La ‘división anti-ETA’ del BBVA acabó investigando filtraciones de empleados a periodistas

La cúpula del banco encargó rastreos de correos y llamadas al departamento de Seguridad, que se dedicó a la protección de altos cargos frente a la amenaza terrorista

BBVA

El BBVA espió a sus empleados en busca de topos que filtraran a la prensa, entre ellos a Confidencial Digital. El banco examinó miles de correos electrónicos y llamadas salientes y entrantes de sus trabajadores para buscar comunicaciones con periodistas. La cúpula de la entidad encargó algunos de los rastreos a la ‘división anti-ETA’.

En el sumario del caso BBVA-Villarejo, al que accedió el diario El País el pasado 15 de febrero, constan correos de directivos que dan a Julio Corrochano, jefe de Seguridad de la entidad, listados de periodistas y sus números de móvil para que averiguara con quién hablaban.

El objetivo del banco era interceptar conversaciones de empleados con periodistas para identificar al autor de las filtraciones de información sobre operaciones corporativas, decisiones o relevos en la cúpula de la entidad.

“Te agradecería que miraras si podemos sacar alguna conclusión de dónde sale esa filtración”. El 9 de mayo de 2012 el entonces director de Comunicación del BBVA, Ignacio Moliner, le hace ese encargo a Corrochano.

Un periodista de El Confidencial había llamado al banco para contrastar una información según la cual el BBVA había dicho no a una posible fusión con Bankia. Corrochano contesta para pedir el nombre del periodista y sus teléfonos, y Moliner le envía nombre, fijo y móvil.

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Búsquedas incluso en cuentas particulares

Además, tal y cómo contó ECD este lunes, el actual director de Comunicación del Grupo BBVA, Paul García Tobin, pidió también al departamento de Global Forensics & Threat Intelligence, dedicado a investigaciones forenses e inteligencia de amenazas, que rastreara los correos relacionados con un redactor de Confidencial Digital, incluyendo la búsqueda a sus cuentas particulares.

-- “Necesitamos por favor ver si este año ha habido mails dirigidos o recibidos desde la siguiente dirección: jafrauca@elconfidencialdigital.com”.

El 10 de noviembre de 2016, Tobin le hizo este encargo a Jorge Blanco Alcover, miembro del departamento de Global Forensics & Threat Intelligence. El director de Comunicación le pidió incluso que, “al ser un apellido tan extraño, no sé si también podríamos hacer una búsqueda por el apellido Frauca, por si tuviera un gmail o parecido”.

En el correo se informa también de estas pesquisas al jefe de Seguridad de BBVA, Julio Corrochano y al entonces director internacional de Seguridad Informática, Santiago Moral Rubio.

Le cuentan a Confidencial Digital fuentes bien situadas en el banco que el departamento de seguridad del BBVA lleva “décadas” operando para proteger los intereses de la entidad, así como la seguridad de sus altos cargos y empleados.

Está formado por ex policías y agentes en excedencia, algunos de ellos altos mandos, militares y expertos en seguridad.

El origen de todo

Según explican fuentes conocedoras de la organización interna del banco en materia de seguridad, el origen de este departamento hay que buscarlo en la década de los ochenta, los denominados ‘años de plomo’, cuando se recrudecen las campañas del impuesto revolucionario, los secuestros y los asesinatos por parte de la banda terrorista ETA.

Tal y como cuentan estas voces, el catalizador del proceso es el secuestro y posterior asesinato del empresario e industrial Javier de Ybarra y Bergé. La banda terrorista lo capturó en 1977 y exigió un rescate de 1.000 millones de pesetas -seis millones de euros- por su liberación.

La familia Ybarra fue una de las fundadoras del Banco Bilbao en 1857. Y también se encontraba entre los promotores del Banco de Vizcaya cuando empezó su andadura en 1902. El apellido Ybarra estaba profundamente conectado con ambas entidades desde sus orígenes. De hecho, el propio Javier de Ybarra era consejero del Banco de Bilbao en el momento de su secuestro.

Los hijos del secuestrado solicitaron ayuda a ambos bancos para reunir el dinero a tiempo. Sin embargo, ambas direcciones tasaron en 25 millones de pesetas la cantidad máxima que podían ofrecer. Esos 50 millones fueron insuficientes y a Javier de Ybarra lo acabaron encontrando dentro de un saco, colgando de una pared y de con un tiro en la cabeza. En la autopsia se halló hierba en su estómago, síntoma de que los terroristas no le habían alimentado durante su cautiverio.

Como explican quienes conocen de cerca la historia, el impacto del asesinato fue brutal. Tanto en ambos bancos, que entonces se encaminaban irremediablemente a su fusión, como entre las familias adineradas del País Vasco. Y especialmente entre los Ybarra, ya que en el consejo de ambos bancos había varios miembros de la familia. Algunos incluso se mostraron contrarios a ceder al chantaje de ETA. Emilio Ybarra, su sobrino, era entonces consejero delegado del BB.

Una unidad para proteger al banco

El suceso implicó también cambios en el Banco de Bilbao y en el Banco de Vizcaya. Cuentan a ECD fuentes de la entidad que fue entonces cuando las cúpulas de ambas empresas decidieron dar un paso adelante: pusieron en marcha una unidad cuyo objetivo sería proteger la seguridad y los intereses tanto de los bancos como de sus altos cargos y empleados. No podía volver a ocurrir algo como lo de Javier de Ybarra. El banco debía ser capaz de protegerse a sí mismo y a los suyos.

En 1983 se produjo otro hito importante en el proceso de gestación de este departamento de seguridad. El ‘Comando José Martí’ de ETA colocó una bomba frente a una oficina del Banco de Vizcaya en Bilbao. La llamada a la Guardia Civil alertó que el artefacto estaba listo para explotar en 10 minutos, sin embargo la deflagración se produjo a los tres minutos, cuando el personal evacuaba el local. Murieron dos empleados del banco. Aquello provocó la primera gran manifestación contra ETA de la historia en el País Vasco.

Ambos bancos siguieron impulsando paulatinamente sus embrionarios departamentos de seguridad hasta 1988, cuando se produce la fusión bajo la marca Banco Bilbao Vizcaya. Y poco después, ETA vuelve a poner su diana en la cúpula del BBV.

Intento de secuestro al consejero delegado

Llegó 1992. Un año en el que España se jugaba su imagen internacional con la organización de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la EXPO de Sevilla. El Ministerio del Interior inició una intensa campaña contra ETA y en las primeras semanas del año la Guardia Civil detuvo a un ‘talde’ del ‘Comando Vizcaya’.

Entre la documentación capturada se encuentran los nombres de altos cargos del BBV, su fotografía y su dirección. Entre ellos está el de Emilio Ybarra, presidente de la entidad. Y su nombre estaba marcado con un asterisco. El hallazgo no hizo más que reforzar las intenciones de la cúpula por desarrollar su departamento de seguridad.

Fondos “casi ilimitados”

El departamento de seguridad ya operaba en esos años como un auténtico cuerpo de protección a todos los niveles. Contaba con policías en excedencia, ex miembros de las Fuerzas Armadas e incluso antiguos agentes de inteligencia del Estado.

Cuentan las voces consultadas que tenían a su disposición fondos “casi ilimitados” para formación, armamento, instalaciones para prácticas de tiro, cursos de instrucción en el extranjero... Eran ellos quienes se ocupaban de la escolta armada de los altos cargos de la entidad, a quienes trasladaban en coches blindados.

Diez años más tarde estallaría el escándalo de las cuentas secretas del BBV en el paraíso fiscal de Jersey. El banco había operado durante 13 años, desde su fusión, con fondos ocultos al fisco y a los reguladores bancarios españoles.

Y muchos, entre ellos un hijo de Javier de Ybarra, señalaron entonces la sospecha que esas cuentas tenían algo que ver con aquellos duros años de lucha contra ETA desde los sótanos del BBVA. El lugar desde donde opera este departamento de seguridad.