El rey don Juan Carlos le ha cogido gusto a improvisar discursos cortos: cada vez lo hace más

La última visita de don Juan Carlos a Santander, con ocasión de la celebración del ‘Día de las Fuerzas Armadas’, le permitió visitar un lugar entrañable, vinculado a su infancia: el magnífico Palacio de la Magdalena, ahora sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y sus famosos cursos de verano.

Se celebró allí un banquete y al final, en los brindis, el rey pronunció unas palabras que se notó que eran sentidas. “Estoy en Santander, estoy en casa”, dijo, para añadir que nunca esta figura había sido tan real “porque tengo muchos recuerdos de este palacio, de los cuadros que están en sus paredes”.

Después, dio las gracias al alcalde, porque la ciudad se había volcado en los actos castrenses, y también por el cariño hacia la Familia Real. Al presidente autonómico, Revilla, le dijo que su región había hacho una “demostración de españolidad”. También expresó su reconocimiento a la ministra de Defensa, Carme Chacón, por el buen desarrollo de los actos.

Lo que es menos conocido –y lo puede contar El Chivato- es que ese parlamento del rey le salió de dentro porque fue improvisado. No estaba prevista una intervención así.

Escucha El Chivato, en fuentes que tienen acceso habitual al Palacio de la Zarzuela, que últimamente don Juan Carlos “está tomando la costumbre de improvisar intervenciones”. No son piezas largas, ni demasiado protocolarias. Lo hace en reuniones y actos menos formales, pero lo hace.

Por lo visto, se siente mucho más suelto y confiado y se atreve a saltar de vez en cuando la vieja costumbre de leer un papel.

 

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