ALVARO MORTE es un actor con cimientos de cemento bajo ‘La casa de papel’. El profesor lleva cinco años de matrícula de honor, pero está en la universidad de la interpretación desde hace más de veinte años. Después de ‘El embarcadero’, ‘La rueda del tiempo’, y ‘Sin límites’, estos días aterriza de nuevo en la gran pantalla con poderío como protagonista de ‘Objetos’, un thriller entre las cosas perdidas y las almas encontradas

Álvaro Morte: “Tratar a las personas como objetos nos convierte en animales”

Fotografías: Patricio Sánchez-Jáuregui.
Fotografías: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Hay gente que se tatúa su cara. Álvaro Morte lleva entre el teatro y el cine dos décadas -Hospital Central, Planta 25, Amar es para siempre, El secreto de Puente Viejo…-, pero su fama explotó cuando Netflix viralizó su papel de Sergio Marquina, el docente preferido de las audiencias de medio mundo. La casa de papel es un tejado. Abajo están los pilares de muchos años sobre las tablas, mucha mili y mucho realismo. Supo dar el golpe y subirse a la ola de la fama cinematográfica con galones liderando la serie española más exitosa de todos los tiempos. Casi nada es por casualidad. Hombre serio de Cádiz. Antes de ser El Profesor, este académico de la interpretación fue Pablo, Toño, Román, Adolfo o Gabriel en decenas de capítulos de series vespertinas donde se fraguan muchas estrellas. Ahora es Mario en Objetos, un thriller sobre cosas perdidas, búsquedas interiores y almas encontradas. La familia y el teatro son el Morte de este héroe del sur que sueña con ser director, productor y hacer comedia. Un cáncer le enseñó a priorizar valores y a madurar por dentro antes de que el tsunami de fuera le construyera una máscara de frivolidad sin preguntar. Por eso pasea por la alfombra roja como por las calles de Algeciras. Un buen tipo. Un buen actor. Un teacher que mira muy bien a la cámara y a la vida. Bello ciao.

Se baja de un taxi. Saluda. Sonríe. Cualquier vecino lo diría ante las cámaras: “Es un tipo muy normal. Nada en él llamaba la atención”. Sin embargo, es un atracador de oportunidades que anda libre por las calles del cine como si el golpe de La casa de papel hubiera sido una anécdota. 

En una zona más bien poligonera del oeste de Madrid, este hombre de Cádiz abre la puerta del vehículo, pisa asfalto, da la mano, mira a los ojos y camina, como si nada. Como si no hubiera gente que se tatuara su cara en el costado. Como si no fuera el cabecilla de una serie con millones de espectadores en 190 países.

Álvaro Morte sin careta. Foto de frente y de perfil. El presunto imprescindible. Anda académico el profesor con paso firme. A medio tono entre el camino al encierro y el pasillo hacia un aula. 1,83. Moreno. Barba. Nos metemos en un lugar gris entre la sala de espera de un psiquiatra y la pecera de una comisaría de aeropuerto internacional para hacerle cantar sus planes. Frente a frente. A ver si tira de la manta.

El pollo está en el horno. No hay riesgo de fuga, porque justo ahora acaba de estrenar Objetos. En este nuevo thriller que pueden encontrar en cartelera, Morte es el epicentro de la trama. Ahora se hace llamar Mario. Oficialmente regenta una oficina de objetos perdidos. Su vida es oscuramente inane, pero la procesión va por dentro. Se le ha visto demasiado cerca del crimen. Algunas prostitutas le señalarían en una ronda. Está más perdido que Elcano en un debate político. Y en su garito de luces rancias hemos encontrado una maleta con un esqueleto infantil… 

Dice que es un tío de Cádiz, joder. Anda por ahí, como si nada. Qué poca vergüenza. 

Luces. Taquígrafos. Grabando.    

Haces muy bien de torpe.

[Carcajada]. Siempre me habían dicho lo contrario sobre mi papel de El profesor en La casa de papel, así que te lo agradezco mucho, porque quería hacer algo distinto.

 

Haces muy bien de persona que se involucra hasta al fondo para ayudar a los demás sin que nadie te lo pida. En estos tiempos de individualismo salvaje, Mario es una Teresa de Calcuta de los objetos perdidos al que le hace feliz la felicidad de los demás.

El protagonista de Objetos, Mario, ante la dificultad para gestionar su felicidad, por esa rotura interior que iremos descubriendo durante la película, usa esa vía de escape: intentar hacer más feliz la vida de los demás. Él se dedica a recopilar objetos perdidos y trata de reparar todo lo que cae en sus manos para devolverlo en el mejor estado posible a sus dueños, restableciendo así la conexión emocional que existía entre esa gente y esos objetos. Pero, en realidad, él es el primero que necesita ser reparado. 

“Los que nos dedicamos al mundo artístico dramático estamos obsesionados con tratar de entender el mundo desde otra perspectiva”

 

Haces muy bien de personaje con instinto paternal y a mí eso me parece atractivo, sobre todo ahora que el paternalismo -curiosamente- tiene connotaciones negativas en el discurso público. 

En el personaje de Mario se mezclan muchas cosas. Incluso él mismo llega a confundirlo todo. Por eso es tan complejo. Durante el trabajo del rodaje quisimos llenarlo de más matices, algunos de los cuales van en esa dirección. Me encanta que los personajes no queden completamente definidos. Creo que en la gama de grises hay mucho más interés que en los sólidos blancos o negros. Mario es una combinación de todo eso. Mario no es paternalista, en el sentido peyorativo que a veces otorgamos a ese adjetivo, indicando exceso de protección hacia alguien o algo. Mario es un tipo torpe y debe lidiar con todas estas pulsiones que le aparecen durante la trama. Una de las cosas que más me interesan de Objetos y de la conformación de este personaje es, precisamente, que sea un antihéroe que tiene que sacar adelante una realidad imperante que no sabe cómo gestionar. 

Hablaba de ese instinto paternal, porque tú eres padre, y entiendo que esa pasión prioritaria en tu vida salpicará al tono que le das a los personajes que te lo permiten.

Nunca, nunca, nunca relaciono mi vida personal y mis experiencias vitales con ninguno de los personajes que he interpretado. Cuando me pongo a crear un personaje, lo analizo en todos sus aspectos desde un prisma psicológico, intento entender cómo conformarlo lo más coherente posible, al menos para mí, durante la sucesión de la trama, y después le añado toda la parte física o vocal, como se aprecia en Mario y en su voz arrastrada, que apenas vocaliza, porque está muy metido para adentro. En ese proceso soy objetivamente cerebral y dejo fuera cualquier tema personal. Otra cuestión es que a veces te encuentras con personajes que poseen características que coinciden contigo, pero eso es pura casualidad. 

Objetos nos pone ante los ojos que hay personas maltratadas que sufren en la vida real a las que nadie -oficial o extraoficialmente- tiende una mano. Nos habla de una sociedad del bienestar que huye hacia adelante como si los problemas de los demás fueran su problema.

Efectivamente, la película aborda diferentes temas y uno de ellos es la cosificación de las personas. Mario se da cuenta de que hay personas que prefieren mirar para otro lado, pero él, incluso estando solo en este mundo, reacciona, aunque lo haga de manera torpe, tosca y burda. Él siente la necesidad de rebelarse a su modo contra una injusticia candente. Muchas veces esta sociedad mira la vida pasar desde la barrera, desde la absoluta comodidad de nuestro apartamento con calefacción, y creo que debemos mojarnos en muchos temas sociales lacerantes para cambiar las cosas. No podemos estar siempre esperando en casa a que alguien haga algo. La sociedad civil debe ser capaz de asumir su liderazgo en la solución de muchos problemas que no pueden sernos indiferentes. 

“La sociedad civil debe ser capaz de asumir su liderazgo en la solución de muchos problemas que no pueden sernos indiferentes”

En ningún momento hemos querido que Objetos sea una película con una gran carga social, aunque en su trama haya cuestiones evidentes de ese cariz. El abordaje no es directo, porque nos parece más interesante hacerlo de manera transversal. Pensamos que el público es suficientemente inteligente como para hacerse cargo del problema concreto. Si los espectadores ven la película y se entretienen con la tensión, con la historia y con el viaje del protagonista principal, y además salen del cine generando un cierto debate sobre los temas que retrata la cinta, estupendo. 

La película apunta al negocio mafioso de las mujeres que alumbran niños robados, con un guiño contra la maternidad subrogada. ¿Convertir a las personas en objetos en qué nos convierte?

Tratar a las personas como objetos nos convierte en animales. Si no somos capaces de ver el alma en los demás, nos convertimos en seres sin alma. 

¿El esqueleto de una niña prematura en primer plano es, también, un alegato provida?

Eso tendrías que preguntárselo al director. Yo puedo tener mis opiniones al respecto, pero esa cuestión te la responderían mucho mejor o Nacho López, el guionista; o Jorge Dorado, que es el director. 

Hablando de objetos perdidos: ¿Qué has ganado y qué has perdido tú desde que La casa de papel te dio el papel de tu vida?

He perdido mucha intimidad y anonimato, pero es un precio que hay que pagar por lo mucho que he ganado. A nivel vital espero seguir siendo el mismo. Yo me siento el mismo. Desde el punto de vista profesional, La casa de papel me ha abierto muchísimas puertas y estoy muy agradecido por ello. 

“Desde La casa de papel he perdido mucha intimidad, pero es un precio que hay que pagar por lo mucho que he ganado. A nivel vital, me siento el mismo”

¿Qué buscas?

¿Se lo preguntas a Mario o a Álvaro?

A Álvaro Morte.

(Risas). Busco entender el mundo. Los que nos dedicamos al mundo artístico dramático estamos obsesionados con tratar de entender el mundo desde otra perspectiva. Ver la vida de otros personajes en una ficción y reflexionar, de paso, sobre la tuya o sobre los problemas de la sociedad, es un camino muy interesante. 

Ha habido muchas fake news sobre ti y muchos datos falsos se han replicado en bucle desde que te conocemos más. ¿Tuviste cáncer?

Eso no es fake.

¿Y qué encontraste en la enfermedad?

En ese proceso encontré una necesidad urgente de reestructurar mis valores y acertar en cómo priorizar las cosas que me atañen.

 

“En el cáncer encontré una necesidad urgente de reestructurar mis valores y acertar en cómo priorizar las cosas que me atañen”

Hablas mucho de que el cine no te ha cambiado. De que eres consciente de que la fama pasa. Que no quieres vivir de las rentas. Que eres uno más con mucha suerte. ¿Cómo se crece cuando todo el mundo te aplaude?

No sé si todo el mundo me aplaude, la verdad. Yo intento no escuchar demasiado esos aplausos, centrarme en el trabajo y enfrentarme a cada paso que tengo que dar como si fuese el primero. Mi propósito es avanzar en cada escalón de la manera más honesta. Si pienso que hay algo que puedo aportar a un determinado proyecto -laboral o vital-, adelante. Si no, me echo hacia atrás. Pero no me dejo llevar por lo que corean los que me rodean. Dejarse arrastrar por esas voces ajenas sería muy insano. 

Dices que no te tomas en serio. 

Soy de Cádiz. Tengo que meterle un poco de cachondeo a mi vida, porque si no…

No debe ser fácil ser intérprete, tener éxito, que haya gente que se tatúe tu cara, y no tomarse en serio.

No tomarse en serio es la mejor manera de afrontar esta realidad. Como dice Buenafuente, “reír es la única salida”, y tiene toda la razón. O sabemos otorgarnos la mínima importancia, o estamos perdidos. Recalco que soy de Cádiz y siempre llevo dentro un gamberro de la coña, por muy serio que pueda parecer a veces. 

“O sabemos otorgarnos la mínima importancia, o estamos perdidos. Soy de Cádiz y siempre llevo dentro un gamberro de la coña, por muy serio que pueda parecer”

Hay varias cosas comunes entre El profesor y Mario que quizá también tengan que ver contigo. Por ejemplo:

Los dos miran con aprecio a las buenas personas y persiguen a los malos sin miedo a matar. 

Yo nunca mataría a nadie, pero abogo siempre por hacer las cosas bien dentro de una ética. 

Los dos son tímidos en el arranque.

Mario y El profesor, sí. 

Pero tú eres de Cádiz.

Yo soy de Cádiz. Y eso siempre ayuda un poco. 

Los dos tienen alergia a la frivolidad.  

Sí. Y yo, también. 

Los dos se enamoran hasta la médula.

Yo también.

Los dos valoran mucho el trabajo bien hecho. 

Yo también.

Ibas para Teleco. Te gustan las ciencias, pero también la Filosofía y la Literatura. Lees a García Márquez y a Shakespeare. Has hecho de Elcano, pero en realidad aspiras a ser un Da Vinci. ¿Se puede ser buen actor sin formarse para ser el mejor humanista posible?

Un actor debería estar formado en todo lo que pueda. La riqueza de nuestra preparación es la mejor herramienta para ejercitar nuestro trabajo. Cuanto más rico es nuestro mundo interior -no solo desde el punto de vista cultural, sino también, vital-, cuántas más personas distintas y más culturas diferentes conozcamos, mejor. 

Elcano-de-izquierdas: ¿cuáles son tus límites?

(Risas). Mis límites siempre son humanos. Mis límites siempre son el respeto a la persona que tengo delante.

Sé que te has explicado suficientemente sobre esas declaraciones en torno a tu papel en Sin límites, pero siempre hay periodistas cutres que estiran las declaraciones y lectores perezosos que se lo comen todo. 

Cuando hago cualquier comentario público, trato de hacerlo con el mayor respeto y, si puedo, cuando se me permite, con cierto humor. 

¿Cuál es tu visión de la cultura española?

¿Hablamos de cómo están las salas de cine, por poner un ejemplo? La cultura debería apoyarse muchísimo más. ¡Muchísimo más! La cultura es lo que nos define. Es la mayor herramienta de la que disponemos para aprender de nosotros mismos, como personas y como sociedad. No poder acceder libremente a la cultura o que ese acceso esté mermado, controlado o vetado, es un craso error para nosotros mismos. No apostar por la cultura es hacernos un flaco favor. Mucha gente en el extranjero valora más la cultura española que, a veces, nosotros mismos. 

“La cultura es la mayor herramienta de la que disponemos para aprender de nosotros mismos, como personas y como sociedad”

Tengo entendido que quieres lanzarte a ser director y productor. 

Me encantaría.

Y que te apetece hacer comedia, aunque eso no da Goyas…

(Risas). Jamás pienso en los premios, porque siempre me han parecido muy injustos para todo el mundo. Sí, me encantaría hacer una comedia. Tengo una compañía de teatro que se llama 300 pistolas, y de las cuatro producciones que ofrecemos, tres son comedias de carcajada. A mí la comedia que me gusta es la más alocada posible. Y si cuentan con el tono absurdo de los Monty Python o de los Hermanos Marx, más todavía. 

Objetos pone énfasis también en hablar de sujetos. ¿Quiénes son los sujetos con los que te gustaría perderte en cualquier película: directores, actores y actrices con los que perpetrarías cualquier aventura cinematográfica?

Hay gente tan talentosa con la que me gustaría aprender… En estos últimos años he tenido la suerte de trabajar con personas maravillosas que te llenan de luz un plató. Te podría decir mil nombres, pero al final cualquier lista que te pueda hacer sobre la marcha se me quedaría injusta.  

Tu crisis de los cuarenta ha sido tu despegue profesional, ¿y humano?

La crisis de los cuarenta la pasé a los treinta y, mira, ¡eso que ya me quité de en medio! Ahora estoy muy tranquilo con mi vida y con el momento profesional que vivo. Más allá de la fama, del éxito y del trabajo, estoy muy contento. 

¿Hasta qué punto ser normal te mantiene en la cresta de la ola?

No me lo planteo. Yo soy normal. Si estoy en la cresta de la ola, fantástico. El día que deje de estar, fantástico también. 

¿Y si alguna vez te pierdes por la fuerza de la corriente?

Tengo gente a mi alrededor que me sacará a flote.

“Si alguna vez me pierdo por la fuerza de la corriente, tengo gente a mi alrededor que me sacará a flote”

¿Y si naufragas como actor?

Corremos el riesgo de naufragar como actores en cada producción en la que participamos. Cuento con ello. Si algún día sucede, lo aceptaré y aprenderé. 

¡Pues a seguir volando, maestro!

Muchísimas gracias. 


 

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