"Si te faltan las piernas y no puedes subir al tren, vete andando". En el AVE he vivido uno de los ejemplos de discriminación más tristes de mi vida

El pasado 13 de julio cogí un AVE con destino a Ciudad Real. Llegue a la estación de Atocha y, minutos antes de embarcar en el tren, vi en el vestíbulo a un muchacho en silla de ruedas, al que le acompañaba un hombre adulto. Los dos serían protagonistas de uno de los ejemplos de discriminación más tristes que he presenciado en mi vida.

Cuando ya me había sentado en mi plaza del coche cuatro, oigo un tumulto en la entrada del mismo, me giro y resultaron ser el niño y el hombre que le acompañaba, ayudados por dos o tres viajeros. Trataban de meter al niño, que se llamaba Saleh, en el tren y sentarlo como si de un teatro se tratara: en un asiento normal. Fue mucha mi indignación al ver como nadie de la compañía de transporte de viajeros se acercó a ayudar.

Lo primero que observé es que la silla no entraba por el angosto pasillo, que ya lo es para las personas normales con sus maletas, y aunque si le habían puesto una plataforma para subirlo le dejaron entre los dos coches. Me fui en busca del inspector del convoy y le hice saber lo desafortunado de la situación y que lo denunciaría donde pudiera, le hice acompañarme a ver el asunto, y lo hizo, pero se encogió de hombros. Algunos pasajeros con gran estupor empezaron a protestar enconadamente por la situación. Saleh sonreía todo el rato. No en vano su felicidad venia dada porque acababa de llegar a España el día anterior para pasar un periodo estival en acogida en Piedrabuena, dato corroborado, ya que alguien cercano a mi tiene un niño de estos llegado el mismo día.

Pues bien, bastante daño debió ver el inspector del tren en las palabras que le dije, ya que cuando llegamos a Ciudad Real, no solo hubo plataforma para bajar a Saleh del tren, sino que había dos azafatas para acompañarlo hasta la salida de la estación.

Ya no vi más, me despedí del niño y de su acompañante, los cuales me daban las gracias a su manera, pero me quedo con la forma de Saleh, me cogía la mano y me sonreía.

En este país se nos llena la boca con la solidaridad, las alianzas de las civilizaciones, la discapacidad y la dependencia, y con el que todos somos iguales, pero al final es siempre lo mismo, "Si te faltan las piernas y no puedes subir al tren, vete andando".

A continuación, incluyo una de las fotografías que pude tomar del incidente:

 

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