JESÚS ÁNGEL GARCÍA-BRAGADO, atleta

“Lamentablemente, el deportista se siente utilizado por la política. Y en Cataluña, sin ninguna duda”

García Bragado lleva dos décadas compitiendo a alto nivel, y con 45 años sigue en la arena.

Jesús Ángel García Bragado ha sido la segunda gran noticia del Mundial de Atletismo de Pekín. Tras 6 juegos olímpicos y 12 mundiales en prime time, el atleta transgeneracional pone en pause un deporte en crisis y habla de la otra carrera de fondo en la que anda liado: la política. Del PP. En Cataluña…

Oro, plata y bronce. Es el rey mago de la marcha atlética. Con 45 años ha sido el noveno de los 50 kilómetros, y el segundo en las noticias más positivas de un Mundial de Pekín en el que hemos caído como chinos. No cuelga las botas, pero bajará la persiana en Río 2016. Seis juegos olímpicos. Doce mundiales. Mucho trabajo, mucho sudor, y mucha experiencia. Entró en política por rebeldía nacional, y es el líder de la oposición en San Adrián de Besós. Atleta internacional, político del PP en Cataluña. Una pasión, y un reto. Dos dedicaciones con denominador común: las largas travesías de asfalto, suelas gastadas y soledad…

El Airbus procedente de Pekín le ha aterrizado en Barajas hace menos de 24 horas. Viene de un mundial de atletismo gris oscuro casi negro, tirando a crítico. Un mensaje por Twitter –divinos mensajes directos de Twitter-, y quedamos para un café con jet lag. Sólo las personas auténticas admiten entrevistas así, sin maquillajes, aunque haya cafeína de por medio…

El campeón hecho pura fibra asoma por Avenida de América. Llega en metro con la sonrisa puesta. Sin dormir. Sin el pasaporte definitivo para Río. Pero con la tranquilidad de haberse dejado las suelas en el intento. Atleta de finales del siglo XX y principios del XXI. Luchador.

Semáforo. Paso de peatones. ¿Sonará el himno nacional cuando cruce?

Nos dirigimos al podio de una cafetería trasera de estación de autobús. Viene con un libro sobre Platón. El mito. El mundo de las ideas. El mundo de lo sensible. Idealismo. Realismo. García Bragado.

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Tiene 45 años y lleva equis-elevado-a-bastantes kilómetros de marcha sobre sus rodillas. 20 años de venga-dale-corre-vamos-te-los-comes.

Entran ganas de aplaudirle, de colgarle una medalla, de ofrecerle un Marca Leyenda… Pero de momento… pediré dos cafés…

Enhorabuena. Campeón. Después del oro de Miguel Ángel López ha sido usted la gran noticia de este mundial de atletismo…

Bueno… El oro de Miguel Ángel es muy importante. En marcha no se volvía a ganar un oro desde Valentí Massana en el Campeonato del Mundo de Stuttgart en 1993. El último oro para España en un mundial de atletismo lo ganó Abel Antón en Sevilla 99. Este oro es importante, entre otras cosas, porque gracias a ese triunfo suena el himno español en el estadio, y eso no es una cuestión baladí…

Por lo demás, era un mundial de atletismo en un año pre olímpico, y se ve que los demás países ya han afilado sus espadas para la gran cita de Río de Janeiro. ¡Las medallas salen muy caras! Veníamos de un campeonato de Europa donde habíamos cosechado buenos resultados, pero eso es un espejismo comparado con un mundial.  A eso hay que añadir que viajábamos a oriente, y los cambios de horarios eran malos. El resultado ha sido que las expectativas se han cubierto por abajo.

Yo me he quedado a un pasito del objetivo que me hubiera dejado satisfecho del todo, que era estar entre los ocho primeros y clasificarme directamente para los próximos juegos olímpicos, pero está claro que lo tengo cerquita y se rematará la faena en 2016.

45 años. Noveno en el Mundial de Pekín. A las puertas de sus séptimos juegos olímpicos. ¿El atleta nace, o se hace?

Las dos cosas. He visto atletas que han nacido para la competición y el atletismo, y he visto otros que a base de esfuerzo y trabajo han conseguido llegar hasta el mismo resultado. Muchas veces hay atletas que nacen, pero que no son conscientes de esa cualidad que tienen y no la explotan al máximo. Es una cuestión de mitad y mitad.

¿Qué ambiente se respiraba entre los atletas de la delegación española en Pekín?

En comparación con todos los años que he vivido, observo que ha llegado otra generación muy diferente de la que me ha precedido. Muchos de nuestros atletas son de origen no español que han sido nacionalizados y se han incorporado al país, como una muestra más de la realidad de nuestra sociedad. Por otra parte he visto un equipo técnico que intenta avanzar sin hacer a los atletas cómplices de sus objetivos. Nos falta mucho espíritu de equipo. Aunque seamos un deporte individual, necesitamos saber y tocar que formamos parte de algo más grande, de una selección que representa a España. Ahí nos queda mucho por hacer.

Ver cómo funcionan las delegaciones de otros países, como Estados Unidos, o Australia, que aterrizan en las competiciones con un espíritu de equipo que influye mucho en el resultado final siempre me llama especialmente la atención.

Los atletas que han participado en Pekín son los que van a representar a España. Esa es la realidad. Por tanto, debemos seguir ayudándoles para que ganen en autoconfianza todo lo que se pueda.

¿Ve usted más individualismos y menos piña entre los atletas españoles contemporáneos?

Sí. Hay personas que son muy autistas, se cierran en sí mismas y apenas comparten sus sensaciones previas. Después están los que liberan sus nervios estando con el grupo. En el funcionamiento de nuestra selección existen detalles en esta línea que yo cambiaría, porque pienso que nos ayudaría mucho a todos a afrontar mejor la competición. Sí, está claro que el torero, al final, sale solo a la plaza, pero detrás de él hay una cuadrilla que le da confianza para enfrentarse al toro y pegar mejor los capotazos.

Los pronósticos oficiales para Río son 21 medallas 

Los pronósticos oficiales… Esos no son los oficiosos…

Eso le iba a preguntar. Después de Pekín, ¿los que llevan la batuta del deporte deberían recalcular sus previsiones?

Sí. Una reflexión en voz alta: Yo estuve en Barcelona 92 y ganamos 22 medallas. Las ayudas que había entonces eran otra cosa. Si los recursos se han reducido enormemente en los últimos cuatro años, como reconoce cualquiera, desde el Consejo Superior de Deportes hasta el Comité Olímpico Español, y decimos que vamos a ganar las mismas medallas que en Barcelona 92, o vemos un esprín de inversión de última hora, o algo no me cuadra en estas cifras… Una cosa es una declaración de intenciones, o de potencialidad, y otra cuestión es la realidad. La realidad es que si nos mantenemos entre las 15 y las 20 medallas en Río ya nos podemos dar con un canto en los dientes. En algún momento nos llegará una severa corrección, y a partir de entonces volveremos a nuestro cauce…

El deporte español no es ni del PP ni del PSOE, ni de los que dicen que vienen ahora a arreglar esto desde Podemos o desde Ciudadanos. El deporte español es de todos. Los que tenemos el sentimiento de identidad española debemos darnos cuenta de lo importante que es que nuestros deportistas nos representen bien. A los españoles nos hace ilusión ver a nuestros deportistas defendiendo con dignidad sus colores.

Cuénteme aquí, en petit comité, cómo ha ido usted a Pekín. ¿Ha tenido ayudas para participar en el mundial, o están las cosas como para que cada cual se lo pague de su bolsillo?

La crisis obligó a acometer ajustes en el deporte español después de Londres 2012 y ese recorte agresivo afectó especialmente a las federaciones deportivas. Eso ha provocado que hacer atletismo sea, prácticamente, hacer deporte amateur, cuando está demostrado que los deportes que funcionan bien en este país tienden a la profesionalización, como el fútbol, el tenis, el baloncesto o el ciclismo. Estamos en el siglo XXI. Así es muy difícil…

Con estos ajustes, una de las decisiones de la Real Federación Española de Atletismo (RFEA) fue no pagar dietas. Eso implica estar en las competiciones el mínimo tiempo posible, y hay determinadas cuestiones fisiológicas de adaptación que no se tienen en cuenta. Al final, esas decisiones las pagamos los deportistas… El rendimiento está muy condicionado si llevas a los atletas con las horas justas.

Como tengo experiencia, pedí ir a Pekín con los días que necesitaba. Si no hubiera apretado, la RFEA me hubiera llevado en otro viaje lo más económico posible. Estar más días supone más gastos para mí, aunque formen parte de una actividad profesional. Los gastos de trabajo de la mayoría de las personas se los paga la empresa. Y que conste que no se pide ir a las competiciones con la cartera llena. Simplemente, que se cubran los gastos propios, que son difícilmente justificables cuando se está en el extranjero.

Con las federaciones, en casi todos los deportes, se palpa una relación tirante. No sé si en el caso del atletismo está igual de tensa esa cuerda…

Es obvio que hay muchas cosas que mejorar. En el atletismo estamos al final de la etapa de un señor que ha estado al frente de la RFEA más años de los que debería, aunque sea por pura higiene del deporte, y creo que con el tiempo se demostrará que no estoy equivocado en este análisis. José María Odriozola es el presidente de la RFEA desde 1989 y ya no va a volver a presentarse a la reelección. Lo importante es que ahora no intervenga en el debate sobre el futuro de nuestro deporte, y eso nos ayudará bastante a regenerarlo.

También hemos sido víctimas de la lucha antidopaje, porque el atletismo no ha estado exento de esa lacra. Ha afectado a la imagen de este deporte, y nos ha influido mucho. Hemos pasado de pensar que algunos estaban haciendo trampas, a que sin hacer trampas no se puede estar al máximo nivel, como creen algunos. Ni tanto, ni tan calvo. Debemos asumir que con base de trabajo, esfuerzo y tesón se puede llegar a estar en el deporte de alto rendimiento a un nivel muy digno, con las medallas correspondientes.


¿En el tema del dopaje hemos pasado página definitivamente, o esto es una realidad paralela al deporte que siempre estará ahí?

Hablar del dopaje es como meterse en un zarzal… Si sacas frutos de ahí lo más normal es que acabes arañado. Supongo que los responsables de estas cuestiones intentan pasar de puntillas sobre ello, pero es un tema que hay que afrontar, que está ahí, y que debemos erradicar, igual que se pelea contra la pobreza, o contra la corrupción. No podemos bajar los brazos y dejar que todo caiga sobre su propio peso. Sabemos que estas cosas no se acaban de la noche a la mañana, pero hay que perseguirlo con contundencia hasta lograrlo.

¿Tiene mucho que ver la honestidad con la permanencia en la alta competición a los 45 años?

A lo mejor sí. Junto a las personas que me han ayudado a llegar hasta aquí, siempre hemos tenido muy claro que no íbamos a cruzar esa línea del dopaje que existe entre utilizar sustancias prohibidas y no prohibidas. Si yo me hubiera dedicado a tomar tonterías, lo más seguro es que mi cuerpo estuviera ahora resintiéndose. Eso no quita que haya tenido que pasar por quirófano para intervenciones de problemas ortopédicos que puede tener cualquier persona. Han sido simples actos médicos  pensando también en el futuro, porque hay que tener en cuenta que después de la competición nos queda toda una vida por delante.

Quizás con 20 años haya deportistas que no valoran adecuadamente el valor de la salud… El dopaje y la corrupción política son dos trampas con muchas similitudes.

¿Qué tiene en la cabeza cuando compite para aguantar 50 kilómetros de marcha sin tirar la toalla?

Los 50 kilómetros marcha es una prueba agónica: son casi 4 horas caminando a un ritmo exigente, y el cuerpo no está preparado orgánicamente para ello. Debes adecuarlo en los entrenamientos para que funcione correctamente. Si además lo haces en condiciones climatológicas extremas, esa agonía sube de intensidad unos cuantos escalones. El primer pensamiento de pura supervivencia es terminar la competición. Sí, se te pasa por la cabeza rendirte y tirar la toalla en la siguiente vuelta, pero tengo la experiencia de haber acabado muchas competiciones y se aprende a culminarlas en buenas condiciones, aunque a veces acabe pasando factura. Tras el esfuerzo de Pekín tuve que pasar por la enfermería para recuperarme con sueros, pero la cosa no pasó del mal rato.

Hablamos de un reto, de una prueba de superación personal. Una prueba de 50 kilómetros no se entrena. Los kilómetros finales no se entrenan. La carrera se concluye con la cabeza. Afortunadamente, la cabeza tiene la capacidad de dominar al cuerpo, y eso te hace llegar a la meta.

Pero en 50 kilómetros se le da muchas vueltas a muchas cosas…

Aprendes a escuchar mucho a los que te animan, a pensar en la gente que te ha ayudado a llegar hasta ese esfuerzo final, en tus hijas, en tus padres, en toda la gente que se ha volcado contigo… Como en los dibujos animados, el demonio, a un lado, te pide que pares. El ángel, al otro, te anima a que continúes. Y superando la tentación de rendirse se llega hasta el final.

Después de Pekín, ¿final de carrera en Río de Janeiro?

Mi idea es bajar la persiana en Río, aunque espero seguir vinculado al atletismo, que es lo que me apasiona. Supongo que el proceso normal sería continuar dentro de un organigrama técnico, como entrenador, o como sea, pero me gustaría poder transmitir todas las experiencias personales por las que he pasado yo, trabajando codo con codo con los atletas que nos sucedan.

¿En el atletismo se cuelgan las botas?

En mi caso es muy difícil, porque forma parte de mi vida. Llevo corriendo 20 años. Yo lo he ido dejando de forma paulatina, no de manera radical. La competición se abandona, no hay más remedio. Después de Río llegará el momento de participar en otro tipo de carreras, en pruebas de veteranos… Necesitaré mantener ese gusanillo que difícilmente podré eliminar.

¿Cuántas veces le han aconsejado concienzudamente dejarlo ya antes de que fuera demasiado tarde, y sin embargo, con 45 años y estamos aquí?

Depende de las expectativas que se tienen. El cambio de modelo en la gestión del atletismo y los recortes han provocado que no haya llegado aún el relevo natural. Seguramente, a estas alturas, en vez de ser yo el máximo representante de los 50 kilómetros marcha, tendría que haber sido un corredor de complemento, sin ser la mayor opción de la prueba. Las medallas las ganan los más jóvenes, aunque estoy satisfecho de haber competido a un nivel digno. He sido muy realista y sabía a lo que podía aspirar, y eso me ha permitido mantenerme hasta ahora.

Dicen que el atletismo es de románticos. Supongo que se referirán al que hacen los runners por los parques de España, porque lo suyo de romántico tiene poco…

El romanticismo tiene que ver con cómo se hacía antes el atletismo, aunque siempre queda algo. Eso de estar vinculado al mismo club, aunque en otro te ofrezcan más dinero… ¡Los colores! En el fútbol se ve mejor cómo nos desencantamos cuando los futbolistas no aman de verdad sus colores…

La verdad es que, en general, el romanticismo no se está llevando ya mucho... Parece que vamos más a lo material, a valorar todo en razón del sueldo… Mi principal motivación con el atletismo ha sido disfrutar de la pasión que me gusta. Cuando el dopaje estuvo en primera línea, en algún momento pensé: ¿Qué pasa, que los que van delante de mí son todos unos tramposos? ¡Bueno! ¡Allá ellos! Yo hago esto porque me gusta, y porque disfruto con ello, al margen de que me den 20 ó 10. Eso no quiere decir que ganar más sea irrelevante…

¿Quiénes son sus ídolos deportivos?

El ídolo deportivo de toda mi vida ha sido Manel Estiarte. Cuando él era jugador de waterpolo, incluso antes de Barcelona 92 y de Atlanta 96, me leía todas las entrevistas que le hacían. Es una persona de la que siempre he aprendido, y en la que siempre me he visto reflejado.

¿Cuál ha sido la alegría deportiva más épica de su vida?

Destacaría dos: el oro en el Mundial de Atletismo de Stuttgart (1993), y la medalla de bronce en el Mundial de Atletismo de Berlín (2009), porque en ambos casos tuve a mi familia muy cerca.

¿Y la frustración más dolorosa?

Sin duda, cuando he competido en grandes campeonatos celebrados en España, como el Mundial de Atletismo de Sevilla (1999) y el Campeonato Europeo de Atletismo de Barcelona (2010) y no pude conseguir medalla. En un caso, por exceso de autoexigencia, y en el otro, por haber hecho una planificación de entrenamientos excesiva para mi edad. Son dos espinitas clavadas, pero en la vida hay que aprender tanto de los triunfos, como de los fracasos.

¿Ha recogido muchos cadáveres de amigos atletas que no han sabido superar lo de dejar de ser deportistas de élite?

Sí. Evitar ese escalón es una asignatura pendiente. Muchas veces no sabemos reintegrarnos después de ofrecer los mejores años de nuestra vida al deporte. El deporte de élite es una burbuja… La sociedad debe también aprender a valorar adecuadamente a los que han dado lo mejor de sí mismos por su país. También nosotros hemos de poner de nuestra parte: no podemos esperar a que nos den un puesto de trabajo mientras estamos cruzados de brazos esperando a que nos caigan ofertas por nuestra cara bonita. No tenemos más remedio que seguir formándonos y estudiando para continuar siendo útiles a la sociedad.

Dicen que el atleta aprende muchas cosas del deporte para la vida. ¿Tiene tiempo un deportista de élite para pararse a pensar entre los flashes, la prensa, los entrenamientos, las competiciones, los patrocinadores, etc?

Sí. Aunque se haya repetido muchas veces, es verdad que el deporte es una escuela de valores, y eso se aprecia cada vez más en nuestra sociedad, a pesar de que en ocasiones nosotros mismos no seamos capaces de venderlo al mundo empresarial. Un deportista tiene muchos valores que las empresas no encuentran en otras personas formadas y tituladas. Saber qué es el triunfo y el fracaso, que van más juntos de lo que parece; volver a levantarse, huir de la tentación de rendirse… Son muchas cuestiones que después tienen aplicaciones muy prácticas para numerosas facetas de la vida.


Anda usted con otra carrera de fondo: ¿Qué le llevó a ponerse las zapatillas de la política?

Me atraía. Cuando me fui a vivir a Cataluña, donde llevo media vida, experimenté que mi sentimiento como español, que es indudable, allí era algo que se intentaba erradicar, porque se consideraba una anomalía. Como acto de rebeldía, me afilié al Partido Popular, que era el partido con el que más me identificaba entonces.

Después me invitaron a incorporarme a una lista municipal, primero en Lleida, y ahora en San Andrián del Besós (Barcelona), que es donde ejerzo mis funciones como concejal…

…Y líder de la oposición. 

Sí. En Cataluña, el PP sólo ha gobernado en Badalona y en Castelldefels. La aritmética política ha hecho allí raros compañeros de cama. Ahora lo que se lleva es intentar que el PP no gobierne en las instituciones, aunque creo que deberíamos reflexionar, porque con esa actitud algo importante no se respeta.

¿Cuál es su pronóstico sobre las elecciones catalanas?

Veremos el mismo escenario de las municipales: un mapa muy fragmentado, muchas opciones políticas, malas aritméticas para formar gobiernos… Y, entonces, seguiremos viendo cómo Cataluña, en vez de ser el motor de España, continúa camino de convertirse en el vagón de cola.

¿Y cómo quedará ese podio el 27-S?

¿El que me gustaría, o el que me espero?

El que se espera…

Creo que en tercer lugar va a quedar Ciudadanos, aunque me gustaría que ese puesto fuera para Xavier García Albiol [PP]… En segunda posición quedará ese batiburrillo de cosas de izquierda que ya no sé ni cómo se llama [Junts Pel Si], y en primer lugar quedará CiU, que se oculta en su maraña tras juntarse con la Asamblea Nacional Catalana y con otros. Quizás los segundos acaben siendo los primeros, pero me temo que así quedará el podio…

¿Qué virtud atlética representa mejor a…

… Mariano Rajoy?

La sangre fría, la templanza. Nunca se pone nervioso, aunque nos ponga nerviosos a todos…

…Pablo Iglesias?

Sería algo así como el atleta revelación. La sorpresa, aunque tampoco es que sea una gran sorpresa…

…Pedro Sánchez?

¿Una virtud?

O un defecto…

Pedro Sánchez sería ese chuparruedas que suele haber en todas las carreras.

…Artur Mas?

Claramente, él sería el arrogante. Siempre hay atletas que venden expectativas que después no cumplen ni por asomo.

…Ada Colau?

Poca virtud atlética veo yo ahí, la verdad. ¡Es que Ada Colau se ha colao! Más que una atleta, diría que es una corredora popular…

¿Cuáles deberían ser las reglas de juego de una carrera política de verdadero atleta?

Honestidad, ejemplaridad, esfuerzo, tesón y sacrificio.

¿Con qué 4 deportistas haría usted una carrera de relevos hasta el fin del mundo?

Con antiguos compañeros con los que he compartido y superado victorias y fracasos. Especialmente con los que no han visto correspondida su pasión por este deporte.

¿Cuatro nombres propios?

Me quedaría con dos antiguos compañeros de la marcha: Fernando Vázquez, el artífice de lo que hemos visto esto días con Miguel Ángel López Nicolás, como referente de lo que ha pasado en la marcha atlética en Murcia. Me ayudó mucho en Atlanta 96. Me iría también con José Manuel Rodríguez, Rodri, que me ha apoyado muchísimo en momentos personales importantes. Me iría además con otros dos atletas que son muy profesionales: Jesús España, fondista, y Mario Pestano, lanzador de martillo, que encarna la imagen idílica del atleta griego.

¿La filosofía del deporte interesa a los políticos? Quiero decir: ¿Hay políticas activas para fomentar el deporte, o la cosa se queda en discursos bonitos cuando hay triunfos en las portadas? ¿El deportista se siente utilizado por la política?

Sí. Lamentablemente, sí. El deporte se está utilizando como herramienta política, sin ninguna duda. En Cataluña se intenta que los atletas se manifiesten a favor de una opción política u otra…

Viendo cómo se trabaja en otros países, está claro que en España no se hace una política activa en materia de deporte. El deporte es parte importante de la educación, no es algo anexo. Las matemáticas son cruciales, pero el deporte también. Una buena política activa en materia de deporte serviría para mejorar la integración de los inmigrantes, por ejemplo, y otras muchas cuestiones sanitarias y sociales. Sin embargo, los cálculos electorales se hacen a cuatro años, y estas políticas activas tienen sus efectos a 10, 15 ó 20 años…

¿Cómo ve usted a los atletas de la nueva generación? ¿Les ve preparados para sufrir?

No. Venimos de 10-15 años de crecimiento económico que nos convirtió en una sociedad casi de nuevos ricos. Vemos, en general, una adolescencia que piensa sólo en derechos, no en obligaciones. Los años de crisis no han servido para reeducar a esta generación, que es la que debe tomar el relevo. Una sociedad productiva exige otros parámetros: más trabajo, más responsabilidad. Lo contrario acaba pasando factura.

¿El periodismo deportivo presta al atletismo español la atención que merece, o donde haya fútbol…?

No tengo ninguna queja con la prensa. Al final, los medios están ahí y creo que nuestra obligación es mantener una relación adecuada. Aún así, vivimos en un contexto en el que el fútbol tiene mucho peso dentro de la sociedad española. Aquí todo el mundo entiende de fútbol. De hecho, el que no entiende de fútbol es un bicho raro… En esa realidad vivimos, y eso es lo que muestran los medios. En otros países de nuestro entorno, como Francia, Inglaterra y Alemania, otros deportes son capaces de abrir portadas antes que el fútbol, como sucede con el rugby.

¿Cuál es su meta en la vida?

Estar satisfecho con lo que hago.

¿Qué  tiene usted de asceta?

Los corredores de largas distancias somos ascetas del asfalto. Así nos llamaron una vez en un reportaje periodístico. Después de tantas horas de carreteras y de caminos tenemos tiempo para reflexionar sobre muchas cosas.

¿Y de solitario?

Mucho. En este deporte, el que no asume algo de soledad lo tiene complicado. Pasamos mucho tiempo solos, compitiendo. Pero no es la triste soledad de una persona antisocial: es una soledad elegida y consentida por necesidades del guión.

REBOBINANDO

A todas las unidades. El atletismo español desacelera. El hombre que atravesó las generaciones a ritmo de marcha cree que hay que subir la cuesta regenerando el deporte con savia nueva, carbohidratos económicos y lecciones rápidas de aprender a sufrir sin disfrazarse de mártir.

Y eso que hablamos de marcha-marcha-queremos-marcha-marcha, que tararearía Rosario Flores.

He aquí un TAC del atletismo español desde dentro, y con la puerta de salida de Brasil a un verano.

Si el atletismo es el deporte por excelencia y las costuras están así, aquí, sirvan las palabras de Bragado como anamnesis, diagnóstico y tratamiento. En esta entrevista, lo han visto, no hay balones fuera, ni huídas hacia adelante. Hay bragadeces como puños.

Jesús Ángel es también la encarnación de los que defienden la identidad española en una larga marcha por los pedaleos de Cataluña. Un peleón en las arenas movedizas de la política a contracorriente. Llena de dopajes y tramposos, y llena, también, de hombres con doble ración de coraje.  

¡El juego que puede dar ver las cosas con los ojos de un atleta! No es sólo trabajo. Es pasión. Constancia. Meta. Podio. Y así, paso a paso, a músculo quitado, abren brecha los que han nacido para llegar hasta el final. Sin tresporcientos. Sin complejos.

Es del PP. Pero lo de “Hacer. Trabajar. Crecer” para él no es un lema de campaña. Es una microbiografía de campeón.

Ave Bragatus. Los que contemplan cómo te has dejado las pestañas por España, te saludan.