El CNI cambió sus precauciones en el exterior tras el drama de Irak: coches blindados y subfusiles a mano

Se acaban de cumplir nueve años del asesinato de Carlos Baró, José Lucas Egea, Alberto Martínez, José Ramón Merino, José Carlos Rodríguez, Alfonso Vega y Luis Ignacio Zanón, los siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia asesinados en Irak el 29 de noviembre de 2003, tiroteados en una emboscada en la carretera. Un incidente sobre el que hoy todavía existen muchas sombras. La autoría del crimen, por ejemplo, sigue siendo una incógnita.

Aquel atentado sacudió los cimientos del CNI y aún se recuerda hoy como el peor episodio de toda la historia de los servicios de inteligencia españoles. “Al menos, el más duro” le cuenta a El Chivato una fuente de ‘La Casa’.

Según ha sabido El Chivato, aquel trágico atentado ha provocado cambios en las rutinas operativas diarias de los agentes del Centro desplegados en misiones en el exterior.

Por ejemplo, desde entonces se ha puesto de relieve la importancia de disponer de vehículos blindados para el traslado de agentes, coches también con motores más potentes.

Además, se ha establecido que, cuando los agentes se encuentren en zonas de alta hostilidad, como durante la crisis de Libia en 2011 o en misiones en África, por ejemplo, tengan al alcance armamento más “contundente”: además de la pistola reglamentaria, subfusiles o armas largas.

En general, los protocolos de seguridad se han implementado, para evitar que se vuelva a producir una masacre semejante, de la que se guarda recuerdo en un monumento levantado en los jardines de la sede central del CNI.

 

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