se presenta una instancia ante la administración y otras muchas cuestiones que todo ciudadano al llegar a su vida adulta debería haber aprendido en su juventud.

Ante esta situación, altos cargos de Educación muy próximos al ministro Wert son tajantes cuando se les pregunta por este asunto: “Hace falta un cambio radical en la metodología de la enseñanza. Se necesita reformar una educación anticuada basada solo en la memorización de contenidos”. La Administración, por tanto, es consciente de que los mercados laborales demandan ahora pensamiento crítico, creatividad, intuición, trabajo en grupo y defienden que hay que adaptar la forma de impartir las clases a ese nuevo escenario.

Pero los profesores, por su parte, piden también que se relativice el problema y no ser acusados de ser los únicos responsables de todos los problemas del sistema educativo. Sin embargo, sí hacen autocrítica y admiten que no están preparando bien a sus alumnos en las aulas para el futuro.

No obstante, el secretario general del sindicato de enseñanza FETE-UGT, Carlos López Cortinillas, advierte que “no solo interviene el centro escolar en el desarrollo del niño. Se ha de tener en cuenta también el ambiente social de amistades en el que se desenvuelve y la educación que recibe en el entorno familiar”.

Critica, por otro lado, que los docentes sufren mucha presión para cumplir con el currículo e impartir todos los contenidos establecidos para un curso académico. Esa circunstancia les obliga, en muchas ocasiones, a dejar de lado la explicación de otras cuestiones prácticas que servirían al alumno para afrontar situaciones comprometidas que se le pueden plantear en su vida cotidiana. Entre las soluciones que propone para aplicar a los profesores destaca la preparación de clases más participativas, complementar la tarea individual con el trabajo en grupo, valorar más lo que un alumno hace bien sin incidir tanto en los castigos y favorecer una convivencia social y cívica en el aula en base al respeto.

Por su parte, el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense, Fermín Bouza, incide en otra idea de fondo. “Tenemos una cultura en la que controlamos mucho a los chicos, no les dejamos resolver cosas por sí mismos, les hacemos la vida muy fácil”, asegura. “Un chico que no es autónomo no planifica, no organiza”. Y revela una cuestión importante: en la mayoría de los países el estudio PISA se ensaya, es decir, los alumnos que se van a someter a las pruebas son preparados previamente, mientras que en España no. Así que hay que destacar que los jóvenes españoles parten ya de entrada con ese déficit.

Aun así, alerta que los alumnos son educados muy alejados de la realidad y la vida cotidiana. Esta circunstancia les transmite miedo y hace que se desenvuelvan de forma muy desequilibrada. Advierte que es muy complicado cambiar la mentalidad del país. Pero se muestra optimista: resalta como la necesidad de la crisis ha forzado a muchos jóvenes a ser emprendedores como un primer paso positivo que obligue a partir de ahora a las escuelas a que los niños salgan al mundo mucho mejor preparados en cuestiones prácticas.

Por último, otro de los colectivos clave en la formación de los jóvenes son los padres. Se defienden ante todo de las acusaciones que se les lanza de sobreprotección y de no inculcar responsabilidad y esfuerzo a los hijos.

El vicepresidente de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), Jesús Salido, destaca que “en los últimos años la situación que viven multitud de familias hace que el retroceso en los resultados del alumnado por la situación socioeconómica que se vive en muchos hogares españoles que no tienen cubiertas las necesidades básicas, y además se les ha denegado ayudas para libros de texto o comedor, ha repercutido de forma negativa en los jóvenes, que tienen otros problemas que no son solo los de matemáticas”.

Se queja de que en temas de Educación “no se puede hacer más con menos, porque recortando apoyos y aumentando el número de alumnos por docente no se puede conseguir mejora en el resultado”. Defiende que los contenidos han de abordarse de forma distinta. Su solución: abandonar las clases magistrales basadas en el modelo de “aprender la lección”, y en su lugar convertir las explicaciones en más prácticas y participativas para conseguir entender y reflexionar lo que se transmite.

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