Un ex periodista de The Economist acusa a José María Aznar de estar tras el último golpe de Estado de Severo Moto en Guinea

La enésima alarma sobre la salud del dictador Teodoro Obiang ha ocultado a la opinión pública hechos relevantes acerca de lo que está sucediendo en torno a Guinea Ecuatorial.

En cuanto a la salud de Obiang, cabe decir que en los últimos quince días ha visitado La Habana y Nueva York, sin que eso tenga correspondencia lógica con el estado de agonía que se le ha atribuido desde el partido de Severo Moto, donde a cada poco hacen circular estos rumores.   Ahora mismo, en ámbitos ecuatoguineanos y de oposición a Obiang, hay enorme expectación por hacerse con un ejemplar de “The Wonka Coup” (El golpe Wonka), monografía en inglés del periodista Adam Roberts, ex delegado de The Economist en Johannesburgo. El interés despertado en Reino Unido también ha sido muy grande dada la implicación de súbditos británicos en la última trama golpista de Guinea Ecuatorial, notablemente Mark Thatcher.   Como recordarán los lectores de El Confidencial Digital, en el primer trimestre de 2004 se fue gestando un golpe de Estado contra Obiang, con diversas ramificaciones internacionales, que incluían mercenarios africanos, dirección inglesa y apoyo y derivaciones españolas. En el ámbito internacional, antes que el diario El Mundo y la prensa británica, fue ECD quien inició sus investigaciones a raíz del avistamiento de barcos españoles con misión secreta en el golfo de Guinea. Lea aquí el completo informe adelantado en exclusiva en su día en estas páginas.   El golpe de Estado tuvo un desenlace grotesco, con mercenarios detenidos en el Zimbabwe de Mugabe y un Severo Moto que a mitad de camino dio la vuelta en avión, rumbo a España. Aquella fue su última gloria, antes de recibir del Partido Popular el más rígido ostracismo por haberles embaucado en aquella peripecia. Como se ha señalado, todo se concretó de forma extrañamente similar a la novela de Frederick ForsythLos Perros de la Guerra”.   El caso es que Adam Roberts, espectador privilegiado de todo el proceso en su vertiente judicial y extrajudicial, no duda en atribuir ahora a José María Aznar el papel de cómplice en el intento de golpe, que debía verificarse antes de las elecciones de aquel mismo mes de marzo. Roberts también reparte culpas entre los gobiernos británico y sudafricano, señala a los puros aventureros como Simon Mann y subraya que Mark Thatcher debía saber en qué se estaba metiendo.   La duda, según se pregunta un comentarista en The Guardian es: “¿Qué pensaban hacer los miles de infantes de marina españoles que tenían previsto estar de maniobra en aguas de Guinea en el momento del golpe, una vez depuesto Obiang?”.   Al final, advierten los analistas, incluso un golpe tan poco diestro ha tenido graves consecuencias: el petróleo sigue en manos de un dictador; a Mugabe se le suministra bajo mano; Washington reabre su embajada como ejercicio de ‘realpolitik’; los ecuatoguineanos padecen bajo Obiang sin que desde España se formule una alternativa aunque a la muerte de Obiang las miradas se girarán hacia Madrid.

 

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