KARRA ELEJALDE acaba de recibir en Valladolid el Mejor Actor de la SEMINCI por su papel en ‘Vasil’. El actor vasco del apellido contundente no para de rodar. Viene de ‘La vida padre’, en breve será Melchor en ‘Reyes contra Santa’ y aún le quedan cuatro obras ya grabadas pendientes de estrenar.

Karra Elejalde: “La felicidad no se consigue con frivolidades”

Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.
Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.

Lleva 45 años en la montaña rusa del cine, y ocho años después de la nube de Ocho apellidos vascos, en 2022 ha participado en siete películas y la segunda temporada de La Fortuna. Hiperventilan los papeles. Divino tesoro de rejuventud. Porque en su historia “ha habido telarañas en el frigorífico” y bajadas a los infiernos. Icíar Bollaín le sacó “de boxes”. Ha rodado con más de cuarenta directores y directoras diferentes, porque es un actor con un imán secreto: su humanidad tridimensional. Podio en “sabiduría de perdedor”. Discurso torrencial y contundente entre la madurez y la libertad sale de la boca de “una persona cariñosa, afable, de darme, de abrazar, besucón, zalamero, simpático, cachondo, jovial, verborreico y adjetivorreico”.  Casi unas bodas de oro después, le acaban de dar el Mejor Actor en la SEMINCI por su papel en Vasil: una “fábula contemporánea sobre la amistad” y un retrato gráfico sobre las murallas de la incomunicación. Ya en los cines. Antes, La vida padre. Después, Reyes contra Santa. Y en 2023 volverá con Carmen Machi en La voz del sol. Peleón. Versátil. Social. Místico. Comedia, drama, aventura y vida. Koldo, Unamuno, Mariano y Karra. Vendaval. 

Estamos en la Plaza de Santo Domingo. Madrid. Barrio de Palacio. Convergen aquí las calles Silva, Jacometrezo, la carrera de San Bernardo, Veneras, Preciados, la costanilla de los Ángeles, la calle de Isabel la Católica, Torija, Leganitos y la cuesta de Santo Domingo. No es mal sitio para rodar en corto la vida multicallejera de Karra Elejalde, con sus cruces, sus avenidas de éxito, sus cuestas-arriba asfixiantes, sus callejones sin salida y sus alfombras rojas.

Café cargado con un actor que hiperventila empatía y verbo, y que lleva un 2022 de estrenos concatenados. Hace unos días era La vida padre, esta semana es Vasil y ya asoma por oriente su Reyes contra Santa.

Aunque encarne masculinidades más bien tóxicas y vastas detrás de las cámaras, él se considera un Platero con carácter, “zalamero” de algodón, pero con las alforjas cargadas de mucha tralla vital, profesional y emocional de la que bebe con aprovechamiento para actuar con una verdad tan humana que hace que esté en todas las quinielas de la gran mayoría de los directores de cine.

Hace ocho años de Ocho apellidos vascos, y el punto de inflexión ya es una tendencia. Aquel boom inexplicable objeto del contexto y del misterio, con su efecto también en el clima de Euskadi, le puso sobre la palestra en prime time, aunque él llevaba ya mucha mili en el oficio de contar historias audiovisuales con el poder de su magnetismo.

Ha muerto y ha resucitado. Ha reflexionado. Ha aprovechado las oportunidades. Ha crecido. Ha sonreído a la cámara. Y vive.

En una esquina de hotel habla con los gestos bravíos y con el corazón en la mano, vehemente, un miura del cine. Cogiendo las setas que afloran en su campo, tiramos de Vasil, conversamos sobre su gran pantalla y sobre toda su vida interior.

¿Una partida de ajedrez?

Venga.

 

Mueven blancas: ¿Vasil es la historia de una acogida o la historia de un hombre rudo que es más feliz demostrando que tiene corazón?

Vasil es la historia de una acogida, pero no por empatía, sino por quedar bien con una tercera persona. En la película yo soy un arquitecto jubilado más bien de malas pulgas, lacónico, escueto, monosilábico… La antítesis de mi carácter, porque yo soy una persona afable, cariñosa, no sé si verborreico, pero sí adjetivorreico; de darme, de abrazar, besucón y zalamero, simpático, cachondo, jovial… Me sedujo la propuesta porque era un personaje que no tenía nada que ver conmigo.

La idea de Avelina Prat era hablar de la incomunicación, y no solo con personas que no son como nosotros, o no se expresan como nosotros, sino incluso con mi propia hija. Muchas personas tienen problemas de comunicación y ahora, con los móviles, más. Vasil es una reflexión sobre lo que nos cuesta abrirnos, empatizar, dialogar.

Ivan Barnev, que hace de Vasil, es un grandísimo actor. Hace un personaje encantador que cuenta historias y que encarna un modo de vida muy de andar por casa. No necesita un taxi si puede ir andando y es feliz con un macuto, un mendrugo de pan y una lata de anchoíllas.

Yo soy español y europeo, y tengo un nivel cultural medio. A priori, si no fuera por el idioma, debería tener las mismas posibilidades en España que cualquier otra persona. En el caso de Vasil vemos que es un sabio, juega al ajedrez -ha aprendido de los grandes maestros rusos-, juega al bridge maravillosamente y se lo rifan las personas de otro estrato sociocultural. Es un tío listo, pero está al margen de nuestra realidad. Él cambia a mejor la vida de cada persona que pasa a su lado. A mí también me cambia, no tanto como él habría deseado o como yo habría necesitado.

Vasil viene a decirnos que ser distinto o ser de fuera ya nos puede hacer susceptibles de dormir en un banco de la calle. Puedes ser un sabio, un erudito, pero, de pronto, por las circunstancias que sean, debes irte a vivir otro país, y el mero hecho del idioma -y la dificultad para comunicarse- puede hacer que te conviertas en un sintecho.

Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.
Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.

En esta película interpretas a un hombre de esparto. Algunos de tus papeles cinematográficos icónicos tienen que ver con ese enroque masculino a mostrar afecto, sentimientos, fragilidad. 

En realidad, yo soy todo lo contrario a eso, por eso me parece un reto asumir estos papeles. Me sucedió en La madre muerta, en Miel de naranjas, en Días contados… El personaje de Miguel de Unamuno en Mientras dure la guerratambién es así. Esos hombres de poca palabra y un tanto avinagrados tienen que ver con este nuevo papel en Vasil.

Encarnas la masculinidad tóxica, pero eres puro corazón.

Sí. Lo cierto es que muchos papeles cuentan esa transición de la dureza, al reconocimiento de la vulnerabilidad. Pero también voy haciendo papeles muy diversos, y así unos te curan de otros. A mí el Koldo de Ocho apellidos vascos me abrumó. Mi Unamuno de Mientras dure la guerra me cura de Koldo, y Vasil me cura de mi papel en La vida padre. Los papeles no nos encasillan, nos encasillamos los actores y las actrices cuando aceptamos siempre personajes con el mismo rol. Por eso no quise hacer Ocho apellidos catalanes y no hice la tercera. Como actor, intento ser osado, tocar todo tipo de palos, y tratar de salir airoso. A veces lo consigo, y otras, no. Cuanto más ampliamos el abanico, más posibilidades tenemos de trabajar.

Haces personajes masculinos, vulnerables, consciente, con un corazón que no sabes expresar, pero que está. Eso está muy bien reflejado en Koldo, en Unamuno y en Vasil

Sí. Son personajes que han sido educados de una manera –“los hombres no lloran”, “eso no es de hombres”…-, pero que han evolucionado por su cuenta -los hombres claro que lloramos…-, aunque no lo sepan exteriorizar. En Vasil, la directora me dijo que mi lugar de confort eran la amabilidad y el buen anfitrión, pero como quería hablar de incomunicación, me tocaba llevar el personaje a mi antítesis. Debo decir que acertó al cien por cien. Me ha encantado ser dirigido por ella. Creo que hemos hecho una buena película.

No quieres ser un actor etiquetado, sino una persona normal.

Exactamente.

Te vas curando del éxito con papeles sucesivos y variados.

Sí, tío, sí. Para mí eso es lo importante. Algunos priorizan la bolsa y el dinero, pero yo prefiero la variedad, porque lo que me apasiona de mi trabajo es el reto, ese ten con ten con el director y el autor, ver qué quieren, ver cómo lo hago, sugerir lo que pueda mejorar el resultado final, aprender lo que pueda aprender del resto, y salir con la ilusión de haber trabajado lo mejor posible.

“Algunos actores priorizan la bolsa y el dinero, pero yo prefiero la variedad, porque lo que me apasiona de mi trabajo es el reto”

Dice la sinopsis de Vasil que su protagonista búlgaro “tiene un don: transformar para siempre a aquellas personas con las que se relaciona”. ¿Qué ha aprendido Karra de Vasil? 

Ellacuría -al que interpreté en Llegaron de noche- decía que todo aquello que no sea necesario y primordial debería estar prohibido, toda vez que a alguien le falte algo. Yo esto ya lo sabía antes de rodar Vasil, pero la película recuerda que a veces nos rodeamos de frivolidades. El personaje de Vasil es feliz. Solo sufre por la distancia y por su hija. Y eso que como ser humano no está viviendo nada del otro jueves. ¿Te acuerdas de cuando un móvil servía para llamar y para contestar? Hay muchísimas cosas que se nos van instaurando como de primera necesidad, y la felicidad no se consigue con frivolidades.

¿Qué suelo firme puede enseñarnos este sintecho para vivir sin dar tanta importancia a las cosas materiales?

A veces prejuzgamos. Un señor que vive en un banco de la calle no tiene por qué tener un envase de Don Simón a su lado, o un cartel lleno de faltas de ortografía. Un sintecho puede ser una persona ordenada, aseada, inteligentísima, incluso puede haber sido una eminencia en algo, simplemente ha tenido mala suerte. En América enseñan desde niño a no ser un fucking loser… Si miramos con profundidad a quien vive en la calle, igual descubrimos todas las cosas que atesora, porque un sintecho puede ofrecernos humanidad y una gran lección de cómo ser feliz con muy poquito después de haber bajado hasta los infernos. Cuando vas a un país pobre y experimentas de primera mano la generosidad de quienes te dan lo poco que tienen, entiendes que con lo básico podemos ser felices.

Vasil es, también, una invitación a sentarse en el banco de un sintecho sin prejuicios y escuchar su historia.

Totalmente. ¡No sabes lo que cambiaría la sociedad con esos acercamientos!

¿Cómo crees que estamos siendo como sociedad con las personas inmigrantes, más allá de las banderas en las fachadas institucionales y las palabras de salón?

Hay muchos españoles que cuando la izquierda habla de políticas sociales no saben de qué está hablando. La izquierda intelectualiza sus cosas hasta tal grado que un español medio no entiende su discurso y yo, si no entiendo a una persona, no la voto. La ultraderecha saber decir muy bien: “Vendrán de fuera y te quitarán tu trabajo”, “Vendrán estos moros y nos robarán a todos, porque solo saben delinquir”… Ellos hablan mejor al español medio. La izquierda debería abandonar la intelectualidad y hablar con la misma simpleza que la derecha y la ultraderecha sobre los asuntos sociales. La izquierda sobreestima el valor intelectual medio de los españoles y no llega a la gente.

“La izquierda debería abandonar la intelectualidad y hablar con la misma simpleza que la derecha y la ultraderecha sobre los asuntos sociales. Sobreestima el valor intelectual medio de los españoles y no llega a la gente”

 

Por eso me interesa mucho sentarme con un inmigrante: hablar, escuchar, ver su nivel cultural, su razón de ser… Igual resulta que estudió Económicas, era jefe de equipo de una gran empresa, cobraba 4.000 euros al mes, su mujer se puso enferma, le operaron varias veces, se arruinó, lógicamente se dio a la bebida y a las drogas, y ahora está aquí, hecho un despilfarro, pero lleno de sabiduría de la más difícil: la del perdedor. ¡Eso sí que es sabiduría! La sabiduría del ganador es efímera y se hereda. La sabiduría del perdedor marca una vida hasta el fondo.

Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.
Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.

Esa sabiduría del perdedor también la has saboreado tú en los arranques de tu carrera cinematográfica. 

La sabiduría del perdedor la he mamado, la he aprendido y la he aplicado. Hay muchas personas que triunfan de pronto y no saben gestionarlo. Yo triunfé como la manteca con Airbag y Año mariano, y después de eso hubo muchos años de telarañas en el frigorífico de mi casa. No olvides que fui aquel que le dijo a Icíar Bollaín: ¡Gracias por sacarme de boxes! Yo no soy ni mejor ni peor actor antes de hacer Ocho apellidos vascos.

En esta profesión no busques el justiprecio, porque no existe. Aquí tienen mucho que ver el azar y el azahar. No he llegado a los infernos, pero he vivido el éxito y los reveses de la vida me han golpeado también. A la segunda vez que me ocurrió entendí que otros no habían tenido la experiencia de una segunda oportunidad. Para muchos no pasa ni siquiera un tren. Si no sabemos aprovechar eso… El Lute, que era analfabeto, salió de la cárcel con una carrera de abogado. Si yo hubiera sido un analfabeto como él, me habría gustado salir de la cárcel con algo positivo. En esta sociedad confundimos la justicia con el castigo, y por eso marginamos la reeducación y la reinserción.

“Triunfé como la manteca con Airbag y Año Mariano, y después de eso hubo muchos años de telarañas en el frigorífico de mi casa. Yo fui aquel que le dijo a Icíar Bollaín: ¡Gracias por sacarme de boxes! No soy ni mejor ni peor actor antes de hacer Ocho apellidos vascos”

Vasil es la opera prima de Avelina Prat. ¿Cómo convence una novata a un actor maduro entre los favoritos de casi cualquier rodaje?

Quedamos en una cafetería de Las Ramblas y me dijo: este es el guion, de esto va la película. Ella es script y una script sabe más de cine que un director. Me quería para este papel y yo tengo debilidad por los directores que cuentan conmigo.

De todas formas, en esto tengo ya jurisprudencia. Yo hice el primer largo de Jaume Balagueró, de Nacho Vigalondo, de Juanma Bajo Ulloa, de Álex de la Iglesia, de Daniel Calparsoro, de Julio Medem… ¡Soy especialista en primeras veces de nuevos realizadores que hoy sin primeros espadas! Eso no quita que también haya trabajado con Manuel Gutiérrez Aragón, con Inmanol Uribe, con Alejandro Amenábar

Yo también he sido nuevo realizador, y cuando le he dicho a Juan Diego que le quería en mi película, él me ha dado las gracias por contar con él. Somos miles de actores en España. Haciendo teatro y cine y un poco en el candelero, unos dos mil. Que de todos esos alguien quiera contar expresamente conmigo, me genera una especie de síndrome de Estocolmo y no soy capaz de decir que no. Me vas a pagar lo que te voy a pedir, me vas a explicar bien, me voy a documentar, voy a ver trabajos tuyos, y me voy a involucrar al cien por cien. En el caso de Vasil, me apeteció el guion y la propuesta. Me venía muy bien, también, después de una comedia. Es muy interesante cambiar. Hay grandes actores que no tienen por qué hacer solo comedia. Si has visto 100 metros, entenderás que Dani Rovira hace ahí un gran trabajo dramático, como también lo hace Carlos Areces en La higuera de los bastardos… ¡Chicos, animaos! ¡Sed osados! ¡Arriesgaos! ¡No os quedéis en vuestra zona de confort y trabajad en todo tipo de géneros! ¡Probar, por lo menos!

Yo en esta profesión no soy de West Point. Soy chusquero. He aprendido haciendo. He fundado cuatro grupos de teatro, y hacíamos cursillos de acrobacias, de voz, de respiración, de danza, de esgrima, de expresión corporal…

“En esta sociedad confundimos la justicia con el castigo, y por eso marginamos la reeducación y la reinserción”

 

Estás en el cine desde los 18 años. Has rodado de todo con más de 40 directores distintos. ¿Cuál es tu imán?

No lo sé. Me dicen que soy capaz de darle mucha humanidad a mis personajes: da igual que sea un hijoputa o un santo varón. Pero no soy capaz de descifrar cómo se concreta eso que tú llamas imán. ¡Me encantaría saberlo para imantar más! Hasta el tío más cabrón del mundo, que ahora mismo sería Putin, no trata a su hijo siempre a gritos. A veces le dará incluso cinco euros para que se compre unas chuches. Yo intento dar esa tridimensionalidad que haga humano y creíble al personaje. Me pongo enfermo cuando en un guion veo que pone “borracho 3” y “borracho 4”. ¡Ya! Ese borracho puede ser de izquierdas o de derecha, padre, pobre, guapo, bajo… Del guion suelo extractar el carácter, cómo reaccionan los personajes, lo contrasto con guionista y director, y, a partir de ahí, ofrezco lo mejor de lo que soy capaz.

Leía el otro día en un perfil tuyo, tras La vida padre, que pontificaba que eres “uno de los actores más querido de nuestro país”. 

Si lo soy, lo ignoro. Si eso se pudiera medir en selfies, te diría que te creo. Pero, no lo sé…

La gente te quiere incluso, incluso después de meterte en la Guerra civil con tu Unamuno en Mientras dure la guerra. Eso es definitivo. 

Sí, sí, sí…

Hace unas semanas estrenaste La vida padre. Ahora, Vasil. En breve, Reyes contra Santa. Rodadas y pendientes de dar a luz: La voz del solKepler Sexto B, y la segunda temporada de La Fortuna. ¿Ocho apellidos vascos sigue trayendo ocho películas al año? ¡Non stop! 

Este año ha sido muy bueno, la verdad. Comedia, drama, comedia, y ahora, aventura. La última -La voz del sol- con Carmen Marchi, dirigida por Carol Polakoff y producida por Babieca. Reyes versus Santa es un proyecto de Morena Films dirigido por Paco Caballero, y ahí trabajo con Matías JanickDavid VerdaguerIsa MontlabánEva Ugarte, y Andrés Almeida, que hace de Papá Noel y nos va a hacer reír mucho.

¿Qué le pasa a la Academia de Cine con las comedias? 

No lo sé. Siempre he criticado que los festivales de cine vean la comedia como un género menor. Si hacemos cuenta de cuántos Goya han recibido actores o actrices por una comedia, veremos que son pocos. Aunque yo dije eso, y después me dieron el Goya por Ocho apellidos vascos y por bocachancla. Al final, ese año nos lo dieron a Dani Rovira, a Carmen Machi y a mí por la misma película de comedia. ¿Cuántas comedias triunfan en los Oscars? ¿Cuántas van a los festivales de San Sebastián, Berlín, Toronto o Venecia? Yo abordo la comedia con el mismo rigor que el drama. Es más difícil hacer comedia que drama. Existen artificios para salir airosos de un drama, pero la chispa de la comedia es esencial. En la comedia es o sí, o no. ¿A qué se debió el éxito de Ocho apellidos vascos, que a todos nos rebasó? Si lo supiera, lo explotaría.

“El cine ha sido creado para verse en grupo, a oscuras y en las salas”

Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.
Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.

Después la taquilla está con las comedias, como vemos con Santiago Segura.

He tenido la suerte de participar en muchas películas taquilleras, y con eso no digo que el taquillero sea yo. EvaAño marianoOcho apellidos vascosOcho apellidos catalanesMientras dure la guerra

¿Algún proyecto con Segura?

Santiago es mi amigo y no quiero que parezca que estoy pidiendo un papel, pero, si me gusta la historia y estoy en sintonía ideológica con lo que el proyecto propone, no me importa quién lo dirija ni quién lo produzca. Lo que me importa es hacer un buen trabajo. Soy consciente de que, a veces, de nada sirve hacer un buen trabajo en una película de mierda. Intento implicarme en las producciones y pongo siempre toda la carne en el asador para el éxito del conjunto, aunque ya haya cobrado.

Ahora tenemos todos los miedos del mundo con todas las películas que tenemos entre manos, porque la gente no está yendo al cine. Por una parte, las plataformas nos están dando trabajo a todos los que formamos parte de la industria del cine, y se agradece, pero fomentan ver el cine en casa y son el enemigo de que la gente vaya a las salas, porque el cine se ve en el cine, y las comedias, más. Pocas veces me he reído a carcajadas solo en mi casa viendo una comedia. Siento pánico por lo que pueda pasar. A ver: si una familia de papá, mamá y tres hijos van al cine, entre el viaje, las entradas, las palomitas, los refrescos, y algo más, se vuelven a casa con un agujero de cien euros en el bolsillo… Es una pena, porque el cine ha sido creado para verse en grupo, a oscuras y en las salas.

Es don Enrique Moliner, ministro de Cultura, en La Fortuna, de Amenábar.

¡La cultura es nuestro petróleo!, decía Moliner.

¿Cómo valora el desempeño de su homólogo, Miquel Iceta?

¿Cuánto lleva en el cargo?

Casi dos años.

Hay que crear ya una ley de defensa de nuestro cine. No puede ser que una sala retire películas cuando está al 80%. En los bares no tiene sentido que un pincho de tortilla y uno de caviar con langosta cuesten lo mismo. Si Terminator cuesta cincuenta mil millones y Una mesa de billar francés, un millón, los pinchos no pueden costar lo mismo. No podemos competir con la OPA hostil que nos hace el colonialismo cinematográfico americano cobrando lo mismo por cualquier película, cueste lo que cueste. Debemos hacer una defensa de nuestro cine. Tantas películas americanas, por tantas películas españolas. Tiene que haber unos cupos. Francia lo está sabiendo hacer, y nosotros, no.

El IVA: ¡No se puede grabar la cultura de un país con el impuesto del lujo! ¡La cultura es primigenia! ¡Un país sin cultura está abocado al fracaso! Me da igual que el ministro sea Iceta o Iuvedoble. El que sea ministro de Cultura debe hacer lo que sea por defender su cartera con mayúsculas, porque somos muy de escaparate. Hay muchos festivales de mil cosas, pero debemos ver qué rentabilidad social para el ciudadano tiene todo eso. Ni el cine, ni el teatro, ni la escuela, ni las universidades, ni la sanidad pueden ser privativos. Mientras no hagamos una ley que defienda nuestro cine, perderemos siempre e iremos desapareciendo.

“Hay que crear ya una ley de defensa de nuestro cine. No podemos competir con la OPA hostil que nos hace el colonialismo cinematográfico americano cobrando lo mismo por cualquier película”

Durante la presentación de La vida padre hemos sabido que tu madre padece senilidad…

Bueno, mi madre tiene 93 años y está mayorcita. Tiene una demencia senil. No nos conoce. No se acuerda de nada.

¿Temes heredar ese cáncer del olvido?

Mientras no acabe como Johnny Weissmuller pensando que soy Tarzán… ¿Te imaginas que todos los papeles que he interpretado en mi vida me salgan a la vez y enloquezca? No lo sé. Siempre he tenido buena memoria... Yo he sido lo suficientemente malo en la vida para saber fehacientemente que no llegaré a los 93 años de mi madre.  

Miedos. El anuncio de Campofrío de “Acojonados” no se olvida. A ti no se te ve vivir acojonado.

No. Lo que ha de ser, será. Yo soy de los que prefiero saber si me ponen los cuernos, o si tengo un tumor. Prefiero enfrentarme a la verdad y asumir lo que soy y lo que pasa. Aquel anunció lo dirigió Icíar Bollaín, con quien hice También la lluvia. No pude satisfacerla en El olivo, porque estaba con Ocho apellidos catalanes, y me sentía en deuda con ella. Me parece que los de Campofrío son gente seria y el anuncio me pareció muy amable.

“Occidente es antiético y antimoral. Sabe hasta crear guerras de la nada…”

 

¿El miedo y la edad te hacen más espiritual? ¿Hay un Karra místico?

Siempre ha habido un Karra espiritual y místico, pero no por miedo, sino por justicia. Mi miedo, que no es miedo, sino tristeza, es que la vida sea esto, y ya está. Ahora estoy escribiendo una cosita y el primer capítulo se titula “Nadie en recepción”. ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? ¿De dónde venimos? ¿Qué he venido a hacer? ¿Cuál es mi misión? ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Lo estoy haciendo mal? Si lo estoy haciendo bien, ¿qué pasa? ¿Hay regalos? Si lo estoy haciendo mal, ¿hay castigo? ¿Cómo puedo saber si estoy acertando o me estoy equivocando de lleno? ¿A quién recurro? ¿A los diez mandamientos? ¿Al Corán? ¿Al tantra? ¡Nadie en recepción! Eso es lo que me da miedo, porque me parece injusto: nadie me ha pedido permiso para venir aquí, pero ya estoy aquí. ¿Pero a qué hemos venido? ¡Ni puta idea! ¿Cómo se hace bien? ¡Ah, ni puta idea! ¿Me estoy saltando las normas? ¿Es bueno saltarse las normas? Nadie en recepción… Me pasma ese silencio. Yo soy vitalista y existencialista puro. ¿Qué pasa? ¿Quién desea que sea tan difícil saber vivir con acierto? ¿Por qué somos personas, pero nuestros instintos son animales? ¿Por qué nadie nos da directrices? No es miedo, porque no tengo por qué tener miedo. No son las leyes las que van a configurar mi concepto de ética y de moral para moverme por este mundo, entre otras cosas porque Occidente es antiético y antimoral. Sabe hasta crear guerras de la nada… Mi único miedo es que no le vaya bien a mi familia, a mis amigos y a mí mismo.

En Navidad volverás como rey mago. 

¿Tu oro?

El potencial del ser humano.

¿Tu incienso?

Las personas y las cosas que nos facilitan la vida.

¿Tu mirra?

Un churro y un bloody mary o un gin tonic tras un día de rodaje cuando llego a casa hecho mierda. Es un momento de verdadera felicidad. Si todo ha ido bien, ese es mi premio.

Muchas gracias por hacernos reír.

A ti por esta conversación. Cada vez hablo más con el corazón…

Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.
Karra Elejalde. Fotos: Santi G. Barros.

 

“Siempre ha habido un Karra espiritual y místico, pero no por miedo, sino por justicia. Mi miedo, que no es miedo, sino tristeza, es que la vida sea esto, y ya está”

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