Vuelve ‘Casa Manolo’: churros, croquetas y espíritu de la Transición

Casa Manolo ha vuelto al ruedo después de un cierre de diecisiete meses por culpa de la pandemia. El centenario bar-cafetería-restaurante que ofrece churros y callos a los diputados nacionales desde 1929 ha reabierto sus puertas con todo el sabor de su historia, que es también el de la Transición. Todos los presidentes de la democracia han mordido sus croquetas. En sus mesas se ataron cabos de la Constitución y en su barra se han negociado acuerdos entre partidos. Alfonso y Alfredo Seijo llevan más de 50 años detrás del telón como “sordos profesionales” sirviendo a sus señorías. Son dos testigos privilegiados de la crónica parlamentaria de las últimas cinco décadas. Tras el 23-F, el consenso de 1978 o la época de feeling entre PSOE y PP, ahora ven que los políticos están más distantes y que hay más tensión. Palpan el radicalismo de los extremos, también en el bar, aunque mantienen que los políticos ganan mucho cuando se acercan a la gente. Sus croquetas han regresado a la vida política nacional, aunque, en realidad, son una parábola.
Meritxell Batet, presidenta del Congreso, saluda a Alfonso y a Alfredo en la reapertura de Casa Manolo. Fotografías de interior: Patricio Sánchez-Jáuregui.
Meritxell Batet, presidenta del Congreso, saluda a Alfonso y a Alfredo en la reapertura de Casa Manolo. Fotografías de interior: Patricio Sánchez-Jáuregui.

13 de marzo de 2020. Queda decretado el Estado de Alarma. Alfredo y Alfonso Seijo echan el cierre de Casa Manolo mirando de culo al Congreso de los Diputados desde el patio de los leones. La tiranía de la profilaxis apaga la luz en este bar-cafetería-restaurante, que, en realidad, es la extensión más humana del Parlamento y una vitrina de la historia con alma de la política española del último siglo.

Un año y medio después de aquel cerrojazo de incertidumbre, Alfredo y Alfonso Seijo, nietos de Manolo-el-fundador, han levantado la persiana metálica de la nueva normalidad en Casa Manolo y hasta la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, ha venido a darles la bienvenida y las gracias, “un empujoncito moral”, porque, como dice la escritora Carmen Posadas, que es vecina, “el barrio está triste sin Casa Manolo”.

En Jovellanos -político ilustrado, escritor y jurista-, casi esquina con Zorilla -autor del drama romántico-, se despliega de nuevo la vela roja del toldo, relucen otra vez las letras doradas y renacen las famosas croquetas en esta esquina de las Cortes. Aquí es donde toman el café con churros sus señorías desde 1929. Aquí es donde comen platos de cuchara. Aquí es donde se han cocido a fuego lento algunos episodios colaterales de nuestra democracia.

            -Alfonso: “Cerramos por la incertidumbre y hemos reabierto cuando la vacunación está extendida y se empieza a ver ya una salida”.

Diecisiete meses largos en blanco en los anales de este gastro-ágora centenario, que es como la piscina de bolas de Google para los diputados, periodistas y los trabajadores del Congreso. Aquí, Alfonso y Alfredo y sus primos son “sordos profesionales”. Ven, oyen, callan y sirven confianza.

            -Porque en un siglo aquí habréis visto de todo.

            -Alfonso: “De todo, pero que yo recuerde, nada malo”.

            -De todo, incluso alguna historia de amor…

            -“Sí. Pero de eso no vamos a comentar nada…”.

 

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Alfonso y Alfredo llevan 57 y 52 años detrás de esta barra.

            -Sois dos testigos veteranos de la evolución de la clase política española.

            -“Seguramente”.

Cuando el abuelo Manolo llegó de Cuba y compró esta taberna, la familia vivía encima. Alfonso y Alfredo eran críos cuando explotó el 23-F. Este teléfono de seis fichas que reposa como enmarcado en la pared es testigo de ese día y esa noche caqui en la que la incertidumbre tomó también el Congreso, pero de otra forma.

            -Vosotros, que os habéis pasado la vida sirviendo a diputados, ¿creéis en la política?

            -Alfredo: “Últimamente me han decepcionado un poco todos, porque han cambiado mucho las formas. Yo creo que la política no es tirarse los trastos a la cabeza y hacerse zancadillas, sino unir”.

“La política no es tirarse los trastos a la cabeza y hacerse zancadillas, sino unir”

      

      -Alfonso: “Ahora hay más radicalismo en la izquierda y en la derecha. Cada vez veo más tensión entre ellos, también aquí”.

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Las raspas de la Transición

Sostienen los Seijo que “se echa en falta el señorío de la Transición”, porque ellos han visto en estas cuatro paredes a Felipe González y a José María Aznar, a políticos del PSOE tomando cañas con los del PP, y a Cristina Almeida uniendo a todos e invitando a una ronda. Pero ahora hay buen rollo oficial -hola, qué pasa, cómo estamos, qué tal el verano…-, pero se masca el hielo. Según los Seijo.

En este bar-cafetería-restaurante asentado como un quiste benigno en la espalda del Congreso se reunían Jordi Solé Tura, Gabriel Cisneros, Gregorio Peces-Barba, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón o Miquel Roca a atar los cabos de la Constitución antes de 1978.

Aquí, en el año 2000, José Luis Rodríguez Zapatero decidió lanzarse a la piscina y optar a la dirección del PSOE tras la dimisión de Joaquín Almunia. Compartía la mesa cinco con su padre y con Julián Lacalle, que después sería su jefe de Información Nacional en Moncloa durante su etapa como presidente del Gobierno.

Aquí, allá por 2016, los críticos de Pedro Sánchez se reunieron en concilio entre tapas para gestar la crisis que acabó con su dimisión como secretario general del PSOE en su primera etapa al frente de los socialistas.

Aquí hay mucha mili, mucho background, mucho espejito, mucha madera, mucho vintage, mucho espíritu, mucho secreto, mucho soplón, mucha posverdad, mucha exclusiva y alguna botella de anís.

Aquí celebraba Mariano Rajoy los éxitos parlamentarios con su grupo. Aquí venía Aznar a mover el bigote a la hora del café. Aquí venía Adolfo Suárez rodeado de escoltas. Aquí han estado comiendo croquetas casi todos los presidentes del Gobierno. Y aquí se han enamorado más de uno, y más de dos, aunque Alfonso y Alfredo guarden el discreto silencio de los sordos profesionales.

El Congreso es la Cámara Baja. El Senado, la Cámara Alta. Y Casa Manolo, la Cámara Media. Entre sus croquetas mágicas se han pertrechado mociones, se han debatido flecos de los presupuestos, se han arreglado propuestas, se han sumado votos, se ha llegado a acuerdos y se ha hecho madura la democracia. Aunque ahora Alfonso y Alfredo vean un panorama diferente, “como hemos visto todos durante la gestión de la pandemia”.

            -¿Pensáis que han gestionado bien la pandemia vuestros clientes?

            -Alfredo: “Era muy difícil, y seguramente todos han hecho lo que han podido. Pero ha faltado el espíritu de ir todos a una”.

            -Porque el espíritu de todos a una está más aquí que en el Congreso.

            -“Seguramente”.

            -Habrá que poner una cámara por estas salas para que los ciudadanos confíen en que los acuerdos no son imposibles.

            -“Los políticos son personas con sentimientos. Ganan mucho en las distancias cortas. En torno a una croqueta todo es más fácil”.

“Los políticos ganan mucho en las distancias cortas. En torno a una croqueta todo es más fácil”

 

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El ‘espíritu de la croqueta’

En la carta de Casa Manolo reinan las croquetas, pero también los callos, el rabo de toro, el bacalao, los chipirones… De vez en cuando hay incluso hueco para las codornices o la lengua de ternera en un universo colonizado por el steak tartar y el poke.

            -¿Tenéis aplicación móvil? ¿Take away? ¿Instagram?

            -Alfonso: “De momento, no. A nosotros nos ha funcionado muy bien mantener la tradición”.

            -Desde que os fuisteis, se ha disparado el precio de la luz.

            -Alfonso: “Todavía no hemos visto la factura. Estamos asustados”.

            -¿Sois autónomos?

            -Los dos: “Sí”.

            -¿Y no os entran ganas de decirle unas cositas a los diputados mientras les ponéis un café?

            -“A veces… Pero nos mantenemos en nuestro lugar. Aquí viene mucho Lorenzo Amor, presidente de la Federación Nacional Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), y él se encarga ya de hablar con unos y con otros…”.

            -¿Qué se comenta por aquí estos primeros días de vuelta al cole?

            -“La alegría de vernos de nuevo”.

Responde Alfredo:

            -¿Viene Pedro Sánchez?

            -“Vino alguna vez antes de ser presidente del Gobierno, pero no es muy de bares”.

            -¿Y Pablo Casado?

            -“Viene”.

            -¿Viene Isabel Díaz Ayuso?

            -“También”.

            -¿Qué os ha parecido su gestión de la hostelería durante la pandemia?

            -“Muy buena. Ayuso ha ayudado bastante al comercio, a la hostelería y al turismo. Y el Ayuntamiento de Madrid, también”.

“Ayuso ha ayudado bastante al comercio, a la hostelería y al turismo. Y el Ayuntamiento de Madrid, también”

 

            -¿También se deja caer por aquí José Luis Martínez-Almeida?

            -“Sí. Alguna vez ha pasado a tomarse unas cañas”.

            Creo que Pablo Iglesias e Irene Montero eran habituales.

            -“Sí. Yo mismo les he servido muchas veces”.

            -¿Os tratan bien los políticos, o miran por encima del hombro?

            -“Nos tratan muy bien. Por lo general, son personas simpáticas, cada uno con su manera de ser”.

            -Por aquí deambulan también chóferes, ujieres, empleados del Congreso… ¿hablan bien de sus jefes, o tienden a rajar?

            -“No hablan mal”.

            -¿Los de Ciudadanos también os visitan?

            -“Venía Albert Rivera, y ahora vemos a Inés Arrimadas, Edmundo Bal, que venía mucho a comer con Marcos de Quinto. Los dos muy buena gente.

            -¿Y los diputados vascos se suman a vuestra fiesta?

            -“Hay alguna excepción, por ejemplo, hoy ha estado aquí Odón Elorza, pero, en general, los del PNV son más de ir a comer a sus sitios y a su bola”.

            -¿Y los catalanes?

            -“Pues muy parecido, aunque varios se toman aquí sus cafés y sus cañas”.

“En general, los del PNV y los catalanes son más de ir a comer a sus sitios y a su bola”

            -¿No viene Gabriel Rufián?

            -“Sí, muchas veces con el periodista Raimundo Castro, que son muy amigos”.

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La copa medio vacía de señorío

Hasta hace año y medio, los martes, miércoles y jueves, en Casa Manolo seguía habiendo conspiraciones y seguían los off the record entre políticos y periodistas. Entre un café cortado o una cerveza larga se batía la actualidad.

            -¿Veis aquí mucho compadreo entre política y periodismo? ¿Veis por aquí a buenos profesionales críticos con el poder?

            -Sí. Tenemos buenos periodistas. Aquí seguimos viendo que se cuecen cosas.

Más de cinco décadas viendo pasar varias generaciones políticas desde el andén de esta barra democrática. Y tantos años después, sin credo conocido –Alfonso: “Espero que ninguno de nuestros clientes sepa a quién votamos”-, admiten con honestidad que “el paño no mejora. A los políticos actuales les falta el señorío que ha tenido en otras épocas la clase política. Antes se saludaban todos, existía una cordialidad. Ahora se han enfriado sus relaciones humanas. Antes se invitaban a unas cañas, ahora están muy distantes”. “Antes, el señorío llevaba a acuerdos y pactos. Ahora todo salta por los aires a los tres días. La política es un ten con ten, y entre unos y otros se la están cargando”, señala Alfredo. Alfonso ve, incluso, distancia entre los miembros de un mismo grupo parlamentario. “Me llama la atención que cada uno paga lo suyo. Eso ha cambiado”.

“Antes los políticos se invitaban a unas cañas, ahora están muy distantes. Antes llegaban a acuerdos, ahora todo salta por los aires a los tres días”

            -¿Echáis de menos a algún político que generara un clima de más proximidad y menos fronteras?

            -Echamos de menos a Cristina Almeida entrando por esa puerta como un torbellino invitando a todo el bar lleno de políticos de aquí y de allá.

Hasta antes de la pandemia, los martes por la tarde, los miércoles y los jueves por la mañana, Casa Manolo se llenaba de políticos, periodistas y fotógrafos. Cuando había sesión en el Teatro de la Zarzuela, que está en frente, también venían sus espectadores antes o después.

            -Incluso artistas.

            -Alfonso: Alfredo Kraus y Plácido Domingo han venido bastante.

Los dos rememoran la vez que el tenor español pagó una de jamón y champán para los ciudadanos que hacían cola para escucharle en el teatro.

            -Alfredo: Plácido Domingo es un tío encantador, más allá de sus cuestiones personales, que yo ahí no me meto. A mi padre le decía muchas veces que con estos churros montaban un chiringuito en la Sexta Avenida y se forraban.

            -¿Los políticos de ahora también le dan al churro?

            -Alfonso: ¡Claro! ¡Es nuestro desayuno estrella!

            -Tengo entendido que les decís que sirven para aclarar la voz antes de subir a la tribuna…

            -Alfredo: ¡Y que son lights!

            -¿Los políticos de ahora no os piden menús veganos?

           -Alfonso: ¡No! ¡Aquí se comen los callos y los huevos fritos como Dios manda! Si alguien quiere algo vegano, pues le ofrecemos una ensalada mixta, o unas habitas, o unas judías verdes. Aquí somos de cartas que se entienden. No somos de callos deshidratados con cogollos de coles de Bruselas y esas cosas.

Los Seijo recuerdan a Edu Madina y a Leire Pajín cuando eran los más jóvenes de la Cámara Baja. Recuerdan a María Dolores de Cospedal, que vivía en la casa de al lado, “y venía muchas veces a cenar”. Y las habaneras que cantaba el ex de CiU, Jordi Casas. Recuerdan lo bien que se portó Lacalle cuando falleció su padre. Pero recuerdan, sobre todo, a Ernest Lluch.

            -Alfredo: “A sus hijas les encantaban nuestras croquetas y venía los jueves para llevarse un tupper a Barcelona en el puente aéreo”.

            -Alfonso: “Mi padre sintió muchísimo aquel asesinato. Mira, se me pone la piel de gallina”.

            -En Casa Manolo, ¿los políticos atraen o espantan clientes?

            -“¡Las dos cosas! Hay gente que viene a cotillear, y otra gente que, cuando ve políticos, se va haciendo comentarios contra ellos”.

            -¿Seguís la política en los medios?

            -Alfonso: Yo leo bastante y sigo los informativos.

            -¿Hay mucha diferencia entre lo que cuentan los medios y lo que vosotros veis en carne y hueso?

            -“Sí. Mucha. Aquí vemos a las personas. El trato directo nos mejora a casi todos”.

 

“Hay mucha diferencia entre lo que cuentan los medios de la política y lo que nosotros vemos en carne y hueso”

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Callos para Sánchez y lengua para Casado

Con 92 años. Sus maderas y sus mármoles. Sus escayolas y sus destellos, Casa Manolo vuelve al terreno de juego. Ya es nueva normalidad de verdad en las Cortes españolas. La historia oral del parlamentarismo tiene asiento también en el número 7 de la calle Jovellanos. Siglo XXI y espíritu. Tiempo y tradición. Memoria y reflejos. Sabiduría entre fogones salpimentando el plato de sus señorías. Manteniendo el legado, cuidando los detalles, salvaguardando las recetas, mirando al futuro sin dar un portazo al pasado. Valorando lo que su padre y su abuelo se han dejado en este bar-restaurante-cafetería que se llama casa por algo.

            -Alfonso, Alfredo, una traca final.

            -“¡A ver!”.

            -¿Qué plato de carta aconsejaríais a Pedro Sánchez?

            -“Unos callitos picantes, tirando a fuerte. Con consistencia”.

            -¿A Yolanda Díaz?

            -“La conocemos menos… Quizá, una menestra”.

            ¿A Pablo Casado?

            - “Una lengua de ternera estofada, que habla poco”.

            ¿A Santiago Abascal?

            -“Los de su grupo vienen, pero él no ha venido nunca. Le ofreceríamos una carrillada”.

            ¿A Inés Arrimadas?

            -“Algo light, o un gazpachito”.

            -¿Cuál es el secreto de la receta de vuestras croquetas?

            -Alfonso: “No te lo voy a contar, pero te puedo dar pistas. El secreto está, sobre todo, en la leche y en la forma manual de hacer la masa, sin batidora, a muñeca. Nosotros sabemos bien cómo es la textura de siempre, cómo debe ser la gota para que salga melosa…”.

A muñeca. Sin batidora. Amasando el acuerdo con la textura democrática de siempre. La política arisca y distante, las croquetas melosas y dos expertos en espíritu de la Transición. Con olor a crónica de esencias parlamentarias sin fritanga, devolvemos la conexión a los estudios centrales.

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