Los cortes de luz han llegado hasta 12 horas consecutivas

Cuba sufrió hoy domingo apagones de luz por déficit del 53,5 % en el servicio

Los cortes eléctricos por fallos y roturas en las centrales termoeléctricas y la falta de combustible son cada vez más frecuentes en el país

Una calle de la Habana en agosto de 2022 en el centro de la ciudad

Infraestructuras de hace más de 50 años y además sin petróleo Venezolano o Ruso

La compañía estatal Unión Eléctrica (UNE) de Cuba anunció para este domingo nuevos apagones por un déficit de capacidad de generación del 53,5 % en el horario de máxima demanda.

En esta jornada vuelve a disminuir el déficit, a diferencia de otras de esta semana, cuando ese indicador sobrepasó el 60 % de la capacidad de generación. Sin embargo, se prevén cortes en el suministro eléctrico durante el día.

Los prolongados e incómodos apagones de los últimos días afectan desde hace meses a todas las provincias de la isla -incluida La Habana desde el pasado agosto- con afectaciones que en ocasiones han llegado hasta 12 horas consecutivas.

Según comunicó la UNE, se tiene previsto para hoy que la capacidad de generación en el horario pico sea de 2.534 megavatios (MW) para una demanda máxima de 3.000 MW, lo que supone un déficit de 466 MW.

Asimismo estima una afectación máxima de 350 MW en el horario diurno.

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Ayer sábado, el servicio de electricidad se afectó durante todo el día y la máxima afectación se registró en el horario de la noche con 670 MW, indicó la empresa.

Los cortes eléctricos -debidos a fallos y roturas en las anticuadas centrales termoeléctricas (CTE), la falta de combustible y los mantenimientos programados- son cada vez más frecuentes en el país.

Hoy se encuentran fuera de servicio por averías seis unidades generadoras de varias CTE y una está sometida a un mantenimiento.

El déficit de generación eléctrica, que no tiene visos de mejoría, se ha agudizado en los últimos meses por varias razones. Entre ellas se cuenta la antigüedad de las centrales termoeléctricas, con algunas rozando los 50 años, cuando la vida útil de estas unidades no debe sobrepasar los 35. Otra es la bien asentada costumbre, casi inherente al sistema, de que el mantenimiento –el de las electrogeneradoras, pero también el de las carreteras, el de los edificios, el del sistema de agua y alcantarillado, etc., etc.– se puede postergar sine die, para dar paso a otras urgencias; prioridades, eso sí, mayormente ideológicas.

Se asiste así a la paradoja de que un país que, en época de vacas gordas –las décadas de 1970 y 1980–, empleó la bonanza en enviar decenas de miles de soldados a combatir contra las tropas sudafricanas en Angola, o en regalar a Nicaragua el petróleo “sobrante” de los 13 millones de toneladas que llegaban anualmente desde Moscú, o en sostener económicamente a las guerrillas que surgieron en cualquier parte del mundo durante esos años, no tiene hoy manera de asegurarle energía eléctrica a su propia población.

En la versión oficial, los culpables no están en el Palacio de la Revolución. Para la élite gobernante, las causas del actual desastre son, por una parte, las incidencias climáticas –a alguna termoeléctrica le ha caído un rayo recientemente–, los accidentes –un bloque de generación se incendió por completo no más terminada su reparación y quedó irrecuperable– y el “bloqueo económico de EE.UU.”, ingredientes todos a los que se suma, en palabras del presidente Miguel Díaz-Canel, la mala suerte.

“Estamos salaos”

Tener encima una “salación” es el equivalente caribeño de “estar gafado”. Y en esos términos les habló el mandatario a los diputados cubanos el 23 de julio: “Estamos salaos con esto de la energía”.

A día de hoy, la isla tiene instalada una capacidad de generación de casi 7.000 megavatios (MW). En teoría, las ocho termoeléctricas deben aportar el 40% de la corriente, otro 44% correría a cargo de bloques de generación menor (unos con fuel, otros con petróleo), y lo restante correspondería a otras fuentes, entre ellas las renovables.

Pero el desgaste de esos medios de producción es grave. Como ejemplo, el “parte” de la Unión Eléctrica (UNE), del 17 de agosto, señalaba que, por averías en las generadoras, dejarían de producirse 1.056 MW, y por mantenimiento en otras, 468 MW menos, por lo que en el horario pico (las 9 pm, con los cubanos plantados frente a la tele y con el ventilador o el aire acondicionado encendidos), habría unos 3.000 MW de demanda y apenas 2.330 disponibles. ¿Solución? El apagón, y la sensación, cada vez más difundida entre la gente, de que el país está tocando a las puertas de la Edad de Piedra.

Lo peor, sin embargo, es que no hay conjuro para librarse prontamente de la “salación” de Díaz-Canel”. No hay horizontes de esperanza.  Solo por comparar: Alemania, donde el dinero no suele ser problema, ha decidido reactivar o levantar nuevas centrales eléctricas que funcionan con combustibles fósiles, pero en Berlín saben que este es un proceso lento.  También en La Habana lo saben, pero, a diferencia de Alemania, la hucha de Cuba está vacía: no hay de dónde sacar para acometer los mantenimientos capitales de las actuales termoeléctricas (costarían unos 250 millones de dólares por año), ni para construir nuevas.

La situación es crítica, tras dos años sin turismo a causa de la pandemia y con una secuela de pequeñas empresas quebradas. Se suma a esto la descapitalización de recursos humanos, mayormente jóvenes que abordan un avión o se echan al mar en un bote, convencidos de que “nada va a cambiar”. Entre los que se van y el escaso atractivo que suponen los salarios estatales para los que se quedan,  lo único asegurado es la “inestabilidad de la fuerza laboral cualificada” en este sector, según reconocen sus directivos.

¿Algo más? Sí, la guinda del pastel: el encarecimiento del petróleo.

¿Buque a La Habana? No: a Europa

Cuba estuvo entre los pocos países del mundo que dieron la espalda a Ucrania y corrieron a los brazos de Rusia tras iniciarse la invasión en febrero pasado. La Habana asumió como válido el argumento del Kremlin sobre su “operación militar especial” –así citan la guerra los medios de la prensa oficial cubana–, sin quizás imaginar que recibiría un buen golpe de refilón.

El estacazo de la escasez de combustibles se siente no más salir del aeropuerto de La Habana rumbo al centro de la ciudad: una de las primeras imágenes es la de una cola de más de un kilómetro de camiones, autobuses y almendrones (coches americanos antiguos). Sus conductores, deseosos de poder surtirse de diésel en una estación de servicio, llevan horas “marcando”; otros han dormido ahí, detrás del volante. Esperan la pipa (el camión cisterna), que nadie sabe cuándo vendrá. En otros sitios, como una estación de autobuses interprovinciales, el dilema es otro: los viajes están todos retrasados porque hay diésel…, pero no electricidad para poner en funcionamiento los dispensadores.

En teoría, el petróleo no debería ser problema en Cuba. En tiempos del difunto Hugo Chávez, el país sudamericano proveía a la isla de 100.000 barriles diarios a precios irrisorios o como intercambio por servicios de salud y educación. Pero las tornas han cambiado: en medio de sus propios apuros, Venezuela no está para gestos, sino para que le paguen bien, y la guerra en Europa oriental le ha supuesto indirectamente un respiro en este sentido.

La explicación está en Washington: para atenuar la reducción del suministro de petróleo ruso a Europa, EE.UU. ha aflojado algunas restricciones a Venezuela. En junio, previa autorización del Departamento de Estado norteamericano, la empresa italiana Eni y la española Repsol  importaron cargamentos de petróleo venezolano (unos 3,6 millones de barriles) para paliar los efectos de la escasez del de Moscú.

Pero las capacidades de producción y exportación venezolanas están muy menguadas, por lo que Caracas ha tenido que desvestir a un santo (Cuba) para vestir a otro (Europa): si en abril la isla había recibido 70.000 barriles cada día, en junio la cifra bajó a 66.400. Esto se deja sentir, por supuesto, en la generación eléctrica, pues solo el 40% de esta depende del crudo nacional (muy viscoso y con alto contenido de azufre). Para el resto –aparte del pequeño aporte de las renovables–, hay que esperar el que traen los buques desde el “país amigo”, o desde Rusia…

Mientras estos llegan; mientras los operarios de las termoeléctricas se rompen la cabeza poniendo tiritas en heridas profundas, cada vez más cubanos salen a las calles a protestar en medio de los apagones, arriesgándose a ser detenidos, y muchos otros se van a las redes sociales –particularmente al muro de Facebook de la Unión Eléctrica–  a descargar su ira e impotencia: “Ya no me interesan los partes –estalla uno–. ¿Hasta cuándo voy a tener 12 horas de apagón diarias????? No aguantamos más!!! Bastaaaaa!!!!”. Y otro aconseja: “Pidan ayuda internacional. Esto es como Cuba entera ardiendo”.

¿Pedir ayuda? Primero se hunde la isla en el Golfo de México. Además, ¿para qué pedirla, si “Cuba avanza, y eso les duele”…?