Santi Vila: el año que pasó del cielo al infierno

El pasado miércoles Santi Vila hizo pública su baja como militante del PDeCAT. No ofreció ninguna explicación sobre los motivos de esa decisión. No obstante, muchos relacionaron ese movimiento a la próxima asamblea del partido, que se celebrará en las próximas semanas, y en la que se decidirá la nueva propuesta ideológica de la formación.

Desde la antigua Convergència se da por hecho que el ex conseller se marcha consciente de que la dirección del partido volverá a dar una vuelta de tuerca más al proyecto independentista, alejándose de los valores fundacionales de CDC. Una circunstancia que supondría la “guinda” a una transformación de la que el propio Vila ha sido testigo directo... y víctima.

Según explican a El Chivato, Vila ha tomado la decisión de marcharse después de vivir uno de los años más difíciles de su carrera política. Todo comenzó antes del verano pasado, cuando el Govern de Puigdemont puso en marcha el calendario del camino hacia la independencia. Para entonces, Vila ya temía que todo tuviese un “mal final”, pero la realidad superó cualquier expectativa.

El ex conseller, pese a no ser un firme defensor de la independencia, y menos aún de un choque de trenes con el Estado, se mantuvo en el Govern hasta el final por dos motivos. El primero, por la amistad personal que mantenía con Puigdemont y la defensa a ultranza que el ex president hacía de él. Y el segundo porque confiaba que, llegado el momento, “todos darían un paso atrás”.

En ese sentido, Vila era señalado por muchos compañeros como el futuro líder del PDeCAT una vez que hubiese fracasado el proceso independentista. La tesis era que el partido, después de demostrarse que la independencia era imposible, debía volver al nacionalismo clásico, moderado y sensato, y él estaba llamado a liderar esa nueva etapa.

Lo que sucedió a partir del 1-O desbarató esos planes. Puigdemont se mantuvo en sus trece hasta el final y no escuchó los consejos del propio Vila, que le insistió en la necesidad de convocar elecciones para evitar la aplicación del 155 y la intervención de Cataluña. El entonces president hizo caso omiso y él se vio forzado a dimitir de su cargo en el Govern.

Entonces comenzó su descenso a los infiernos. Ha sido “perseguido” con saña por parte del sector más independentista del PDeCAT. Fue tachado de “traidor” y “han ido a por él desde el minuto uno”. La presión surtió su efecto y, tras meses de duro acoso, “llegó a ofrecerse a los socialistas” buscando una salida digna. Pero el PSC ha rechazado su fichaje.

Completamente aislado y desgastado, ahora ha decidido dejar la política: “Sabe que ese ya no es su futuro”.


 

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