ALMUDENA ARIZA lleva más de 33 años dando la cara en TVE. Periodista. Corresponsal en Pekín, Nueva York y París. Reportera todoterreno. Ucrania es la última guerra cubierta con su micrófono entre las decenas de tragedias que nos ha contado en directo: desde el 11-S hasta Bucha, pasando por volcanes, huracanes y atentados. Es autora del podcast Plano Corto, un homenaje vocacional al “periodismo lento”.

Almudena Ariza: “En televisión sobran ‘todólogos’ y faltan periodistas sobre el terreno”

Periodismo trashumante al pie de la noticia. Una mujer a una alcachofa pegada. Mientras otros optan por no mirar hacia arriba, ella contempla de frente y en directo lo que usted ve en los telediarios desde el sofá. Ha hecho el Pacífico -Pekín- y el Atlántico -Nueva York-. Ha perseguido la actualidad en París. Una corresponsal habitual en su propio domicilio. Acaba de contarnos las primeras semanas de la guerra de Ucrania. Mucha mili de tragedias en su currículo televisero. Su éxito es estar aquí sin virutas de cinismo tres décadas y pico después de estrenarse en la pequeña pantalla de la mano de Jesús Hermida.  Las torres gemelas, Afganistán, Irak, Haití, Indonesia, Corea del Norte. Atentados, bombas, terremotos, tsunamis, hambrunas, muerte y libertad de expresión. Una valiente en su salsa. Una enviada especial estable en el epicentro de casi todas las crisis mundiales de la odisea de los 2.000. Una maratoniana incansable en mitad de un oficio noble que sigue corriendo hacia la realidad sin huir de su misión.

Almudena Ariza.

Almudena Ariza es la AA de TVE. La primera en el móvil a quien pedir una cobertura urgente. Habitual en la línea de salida para montar la maleta y volar hasta donde haga falta plantar una cámara y contar al mundo la realidad sin filtros.

Treinta y tres primaveras de lluvias y soles en la-uno y venía de la radio. De la-SER aterrizó en la televisión pública para presentar con Hermida el telediario nocturno con la vocación perpetua de contar historias mucho antes de que los modernos del periodismo convirtieran las historias en el santo grial. Ha compartido pantalla también con Jordi Hurtado y Matías Prats. Ha presentado Informe Semanal. Una reportera clásica. Una enviada especial sin fronteras. Oriente y Occidente. Nos ha contado Asía (2010-2012), Nueva York (2013-2019) y la Francia (2019-2021) de Macron que aspira a ostentar el liderazgo que jubiló Merkel.

Tuvo los votos para ser la directora de Informativos de RTVE, pero prefirió apelar al censo en un movimiento inédito que también describe su trayectoria. 

Hace unas semanas ha vuelto de Ucrania con metralla. Ahora está de segundas nupcias en la corresponsalía de TVE de Nueva York cubriendo una baja y disfrutando en alta de su pasión periodística. Experiencia. Madurez. Ética. Mundo. Olas, tierras que tiemblan, disparos, puñadas por la espalda, gritos de guerra, humo y destrucción. Deportiva y apasionada, dialoga desde el otro lado del charco con una sonrisa.

Además de toda la traca de los renglones continuos de su LinkedIN, dirige el podcast Plano Corto, corre maratones, ha sido profesora, se ha comprometido, ha reído, ha llorado, y está aquí, en disponible directo.

Plano americano.

Conectamos con Almudena Ariza, enviada especial a la historia reciente del periodismo audiovisual español.

Después de cubrir tantas guerras y tantas catástrofes en medio mundo, ¿cómo se logra no transformarse en una persona cínica?

No tengo ninguna estrategia, la verdad. Ni las guerras ni la vida, en general, me hacen más cínica. Más bien todo lo contrario. Hace unos días, un compañero experimentado en decenas de conflictos me confesaba en un episodio de mi podcast Plano Corto que cada vez es más sensible y tiene “el muelle más flojo”. Y se refería a varias historias que había vivido en Ucrania y que le habían hecho llorar. A mí me ocurre algo parecido. Soy de lágrima fácil y a veces no puedo evitar engancharme emocionalmente con personas que entrevisto o que se me cruzan por el camino. Y siento una enorme frustración, porque a la mayoría de ellas sé que no las volveré a ver nunca más…

 

¿La experiencia hace callo, o el drama humano siempre interpela?

Los años de experiencia como periodista me ayudan a resolver problemas y a lograr más eficiencia en el trabajo. He aprendido a moverme por el mundo, a detectar historias y, quizá, a contarlas mejor que hace unos años. La experiencia me ha enseñado, también, a descubrir a las personas que me aportan y a evitar a las que me restan. Pero, en líneas generales, sigo siendo la misma periodista sorprendida ante el mundo que he sido siempre, la eterna curiosa y una mujer muy sentimental. Me duelen las historias que cuento e incluso, te diría, cada vez tengo la piel más fina. Aprendes, claro, a distanciarte un poco de lo que narras, pero me rebelo contra mí misma cuando mi cabeza normaliza determinadas situaciones, y esto ocurre a menudo en las guerras. El primer día que escuchas las sirenas antiaéreas, te asustas. Cuando llevas una semana oyéndolas, ya ni le prestas atención. El día que estuve más cerca del frente de batalla, en Ucrania, tuve distintas sensaciones. Los primeros minutos fueron aterradores. Tras más de dos horas escuchando disparos de artillería nos dimos cuenta de que empezábamos a habituarnos a esos sonidos. En las guerras, como en la vida, conviene evitar que cosas que son terribles acaben formando parte de una cierta rutina.

“Cada vez tengo la piel más fina. En las guerras, como en la vida, conviene evitar que cosas terribles acaben formando parte de una cierta rutina”

¿Qué te ha marcado de la cobertura en Ucrania?

Me han marcado los testimonios de quienes han visto cómo los rusos asesinaban sin piedad a sus familiares, vecinos, amigos… Los soldados entraban en las casas y se llevaban a los hombres detenidos, los torturaban y muchos eran ejecutados después. Han violado a mujeres y niños, y han bombardeado escuelas, hospitales, edificios de viviendas… Cuando llegué a Bucha, dos días después de que salieran los rusos, aún se veían los muertos en las calles. Ese mismo día se encontraron varios cuerpos en un sótano que se usaba como centro de tortura, que también pudimos filmar. Varios vecinos nos llevaron hasta la fosa común donde había decenas de cadáveres. Los brazos y las piernas todavía sobresalían a través de la capa de tierra arcillosa que los cubría. Cada testimonio que encontrábamos en Bucha era más terrorífico que el anterior. Bucha me quedará como una de las grandes heridas de esta guerra. Pero ha habido decenas de historias durísimas que aún me conmueve recordar.

No solo me han marcado las atrocidades, que han sido muchas. También me han conmovido los actos de valentía, de compromiso, de solidaridad. Los ucranianos se han involucrado en la defensa de su país de una forma heroica. Algunos en el frente, pero la mayoría, como voluntarios, repartiendo comida, ayudando a los enfermos, cosiendo ropa para los militares, llevando medicinas a los ancianos, acompañando a los niños en los refugios o hasta haciendo teatro y música para consolar el alma. El catálogo de actividades ejemplares que he conocido es colosal.

No hay justificación posible para un acto como es la invasión de un país independiente y soberano, donde sus ciudadanos vivían en paz y ahora son asesinados en masa por decisión de un psicópata que incluso amenaza al mundo entero con su arsenal nuclear. Y condenar esto no es defender a ningún otro bando, es defender a las víctimas, a la población civil, a los miles de inocentes que están siendo masacrados.

Comunicas en medios desde los 17 años. ¿Crees ahora más o menos en el periodismo?

Creo en el periodismo tanto como antes. Cada vez creo más firmemente en el periodismo sobre el terreno y ésta es una lucha que estamos perdiendo. Los medios no quieren apostar por tener reporteros ni corresponsales. Les resulta demasiado caro. Para abaratar las coberturas tiran de freelance a los que muchas veces maltratan y a los que pagan una miseria. En Ucrania, los testimonios, las fotografías y los videos que hemos grabado los periodistas que hemos estado allí van a ser usados en la investigación internacional sobre posibles crímenes de guerra. Fíjate si esta vez ha sido importante nuestra presencia in the field.

Los periodistas disponemos ahora de más herramientas para contar historias, y afortunadamente, en ocasiones, triunfan fórmulas que permiten trabajar al margen de los medios tradicionales. Hay experiencias de periodismo colaborativo muy interesantes que están dando magníficos resultados, por ejemplo, en periodismo de investigación.  Mientras haya vida habrá historias y necesidad de periodistas que las cuenten, con sus datos y su contexto. Y esto es cada vez más necesario para combatir la propaganda y la desinformación.

En 1989 Jesús Hermida te abrió las puertas de RTVE. Sabemos que le contaste una historia y aquello fue suficiente, pero no sabemos cuál…

Yo tampoco la recuerdo... Sé que era una noticia que había dado por la mañana en un boletín de la Cadena SER, donde trabajaba entonces. Y sé que era una noticia de un padre y un hijo, y que tenía final feliz. De eso sí me acuerdo, porque por eso la elegí. Creo que había alguna moraleja en ella y sabía que a Hermida le iba a gustar. Se la conté sentada en un taburete muy alto, sola, en medio de un gigantesco estudio de televisión que estaba a oscuras. Me sentí bastante cómoda, a pesar de que la puesta en escena era intimidante.

Jesús Hermida se colocó delante de mí y me escuchó en silencio. Fue la única prueba que me hizo y días después me llamó para decirme que iba a presentar con él el informativo nocturno. Yo venía de la radio y nunca había hecho televisión. Solo me han temblado las piernas dos veces en mi vida: una noche de Reyes y la noche que me estrené como presentadora de un informativo con Jesús Hermida.

“Solo me han temblado las piernas dos veces en mi vida: una noche de Reyes y la noche que me estrené como presentadora de un informativo con Jesús Hermida”

Dices que aquella televisión de los 80-90 era más moderna. ¿Cuál es tu análisis sobre la televisión en los tiempos de YouTube y TikTok? ¿Qué sobra y qué echas en falta?

Se hacían programas de televisión muy rompedores y con contenidos que hoy, quizá, se rechazarían por no ser “políticamente correctos”. Me vienen a la cabeza nombres como el de Paloma Chamorro o Antonio Gasset, dos grandes transgresores. Recuerdo también los excelentes reportajes de nombres míticos como Miguel de la Quadra o de Carmen Sarmiento, a quienes yo soñaba parecerme, y que eran muy innovadores en su forma de contar historias. Ahora sigue habiendo reporteros extraordinarios de los que aprendo cada día, pero también veo un exceso de “comunicadores de salón”, gente que habla sobre infinidad de temas sin haber movido el trasero de su silla. Me sobran todólogos y me faltan periodistas sobre el terreno.

Te has pasado media vida corriendo por Asia, Nueva York, París, y ahora estás descubriendo el “periodismo lento”. Me interesa escuchar tu reflexión personal sobre la necesidad de bajar la intensidad y pensar más despacio.

Vivimos en una época de sobreabundancia informativa, obsesionados con la rapidez, con el impacto, cautivados por lo inmediato, por el aquí y el ahora, y eso muchas veces es solo ruido y banalidad. Un periodismo de consumo fácil que no nos mejora como personas ni como sociedad, que no nos empuja a reflexionar, que no nos proporciona una información nutritiva. Es como si todo el día estuviéramos comiendo hamburguesas y patatas fritas, y ya sabemos cómo terminó el protagonista de Super Size Me.

El periodismo lento surgió como una respuesta a todo eso y hasta se publicó un manifiesto hace doce años. Se hablaba de un periodismo de cocción lenta que aboga por la desaceleración. Los medios lentos se centran en la calidad y en el respeto a los usuarios y consideran que escuchar es tan importante como hablar. El periodismo lento nos lleva hasta el fondo de las cosas, en contraposición con el periodismo acelerado de hoy que solo se queda con la espuma.

“Vivimos en una época de sobreabundancia informativa, obsesionados con la rapidez, con el impacto, cautivados por lo inmediato, por el aquí y el ahora, y eso muchas veces es solo ruido y banalidad”

Después de Oriente y Nueva York, te tocó Francia. Tras el frenesí de Asia y América del Norte, ¿cómo viste a Europa? ¿La ves preparada para los retos del futuro o en segunda división?

Yo venía de sociedades muy dinámicas, la estadounidense, la china…y claro, volver a Europa me puso frente a un modelo muy diferente, donde a veces la propia innovación choca con la rígida estructura del sistema. En Francia se da una curiosa paradoja: es uno de los países con más ayudas sociales y mayor nivel de descontento. Son los eternos cabreados. Pero también disfruté mucho sus contradicciones, y sigo amando su veneración por la belleza, el arte, la cultura y el buen comer.

Macron trata una y otra vez de convertirse en una especie de gran líder europeo, pero choca con una realidad que le vuelve a poner en su sitio. Trump ninguneó a Europa durante mucho tiempo y Europa se achantó. En la crisis de Ucrania hemos visto que la Unión Europea ha retomado cierto liderazgo y que incluso Estados Unidos le ha dejado hacer. Esperemos que esto sea solo el principio de una nueva etapa de empoderamiento europeo.

Después de muchos años fuera, entre colegas de todo el mundo, ¿cómo ves el periodismo español?

Hay profesionales excelentes, pero también veo mucho periodismo de trinchera, colegas que toman partido y que no dan noticias ni cuentan historias, sino que usan la información como arma política. Me gustaría ver más periodismo de investigación y menos filtraciones interesadas. Y echo de menos, sobre todo en la televisión, la información internacional. La figura de los corresponsales está en peligro de extinción. Y veo también un auge de cierto pseudo-periodismo: gente que es capaz de llenar varias páginas de un digital solo con un corta-pega de tuits y que luego redondean con un titular llamativo que solo busca aumentar el tráfico web.

Además de contar las historias con acierto, transmites ilusión por el oficio detrás de las cámaras. Hay mucho periodista decepcionado con el paso del tiempo, pero no parece el caso.

Cuando pierdo una ilusión, me busco otra. Para mí, lo más importante es que mantengo la curiosidad y las ganas de aprender. Estoy viva y alerta. La verdad es que me encanta lo que hago. Descubrir, viajar, conocer, investigar, contar.

“Veo mucho periodismo de trinchera, colegas que toman partido y que no dan noticias ni cuentan historias, sino que usan la información como arma política”

Guatemala, 2004

¿Cómo ves TVE?

Llena de talento y aplastada, muchas veces, por la burocracia, por una estructura administrativa lenta y pesada, y por el mal uso que de ella han hecho muchas veces los políticos. Pero insisto: llena de talento. Los mejores profesionales de este país se han formado en la televisión pública. La misma que, muchas veces, les deja ir porque no saben o no quieren reconocer su valía.

¿Qué periodismo debería enseñarse en las facultades para que esta profesión no se ahogue en el descrédito?

El único que existe: el de la búsqueda de la verdad. O lo más aproximado a ella de lo que seamos capaces.

¿Qué es la valentía en el ejercicio del periodismo?

Ser valiente es denunciar la mentira, las presiones y actuar con rigor y honestidad. Y también es tener la fuerza de carácter suficiente para decir ¡no! cuando sea necesario.

Nos contaste muchas historias sobre el Me Too. ¿Qué has pensando desde entonces sobre la consideración de la mujer en el siglo que nos toca? ¿Cómo definirías tu manera de ser feminista ahora que la batalla por la igualdad la compartimos masivamente, aunque se haya fraccionado el movimiento?

Las mujeres estamos en permanente lucha. No podemos bajar la guardia. Y, en el periodismo, seguimos siendo mayoría en las redacciones y minoría en los puestos donde se decide qué hacen y qué cuentan los redactores. Muchas veces sobra testosterona, machoexplicación y paternalismo, sobre todo entre corresponsales de guerra. Las mujeres, además, nos visualizamos menos. Nos vendemos siempre con pudor y seguimos batallando cada día con nuestro permanente síndrome del impostor.

Empezaste tu carrera en la radio y ahora disfrutas con el podcast Plano corto. La radio, que fue tu escuela, ¿acabará siendo parada final?

No sé. De momento, es un mundo que me encanta seguir explorando. Me da tiempo y libertad para contar y me permite escuchar más y hablar menos.

“Las mujeres somos mayoría en el periodismo español, pero seguimos siendo minoría en los puestos donde se decide qué hacen y qué cuentan los redactores. Sobra testosterona, machoexplicación y paternalismo, sobre todo entre corresponsales de guerra”

Ibas para guitarrista flamenca después de que te enseñara a tocar un enterrador, ¿el periodismo te ha merecido la pena?

Creo que soy mejor profesional como periodista de lo que habría sido si me hubiera convertido en guitarrista de flamenco. Era mi sueño de niña y fue lo que estudié durante muchos años. También hice guitarra clásica en el conservatorio, pero se me cruzó el mundo de la radio y mis planes de vida dieron la vuelta como un calcetín. Ya no toco la guitarra como antes, pero la música me acompaña siempre.

¿Alguna relación entre el periodismo y una maratón?

Cuando decides que vas a correr una maratón empiezas a escribir una historia que se termina cuando cruzas la meta. Cuando empiezas una cobertura periodística ocurre algo parecido. Te enfrentas a un reto nuevo y comienzas a hacer kilómetros. Solo de tu preparación, de tu rigor, de la honestidad y de la pasión con que afrontas el reto, depende tu éxito. Las mismas exigencias que una carrera de larga distancia.

Te ves en el futuro viajando en caravana por el mundo y contando historias. Pensaba que la madurez de una reportera era aparcar las maletas y disfrutar del hogar…

De momento, mi sueño es no parar, descubrir lugares y personas y seguir haciendo maletas. Si llego a un sitio y me siento feliz, ése es mi hogar.

¿Habrías sido buena directora de Informativos de RTVE, o agradeces cada día no haber pisado ese jardín?

Creo que habría sido una directora de informativos honesta, creativa y motivadora. Pero en el momento en el que me lo propusieron no habría funcionado bien. 

“Habría sido una directora de informativos honesta, creativa y motivadora. Pero en el momento en el que me lo propusieron no habría funcionado bien”

 

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