No queremos más historias de asesinos del Born. Es un ejemplo del fracaso de nuestros sistemas de protección

Mucha alarma social está creando estos días el loco del Born, un peligroso criminal que tuvo en vilo a vecinos y policías desde que el pasado martes hirió a un hombre y mató a otro en una de las calles del céntrico barrio de Barcelona.

Este joven llegó siendo un niño, solo, probablemente escondido en los bajos de un camión y en busca de oportunidades, como otros muchos menores, los llamados “Menores Migrantes No Acompañados”. Cumpliendo la legislación que ampara a todos los menores, sean del origen que sean, el chico fue tutelado por la administración y acogido en un centro de protección. Según fuentes internas el joven mantenía una buena actitud, se implicaba en los estudios de formación ocupacional que cursaba en el Raval y progresaba rápidamente en el manejo del castellano. Entonces, ¿Qué le pasó por la cabeza para llegar a convertirse en un monstruo que ataca y mata a personas sin aparente motivo?

Tras la mayoría de edad los jóvenes tutelados, extranjeros y españoles, se quedan en situación de especial vulnerabilidad, tras desinternar de los centros donde son amparados. Sin el apoyo de sus familias se ven obligados a afrontar una autonomía con 18 años recién cumplidos, recordando que en España la edad media de emancipación es de 30 años. En el caso de los jóvenes migrantes, se añade la ausencia de una red social lo suficientemente sólida y la falta de formación necesaria para acceder al mundo laboral. Afrontar la autonomía en estas circunstancias es prácticamente imposible, a no ser que seas el afortunado de recibir soporte de la administración.

Pero este joven, como muchos otros, llevaba 10 meses en situación de calle, sobreviviendo día a día a base de tirones y evadiéndose de su nueva realidad esnifando pegamento. Así no pudo seguir su formación, ni nada de lo que se propuso en su día y fue abocado a una espiral de degradación que finalmente lo ha llevado a la cárcel, donde pagará la muerte de una persona inocente. Los testigos dicen que hablaba solo, exaltado, nervioso, desencajado, hasta que de madrugada fue detenido. 

Mucho sorprende esta historia, cuando hace apenas tres semanas, en la presentación de un documental sobre trayectorias de jóvenes extutelados, la persona responsable de la atención de este colectivo declaraba ante los espectadores el éxito de las políticas llevadas a cabo en el acompañamiento de los jóvenes en su tránsito a la vida adulta. Señores, la administración no se responsabiliza de sus obligaciones, cuidamos a los niños desamparados para abandonarlos a su suerte a los 18 años, convirtiéndolos en carne de cañón. Hasta que un chico drogado hasta las cejas acaba matando. Pero claro, “es a lo que vienen”, “a robar y a asesinar”. No se equivoquen señores, nosotros les convertimos en niños de la calle, antes nunca lo fueron. Y en cuanto más se llenen las cárceles de jóvenes que fueron niños protegidos, más nos tendríamos que dar cuenta del fracaso de nuestros sistemas de protección.

 

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