Lorenzo Silva, escritor

“Votar en España es tratar de elegir lo que menos nos deprime, lo que menos nos defrauda. ¡Eso es muy triste!”

Premio Planeta. Premio Nadal contra más de un Premio Nadal. Currante. Más de 45 libros paridos con entusiasmo. Acaba de dar a luz Música para feos, aunque hasta ahora ha sido más ave libre de pluma negra. Ve a todos los que mangan sin hombros en un frenopático y a Bárcenas, en el olimpo desde que Ibáñez le metió en la cárcel de sus viñetas. Regalaría su Noviembre sin violetas a Rubalcaba, y El urinario, al Tribunal de Cuentas. Académicamente incorrecto. No se muerde la lengua para decir que en España votamos con asco. Ajeno a “este” nacionalismo catalán. Es más, se está planteando en serio “montar un pancastellanismo”...

 Lorenzo Silva es ave libre de pluma negra. Sus aventuras tienen un fin ejemplarizante donde las buenas personas deslumbran al mal.
Lorenzo Silva es ave libre de pluma negra. Sus aventuras tienen un fin ejemplarizante donde las buenas personas deslumbran al mal.

Lorenzo Silva. Le habrán visto ustedes estos días en los medios. Buen escritor. Buena gente. Él no es Música para feos, sino música para una amplia mayoría de gustos. Así que no me parece justo hablar con él una vez en la vida, y dejarlo todo en su último libro. Yo quiero vidas.

Entre Túnez y Egipto, el alquimista impaciente de libros redondos cargados de sustancia interior me dice que sí. Que un café con calma en la terraza del Café Gijón. Viene en camisa vaquera desenfadada y juvenil. Tiene hilo para mil carretes. Es un hombre de los nuestros, de los que sabe que nadie vale más que otro.

Ni un pelo en la lengua española. Desenfunda su pluma negra. Nos da carta blanca, y al final, la guerra. Bombardeo de preguntas.

A unas horas del Día del Libro, empieza el interrogatorio. Tiene usted derecho a guardar silencio. Nada de lo que diga será utilizado en su contra…

Capítulo I. Que trata de la pésima condición de la política manoseada por la corrupción con el consentimiento de los españoles.

Cuatro libros en la librería en la misma semana. Uno nuevo (Música para feos) y tres renovados en formato. ¿Está usted en ebullición literaria?

Me gusta mi trabajo, y creo que trabajar es una de las mejores cosas que puede hacer el ser humano. Lo de la maldición bíblica debe ser para quien trabaja en algo que no le gusta, que posiblemente sea la opción habitual para demasiada gente en estos tiempos. Para mí el trabajo son momentos de felicidad.

El hombre que destruía las ilusiones de los niños. Edita ahora en papel lo que fue una novela digital. Con ese título y en los albores de la campaña electoral… Pura coincidencia, supongo…

Pues no. En absoluto... El hombre que destruía las ilusiones de los niños es una colección de cuentos. Uno de ellos es el que da nombre al libro y está basado en la historia real de un hombre que de verdad destruía las ilusiones de los niños. Es una historia de derrumbamientos súbitos que está escrito justo en este momento de la sociedad española en el que hay una serie de hombres que derrumban las ilusiones de los niños que éramos o que quisimos ser… o que quizás nunca fuimos del todo, porque es verdad que ese hombre habita un poco en todos nosotros, y las ilusiones colectivas las destruimos entre todos. No siempre son los malos los que nos quitan el juguete. A veces, los niños también acaban rompiendo un poco su propio juguete...

 

¿Cómo se le pone la piel a todo un maestro de la novela negra española cuando oye hablar de elecciones autonómicas y municipales?

Pude votar por primera vez en las elecciones de 1986, y desde el principio, nunca he votado con entusiasmo. Entonces, la democracia española ya había perdido intensidad, y esa tendencia se ha mantenido hasta ahora. Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a que las elecciones sean un expediente en el que millones de ciudadanos comparecemos, y lo digo en primera persona, tratando de buscar la opción que menos nos decepciona de todas las que nos ponen por delante. ¡Eso es muy triste! Creo que es el gran fracaso de la democracia española de las últimas dos décadas: tratar de elegir lo que menos nos deprime, lo que menos nos defrauda, lo que menos nos ofende…

Pero ahora parece que con Podemos y Ciudadanos hay una empatía social diferente, ¿no?

Hombre, todas las cosas tienen que terminar reventando… No se puede tener una herida llena de pus tantísimo tiempo. Yo cínico no me quiero volver, pero admito que, quizás, nos hemos vuelto todos un poco escépticos cuando viene gente a prometernos cosas nuevas: regeneración, apuesta por lo público… y después no pagan sus impuestos como los pago yo… Sí, ya sé que no es lo mismo que robar 3.000 millones, pero esa falta de ética me derriba completamente la confianza en esa persona de un plumazo.

Pienso que debemos recuperar el entusiasmo, y ese entusiasmo lo recobraremos con apuestas de verdad, que no traigan un vicio oculto. Necesitamos políticos con verdadera estatura y verdadera integridad, y eso no es fácil, y probablemente aquí lo hemos puesto muy difícil, porque no es ese el carácter que ha premiado la política española… ¡Ni los electores españoles! ¡Los electores españoles han elegido, a cara descubierta, a imputados y a timadores!

Corrupción. Podredumbre. Inmoralidad. Después de tantos años escribiendo en ese ambiente, ¿nos ofrece algún salvavidas para que no nos arrastre la corriente?

Claro, ¡los ejemplos! A mí no me interesa la idealización. En las historias que cuento trato de rastrear las personas íntegras que hay, porque las hay. Yo las conozco. Las he visto trabajar. Y esa gente es la que representa la esperanza. No es imposible hacer las cosas bien, porque aquí está este señor que las hace bastante bien: ese que hace horas extras que nadie le paga en servicio de los demás; este que podría haberse corrompido, porque lo tiene muy cerca y muy fácil, pero no se ha corrompido; este que podría ser un escéptico y no creerse nada después de todo lo que ha visto y, sin embargo, se lo sigue creyendo y se la sigue jugando…

En esas historias está la esperanza que confirma que se puede ser de otra manera. Algunos son personas conocidas, y otros son completamente anónimos. Yo me he encontrado gente así en un arco que va desde José Luis Sampedro, hasta el último guardia civil, que está en una unidad anticorrupción, que encuentra una pista contra un ex presidente de comunidad autónoma y ex ministro, y va el tío y no se frena. El resultado es que un ex presidente de comunidad autónoma y ex ministro está en el talego. Pero claro, tiene que haber uno que se la juegue… 

Bárcenas ya tiene obra de teatro, proyecto de película y cómic de Ibáñez. ¿Lo ve en un trío literario con Bevilacqua y Chamorro?

Ya sólo con el cómic de Ibáñez podemos decir que Bárcenas ha llegado al olimpo… A mi Bárcenas me parece un hombre brillante y prodigioso en su síntesis verbal. Tiene dos perlas ineludibles: una, cuando le preguntaron por qué no declaraba el dinero que tenía en Suiza y dijo: “por sentido común”. Muy sintético para un señor que lleva tres décadas cobrando del erario público, directa o indirectamente, como senador, como tesorero de un partido político, y que dice que no paga por sentido común. ¡Eso es muy brillante! Eso no lo podría producir ningún país más que España.

O cuando le preguntan cómo tiene 50 millones de euros, supuestamente, y responde que “por mi buen hacer”. Cuatro palabras, ni al alcance de Shakespeare… Es decir, que lo que ha hecho Bárcenas en estas décadas, que cualquier se puede imaginar lo que ha sido, se resume en “mi buen hacer”…

¿Le ve entonces en algún libro con sus personajes de siempre?

¡Es que ya le han pillado! Además, que se sepa, no ha matado a nadie…

Usted que está indagando siempre sobre estos asuntos, ¿piensa que la corrupción de hoy es la que ha habido siempre o ahora optamos a la medalla de oro?

Creo que ahora hay un poquito menos que hace diez años. Tengo amigos en cargos públicos, y lo que me transmiten es que cada vez hay más gente acojonada que, a la hora de firmar un libramiento de fondos públicos, afortunadamente, ahora le tiembla la mano. Lo que es delirante es que un señor que ha librado 3.000 millones de euros diga que no sabía lo que firmaba. ¡Eso es delirante! Hay que llamar a las cosas por su nombre.

Si a mí me llaman del Tribunal Supremo, como parlamentario, y me preguntan por qué libraba ese dinero, y mi respuesta es que no tenía ni puta idea de lo que firmaba, entonces a mí me tienen que encerrar en un frenopático… para empezar… 

¿Cree que sus libros pueden servir de autoayuda a los que alargan la mano más allá de la manga?

En la corrupción hay cosas que no entiendo, y cosas que voy descubriendo después de hablar con mucha gente. Hay muchos casos de gente que desea cosas que no puede tener, y no las puede tener porque no ha hecho lo que hay que hacer para tenerlas, y buscan un atajo.

También habría que analizar la educación ética, sentimental, e incluso hasta filosófica que le hemos dado a nuestra sociedad para que estas cosas pasen.

En la presentación de Cuerpos extraños habló usted de que el ambiente de corrupción política en España se empezaba a equiparar al de Chicago años 30. ¿Superamos ese listón?

Bueno, aquello fue un titular un poco estirado. Lo de Chicago años 30 es difícilmente superable. Lo que sí quería decir es que hay similitudes en el esquema, y en que el crimen organizado se empezaba a apropiar de la administración pública, hasta dirigirla. Ya tenemos casos en diputaciones y municipios de blanqueo de dinero que provenía del crimen organizado: la Camorra, la mafia rusa… Ya han empezado a tener pequeñas parcelitas de poder público que ellos manejan a su conveniencia, y eso hay que atajarlo a hachazos, si hiciera falta.

Capítulo II. Que aborda los dimes y diretes sobre la Literatura española y su contexto en el siglo de las luces (de los focos) y del glamour a corto plazo

¿Hay literatura corrupta en España?

La literatura es un espacio más de la sociedad, y la sociedad está compuesta por una masa de gente mayoritariamente honrada, por convicción, o porque no tienen oportunidad de corromperse, y una minoría de gente corrupta, eso sí, muy dañina. En la literatura pasa exactamente igual.

Hay gente que me pregunta por qué no he estado en este cóctel, en este otro acto, en esta presentación de no sé cuántos, o en esta cena… Yo es que, realmente, estoy en muy pocas, generalmente en las que tengo que estar por alguna razón. Primero, porque la vida nocturna no me atrae especialmente, y segundo, porque tengo cuatro niños y bastante trabajo. Siempre que te dicen eso es porque se da por hecho que hay que estar ahí, porque en ese pasillo, en ese cóctel, en esa bandeja, en ese editor o editora que tiene cinco güisquis, o en ese editor sensible a los encantos de una chica con un par de razones, vas a tener un atajo...

Sí. Es verdad. Puedes provocar un libro. Puedes colocar un premio. Pero esto no es el fútbol, esto no es una canción, este es un oficio en el que no hay tanta prisa: lo que importa aquí es el largo plazo, y el largo plazo se hace con el culo atornillado a la silla, y no hay más truco.

¿Cuál es su experiencia del mundillo de los premios literarios?

Es muy vasta, y daría para una tesis, sobre todo para desmontar lugares comunes de la teoría de la conspiración. He ganado varios, unos a los que me he presentado, y otros a los que no. Además, he sido jurado de muchos. Mi experiencia es que la percepción que hay de los premios es muy inexacta y muy malévola, y esa malevolencia, además, está mal dirigida.

A veces se piensa que son corruptas cosas que no son corruptas, y que son limpias cosas que son muy corruptas. He estado en jurados con premios de decenas de miles de euros, que en estos momentos es una fortuna, en los que un chaval perfectamente desconocido ha batido –con mi voto, y el de otros muchos miembros del jurado- a una gloria comercial y canónica, sencillamente, porque la gloria, una persona a la que respeto, porque tiene una obra muy meritoria, presentó una novela de circunstancias que no funciona, y el inexperto, que es peor escritor que él, probablemente, le arrebató el premio porque había puesto toda la carne en el asador. Yo eso lo he vivido, cuando supuestamente todos esos premios están corrompidos…

Yo no me he sentado en un jurado de un premio para callarme, ¡nunca! Llevo muchos años en el jurado del Premio Nadal, y he votado muchas veces en contra del Premio Nadal, y es que esa es la condición que puse para estar.

He ganado premios, y a mí nunca me han prometido ninguno… Bueno, miento. Me prometieron una vez un premio, y no me presenté.

¿A cuál?

No lo voy a decir.

A ver. Vamos a rompernos la túnica monjil de una vez: creo que otra cosa completamente diferente es que haya premios de un nivel económico y de una importante apuesta editorial que promueven la participación de gente de la que les gusta. ¿Alguien ve algo malo en eso? A mí me parece una gestión empresarial lógica de quien está apostando decenas de miles de euros en un negocio que en España no está para tirar cohetes.

¿Quién ha sido Lara en el planeta literario?

Ha habido dos Laras, aunque parezca que sólo pasó a la historia el primero, porque nuestra memoria es así de corta. El primero hizo una apuesta arriesgada que le salió bien: y es que en un país todavía iletrado y con un grado de analfabetismo importante –hablamos de los años 40 y 50- consiguió que el libro fuera un artefacto popular. Logró que, al menos una vez al año, entrara un libro en una casa. Yo doy fe de que lo consiguió. He conocido parejas de octogenarios que me han dicho que compran todos los años el Premio Planeta. ¡Esto es alucinante en un país que no ha tenido históricamente mucho aprecio por la cultura!

Sobre el segundo, José Manuel Lara, en el que poca gente confiaba porque pensaban que estaba ahí como un simple heredero, no hay más que ver que el resto de sus competidores han sido absorbidos por grupos internacionales, y él fue el único capaz de montar un gran grupo editorial español que subsiste con capital de sus dueños. Los demás, pincharon, y no hablamos de cualquiera, sino de Alfaguara, Santillana, Anaya…

¿Qué opina de los escritores-revolución-mediática-y-social tipo Dan Brown?

No les voy a censurar ni moral ni estéticamente. Mi criterio vale para mí. Pero a mí esa forma de contar no me interesa, ni esa manera de mezclar bromas y veras. Si uno escribe sobre verdades, se tiene que documentar, y lo que no está documentado no existe. Y si uno hace fantasía, pues hace fantasía y lo presenta como fantasía. Eso de jugar a ni carne ni pescado para ver qué te cuelo, no me gusta.

De esa literatura tampoco me gusta la poca apuesta que hay por los personajes, que son piezas del engranaje. Cuatro décadas después de estar contando historias, me interesan sobre todo los personajes, por encima de las peripecias. Yo me puedo pasar tres meses y hacer 20.000 kilómetros para saber quiénes son mis personajes.

¿De qué autores bebe usted más ganas de escribir mejor?

De muchos. El primero, Cervantes, porque nadie ha combinado mejor la riqueza y la naturalidad del castellano como él. Pero también de Borges, que me parece muy enriquecedor en su forma de escribir, aunque no comparto su cosmovisión. Onetti es para mí el gran maestro de la lengua castellana en el siglo XX. Y no me quedo sólo en los clásicos. Cualquier página de Carlos Castán o de Juan Bonilla me enseña lo importante que es tener una buena historia para escribirla bien.

¿Convive bien con Pérez Reverte en las estanterías de las librerías?

Bueno, las estanterías son muy grandes, y hay tres mil libros más… A Pérez Reverte le leo desde hace mucho tiempo. He leído sus primeros libros, porque salieron en los años en los que yo me pude comprar alguno. Hasta los 20 años yo vivía de las bibliotecas públicas. No tenía internet, y no necesité robar libros para hacerme un caudal de lecturas inmenso…

Uno de los primeros libros que me compré fue El maestro de esgrima, que me gusta especialmente, junto con La sombra del águila. Después, él ha seguido una carrera en muchas vías y en muchos caminos, como todos los escritores, y unas cosas me han interesado más, y otras, menos.

Sé que Pérez Reverte despierta grandes filias y grandes fobias. Creo que debemos tender a analizar a las personas desde un punto de vista más ecuánime, porque Pérez Reverte es un gran trabajador de la literatura. Es un tipo que realmente cree en su trabajo, y para mí eso es lo que debe centrar el debate sobre él. Valoro mucho el trabajo bien hecho.

Capítulo III. Que trata de la Historia y de la Guardia Civil, con entremeses sobre la crisis laboral del Periodismo y otros cuentos, unos tristes, y otros fantásticos

¿Se pueden contar historias sin saber Historia?

Sí, sobre el presente, sobre ayer, sobre hace media hora… Pero yo creo que la Historia nos da los antecedentes de las cosas, sin los cuales podemos no entender lo que pasa, y nos proporciona esquemas, porque el género humano evoluciona, pero despacito...

¿Qué episodio de nuestra historia le ha tentado más para lanzarse a escribir, pero ha descubierto que quizás no era rentable?

Toda buena historia es rentable para el que la escribe. Toda buena historia encontrará su lector. Un ejemplo extremo: tengo un libro completamente marciano que se llama El derecho en la obra de Kafka. Hay que ser friki por partida cuádruple para escribir algo así. Pensé que ese libro no lo iba a leer nadie. Un día me encontré con un magistrado del Supremo, que me felicitó por el libro, y me dijo que se lo había regalado a otros magistrados...

Todo libro tiene sus lectores si le pones algo. Tengo muchos episodios de la historia de España sobre los que quiero escribir, pero si no lo he hecho hasta ahora no es porque considere que no son rentables, sino porque me falta documentación o me queda aún trabajo por hacer.

¿Cuál es el que tiene ahora más en mente?

Hay una historia que me interesa mucho, y tengo ya poco tiempo para trabajar, porque me gustaría no pasar del quinto centenario: la historia de los Comuneros de Castilla. Creo que hay que reivindicar Castilla. Castilla está muy callada. Y Castilla se ha dejado deshacer. Castilla siempre ha sido el muro de carga de este país. Castilla no es Burgos, es Castilla La Vieja y Castilla La Nueva –que estudiábamos en el colegio-, o León y La Mancha, que se dice ahora. Es Cantabria. Es La Rioja. Es Murcia. Es Andalucía. Es Canarias. Es Extremadura. Es Ceuta. Es Melilla. ¡Castilla es mucha Castilla, y se ha dejado fragmentar y trocear para pesar menos de lo que pesa!

La columna vertebral de este país siempre ha sido Castilla. Yo, casi, montaría un pancastellanismo, porque creo que Castilla se ha dejado birlar la cartera. Lo que me interesa de los Comuneros es que muestran el espíritu de Castilla, que no es un espíritu de vasallos, ni tampoco de especulador. El castellano no es vasallo, y si le pasan por encima, va de frente.

Señor Guardia Civil Honorario: ¿hemos sido justos con la benemérita?

En general, no. La Guardia Civil ha estado 171 años justos sobre la piel de toro, y siempre ha estado por encima del promedio en su ejecutoria en este país. Por eso es la institución más valorada.

Este país tenía un problema del carajo con el que no sabía qué hacer, con dos millones de personas, y de rebote, todas las demás, sometidas al pánico que causaba una cuadrilla de matones, y lo único que tuvo este país para defenderse fue la Guardia Civil. También la Policía, pero el grueso… ¿Quién ha detenido varias veces a la cúpula de ETA?

Sin embargo, hay una injusticia histórica, ya que, para muchos españoles, la Guardia Civil está por debajo de esa realidad, por ignorancia pura y simple de la historia y de la realidad presente.

¿Es posible exportar su novela policiaca española si no habla del FBI o de Langley-Virginia-todo-junto?

No es fácil. Llevo tiempo haciéndolo, pero tenemos una dificultad importante, y un poco triste. Sobre España pesan determinados arquetipos que se han difundido mucho entre cierta izquierda europea con bastante presencia en los medios editoriales. En mi caso, por ejemplo, asocian la Guardia Civil a Franco, cosa que es pura ignorancia.  A un extranjero quizás se le pueda perdonar que no sepa que la Guardia Civil se fundó 50 años antes de que naciera Franco por parte de un señor que no tenía nada que ver con Franco... Yo he conseguido publicar en Italia, en Francia, en Grecia… Poco a poco he intentado romper esos arquetipos, pero es difícil. 

Según el CIS de diciembre de 2014, los madrileños son los que más leen. En concreto, el 63,3 por ciento se declara lector habitual. ¿Se lo cree?

Sí, y no.

Madrid es la comunidad autónoma con mejor política de bibliotecas y del libro, lo digo sin empacho, aunque la gobierne un partido que no he votado ni votaré nunca. En el barrio en el que en mi infancia había un bibliobús, ahora hay dos bibliotecas espectaculares. Además, tiene un buen sistema digital de préstamo de libros que no lo tiene ninguna otra comunidad de España. Y otra cosa que honra muchísimo a la Comunidad de Madrid es que paga religiosamente el canon bibliotecario. Es de las pocas administraciones públicas españolas que lo hace. Todo esto, al final, tiene su efecto.

Otra cosa es si leemos de verdad tanto. Para mí, un lector de verdad es que lee, como mínimo, 2 ó 3 libros al mes. Y en esa cifra, el nivel de lectura en toda España es bajísimo. La paradoja es que la gente que lee eso en otros países de nuestro entorno es mucha.

A qué personaje público le regalaría, con dedicatoria, algunos de sus siguientes libros:

- Noviembre sin violetas: A una persona a la que estimo y aprecio, con la que no siempre he estado de acuerdo, pero que me parece que tiene fuste político e intelectual, y que ahora está fuera de juego, en un noviembre sin violetas, y nadie le lleva flores: Rubalcaba.

- La sustancia interior: Me voy a arriesgar… Se lo pasaría al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, porque este libro habla de cómo las organizaciones acaban perdiendo, a veces, el espíritu que las formó, hasta convertirse en máquinas. Creo que un Estado, un país, un Gobierno, que pierden su espíritu, se acaban convirtiendo en gestores mecánicos.

- La flaqueza del bolchevique: A cualquiera de Izquierda Unida. Alberto Garzón, Cayo Lara…

- Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia: Es una novela juvenil que habla de un viaje ideal. Quizás se lo regalaría a Pablo Iglesias.

- El ángel oculto: A un partido que está en un momento muy duro, y a una persona de ese partido que me cae muy bien, que es Irene Lozano.

- El alquimista impaciente: A Albert Rivera, al que parece que le han entrado las prisas ahora…

- El urinario: Bueno, ese es muy duro… Pero se lo reglaría al Tribunal de Cuentas, porque hace falta alguien que filtre mejor los residuos…

- Carta blanca: Carta blanca no creo que deba tener nadie, de hecho esa novela lo demuestra, pero quizás se lo daría, dentro de la ley, a las unidades anticorrupción de la Policía y de la Guardia Civil.

- La reina sin espejo: Bueno, tenemos una reina jubilada, ¿no?

- Historia de una piltrafa y otros cuentos crueles: A ver, ¿a quién le ha pasado un camión por encima últimamente? A Rosa Díez… Se me va a enfadar, pero va con todo el cariño…

En Música para feos se pone de manifiesto la precariedad laboral del periodismo español. ¿Es un lugar más o común, o una crítica de fondo?

Hay una crítica de fondo, pero claro, la literatura no hace discursos explícitos, funciona con sugerencias. Cualquiera que lea la novela verá que está narrada por una periodista, que es una persona con potencial, con carácter, formada, con recursos… que se dedica a tareas de producción en un programa de telebasura llamando a personas que no han terminado la ESO para ver a dónde les manda un coche. Creo que eso lo dice todo. Sobre la profesión y sobre el país.

¿Usted escribe en papel?

Llevo 23 años escribiendo en el ordenador, desde La sustancia interior. Y tampoco imprimo. Los libros funcionales los leo en ebook y los que más me gustan, los tengo en papel.

¿Qué es el DRAE: una autopista sin peaje, un recogedor de palabras que se usan, o un guardia civil de nuestro lenguaje?

Creo que ha intentado ser más el guardia civil, quizás no por voluntad de los propios académicos. Lo que necesita la lengua es un científico desprejuiciado, no normativo, y que intente ser completo. Nos hace falta un compendio de la lengua que no funcione por criterios ideológicos.

De todas formas, yo en la Academia no creo mucho, ni en su diccionario, ni en su enfoque… Creo que la lengua española es muy grande como para intentar legislarla, y la Academia siempre ha tenido un cierto tufillo legislativo, y con una legislación que llega tarde, en muchas cosas, y con posicionamientos muy ideológicos. Y después, en temas en los que hace falta un consenso, como la ortografía, he visto ya muchas ambigüedades, como en eso de quitarle la tilde a “sólo”.

Las redes sociales han puesto la comunicación por encima de la escritura. ¿Es lo que hay, o es lo que hay que corregir?

Depende de la red social. Facebook suele funcionar por amontonamiento y abaratamiento del lenguaje y, sin embargo, Twitter, que obliga a la síntesis y a ser más expresivos, quizás esté haciendo que la gente se esfuerce más lingüísticamente.

¿Qué aprende en su papel de editor?

He aprendido a respetar más ese oficio y a reforzar la convicción de que un editor es imprescindible para que haya libros buenos. Mis libros se tocan muy poco, porque soy muy celoso de mi trabajo, pero sé lo mucho que le han aportado los editores.

Como escritor y como editor: ¿La educación española es caldo de cultivo para tener más Cervantes, o seguiremos muchos siglos viviendo del cuento?

¡Si estamos quitando el Latín, el Griego y la Filosofía! Ahora estamos diciéndole a la generación del futuro que de lo que tiene que saber es del Ebitda, que hay que saberlo, igual que lo que es un protón, pero el mundo no es sólo eso. Eso son rendijitas del mundo.

¿Cree que Wert es consciente de estas deficiencias?

Wert es consciente. Es una persona muy discutida en muchas cosas, pero es bastante inteligente. Tengo la impresión de que sus predecesores, de signo ideológico contrario, no entendieron que la educación es una cosa más compleja que darle una oportunidad genérica a todo el mundo, que está muy bien, pero eso no agota el desafío educativo.

Wert entiende la necesidad de impulsar el esfuerzo, pero quizás ha dejado de entender que un sistema educativo se basa en la fortaleza, en la excelencia y en la robustez de su enseñanza pública. ¡Colegios privados buenos hay hasta en Burundi! Un país es lo que es su enseñanza pública, y me parece que ahí Wert, o no está fino, o no está tan convencido como yo… a lo que tiene perfecto derecho, sólo faltaría.

Como abogado, ¿cree que las letras españolas se cultivan con leyes, o hace falta algo más envolvente?

El gran triunfo de la democracia española, del que no se habla, es haberle dado plenitud de derechos a las mujeres. Y, en una proporción significativa, que esos derechos sean ya derechos efectivos.

Y el mayor fracaso de la democracia española, con mucha diferencia, es no haber acertado, en 40 años, a establecer un sistema educativo público y una legislación educativa general consensuada en la que todos remáramos en la misma dirección con esfuerzo máximo. Los que en distintos momentos han saboteado la firma de pactos educativos que en algún momento casi estuvieron hechos, tienen una responsabilidad que algún día les hará sentir nuestra historia.

¿Hay talento oculto en la generación ESO?

¡Sí! Oculto y visible, y yo me lo he tropezado. El talento rompe las costuras de cualquier cosa.

¿Cómo ve el nacionalismo un catalán de Carabanchel?

Vivo en Cataluña desde hace unos años, estoy casado con una catalana, tengo una hija catalana y siento mucho afecto, mucha admiración, y mucho respeto por Cataluña y por los catalanes, pero no siento afecto, ni respeto, ni admiración por el nacionalismo catalán actual.

Leer, escribir, meterse en mil pieles, en mil lugares diferentes, y en mil problemas ajenos ¿Cura cualquier ismo?

Te protege de ti mismo.

¿Qué es y qué debería ser el Instituto Cervantes?

Debería ser uno de los buques insignias del Estado español, expresión que no me gusta en general, pero que, en este caso, está empleada propiamente. El Estado español debería tener al Instituto Cervantes como punta de lanza institucional que se dedicara a explotar y promover el mayor patrimonio que tenemos los españoles: nuestro lenguaje.

¿Le gustaría torear en una plaza así?

No me importaría. Yo creo en eso.

Pues que viva Sant Jordi. ¡Y muchas gracias por no venir a hablar sólo de su libro!...

 

REBOBINANDO

Lorenzo Silva podría ser un campo de Castilla. Sencillo. Llano. Pero en los campos de Castilla crecen cardos, y aquí hay un vergel literario que deja poso.

Cero estiramiento. Cero artificio. Así son las cosas, y así se las hemos contado. Un matiasprats de la naturalidad literaria conquista las librerías. Las de la calle. Las de las casas.

Tiene voz de cuentacuentos de adultos, curiosidad de cartero, conciencia de ciudadano, conocimiento de humanista… Y camisa vaquera. Camiseta negra. Mucho trabajo. Cuatro niños. La compra. La vida. El tiempo. Corre. Twitter. Aire. Maletas. Avión.

Pocos hombres huyen del lodo pegajoso de los pelotas como este Lorenzo y su parrilla de vanidades superfluas. El honor es su divisa. Que los premios, premios son.

Sereno en el peligro. Sumido en la mierda de la trastienda humana. Los trabajos y los días pasan cargados de historias que él escribe con natural encanto. Aunque haya investigado a tres mil metros en la noche, entre niños feroces, y entre líneas de sombra, este señor no es un cínico. Es Silva: estrofa compuesta por versos endecasílabos y heptasílabos de rima irregular… pero con un sentido ético y social de la escritura más rotundos que un tricornio.

Silva. Luego cabalgamos.

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