Un estudio demuestra que el flamenco es catalán

Bailaora de flamenco.
Bailaora de flamenco.

El flamenco es uno de los símbolos más reconocibles de la cultura española para los extranjeros, si bien dentro de España se suele asociar este baile con Andalucía. Concretamente, se apunta a tabernas del sevillano barrio de Triana como los primeros escenarios donde grupos de gitanos empezaron a bailar este género en el siglo XVIII.

El Chivato ha podido consultar un estudio reciente que aporta un origen muy distinto del andaluz para este baile: “el baile flamenco debe tener origen catalán”. La afirmación no alude a Carmen Amaya, la bailaora flamenca más conocida, que nació en el barrio barcelonés del Somorrostro; ni a Rosalía, la cantante catalana que triunfa actualmente con una fusión de flamenco, pop y trap. Los argumentos son de tipo lingüístico.

El estudio lo firma Francesc Magrinyà y lo difunde el Institut Nova Història: una entidad nacionalista que lleva años difundiendo teorías alternativas que avalarían que Castilla o España han estado siglos “robando” a Cataluña personajes y gestas históricas, desde Cristóbal Colón y el descubrimiento de América hasta Miguel de Cervantes (que habría escrito ‘El Quijote’ en catalán), Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola. Todos ellos fueron, según estas teorías, catalanes (o valencianos o baleares), pero el poder castellano habría manipulado documentos y pruebas para que pasaran a la posteridad con otros orígenes.

En “‘Flamenc(o)ʼ és català: estudis, reflexions i deduccions”, Magrinyà plasma una serie de argumentos lingüísticos que, a su juicio, demuestran que el término flamenco no es una palabra propiamente castellana, sino catalana. Por ejemplo, indica que en catalán el sufijo -enc sirve para designar pertenencia, mientras que no es así en castellano: además, asegura que las palabras castellanas que terminan en -enco proceden del catalán.

Por otro lado, explica cómo el término “flamenco”, para designar a las personas de Flandes, sería una adaptación catalana del neerlandés “Vlaam-”, nacida seguramente con la llegada del rey Carlos I para heredar los reinos de sus abuelos los Reyes Católicos. El monarca llegó de Flandes acompañado de un amplio séquito de cortesanos flamencos, y el Institut Nova Història asegura que entró en la Península a través de Cataluña y Valencia, antes de pasar a Castilla -pese a las evidencias que se desembarcó en la actual Cantabria-.

Otro argumento que aporta este autor del Institut Nova Història abunda en la teoría de que el nombre de flamenco para este baile procede de que los movimientos se asemejan al crepitar de una llama, que en catalán -y, de nuevo, no en castellano- se dice “flama”, y que se bailaba junto a las llamas de los campamentos de gitanos que habrían entrado en la Península Ibérica desde Perpiñán y por Cataluña.

Esta teoría del origen catalán del flamenco se apuntala con más argumentos lingüísticos. Por ejemplo, que la palabra “toná” (uno de los palos del flamenco) “es de procedencia claramente catalana y vendría de tonada”; y que “cante” derivaría del uso valenciano del verbo cantar para indicar que una persona se disponía a ello.

El autor de este artículo señala que muchos estudiosos han querido obviar “la vertiente catalana del baile flamenco” en favor de promocionar “la parte castellano-andaluza”. Frente a ello, él dice aportar estos “indicios lingüísticos que apuntan, pienso que muy claramente, a un papel fundamental de la cultura y la lengua catalanas en la formación del baile flamenco en la Nación Catalana y en Andalucía”.

 

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