La representación sindical en el seno de las administraciones públicas: los funcionarios tenemos muchos representantes sindicales, muchos sindicatos, pero nuestra vida profesional no lo nota

Llevo muchos años trabajando en la administración pública y parejamente a lo que pasa en el mundo de la política, donde hay una lucha por el poder (hacer las cosas para el pueblo), existe una lucha por el reparto de la representación sindical. Como digo, son muchos años, lustros, algunas decenas de años, y siempre he visto un ansia desmesurada por poder ser delegado sindical.

Nunca entendí mucho tal afán, dado que siempre la Administración, con su capacidad de autoorganización y en aras siempre del “interés” general, ha campado por sus respetos en asuntos de política social, no habiendo quien dijera “esta es boca es mía”, salvo en contadas ocasiones como aquellas vísperas de navidades y porque alguien de televisión había comprado con cargo al presupuesto unas braguitas de marca.

Siempre ha sido una figura un poco atípica la del delgado o representante sindical, una especie de súper funcionario, que parecía saberlo todo (hubo ocasiones en que si era así, y su porte y catadura moral y personal sobrepasaba cualquier bondad que se pudiera decir de ellos), como digo delgados de personal que se dicen amigos del jefe de turno, que se tutean con él y que alternan con él.

Otros por el contrario, ostentaban al mismo tiempo el cargo de delegado de personal por un sindicato y eran a la vez el representante de la Administración con la que había que negociar (el jefe y el representante de los trabajadores al mismo tiempo), algo saben de esto en la Jefatura de Tráfico de Asturias, por lo menos los más veteranos.

Nunca un sindicato con representación en el seno de las Administraciones Publicas consiguió la cláusula de revisión salarial para los funcionarios y pocas veces mejoras sustanciales, las menos, que de la subida del 3% de hace unos pocos años, el uno de esos tres puntos fuera para el plan de pensiones de los funcionarios de la Administración (por cierto el último balance que me mandaron del banco presentaba pérdidas).

Pero si he visto a tres representantes de la Administración hace muchos años negociar un convenio colectivo cuando cada ministerio tenía el suyo, consiguiendo la subida por debajo del IPC de aquel entonces, aunque ellos salieron con una reclasificación profesional con efectos retroactivos pasando de nivel 7 a 3 como Técnico no Titulado, ¿verdad Rita?, anda que te ibas a pasar tú la vida de limpiadora con un sueldo pequeño, mucho mejor en un despachito con tu nombre en la puerta y ganando más del doble y encima con atrasos. Esta señora se pasó los meses siguientes escoltada por la policía dado que recibió amenazas de muerte, se decía entonces que de los compañeros a los que vendió “pero que brutos”, ella que solo quería el “bien estar”.

Luego vino la LOFAGE, si en 1997, la Ley de Organización y Funcionamiento de la Administración General del Estado, de 14 de abril, que con sus dos Reales Decretos de desarrollo dieron como resultado la integración de servicios en las Delegaciones y Subdelegaciones del Gobierno (si también fue la ley que acabó con la figura del Gobernador Civil), y cuya consecuencia mayor fue la situación kafkiana de que dos trabajadores, personal laboral en este caso, que venían de distinto ministerio pero con la misma categoría haciendo el mismo trabajo tuvieran unas diferencias salariales del 40%. Y claro la misma administración ante la situación injusta promovió con el acuerdo de los sindicatos aprobar el Convenio Colectivo Único para el personal laboral de la AGE, el cual los sindicatos, todos vendieron como un logro suyo, no siendo sino producto de la legislación y en aras de evitar agravios salariales.

Y con el pasar de los tiempos la figura del sindicalista ha cambiado, ahora ya no van en vaqueros y con barba y chaleco, pero tampoco con corbata que ya no se lleva, ya no van a la manifestación del primero de mayo (la última que vi en una capital de provincia eran unas cien personas y casi todos de la empresa privada). Ahora van a Madrid o la capital de su administración, ahora están en los despachos con los jefazos, sentados con ordenadores portátiles y teléfonos móviles de última generación.

Ahora un representante sindical de provincias, tiene eso y una conexión banda ancha y fax para estar comunicado.

 

Ya están lejos y trasnochados los días de pedir mejoras salariales, ahora se piden otras cosas mucho más importantes, tales como productividades, financiación para formación continua y online, nuevas RPTS, nuevos catálogos de funciones para cada puesto de trabajo, salud laboral, en fin, lo que sea. “De subida salarial conforme al IPC real nada de nada, que el funcionario ya gana mucho y encima es un trabajador privilegiado que tiene el trabajo para toda la vida, con el 2% de la previsión de todos los años ya va echando leches”.

Y eso si, como la representación sindical desgasta tanto, y amparándonos en la ley para ser muy legales están las horas de representación sindical, a las que tiene derecho uno de estos para se supone que trabajar para el sindicato y a favor de sus afiliados en particular y trabajadores en general. Tiempo muy bien aprovechado por cierto, ya que se coge incluso por las noches en aquellos sectores de la administración en los que por turnicidad se trabajan y cuando alguien sospechosamente pide justificación de tal actitud (que no sé cómo se le ocurre tal desmán), está claro que es porque además de que lo da la ley por derecho, no se sabe si el pobre representante ha estado reunido todo el día luchando por los compañeros. Por los compañeros que han tenido que ir a trabajar por él, que se ha tenido que ir a la reunión y no puede hacer su turno, o han tenido que dejar sus vacaciones aplazadas por el mismo motivo.

Situación agravada en un caso concreto como es en el sector de prisiones donde los delegados sindicales que tienen derecho a las 40 horas mensuales, les supone que pueden dejar de asistir al trabajo un turno entero es decir, tres días, y claro, como los números cantan, funcionario que se va por un motivo u otro, funcionario que hay que reponer (en mínimos hablando), y como estos señores tienen preferencia para el disfrute de ese tipo de premisos (“se lo da la ley”), tenemos que hay señores funcionarios postergando el disfrute de sus días de compensación de festivos o de sus vacaciones, pero no de manera ocasional, todos los meses. Resumiendo cada mes un delegado o representante como quiera llamarse disfruta con prioridad absoluta de una semana de asueto, visto desde el punto de vista del que le sustituye o no se puede marchar, pero desde el punto de vista del sindicalista se le penaliza con un trabajo extra que no tiene que ver con el que hace normalmente y por el que cobra del presupuesto.

Y como no es bastante la ley también recoge la figura del liberado sindical, el cual ya ni va por el trabajo, quiero decir por el puesto de trabajo que aprobó en su oposición, que si trabaja, si, para el sindicato, lo que pasa es que a veces el sindicato lo utiliza para otros menesteres que no tienen que ver con la adscripción del funcionario con su administración, ejemplo: funcionario de hacienda que trabaja en el sindicato en lo que llaman SERVICIO EXTERIOR, esto es para mirar por los derechos del personal que se contrata en las embajadas españolas en el extranjero.

El sector de la Administración en éste país, tiene tal cantidad de liberados que supera la de cualquier otro de nuestro entorno y con mucho al de la empresa privada en su conjunto, lo cual hace más difícil todavía comprender como estamos tan mal representados desde el punto de vista sindical los funcionarios españoles, habida cuenta que hay departamentos que sólo quieren negociar con según qué sindicatos. Recuerdo que mis mayores definían a estos sindicatos con un color, pero, no me acuerdo cual era, lo siento.

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