¿Cómo serán los coches del futuro? ¿Y sus seguros? Los secretos de la conducción autónoma

El desarrollo de la tecnología avanza tan rápido que a mediados de década aparecerán en el mercado coches que funcionen sin que el conductor tenga que utilizar ni volante ni pedales

Coches.
Coches.

Parece lejano en el horizonte, pero la conducción autónoma está a la vuelta de la esquina. En Alemania, grandes empresas del sector de la automoción como BMW o Mercedes llevan años perfeccionando este sistema y todo parece indicar que en torno al año 2023 estas multinacionales empezarán a poner en el mercado sus modelos de mayor gama con estas prestaciones. Este hecho abre un gran número de cuestiones para conductores y aseguradoras, que tendrán que afrontar un cambio importante en el modus operandi que han venido desarrollando en las últimas décadas.

Y es que esto es todo un momento histórico, tanto en el ámbito del transporte como en el de la tecnología, pues son ya muchos los años y el dinero que se está invirtiendo en investigación y desarrollo en lo que supone toda una pugna por desarrollar los mejores sistemas de automatización en la conducción y por poder comercializarlos lo antes posible.  

Pero, ¿cómo serán esos coches del futuro?, ¿qué cambiará el hecho de que los conductores pierdan su protagonismo y no tengan que manejar ni volante ni pedales a la hora de utilizar un vehículo? Y sobre todo, ¿qué pasará con la actual legislación, la siniestralidad o los seguros? Todos estos dilemas aún por resolver irán poco a poco conociendo su respuesta, aunque por lo pronto se puede ir vislumbrando cuál será el camino a seguir echando un vistazo al modelo seguido en otros países europeos.

Nuevamente el ejemplo de Alemania es claro y el pasado verano, en junio de 2021, se aprobó en el parlamento germano el proyecto de ley de conducción autónoma. Quedaban así regulados de cara al futuro aspectos técnicos como la construcción, la condición y el equipamiento de los vehículos de motor con este tipo de características. De hecho, ya hace tiempo que la Unión Europea está allanando el camino para que irrumpa el vehículo totalmente autónomo y automatizado.

Es más, una comunicación de la Comisión Europea del año 2010 ya estipulaba como uno de sus objetivos el uso generalizado de “sistemas de cooperación” que interactuasen tanto entre vehículos como entre estos y los elementos de la vía. Todo ello con un mismo fin: un compromiso por promover la utilización de nuevas tecnologías en la industria de la automoción.

El problema de la responsabilidad civil

Actualmente el sistema previsto para la circulación de vehículos es un sistema basado en la responsabilidad subjetiva o por culpa. Fija sus criterios de decisión en la acción u omisión culposa o imprudente de la persona que va a los mandos de cada vehículo. Es decir,  aunque sea difícil exonerarse de toda responsabilidad, ésta se basa en la conducta de quien maneja el vehículo.

Con este cambio del “conductor humano” por el “conductor sistema operativo” desaparece el sujeto que lleva a cabo la acción de conducir. O sea que, conforme se vaya normalizando la adquisición de este tipo de vehículos y se establezcan en la sociedad, llegará un punto donde no podrá hablarse de conducción en el sentido que establece la normativa vigente.

Todo esto provocará la ausencia de un conductor humano y de sus defectos y por ende que la causa inmediata de la gran mayoría de siniestros pase a ser un fallo o error en alguno de los elementos, tanto de las propias piezas del vehículo como del hardware o del software que componen los sistemas inteligentes del transporte que sustenta la conducción autónoma. Así pues, quedará en un segundo plano la acción u omisión culposa actualmente vigente.

La valoración de estos cambios

Evidentemente este cúmulo de cambios dibujaría un escenario totalmente novedoso para todos los usuarios: legisladores, conductores, aseguradoras y abogados encargados de gestionar este tipo de incidentes. Juan Torroba Díaz es precisamente especialista en responsabilidad civil y derecho de seguros y considera que “estas modificaciones supondrán un hito importantísimo en la forma de conocer y entender el aseguramiento en el ámbito del tráfico rodado”.

 

Tal y como anteriormente se detallaba, “la desaparición del conductor y su sustitución por el sistema operativo del vehículo conlleva que no podamos hablar ya de la culpa del conductor, sino de un producto o servicio defectuoso por no ofrecer los niveles de seguridad adecuados al riesgo que comporta”. Por ello, Torroba Díaz considera que “el seguro será más parecido a un seguro de accidentes que a uno de autos, toda vez que la ocurrencia del siniestro será hecho más que suficiente para exigir la responsabilidad derivada del mismo”, aunque sin perder de vista que en determinados supuestos se mantendrá la culpa exclusiva de la víctima o peatón.

Se pasaría a hablar entonces de ausencia de culpa a efectos legales en este tipo de supuestos. Pues, tal y como establece la actual LRCSCVM, la culpa solo puede aplicarse a aquellas personas con capacidad suficiente. No obstante, el responsable -que no el culpable- dependerá de cada caso concreto.

Así pues, explica el letrado que “en aquellos casos en los que el accidente sea causado por un vehículo propiedad de un particular, podrá imputarse la responsabilidad a dicho particular por ser el propietario del vehículo en cuestión”. Sin embargo, en los supuestos en los que el siniestro sea causado por un vehículo perteneciente a una flota de empresa, por ejemplo Uber, que ya se ha visto inmerso en algún accidente de este tipo, “la responsabilidad derivará de la legislación de consumidores ya que los servicios ofrecidos deben ser seguros”.

Ello, evidentemente, con independencia de que la responsabilidad final en última instancia pueda recaer sobre el fabricante del producto por no ofrecer niveles de seguridad adecuados al riesgo que genera el producto. Algo que conllevaría a pensar en el defecto de seguridad como criterio de imputación, explica. 

¿Qué sucederá con la siniestralidad?

Uno de los aspectos por los que se insiste tanto en la investigación y el desarrollo de la conducción autónoma es la reducción de la siniestralidad. Para Torroba Díaz cabe un doble análisis. Por un lado valora muy positivamente este hito, pues “conllevará la desaparición de los despistes, los excesos de velocidad y otros factores íntimamente relacionados con la noción de conductor”. Algo que, sin duda, “reducirá a niveles nunca antes vistos la siniestralidad.

No obstante, no cree que la conducción autónoma acarree la desaparición de la siniestralidad. Por ello recuerda que “solo tenemos que pensar en el gran número de accidentes que ocurren día a día en otros ámbitos que en su momento se aprovecharon de la automatización de funciones mediante maquinaria, como puede ser la industria”.

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