Mariya y el monstruo

Nada ni nadie podrá explicar jamás cómo es posible que un padre le arrebate la vida a sus hijos o a la madre de estos. Ayer, 6 de noviembre, un hombre acabó con la vida de su mujer y de su hija de seis años a cuchillazos en el barrio mostoleño Del Soto, mi barrio.

La violencia machista hacia mujeres y niños se ha convertido en una lacra frecuente a la que nuestra sociedad todavía no ha sabido ponerle fin. Mariya, que así se llamaba la niña a la que su padre le segó la vida anoche, era delgadita y de piel blanca, rubia como el trigo, y de actitud recatada y movimiento prudente.

Era la mejor amiga de la hija de mis buenos amigos Carolina y Juan Ramón, hoy destrozados. Seis añitos de ilusión, de esperanza y de deseos de explorar un mundo al que su padre le ha negado la posibilidad de descubrir.

La ira, los celos, la posesión machista de la mujer y de la familia por parte de algunos hombres, son las miserables causas que conducen a la irracionalidad de un padre asesinar a sus hijos a cuchilladas.

Hoy es una noticia más, que avergüenza a nuestra sociedad y que llena de sensacionalismo mediático nuestra vida cotidiana, nuestra vulgar vida cotidiana a la que nos hemos acostumbrado rodeados a diario de tragedias como la que se viven hoy en El Soto de Móstoles. Pero Mariya ya no está, y muy pronto dejaremos de hablar de ella, de sus ilusiones, de sus esperanzas, de sus deseos de descubrir este mundo que, siendo maravilloso, lo estamos convirtiendo en un mundo cruel y mezquino donde las primeras víctimas siempre son los más débiles.

Yo, como padre, me avergüenzo muchas veces de mi género, de nuestro pronto irascible y violento, ese que también mamamos durante nuestra infancia y que todavía hoy nos transforma en auténticos monstruos frente a la sociedad. Pero nuestra sociedad actual y nuestro país dispone hoy de recursos humanos y materiales suficientes para poner fin, de una vez por todas, a esta lacra que aún sufrimos y que llamamos terrorismo machista.

Que sean mis últimas palabras para Mariya y su madre, y que allá donde estén, si es que en algún lugar están, pueda brindarles el universo una vida por fin plena y feliz que este mundo imperfecto no ha sido capaz de brindarle.

Víctor Manuel López Rodríguez

Alcalde de Batres

 

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