El anterior jefe de los aviones de la Armada avisa: si no se compran F-35, no se podrá evacuar a españoles en zona de conflicto

El capitán de Navío Luis Díaz-Bedia asegura que el modelo americano de Lockheed Martin es la única opción para sustituir a los Harrier, próximos a su jubilación

Harriers de la Armada.

La sustitución de los aviones Harrier que embarcan en el portaaeronaves ‘Juan Carlos I’ lleva años provocando un intenso debate en la Armada, y también entre el Cuartel General y el Ministerio de Defensa, a cuenta del presupuesto y las opciones disponibles.

El anhelo de muchos mandos de la Armada es conseguir que el Ministerio de Defensa acepte adquirir aviones F-35, el modelo de Lockheed Martin que también cuenta con la capacidad de despegue vertical como los Harrier, lo que le hace idóneo para embarcar en portaaviones.

Confidencial Digital ha consultado una publicación de la Armada en la que quien fue hasta hace unos meses comandante de la Flotilla de Aeronaves, por tanto responsable de los aviones y helicópteros, explica la necesidad que justifica comprar F-35 como relevo de los Harrier, cuya jubilación se ha ido retrasando ante la falta de sustitutos.

Jefe de la Flotilla de Aeronaves

El capitán de Navío Luis Díaz-Bedia fue el comandante de la Flotilla de Aeronaves hasta mediados de este año 2020. En el número de octubre de la Revista General de Marina, Díaz-Bedia firma un artículo con el título “La aviación de ala fija embarcada, elemento esencial de nuestra Armada”.

“Durante casi medio siglo, el Harrier ha sido un elemento esencial de nuestra Armada, pero el AV-8B Plus ya se encuentra en el último tercio de su vida operativa. Si España quiere seguir disponiendo de las capacidades únicas que proporciona la aviación embarcada, es necesario iniciar un programa de sustitución cuanto antes”, explica como marco este capitán de Navío.

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Hace un repaso por otras armadas que por problemas presupuestarios han perdido la capacidad de ala fija (aviones) embarcada en buques, como son Países Bajos, Canadá, Australia, Argentina, Tailandia y Brasil, así como aquellas que han renovado en los últimos sus flotas de aviones, el caso de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China, India, Rusia, Corea del Sur, Japón...

Pero sobre todo destacan tanto las capacidades que a juicio del ex comandante de la Flotilla de Aeronaves aporta tener ala fija embarcada, como los riesgos que supone perderla.

“Consecuencias dramáticas”

“Nuestra Armada habría sido muy distinta sin el Harrier y que su evolución en el futuro cercano se verá afectada por la posesión o no de un avión que lo sustituya”, señala Luis Díaz-Bedia, que llega a escribir que “si perdiésemos nuestra aviación de ala fija embarcada, las consecuencias serían dramáticas”.

Cita diez consecuencias “dramáticas”. Por ejemplo, advierte que para los buques anfibios y las fuerzas de Infantería de Marina “sería muy difícil, si no imposible, efectuar una operación puramente nacional de evacuación de no combatientes”, al no tener “el imprescindible apoyo aéreo en la zona de operaciones”.

En caso de conflicto, “se reducirían las capacidades de defensa aérea de la fuerza naval y de ataque a fuerzas navales oponentes; no nos podríamos arriesgar a realizar operaciones anfibias sin aviones que garanticen la defensa aérea y que proporcionen apoyo aéreo cercano a las fuerzas de desembarco; se perdería la capacidad de alcanzar objetivos tierra adentro, a no ser que pudiésemos equipar a nuestros buques y submarinos con misiles de ataque a tierra”.

En esa idea abunda en otro punto: sin ala fija embarcada, “nuestras fuerzas navales no contarían con cobertura aérea propia, salvo cuando operasen cerca del territorio nacional y pudiese proporcionársela el Ejército del Aire”.

Los adversarios podrían superar a España

Otros efectos negativos para España que tendría ‘jubilar’ los Harrier y no sustituirlos por un modelo de características similares tienen que ver con la capacidad de España para mantener el control de sus aguas: “Desaparecería la capacidad de disuasión e influencia que nos proporciona un grupo de combate con aviación de ala fija, por su mera existencia o por su presencia en una zona de crisis”.

Además, “se reduciría enormemente nuestra capacidad de control del mar y de protección de las líneas marítimas de comunicación”.

Escueto, pero especialmente destacado, es el aviso de que “aumentaría el riesgo de que potenciales adversarios lleguen a alcanzar o a sobrepasar nuestras capacidades”. No cita países en concreto que puedan ser adversarios navales de España, si bien las Fuerzas Armadas suelen tener siempre un ojo puesto en Marruecos, que está modernizando de forma destacada sus fuerzas de tierra, mar y aire.

En cuanto a los aliados, la consecuencia sería que que la Armada se quedaría “tecnológicamente por detrás de un buen número de naciones aliadas o amigas y se vería mermada nuestra interoperabilidad con sus fuerzas aeronavales, especialmente en lo relativo a la capacidad de operar en red”.

Perjudicaría a la industria naval

Si se quedara sin ala fija embarcada, según el anterior jefe de la Flotilla de Aeronaves, España vería drásticamente limitada su capacidad de acción independiente, “perdería relevancia en el seno de las organizaciones multinacionales a las que pertenece y se reduciría su capacidad de influencia en regiones consideradas de interés estratégico”.

Más concretamente, “nunca podríamos liderar una operación multinacional que requiera la actuación de un grupo de combate y nuestra participación se limitaría a la aportación de buques de escolta, logísticos o submarinos, para acompañar a portaviones o buques LHD de otras naciones”.

Y termina con un argumento no tanto de defensa como de industria naval, referido al portaaeronaves ‘Juan Carlos I’, el buque insignia de la Armada y en el que actualmente embarcan los aviones Harrier:

-- “La posesión de un portaviones o LHD construido en España constituye un elemento de gran prestigio para nuestra nación y proporciona un gran valor añadido a nuestra industria naval. Se ha demostrado con la construcción en Ferrol del portaeronaves Chakri Naruebet para la Real Armada de Tailandia, y de los LHD Sidney y Adelaide para la Real Marina Australiana, así como la construcción en Turquía para su Marina del Anadolu, también basado en el Juan Carlos I. La pérdida de la aviación de ala fija embarcada y de un buque capaz de llevarla a bordo afectaría a la confianza que proporciona, a posibles clientes, el que tengamos en servicio un buque de este tipo construido por nuestra industria naval”, en referencia a Navantia.

El F-35, la única opción

Todos estos avisos deberían conducir, según el autor del artículo, a considerar imprescindible la apuesta por programar la adquisición de aviones F-35B, de Lochkeed Martin. “El ‘Juan Carlos I’ fue diseñado para poder embarcar el F-35B, el único avión de combate que puede tomar verticalmente y por tanto sustituir al AV8B Plus [el Harrier]”.

Subraya que “la adquisición de este avión permitiría a España disponer de una moderna aviación de combate embarcada, que garantizaría la capacidad de proyección en escenarios alejados de nuestro territorio nacional, con unas características superiores a las de posibles amenazas e interoperable con los medios militares de un buen número de naciones aliadas y amigas que ya lo están incorporando”.

El capitán de Navío Luis Díaz-Bedia argumenta que “un grupo de combate centrado en un portaviones o en un LHD [como el ‘Juan Carlos I’] posee unas capacidades que le permiten controlar amplios espacios marítimos, negar su uso a un adversario o alcanzar objetivos en escenarios alejados, no solo en zonas litorales, sino también tierra adentro. Puede así, constituir un medio de disuasión por su sola existencia o por su presencia, e influir de manera significativa en el desarrollo de una crisis”.

De ahí que deslice que “si España quiere que la Armada tenga una relevancia acorde con su importante posición geoestratégica y con el peso que debe tener en la Unión Europea y en la Alianza Atlántica, que sea capaz de influir en las regiones de interés y de afrontar los retos que se puedan presentar en el futuro, así como de seguir garantizando el prestigio de su industria naval, debe mantener su aviación de ala fija embarcada”.

Y para ello “solo el F-35B puede sustituir al Harrier, debido a que es el único avión de nueva generación de despegue corto y toma vertical, por lo que el ‘Juan Carlos I’ ha sido diseñado para poder operar con él”.

El ex comandante de la Flotilla de Aeronaves no se refiere en ningún momento al obstáculo del alto precio que aleja las opciones de que el Ministerio de Defensa, y el Gobierno, aprueben la inversión requerida.

Sólo llega a decir que “su incorporación no solo posibilitaría mantener la necesaria capacidad de proyección, sino incrementar la eficacia en todo tipo de misiones, dadas sus innovadoras características y su superioridad sobre la mayoría de los aviones de combate actuales, a un precio que ha descendido de forma significativa durante los últimos años”.

Cierra diseñando un escenario prometedor: “La adquisición del F-35B permitiría a nuestra Armada disponer de un grupo de combate dotado de aviones de quinta generación, que operarían en red con las fragatas F-100 y F-110, lo que le proporcionaría unas capacidades muy superiores a las actuales, gran interoperabilidad con nuestros aliados, facilidad de integración en fuerzas multinacionales y una significativa ventaja operativa sobre posibles amenazas. Podría así seguir contribuyendo, de manera destacada, a la defensa de España, a la protección de sus intereses nacionales y a la seguridad internacional, incluso en los lugares más remotos”.