Rafael Yuste, neurobiólogo y promotor del Proyecto BRAIN

“Entender el cerebro será la máxima expresión del humanismo. Seremos una sociedad mejor y nos trataremos con más respeto”

Rafael Yuste es el neurobiólogo español sin fronteras que ha puesto sobre la mesa de Obama el Proyecto BRAIN: el nuevo reto científico de Estados Unidos centrado en entender cómo funciona la mente humana.

El relevo de Cajal puede ser otro Nobel para la ciencia que habla español.
El relevo de Cajal puede ser otro Nobel para la ciencia que habla español.

Es el cerebro de Obama. Sereno. Estudioso. Discípulo aventajado de Ramón y Cajal, y posible relevo en la carrera del Nobel. Hace dos años ofreció a la Casa Blanca el Proyecto BRAIN y la ciencia se convirtió de nuevo en el orgullo de Estados Unidos, un país sensibilizado con la investigación que sabe embarcar a la sociedad en sus aventuras científicas. Como cuando fueron todos a la Luna. O como cuando se metieron juntos en el genoma humano. Llamémosle pionero, porque nuestro diccionario de la lengua no tiene aún palabras menos desgastadas que sirvan para designar con propiedad a los que piensan en futuro y se dejan las neuronas en el presente después de muchas horas pasadas a pie de laboratorio.

Rafael Yuste está en Madrid. Llena aforos. De profesionales de la ciencia, y de calle. Es el audaz quijote de la ciencia, criado y formado en España, que hace hoy de topo en el ojo del huracán del progreso científico.

El líder de la Neurociencia intuyó su futuro leyendo a Ramón y Cajal con 14 años. Y a los 52 es el que ha servido en bandeja de plata el nuevo reto científico de Estados Unidos. Primero fue la Luna. Después, cartografiar los más de 20.000 genes del genoma humano. Y ahora, con todos ustedes, la intimidad del cerebro.

En la agenda de Yuste no cabe una neurona. Me cuesta buscar 20 minutos intensos para hablar en pause. Como apóstol divulgador de la ciencia, al final encontramos ese ciberhueco. Le lanzo mis preguntas. Esquiva las que no son sólo ciencia. Entiende el papel de los medios para contar lo que pasa en los laboratorios, pero no quiere malos entendidos. Asumo.

Con la sensación de hablar con un pionero que estará en los libros de Historia y en las preguntas del Trivial, nos conectamos. Yo no parpadearía mucho, porque esto va muy rápido…

Usted encontró su vocación científica leyendo a los 14 años un libro de Cajal que le regaló su padre. ¿Los adolescentes que leen Harry Potter y las distopías de moda tendrán ese potencial?

Hay muchas maneras de inspirarse para llegar a la ciencia y Harry Potter es un tipo de lectura que me parece muy estimulante intelectualmente para los niños, no lo descartaría en absoluto. Que yo haya llegado a la ciencia por un libro no significa que sea la única manera. Ahora mismo los niños tienen más oportunidades para ver científicos en libros, películas, internet, juegos… y cuentan con más opciones para inspirarse en cuestiones científicas.

No sería tan rotundo. En ningún caso creo que haya que volver al pasado, ni a la receta que yo descubrí, entre otras cosas porque la curiosidad por las cosas a veces es accidental. Si mi padre no me hubiese regalado ese libro, igual hubiera encontrado otro camino.

Usted propuso el Proyecto BRAIN y Obama hizo que la investigación básica se convirtiera en una prioridad política. ¿Conectar la sociedad con los laboratorios es una asignatura pendiente en todo el mundo?

Sí. De hecho, la ciencia, cuanto más progresa, se hace más especializada y menos accesible a la población, y eso es un problema, porque se agudiza la desconexión entre ciencia y sociedad. Esa ruptura hay que evitarla, porque la sociedad necesita entender a la ciencia y la ciencia necesita el apoyo de la sociedad. La relación debería ser de sinergia.

 

Los científicos tenemos la obligación de hacer divulgación y contar la ciencia de modo asequible a todas las personas, especialmente a los niños y a los jóvenes, que están en periodo de aprendizaje, ya que sus cerebros son más flexibles. Por otro lado, tenemos el deber, por ejemplo a través de los medios de comunicación, de intentar acercar a la sociedad y a la ciencia, conectando los temas que interesan a las personas de la calle y posibilitando que acaben hablando en el mismo lenguaje.

Merece la pena trabajar duro por ambos caminos, porque es esencial para el futuro de la humanidad. La ciencia, la tecnología y la ingeniería son los principales caballos que tiran del carro del progreso. Cualquier avance que ha dado lugar al progreso de la humanidad siempre ha sido originado por un científico o por un ingeniero.

Por ejemplo, la realidad de los smartphone tiene su origen en el trabajo de mucha gente durante muchas horas en laboratorios donde se hacía investigación básica hace ahora una generación. En la Medicina ocurre lo mismo, muchos de los avances están basados en investigación básica previa. Es importante que la sociedad sea consciente de esto, ya que invertir hoy en la ciencia es el progreso del futuro.

Dice usted que en el conocimiento del cerebro estamos en párvulos. ¿Significa eso que estamos en el preescolar del conocimiento del hombre?

Estamos en el preescolar del conocimiento de la mente humana, porque, a pesar de todos los siglos de Filosofía y Psicología, e incluso de Neurobiología, entendemos la mente humana por fuera, pero no por dentro. No sabemos qué es un pensamiento, o la memoria. No sabemos por qué nos comportamos como nos comportamos, ni por qué pensamos como pensamos. No es que sean cuestiones misteriosas, simplemente son frutos de la actividad cerebral, que es una parte del cuerpo, sin más. Si entendiésemos la actividad cerebral, entenderíamos la mente por dentro.

Dijo Obama: "La nuestra es una nación de soñadores, de gente que se arriesga. Los ordenadores, internet y otros avances germinaron con la financiación del Gobierno, y el próximo gran proyecto de EEUU es la iniciativa del cerebro". ¿La política que no sueña se envilece?

Hay personas que sueñan en todo el mundo, y hay sistemas de países como Estados Unidos que tienen tradición de emprender proyectos de soñadores, como enviar al hombre a la Luna, secuenciar el genoma humano, o este proyecto BRAIN. Creo que es un modelo a seguir para otros países.

En el caso de España, tendría sentido que, a través de la Unión Europea, que es una organización supranacional de tanta importancia como Estados Unidos, se apostara por estos sueños que engrandecen la humanidad. Si en Estados Unidos ha sido posible, ¿por qué no lo sería en Europa, en China o en Japón? Ejercer el liderazgo es eso: tirarse al agua haciendo algo que todos nuestros antecesores pensaron que era imposible. Eso sirve de estímulo a mucha gente.

Pienso que España puede jugar un papel importante en liderar grandes proyectos de investigación científica. O con Europa, o de manera independiente. ¿Por qué no? Yo no sería derrotista. En España hay personas tan soñadoras y emprendedoras como en otras partes. O más, incluso.

Dijo usted: En Estados Unidos "piensan por todo lo alto y teniendo el futuro de la humanidad en la mente". En la España de después de unas elecciones-tsunami, ¿cree que pensar en el futuro de la Humanidad dignificaría la política?

Prefiero hablar sólo de ciencia.

Bien. El Proyecto BRAIN fue una bomba de esperanza surgida desde la ciencia. ¿Será sólo eso cuando Obama deje la Presidencia de Estados Unidos?

El Proyecto BRAIN ahora está siendo apoyado por los dos grandes partidos de Estados Unidos y el presupuesto se aprueba en el Congreso, que tiene mayoría republicana. Es un proyecto nacional que se extiende independientemente de los partidos, y lo lógico es pensar que, aunque cambien las administraciones, estos proyectos seguirán adelante. Cuando se envió al hombre a la Luna, o cuando se puso en marcha el Proyecto Genoma Humano se siguió adelante independientemente de quién gobernara las administraciones.

Critica usted la descoordinación actual de BRAIN. ¿Cuáles son sus propuestas para que sea eficaz?

Estamos intentando convencer a los administradores del proyecto de Obama para crear un laboratorio nacional de investigaciones cerebrales, que podría ser como un observatorio cerebral. La idea es que, en vez de un observatorio astronómico, donde hay instrumentos muy caros y muy complejos, que se comparten entre muchas universidades y muchos países, y que están enfocados a ver las estrellas, podemos imaginarnos unos instrumentos parecidos, compartidos también por universidades y países, pero enfocados a ver la actividad cerebral.

Este observatorio cerebral todavía no se ha puesto en marcha, pero estaba en nuestra propuesta inicial del proyecto. Hay técnicas necesarias para la investigación cerebral que son demasiado grandes y costosas como para que estén en laboratorios individuales.

El déficit de conocimiento sobre el cerebro, ¿es un problema de técnicas, de inversión, de descoordinación de la ciencia… o de personas?

Pienso que es, fundamentalmente, un problema de técnica. Ha habido mucha y muy buena gente trabajando en Neurobiología durante los últimos cien años, en muchos países, pero no se ha conseguido entender cómo funciona el cerebro porque las técnicas con las que ha contado hasta ahora la Neurobiología son relativamente primitivas, y sólo permiten leer la actividad de muy pocas neuronas. Esto es un problema importante, porque cualquier cerebro de cualquier animal está compuesto por millones de neuronas.

Si tienes técnicas que sólo te permiten registrar la actividad de una neurona es como intentar ver una película en la televisión mirando sólo a un pixel. Necesitamos técnicas que nos permitan ver la pantalla entera del cerebro y toda la actividad de la mayoría de las neuronas para ver cómo es la película íntegramente.

¿Qué técnicas están siendo las más revolucionarias en su ámbito científico?

Las técnicas ópticas. Hay una verdadera revolución con la aplicación de láseres ultrarápidos de luz infrarroja, desarrollados por los físicos, que permiten observar la actividad neuronal dentro del cerebro de animales pequeños, como el de los ratones. Esto ha hecho posible, por primera vez en la historia, visualizar cómo circuitos neuronales se activan mientras el animal realiza una determinada acción. Es como si empezásemos a ver más pixeles de esa pantalla de televisión a la que me refería antes. Además, las técnicas ópticas se pueden utilizar también para activar las neuronas a distancia, combinándolas con compuestos químicos o con ingeniería genética. No es descabellado pensar que en un futuro se podrán aplicar estas técnicas ópticas en pacientes humanos, tanto para diagnosticar mejor y entender las enfermedades cerebrales, como para curarlas.

¿Se prevé que BRAIN tenga aplicaciones a la Medicina a corto plazo?

Sí. De hecho, en este primer año se han financiado varios proyectos que tienen como objetivo crear prótesis cerebrales para ayudar a pacientes que estén paralíticos, especialmente a muchos pacientes que son veteranos de guerra que han tenido lesiones traumáticas en el cerebro, y que en Estados Unidos son más de cien mil. Es posible que una de las primeras frutas de BRAIN sea una serie de herramientas que permitan a estos pacientes utilizar brazos o piernas robóticas para desenvolverse en la vida con más normalidad. Es un ejemplo de los efectos del proyecto aplicados a la Medicina.

Usted lidera el avance de la Neurociencia. ¿El futuro de la Medicina está fuera de la Medicina?

Parte del futuro está fuera de la Medicina, al menos en los ámbitos de la Psiquiatría y en la Neurobiología. Pienso que el futuro de estas disciplinas podrían venir de otras ramas de la ciencia, como la Física, la Química, la Ingeniería o las Matemáticas, porque las técnicas de medición o de análisis que se pueden desarrollar en estos campos pueden ser fundamentales para entender las patologías cerebrales, diagnosticarlas mejor, y curarlas.

Usted habrá soñado en una sociedad que conoce su cerebro. ¿Cómo nos ve en esos sueños, avalados poco a poco con evidencia científica?

Cuando la humanidad entienda cómo funciona el cerebro, nos conoceremos por dentro. Lo veo como la máxima expresión del humanismo. Seremos una sociedad más libre, porque el conocimiento nos hace siempre más libres. Estaremos liberados de nuestros prejuicios atávicos, y creo que nos trataríamos mejor unos a otros, con más respeto.

Usted trabaja con el conocimiento del cerebro dejando fuera del laboratorio la existencia del alma. ¿No se intuye, científicamente, algo inmaterial en la base del órgano más desconocido?

No voy a responder a esa pregunta, porque me parece que está muy sesgada.

No he buscado ningún sesgo. Le oí hablar de este tema en una charla en la Fundación Juan March, y me parecía un asunto interesante. Disculpe.

Otra pregunta. ¿Hay participación española (económica, profesional, técnica…) en alguna fase del Proyecto BRAIN?

De momento, no.

¿Hay riesgos de que el Proyecto BRAIN se convierta en una idea pública con resultados cien por cien privados y, en consecuencia, más alejados de los ciudadanos?

No me preocupa eso, de momento. Por ahora, todo el trabajo se está haciendo de una manera pública. Como el proyecto ha sido creado por una iniciativa federal y pública, lo lógico es que las empresas privadas se adapten a este esquema.

El Proyecto Genoma Humano está siendo un éxito científico aplicado. ¿Por qué no se utiliza mejor esa experiencia para que BRAIN siga esa senda?

Se ha utilizado. Fue, precisamente, nuestra inspiración cuando presentamos a la Casa Blanca el proyecto BRAIN. En el grupo de cinco científicos que propusimos este proyecto a la Casa Blanca estaba uno de los líderes del Proyecto Genoma Humano.

En su equipo hay profesionales de disciplinas científicas muy distintas. ¿Echa en falta la ciencia profesionales de disciplinas humanísticas, e incluso artistas, para avanzar más rápido?

Hay también profesionales que vienen de la Filosofía y de las Humanidades, y algunos artistas que trabajan en la ciencia, pero en cuestiones más relacionadas con la divulgación.

Ante un proyecto de esta envergadura, ¿es viable un centro de datos internacional en el que se registren todos los progresos de todas las investigaciones sobre el cerebro que se realizan en el mundo?

Sí. De hecho, una de las ideas para crear uno de los observatorios cerebrales de los que hablaba antes es, precisamente, crear un laboratorio central donde se almacenen todos los datos de los registros de los estudios que se hagan de los cerebros de animales o de personas. La idea es hacer algo parecido a las bases de datos empleadas en el Proyecto Genoma Humano, que permiten después el acceso libre para investigadores de todo el mundo.

¿Qué países están siendo más proactivos en el conocimiento del cerebro? ¿Hay entendimiento científico más allá de las banderas?

Los científicos operamos sin banderas, en una red que se extiende tanto por el espacio como por el tiempo. Nos consideramos leales a la humanidad en conjunto, independientemente de nuestros países. En términos de investigación cerebral, como parte de BRAIN existe un proyecto de gran envergadura en la Unión Europea, que es el Human Brain Project; hay otro aún pequeño en Japón, otro en Australia, en Israel, y está a punto de empezar uno en China. Son proyectos independientes del que ha lanzado la Casa Blanca, pero que van en el mismo camino.

La ciencia del cerebro incluye, en estos momentos, más hipótesis que paradigmas. ¿Cuáles son los "dogmas" verificados de la Neurociencia en estos momentos?

Hay bastantes conocimientos asentados sobre la composición molecular y sobre la función de cada neurona. Estamos en la era de Neurobiología molecular y celular. Por otro lado, conocemos bastante bien cómo se comportan los animales y las personas, cuestiones que tienen que ver más con la Psicología, la Etología o la Psicofísica. Pero en medio de ambos terrenos existe un gran agujero negro de conocimiento que responde a la pregunta de cómo actúan los circuitos neuronales para generar comportamiento. Mirando al futuro, entender estos circuitos es el problema fundamental de la Neurociencia. Nos faltan técnicas para avanzar en ese campo.

¿Los psiquiatras y los neurobiólogos van de la mano?

Sí, hay muchísima conexión. En mi caso, estudié Medicina y fue después de una rotación por Psiquiatría cuando decidí dedicarme a la Neurobiología básica. En mi laboratorio hay neurólogos, trabajo también con psiquiatras, y hay muchas relaciones y colaboraciones de ida, y de vuelta.

Si Google, Microsoft o Facebook están tan pendientes de BRAIN, ¿significa que sus conclusiones no serán sólo Medicina aplicada?

Habrá tres tipos de beneficios de este proyecto: los primeros serán científicos, que se derivarán de lo que supone entender cómo funciona el cerebro; los segundos serán beneficios médicos, porque los resultados nos servirán para entender, diagnosticar y curar enfermedades mentales y neurológicas. El tercer beneficio será el económico, porque la creación de nuevas tecnologías siempre lleva consigo la puesta en marcha de nuevas vías de desarrollo económico en los países que los impulsan. Los casos de los smartphone o de la genómica son, quizás, los ejemplos más gráficos. Por la misma regla de tres se espera que BRAIN dé lugar a una revolución tecnológica en el futuro que pueda llevar a desarrollar nuevos campos de la economía que sean beneficiosos para los países que inviertan en esto.

¿Qué haría falta para que usted volviera a España encantado de la vida?

Soy español hasta la médula e intento ayudar como puedo al país y a la sociedad que me crió y formó. No descarto trabajar en España en un futuro, ayudando a mejorar allí la ciencia. De hecho, colaboro desde hace tiempo con laboratorios españoles y sigo de cerca muchas cosas que pasan allí. Pero a la vez, muchas veces pienso que igual puedo ayudar más a mi país desde aquí, especialmente si trabajo en proyectos o en universidades u organizaciones donde se cuecen cosas importantes. Es como si tuvierais un topo en la Casa Blanca…

 

REBOBINANDO

Esta conversación con Rafael Yuste es como observar un sólo píxel de la película de su trabajo de años, pero es lo que tienen los días de 24 horas de un revolucionario de bata blanca.

Pienso.

En Estados Unidos sueñan con la ciencia. En España hay mucha ciencia puntera, pero perdemos tanta fuerza con una sanidad convertida en arma arrojadiza en los escaños y con una cultura sanitaria sobresaturada donde sus profesionales no tienen hueco ni para la investigación, ni para la docencia…

Seguramente, Estados Unidos tenga también sus cosas. En su modelo sanitario, desde luego. Pero, ¿no les impresiona que un presidente del Gobierno anuncie con tono de fiesta nacional una aventura científica como el Proyecto BRAIN? ¿Se imaginan a un presidente del Gobierno de España apostando con hechos concretos por la ciencia? Yuste no quiere hablar de política. Y aquí, los que gestionan la sanidad (hospitales, universidades, centros de investigación…) no suelen hablar de otra cosa...

Dice Yuste que España tiene potencial y que él no sería derrotista sobre su futuro en la carrera científica. Verdad. Si tal y como estamos suena, de fondo, una melodía tan interesante, la que se puede montar cuando alguien saque de los sótanos el talento.

Cajales y Cajalas tenemos unos cuantos. De los que sueñan con la Humanidad. Pero nos despistamos con tanto debate circular en el entorno sanitario que se conocen de memoria los que hacen periodismo especializado: que si la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salid, que si la atención primaria es el pilar dilapidado, que si la relación de hermanos enfadados entre los niveles sanitarios, que si la colaboración público-privada, que si huyen los cerebros, que si azul, que si roja, que si morada…

En España, el éxito médico que concilia a todos es el trabajo de la Organización Nacional de Trasplantes. Con esa misma mentalidad de equipo con que funciona la ONT, los éxitos científicos pulularían como setas si no se trabajara tanto a las órdenes de bandos, sin luz, sin presupuestos, sin suelo… y con techo.

Con este Sistema Nacional de Salud, envidia para los Estados Unidos más punteros, deberíamos estar ya hablando el lenguaje científico de los aventajados. Y sin embargo…

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