Soy una mujer embarazada a quien le tocó presidir una mesa electoral. Voy a contar mi desagradable experiencia

Esta es la historia de una jornada electoral en nuestro país vivida en primera persona desde su parte más real y surrealista a la vez.

El día 24 de mayo me tocó asistir como presidenta de una mesa electoral en el colegio Quevedo, en el distrito 3 de Madrid. Estoy embarazada de 28 semanas, pero como no es uno de los motivos recogidos  para eludir esta obligación, me personé en dicho centro a las 8h00h.

Soy una persona apolítica. Para mi votar significa decidir quién quiero que me robe, maltrate, exprima y humille durante los siguientes cuatro años y, sinceramente, el nombre de tal monstruo, me es indiferente. Hace años decidí que votaría el día que el candidato a dirigir este país fuera un ordenador, un ser sin sentimientos y por tanto sin posibilidad de desviarse del camino dejándose llevar por sentimientos inherentes al ser humano tales como la avaricia, el egoísmo, el favoritismo, la obsesión por el dinero o el odio. Sentimientos estos, que parecen ser resultado, como si de una reacción química se tratara, de la unión SER HUMANO+PODER.

Antes de empezar, solicité, dado mi desconocimiento, si había algún responsable del proceso que pudiera darme una breve explicación de cómo debía desarrollarse el trabajo que se me había encomendado, pero no había nadie competente ni con los suficientes conocimientos o interés para instruirme. La única ayuda con que contaba era una caja de documentos y un manual redactado para y por aquellos que entienden como funciona un proceso electoral y no para ciudadanos cuyas actividades laborales no tienen nada que ver con la política y que jamás han tenido contacto con dicho proceso, que, casualmente, son los que forman las mesas. Así comenzó una jornada laboral de 18horas , recompensadas generosamente con la cantidad de 62,61€.

La sala habilitada para acoger mi mesa y otra tres más, era de unas dimensiones demasiado reducidas de manera que en el momento de mayor afluencia, podríamos decir que se superaba en una cantidad considerable el aforo permitido, sin embargo parece ser que no había ninguna autoridad competente o con el suficiente interés para controlar aquello. La falta de espacio y el calor, como no podía ser de otra manera, llevaron a la crispación de los nervios de algunos de forma que justo delante de mi mesa se produjo un altercado que a punto estuvo de terminar con mi propia mesa, las urnas y el peso de un hombre encima de mi tripa embarazada de 28 semanas, sin posibilidad de escapatoria para mi, con una pared detrás y mis compañeras a ambos lados. El susto fue considerable y tuve que pasar un tiempo en el baño, para tranquilizarme ya que llegar a la parte de abajo y salir a la calle a respirar un poco de aire, era imposible dada la cantidad de gente aglomerada en pasillos y escaleras. De hecho, hubo que hacer una cadena para poder avisar a la policía que se encontraba en otro área del centro, más cercano a la calle.

En ese momento, dado mi estado y las circunstancias, lo más lógico hubiera sido relevarme de mi cargo y avisar a un suplente, pero allí no había ninguna autoridad competente o con el suficiente interés para ello, por lo que ni siquiera se planteó la idea y continué con mi jornada de la que aún me quedaban unas 13 horas.

Durante las 11 horas que duraron las votaciones acudieron 641 personas a mi mesa de las 827 censadas. En pleno siglo XXI, en plena era de la tecnología y la informática, en una  época en la que los estudiantes de primaria encuentran los pupitres dotados de ordenadores y tabletas, nuestro trabajo consistió en cotejar los nombres y DNI de los 641 votantes con una lista en papel, con ayuda de un rotulador fluorescente y una regla y en anotar a mano dichos nombres y sus números de orden en un acta.

Cuando se cerraron las urnas, a las 20h00 comenzó, sin opción a descanso o cena, el recuento de votos, que nos llevó 4 horas. Después de abrir uno por uno los sobres, procedimos al recuento de las papeletas varias veces, hasta que los apoderados de los diferentes partidos que rondan por las mesas, decidieron que estaban conformes con el recuento.

A la hora de rellenar los documentos oficiales con ayuda del referido manual, a todas luces insuficiente, surgen infinidad de dudas dada la falta de familiarizaron con los conceptosLa firma de estos documentos, implica una serie de responsabilidades que te pueden hacer incurrir en diferentes delitos, faltas e irregularidades y sus correspondientes castigos, de una manera totalmente involuntaria y de nuevo resultó imposible encontrar la ayuda de alguien competente e instruido en la materia.

 

A las 01h00, tras 17h de actividad continuada, a excepción del turno para comer, quedaba entregar los sobres con la documentación firmada a la autoridad competente. Sin saber si estaba correctamente cumplimentada o el día  menos pensado vendrán a mi casa a detenerme por incurrir en cualquier tipo de irregularidad involuntaria, me dirigí a la Junta Municipal de Retiro, donde me encontré con una cola que, haciendo un cálculo aproximado, suponía una espera de unas tres horas. Un único juez era el encargado de revisar y recibir las actas de cada presidente de cada mesa de toda la zona, una víctima más del desastre, el abuso y el carácter inhumano de la jornada.

Tras esperar un rato en la cola, el cansancio, la falta de comida y el hecho de no poder ni siquiera sentarme, unidos a mi avanzado estado de gestación, me provocaron un malestar tal, que no me sentí con fuerzas de soportar aquello y fui a ponerlo en conocimiento de uno de los dos policías que se encontraban en el centro. Mientras revisaba su móvil, me dijo que no había nadie competente a quien me pudiera dirigir, a excepción del juez y que no había nada que se pudiera hacer. 

Mi jornada terminó a las 02h30de la madrugada, cuando, después de estar un rato tirada en el suelo porque mi estado de malestar no me permitía estar más tiempo de pie ni sentada, presa de un ataque de nervios y un llanto incontrolable ante la situación, mi pareja puso en conocimiento de juez mi situación y este ordenó mi entrada inmediata en la sala, disculpándose reiteradamente, por la falta interés mostrada ante mi situación. 

Ante esta experiencia me pregunto:

- ¿Nadie considera interesante informatizar el proceso de las votaciones como si fuéramos un país civilizado y no uno en vías de desarrollo?

-- ¿No sería mejor ofrecer un sueldo digno por una jornada laboral imposible y a la que voluntariamente se ofreciera gente interesada en materia política, o alguno de los millones de parados existentes en nuestro país a los que ese sueldo podría suponer un desahogo?

-- ¿No sería lógico tener durante el proceso, a gente instruida a tal efecto que pudiera tomar decisiones, solucionar problemas y prestar ayuda a los implicados en él?

-- ¿No se han planteado que después de una jornada de 17 horas la entrega de documentación debe agilizarse al máximo para que la gente no se desespere y pueda ir a su casa a descansar antes de tener que volver a trabajar después de haber sido privados de su día libre?

-- ¿Nadie ha sido capaz de contemplar que el estado de gestación de una mujer es motivo más que suficiente para poder eludir esta responsabilidad? 

Me encantaría embarcarme en un proyecto para presentar una petición de modificación de la ley correspondiente, pero dada la ridículamente exagerada burocracia de este país y las reiteradas muestras de falta de interés de la clase política por el bienestar y los deseos de los ciudadanos, enfocaré mis esfuerzos en intentar encontrar trabajo tras el cierre en extrañas circunstancias de mi empresa, pero esa es otra historia...

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