¿Hasta cuándo? Bajo ningún concepto podemos tolerar que una familia, como la de Alcalá de Guadaira, tenga que morir por la dejación de las instituciones
Hasta la fecha hemos asistido a despidos y desahucios, pensando en que tal vez la crisis que nos afecta es una situación transitoria, que la solidaridad ciudadana y el amparo familiar están ayudando a mitigar.
Sin embargo, hechos como lo ocurrido en Alcalá de Guadaira, Sevilla, donde miembros de una familia han muerto por consumir alimentos en mal estado, nos lleva al lado más salvaje y más indigno de esta crisis, y pone en evidencia la escasa respuesta que desde la instituciones públicas se está haciendo a la precaria situación que atraviesan miles de familias de nuestro país.
La solidaridad y caridad, disfrazada en programas televisivos de entretenimiento; no esconden la responsabilidad directa del estado, y por ende de las instituciones locales, en velar por el bienestar de sus ciudadanos.
Que en país supuestamente desarrollado una familia con varios hijos a su cargo se vea obligada a vivir del reciclaje de la basura, a subsistir con alimentos ya perecederos, y finalmente a morir por esta misma causa, sin que los servicios sociales de la localidad hagan nada por invertir esta tendencia, es de una gravedad tal, que no bastaría con exigir la dimisión del responsable de los servicios sociales del ayuntamiento; el hecho en cuestión demuestra la necesidad de un plan estatal que a través de los municipios de cobertura a ese porcentaje de la población en riesgo de exclusión social.
O de una vez por todas, las instituciones que nos representan cumplen su papel de garante de derechos, y mediante políticas públicas, no caritativas, aseguran una vida digna a sus ciudadanos, o habrá llegado el momento de plantearse si realmente necesitamos a este estado.
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Ya no basta con decir que no hay dinero. Si para adquirir los fondos que cubran tales políticas es necesario cambiar las políticas retributivas, perseguir el fraude fiscal, simplificar la administración perseguir la corrupción, y acabar con la bancocracia, ¡adelante¡
Pero bajo ningún concepto podremos tolerar una vez más que una familia tenga que morir por la dejación de unas instituciones, sean del color que sean, como bien se demuestra en Alcalá con 35 años de socialismo, que prefieren vivir de espaldas a la crisis, y que aplican la caridad en lugar de garantizar, como corresponde en un estado social de derecho, unos servicios mínimos que permitan una vida digna.