JOSÉ MARÍA LASSALLE fue secretario de Estado de Cultura entre 2011 y 2016, y secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital hasta la llegada de Pedro Sánchez. Escritor. Pensador. Académico. En su último libro –‘El liberalismo herido’- reivindica “la libertad frente a la nostalgia del autoritarismo”, aunque en realidad está pidiendo un ‘reset’ político en España para volver a esperar tras la pandemia del virus y de la mediocridad institucional.

Lassalle: “El gran reto de la política es la sostenibilidad de la democracia”

Fue la materia gris de Rajoy y Soraya-PP: un pensador más cómodo entre el análisis y la academia que en la superficie de la política a cortísimo plazo. Fue secretario de Estado de Cultura y de la Agenda Digital. Ahora mismo tiene al liberalismo español herido en una mesa de operaciones. ¿Parte de guerra?: las balas del populismo, los misiles de los cambios sociales vertiginosos, el virus de la tecnología sin alma, la anemia de humanidades, la “ansiedad cotidiana” crónica en una marea de incertidumbres y esta política epidérmica que supura polarización y frivolidad. Propone una RCP al centroderecha para reconquistar las clases medias, hipnotizadas por los extremos. Diagnostica un bucle en el intestino social, un ciberleviatán en el cerebelo y un futuro de desconfianza para la generación Z si nadie pulsa el F5. Propone una alta dosis de “humanidad aumentada” en vena y una inteligencia política, cultural y social que convierta en generosidad este empeño por seguir quietos paralizando las esperanzas noqueadas de la España post pandemia.
José María Lassalle. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.
Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Viernes de otoño. Caen como chinches las hojas del liberalismo y de la socialdemocracia en esta Plaza de Olavide. Hojas secas. José María Lassalle ha inyectado clorofila de tinta negra sobre blanco en El liberalismo herido. Reivindicación de la libertad frente a la nostalgia del autoritarismo. Suena el arpa en este enclave de Madrid donde los jubilados comentan la jugada, los desempleados toman el sol, los perros toman el aire y los privilegiados inauguran el fin de semana con sus cañas y sus olivas.

De fondo, caen las hojas amarillentas de un modelo político y social caduco que todos vemos como en un escaparate. En primer plano, Lassalle clama por una nueva primavera regando el debate mustio con argumentos teóricos y la experiencia de catorce años en el ring de la política.

Mediodía. Como en el mundo real privilegiado, medio round con un vermú entre las manos, y el otro medio deambulando por las calles de Chamberí con la lengua fuera para llegar puntuales a recoger a las niñas del colegio. Dos peripatéticos arreglando el mundo sobre asfalto sin perder el hilo por las aceras.

Dicen que el vermú fue inventado por Hipócrates, célebre médico y filósofo de la antigüedad, nacido el 460 a. C. Cuentan que, un día, puso a macerar en vino flores de ajenjo y hojas de díctamo, y le salió esta magia. Pocos aperitivos abren el apetito a una conversación como esta.

Propone un reset liberal.

El liberalismo tiene que adaptarse a las conclusiones de las experiencias políticas del siglo XX y comienzos del XXI.

Plantea un liberalismo más amplio y más plural, pero que no sea neoliberalismo.

El liberalismo y el neoliberalismo no son la misma cosa, como trato de explicar en el libro. De igual manera que la gente tiene clara la diferencia entre socialdemocracia y comunismo, aunque los dos defienden una aproximación al socialismo común, pero entre ambos planteamientos políticos hay un abismo.

Su propuesta de ampliar el marco del liberalismo no tiene miedo al riesgo de que se desvirtúen las esencias y el resultado sea un magma donde quepa cualquier incoherencia.

 

Lo que ha desvirtuado el pensamiento liberal es el neoliberalismo. El liberalismo nació como un pensamiento moral en la Ilustración inglesa, de la mano de John Locke, y con Adam Smith adquirió, durante la Ilustración escocesa, un componente teórico donde la primera preocupación era el bienestar humano, asociado al ejercicio de una libertad moral, que le permitía a una persona decidir entre lo que estaba bien y lo que estaba mal. Eso tuvo después otras consecuencias, entre las que destaca hasta qué punto la decisión económica está marcada por la libertad. De ahí arranca el pensamiento neoliberal, que ha olvidado sus raíces morales.

¿La sociedad actual está dispuesta a tolerar que le dicten principios morales?

Uno de los problemas de las sociedades contemporáneas es el nihilismo de la falta de valores. Nos hemos convertido en seres humanos que solo nos vemos como consumidores y usuarios, como homo economicus, dejando al margen que somos personas y ciudadanos.

Sus sugerencias son también un alegato para reformular, en el fondo, el PP, el PSOE y Ciudadanos.

PP, PSOE y Ciudadanos deben reconfigurar sus planteamientos políticos y construir una nueva centralidad que permita espacios comunes para desarrollar políticas compartidas dentro de una alternancia razonable. Si no, estaremos legitimando la polaridad y, por tanto, considerando al otro como un enemigo con quien no podemos entendernos. Una de las experiencias de las democracias liberales es, precisamente, encontrar cauces de consenso y de institucionalidad que permiten gestionar las diferencias y los conflictos.

“PP, PSOE y Ciudadanos deben reconfigurar sus planteamientos políticos y construir una nueva centralidad. Si no, estaremos legitimando la polaridad”

¿Cómo se reconstruye el liberalismo con la socialdemocracia española en las raspas?

Tanto la socialdemocracia como el liberalismo están en crisis en España. El esfuerzo que deben hacer ambos modelos de pensamiento es repensarse, que es lo que planteo. La misma debilidad estructural que muestra el liberalismo, la sufre la socialdemocracia. Es más: la socialdemocracia no podría entenderse sin un fuerte componente liberal. El cuestionamiento del liberalismo a todos los niveles le afecta también a la socialdemocracia de manera muy directa.

Repensarse en un contexto en el que la política va al tuit y al a cortísimo plazo en medio de una sociedad que corre sin pararse a pensar demasiado...

Se trata de comprender que, bajo las claves del mundo que vivimos, las reflexiones planteadas hace más de dos siglos ya no son operativas. Hace falta que nos adaptemos al tiempo real, a la emergencia de los populismos, a la sentimentalización de la vida política y a ese nihilismo del que hablábamos antes, y encontrar respuestas que permitan que la razonabilidad moderna, sobre la que se asentaba el pensamiento liberal -atribuir valor a las instituciones, considerar que la razón era parte del discurso de la política, el respeto, la tolerancia…- entienda que hay principios que no están caducados, sino que deben ser reactivados. Ese esfuerzo es complejo, pero es que el siglo XXI va a ser un escenario hipercomplejo. Será muy difícil encontrar los puntos de conexión de comunidad y, si no los encontramos, nuestra civilización democrática no es viable y, entonces, retrocederemos a espacios de brutalidad política que no desearía para las sociedades abiertas que hemos construido en Occidente en los últimos dos-tres siglos.

José María Lassalle. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Propone reconstruir casi toda la política en un momento en el que los políticos no parecen especialmente preparados para una refundación estructural de casi nada.

Este replanteamiento debe liderarlo la sociedad civil desde el ámbito de los medios de comunicación, de la academia, de los intelectuales más o menos activos… Lo ideal sería que esa sociedad viva imponga una agenda de oportunidades políticas de cambio que después los políticos deben hacer propia, pero los políticos tienen que comprender que el modelo que encarnan hace insostenible la democracia. Igual que el medioambiente está mostrando inestabilidades profundas que afectan a la continuidad de la normalidad que hemos vivido, el gran reto de la política es la sostenibilidad de la democracia.

Y se supone que así la sociedad volverá a creer en la política.

Claro. Porque la confianza y la reputación son fundamentales en todos los relatos que acompañan este mundo de transición de lo que fuimos hacia algo que no sabemos qué será. Nada puede lograrse sin una reputación de confianza, y en esto la política -los políticos y los partidos- tiene un déficit evidente. 

“Nada puede lograrse sin una reputación de confianza, y en esto los políticos y los partidos tienen un déficit evidente”

Hablamos de temas de fondo que proyectan las sociedades del futuro y del presente. ¿En los partidos políticos hay gente dándole vueltas a esta materia gris, aunque no obtengan resultados instantáneos?

Me da la sensación de que no, pero deberían existir departamentos de prospectiva e innovación, como en las empresas. La agenda está tan pegada al día a día que no se deja volar la imaginación. En la etapa en que Soraya Sáenz de Santamaría fue portavoz en el Congreso de los Diputados, me encargó que pusiera en marcha un think tank en el edificio de ampliación de las Cortes. Se llamaba Nuevas Políticas. Lo dirigía yo con cuatro personas más y solo una de ellas era militante. Durante cuatro años organizamos reuniones, ponencias y debates muy discretos con académicos y gente de la sociedad civil que, en su mayoría, no tenían que ver con el PP. Incluso algunos estaban en las antípodas. Aquello nos ayudó a mapear intelectualmente el estado de la opinión más avanzada del país. Una parte de la política del Gobierno de Rajoy de 2011 a 2015 salió de ese trabajo. Fue una experiencia magnífica.

Cuando mira nuestro hemiciclo, ¿ve talento?, ¿ve ideas?, ¿ve personalidad?, ¿ve personas preparadas para este momento histórico de cambio, de transformación?, ¿ve futuro?

Veo las mismas críticas sobre los políticos que vivía cuando yo estaba allí. En el relato del cuestionamiento de la política no ha cambiado nada. Tanto entonces como ahora, hay gente con ideas y gente con capacidades. Al final, la política está reflejando lo que es la sociedad.

¿Ve un antes y un después en el Partido Popular entre Mariano Rajoy y Pablo Casado?

Veo diferencias lógicas -biográficas, generacionales…-, pero no en el estilo de proyección de las reflexiones políticas. Hay un punto de comunidad en muchos de sus aspectos, pero Pablo Casado es Pablo Casado, y Mariano Rajoy es Mariano Rajoy.

Una respuesta muy de Rajoy…

Han sido catorce años de convivencia con el personaje y lo conozco bien.

¿Cómo ve al PP de Casado?

Como un partido que vive la misma crisis de todos los partidos de masas que operan en Europa. No hay muchas diferencias con los problemas que refleja la CDU tras las elecciones alemanas, el gaullismo en Francia, el Partido Conservador en Reino Unido, o el Partido Republicano en Estados Unidos. Hay una crisis generalizada en los partidos de masas de centroderecha, porque ha emergido un populismo de extrema derecha que está siendo capaz de cautivar y seducir a una parte muy significativa de sus electorados. La gestión de esa realidad complica mucho al PP su capacidad para ser alternativa de gobierno.

“El populismo de extrema derecha está cautivando a parte del electorado de los partidos de masas de centroderecha y eso complica mucho al PP ser alternativa de gobierno”

O sea: el problema del liberalismo no es tanto el populismo de izquierdas, como el de derechas.

Lo que ha sucedido con Podemos es relevante, pero, al final, el fenómeno del populismo, que no se sabía muy bien a quién iba a afectar socialmente, ha proyectado sus sombras sobre las clases medias y las clases medias son el espacio electoral natural de los partidos de centro y de centroderecha. En estos momentos, la clase media ha perdido estatus económico, ve como el progreso de la automatización afecta directamente a sus fuentes de bienestar y emocionalmente se encuentra en una situación muy frágil y vulnerable. Ahí es donde está actuando el vector de la extrema derecha.

Entiende que el populismo de izquierdas ha tocado techo.

Ya no hay nada significativo en sus propuestas. Podemos lanzó sus guiños a las clases medias que desconocían el origen de su malestar real, y por el camino ha malbaratado su poder de seducción. Hoy, los trotskistas no son significativos en Francia, ni el partido Die Linke en Alemania, y el movimiento 5 Estrellas se va disolviendo en Italia mientras se confunde con lo que encarna Salvini… El populismo de izquierdas está felizmente superado en Europa.

Entre la crisis del liberalismo y la crisis de Ciudadanos habrá conexiones. ¿Ve un trecho entre Albert Rivera e Inés Arrimadas, aunque sean casi de la misma generación?

Más que un trecho, veo dos liderazgos distintos. El de Rivera era más clásico, más vertical, muy masculino, y proyectaba rictus cesaristas que le permitían frenar a lo que ahora es Vox. Inés Arrimadas trasluce un liderazgo mucho más pegado a la realidad que demandarían unas clases medias profesionales asentadas en una visión europea, donde el papel de la mujer adquiere el protagonismo que le corresponde y que todavía no tiene en la política española, pero sí en la política europea. Su estilo es más transversal, más empático, más tolerante y menos testosterónico, y debería otorgarle una capacidad de acción mucho mayor de la que tiene, pero el peso, las sombras y las ruinas que ha dejado atrás Albert Rivera lastran enormemente la capacidad de un proyecto político propio de la persona de Arrimadas. Sinceramente, pienso que ella es un activo más interesante de lo que representaba Rivera.

“El peso, las sombras y las ruinas que ha dejado atrás Albert Rivera lastran enormemente la capacidad de un proyecto político propio de Inés Arrimadas”

¿En la reforma del liberalismo español usted contempla una fusión entre PP, Ciudadanos y el centro de la socialdemocracia?

Sí, pero las siglas pesan mucho y los liderazgos políticos también. Haría falta una reconfiguración de todo ese espacio electoral y tener claro, además, que no puede haber un escenario de acuerdo o pacto con lo que representa Vox. En eso es necesario poner pie en pared y esa rotundidad todavía no está clara. Además, urge una apertura hacia líneas de cambio en las mentalidades políticas que tendría que conectar, como sucede en Alemania, al liberalismo y al mundo democristiano con el discurso de la sostenibilidad y el cambio climático. En Alemania, la CDU y los liberales llevan estos temas en la agenda de manera directa. En España veo que no se comprende que la sostenibilidad ecológica es una de las cuestiones más importantes que tenemos por delante, especialmente en un país mediterráneo tan vulnerable ecológicamente como este.

Almeida reconoce que la derecha española ha dejado que el feminismo y el cambio climático fueran paradigmas de la izquierda por la vía de los hechos.

Absolutamente de acuerdo. El alcalde de Madrid está muy en razón, de hecho, su visión moderada de la realidad está tratando de tejer complicidades con ese mundo. Se nota cómo ha ido incorporando a su agenda los problemas de movilidad en Madrid asociados a unas inquietudes ecológicas. Lo está haciendo con inteligencia, y eso le da una ventaja competitiva en el panorama electoral. Además, trata de aproximarse a los temas de identidad de género que reclaman el feminismo y la comunidad LGTBI, y esa es otra de las cuestiones candentes que repercuten de una forma muy directa en un ámbito sobre el que el PP y Ciudadanos no tienen unos principios claros, sobre todo pensando en la generación Z, que será decisiva en los próximos cuarenta años y que hoy gesta su universo sentimental, también en el terreno de la política.

¿Almeida es un buen referente para liderar la reforma del liberalismo que usted propugna?

Almeida tiene claro que deben hacerse las cosas de otra manera. Prueba de ello es que está siendo capaz de darle al PP -sin la agenda y la proyección política que encarna Isabel Díaz Ayuso- un protagonismo que no existía antes de su llegada a la alcaldía en una ciudad compleja como Madrid.

¿Queda algo de liberalismo en el PSOE?

El PSOE debe marcar una diferencia con lo que representa Podemos y, sobre todo, frenar el avance de Más País, que se ha convertido en un partido en el que se refundan muchos planteamientos de la izquierda, como la nueva versión de una socialdemocracia ecologista con elementos del viejo discurso fabiano liberal británico y con conexiones complejas que le acercan mucho a la política europea. El PSOE debe retomar una agenda liberal republicana que ha dejado de lado en su intento por armonizar la convivencia con Podemos dentro del Gobierno.

Cuando el PSOE pierda el Gobierno central y el poder, ¿habrá espantada entre sus filas?

No, como no la ha habido en el PP. El PP y el PSOE son instituciones democráticas sin las que no podría entenderse la política española a nivel de piel, de realidad. Es muy complicado desalojar del marco de la política a ambos partidos.

¿Ni siquiera en un PSOE convertido al sanchismo con tanto socialista incómodo?

Los perfiles personalistas funcionan mal en partidos con una tradición como las del PSOE o el PP. Paco Casado ha sido capaz de trabajar una proyección política que ha buscado en todo momento ahormar complicidades con los otros liderazgos del partido: desde Díaz Ayuso hasta Feijóo, que no tienen nada que ver, pasando por Juanma Moreno y los demás barones regionales. Las personalidades políticas muy fuertes incorporan riesgos abrasivos muy grandes para las siglas, y el PSOE se expone a que un liderazgo tan personalizado como el de Pedro Sánchez le produzca un efecto muy negativo si cambia la realidad política. Aún así, tanto el PSOE como el PP son mucho partido como para que una persona acabe con unas siglas electorales.

José María Lassalle. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

“Las personalidades políticas muy fuertes incorporan riesgos abrasivos muy grandes, y el PSOE se expone a que un liderazgo como el de Pedro Sánchez le produzca daño si cambia la realidad política”

 

¿Cómo se reconstruye el liberalismo si la sociedad civil está dormida y aplastada después de una pandemia?

Es complicado. En gran medida, vivimos atrapados por una sociedad altamente emocionalizada, con incertidumbres, angustias… Ya no solo porque tenga dificultades para llegar a fin de mes, sino porque tiene dificultades para verse con optimismo de aquí a un año. La agenda política del planeta y los cambios políticos vinculados a la disputa por el liderazgo global entre Estados Unidos y China enredan las cosas de una manera tan grande, que uno no puede imaginarse en el futuro con tranquilidad. Eso genera una estructura de ansiedad cotidiana que la gente resuelve poniéndose de los nervios, y cuando uno se pone de los nervios, no encuentra respuestas, y de ahí la importancia de la reputación y la confiabilidad. En la medida en que los líderes políticos transmitan confianza, como ha puesto de manifiesto Angela Merkel en Alemania, la política tendrá estabilidad. El problema es que la propia sociedad está transmitiendo sus tensiones a la política, como en un espejo. Incidimos en que la polarización es cosecha de la política, y no: es resultado, en gran medida, de una parte inflamada de la piel que transmite la sociedad.

Daniel Gascón, director de Letras Libres, dice que “la polarización es algo que impulsan los medios mientras presumen de lo contrario”. ¿Los medios de comunicación están a la altura de este contexto de reformulación social global?

No. Son muy conscientes de que su modelo de negocio digital depende, en gran medida, del tráfico de datos que genera, y eso no es un tema menor. Los datos son monetizables y tienen un valor económico evidente, porque se insertan dentro de una economía de plataformas. En el ámbito analógico, la prensa escrita padece el mismo problema, porque también es digital y necesita tráfico para seguir siendo un punto de referencia al articular opinión, y para eso se requiere la visibilidad que depende bastante de la morbidez informativa con la que gestiona los temas. Este es uno de los dramas de nuestro tiempo y un problema que se retroalimenta. Viene de una enfermedad perniciosa que surgió con Fox TV y todo el imperio Murdoch y coincidió con el desarrollo estratégico del Tea Party. Esa hibridación forma parte del ecosistema de los media en España, en Reino Unido, en Estados Unidos, y en todas partes.

Si fuera el jefe de la sección de Nacional de un periódico, ¿cómo afrontaría la información política?

Uy, lo haría muy mal, porque trataría de hacer algo que, en estos momentos, no sería rentable a corto plazo, con lo que la propiedad me cortaría la cabeza seguramente. Se ha establecido la idea de que es verdad lo que genera negocio. Yo creo todavía que la verdad, a veces, es incómoda para el negocio y eso, hoy por hoy, no cuenta con mucho margen de maniobra.

“Se ha establecido la idea de que es verdad lo que genera negocio. Yo creo todavía que la verdad, a veces, es incómoda para el negocio”

Si los medios de comunicación no están bien dispuestos, entonces la confianza en la política es imposible.

Es uno de los dramas de la política contemporánea. Estamos en un bucle y alguien debe tener el valor de romperlo. Pero fuera de modelos de negocio más o menos rentables, hace mucho frío... Se trata de hacer una apuesta a medio plazo donde, o tienes mucho músculo financiero, o lo vas a pasar muy mal.

Al liberalismo de Ayuso usted lo llama “libertarismo”.

Isabel Díaz Ayuso no es liberal, sino libertaria.

Que significa exactamente…

Que para ella el concepto de libertad se interpreta desde coordenadas económicas y la idea desarrollada por la Escuela Austríaca de que la libertad más radical que tiene el ser humano es la que le lleva a decidir cómo contribuye a la conformación de una oferta y demanda dentro de un mercado espontáneo. 

“Isabel Díaz Ayuso no es liberal, sino libertaria. Para ella, la libertad se interpreta desde coordinadas económicas”

 

Pide usted un liberalismo nuevo y plural, pero en las dos Españas todavía cuesta entender al que discrepa.

No nos queda más remedio que hacerlo, porque, si no, la sociedad colapsará y la institucionalidad política perderá toda la credibilidad mientras el tsunami populista golpea la estabilidad de nuestro país y del conjunto de Europa. En algún momento alguien tendrá que decir ¡basta! apostando por la racionalidad y la pedagogía, aunque a corto plazo no sea rentable en términos electorales. Eso debería hacerlo la tercera España, de la que yo me siento parte. Si no encontramos fórmulas para neutralizar el conflicto, la convivencia es inviable.

¿La tercera España es Madariaga, en pasado, o el tándem Sémper-Madina, en presente?

La tercera España es Salvador de Madariaga, Azaña, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, el exilio republicano, la intelectualidad falangista que evolucionó al poco tiempo de consolidarse la dictadura, como se pone de manifiesto en la figura de Dionisio Ridruejo… La tercera España es comprender, como manifiestan habitualmente Borja Sémper, Eduardo Madina y otros que compartimos ese relato, que no queda más remedio que entendernos con quien no piensa como nosotros, porque, entre otras cosas, aunque no lo parezca, compartimos mucho más que lo que nos separa. No sé si España es una nación completa, incompleta, perfecta o imperfecta, pero en su imaginario colectivo comparte muchísimas cuestiones en las que nos reconocemos. O ponemos en valor nuestra civilización hispánica con todo lo que representa, o estaremos fuera de juego permanentemente. No me gustaría que mis hijas tengan que vivir lo que han vivido sus padres y sus abuelos. En algún momento debemos aprender de la experiencia histórica. La Transición demostró que la reconciliación era posible.

“Si no ponemos en valor nuestra civilización hispánica, estaremos fuera de juego permanentemente. Debemos aprender de la experiencia histórica, porque la Transición demostró que la reconciliación era posible”

 

¿Vox es la consecuencia de la crisis del liberalismo?

Es una de las consecuencias. Tiene su soporte en una clase media que se siente dislocada por la crisis económica, social y de pérdida de estatus, que no encuentra respuestas y necesita ser mejor tratada de lo que les han ofrecido hasta el momento PSOE, PP y Ciudadanos. El partido de Abascal ha sabido entrar muy bien en ese vacío, como pasó en las bases electorales del Partido Republicano en Estados Unidos o en el entorno de la democracia cristiana con la Liga Norte de Salvini, en Italia.

¿Por qué el liberalismo no es ser un veleta?

Porque el pensamiento liberal cree en una libertad responsable que da razones de sus acciones. No hay una emocionalidad sentimental que le haga a uno cambiar en función de cómo se orientan las cosas o dónde están los cambios sociales. El pensamiento liberal debe ser razonado, porque nace de la modernidad política. No puedes entender liberalismo sin racionalidad.

¿Qué relación hay entre liberalismo y humanismo?

No se puede entender el pensamiento liberal sin el humanismo, porque en él las personas están en el centro del debate político. Toda la arquitectura de los derechos individuales pone al sujeto como protagonista de la vida política. Toda la construcción del pensamiento liberal busca humanizar la política para que el ser humano sea respetado en su personalidad moral. Es imposible comprender la idea de la libertad responsable sin considerar que el ser humano es un agente moral con capacidad de que se le imputen consecuencias a sus acciones.

“No se puede entender el pensamiento liberal sin el humanismo, porque en él las personas están en el centro del debate político”

 

José María Lassalle. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Dirige el Foro de Humanismo Tecnológico de Esade. Casa en su cargo humanismo y tecnología justo en medio de esta revolución digital que vivimos con sabor a distopía.

La transformación digital, hasta el momento, se ha centrado en una visión utilitaria en el desarrollo de modelos de gestión de datos, de implementación de algoritmos, de consideración de una economía plataformizada, y se ha dejado por el camino el papel del ser humano como consumidor de contenidos y usuario de aplicaciones, porque se ha olvidado de la persona y de la ciudadanía. Hemos afrontado toda la transformación digital sin derechos, sin control democrático, sin regulación, y eso genera un marco inquietante que a veces entra en los umbrales de la distopía y nos coloca frente al reto de si seremos capaces de humanizar la relación entre el ser humano y el desarrollo tecnológico.

Por eso pide usted una “humanidad aumentada”.

Reivindico que el ser humano pueda seguir siendo la medida de todas las cosas. Que el desarrollo tecnológico sin valores no desvirtúe la esencia humana, sino que la fortalezcan, y eso implica un cambio de registro. No se trata de hacer que la tecnología siga creciendo como poder, sino que la tecnología nos dé más poder para ponerlo al servicio de un ser humano que ha de preservar su capacidad de decisión sobre él.

¿La política debe tener miedo al poder tecnológico?

Por supuesto. Existe una soberanía digital y tecnológica que no es democrática y concentra un poder no regulado que condiciona ontológicamente de manera muy directa cómo el ser humano empieza a ir desarrollando su manera de vivir en el siglo XXI: más problemas de salud mental, alteraciones conductuales, escenarios de dependencia psicológica más agravados entre nuestros hijos… Vivimos atrapados por las pantallas y las pantallas se están convirtiendo en un panóptico que reduce la respuesta libre del ser humano, mientras se incrementa el poder de la tecnología. La regulación sigue siendo muy escasa. En Occidente se preservan unos estándares mínimos alrededor de la privacidad y la intimidad, pero en lo demás existe una “neutralidad” que contribuye a que se pueda hacer lo que se quiera. No quiero ni pensar lo que ya sucede en países como China o Rusia en torno a la nanotecnología, la biotecnología, y tantas otras cuestiones. La soberanía digital no es democrática, y eso debería preocuparnos.

Es ese “Ciberleviatán” que usted profetiza.

La técnica no es neutra, es poder. Como veía la Escuela de Frankfurt, incluye el deseo de ir más allá de los límites y sacar lo fáustico del ser humano para forzar la realidad. Eso tiene un valor en la innovación, pero una innovación regulada controla los procesos, mientras que una tecnología no regulada siembra de inquietudes el presente y el futuro.

Profetiza “un mundo de fibra óptica y tecnología 5G, dominado por una visión posthumana, que desbordará y marginará el concepto que hemos tenido del hombre desde la Grecia clásica hasta nuestros días”.

Si no se interrumpe esa tendencia, hay muchas posibilidades de que eso acabe sucediendo, pero no tiene por qué ser inevitablemente así. Europa se está poniendo las pilas para ser un tercer actor global frente a Estados Unidos y China e incorporar la regulación y los valores éticos para convertir la democracia y sus fundamentos en una base esperanzadora para el futuro de la inteligencia artificial.

Parece que la idea de muchos legisladores españoles es, precisamente, que la sociedad del futuro no tenga contacto con la Grecia clásica, al menos en las aulas…

En algún momento tendremos que comprender que, para poder competir con las máquinas, incluso para darles sentido en el marco de una automatización generalizada, los valores humanísticos que surgieron con la paideia griega son el único soporte posible para desarrollar habilidades críticas. Sin esas capacidades el ser humano acabará siendo prescindible frente a la máquina.

 

“Sin los valores humanísticos que surgieron con la ‘paideia’ griega, el ser humano acabará siendo prescindible frente a la máquina”

Y los culpables serán los ministros y ministras de Educación…

Los ministros de Educación a veces cometen el error de interpretar la realidad a corto plazo sin mirar al futuro. La automatización es ya un tsunami que lo inunda todo, por eso los legisladores tienen la obligación de reflexionar sobre el papel del ser humano con respecto a las máquinas para repensar la educación de manera mucho más ambiciosa.

Desde que fue secretario de Estado de Cultura hasta hoy, ¿ve que la cultura pierde influencia?

Uf. La cultura, desgraciadamente, va perdiendo protagonismo, porque las personas que la hacen pierden capacidad crítica, y porque el modelo cultural de nuestro país sigue siendo deudor de los patrones del franquismo, con todas esas dinámicas de clientelismo que supo desarrollar con mucha habilidad y que la democracia no supo cortocircuitar. Una cultura que no es crítica con la sociedad, no tiene calidad. Los museos deberían ser los condensadores críticos a través de los cuales, alterando el relato museográfico que presentan todavía, ofrezcan respuestas a los problemas de la gente. Hay que cambiar el sentido de las colecciones y un montón de cosas que no se hacen, porque existen mecanismos clientelares e institucionales tan consolidados que nadie se mueve, también porque fuera hace mucho frío.

La cultura debería reinventarse y salir de este estancamiento evidente. Añado más: la nómina de las veinticinco personas que siguen influyendo en la cultura de este país son las mismas desde hace casi cuarenta años, y ver las mismas caras y escuchar las mismas voces permanentemente en el cine, en los museos, en la ópera, en la literatura… no es normal. Estamos en una sociedad abierta constantemente al cambio y a la innovación, y, sin embargo, la cultura no se mueve. No se trata de que los de siempre no sigan, pero es que son los únicos protagonistas, y eso debería darnos pie a preguntarnos qué pasa.

“La cultura española va perdiendo protagonismo, porque las personas que la hacen pierden capacidad crítica, y porque el modelo cultural de nuestro país sigue siendo deudor de los patrones del franquismo”

 

¿Qué escritoras, escritores, cineastas, filósofos o culturetas varios estimulan su pensamiento?

La verdad es que la nómina es amplísima y variadísima. Leo siempre un ensayo, una novela y un libro de poesía a la vez. De principio a fin. Son los rieles de mi ferrocarril mental diario. Luego leo selectivamente infinidad de ensayos. Fundamentalmente, sobre inteligencia artificial, tecnología y cambio climático. También sobre filosofía política. Ahora mismo debo tener abiertos cerca de diez... En cuanto al cine, me cuesta encajarlo más. Las plataformas ayudan, pero no me he dejado caer por el sumidero de las series online. Y, por supuesto, siempre hay un hueco para el teatro y la danza contemporáneas. Ahí es donde está el revulsivo crítico más potente: la acción del cuerpo en un mundo analógico.

¿Acertó dejando la política?

Sin duda. No podría leer lo que leo, ni escribir lo que escribo, ni tener la independencia de criterio que muestro. Gracias a haber dejado la política no me pierdo el mundo.

Si surge el liberalismo que persigue, ¿se apuntará de nuevo al carro de la política?

No. He estado catorce años dedicado a ella como diputado y como secretario de Estado. Ha sido una experiencia extraordinaria, pero ya está bien. Ahora que sean otros los que tiren de ese carro. Yo prefiero observarlo y analizarlo para mejorarlo con ideas y propuestas. Me gusta la consultoría y la academia. Creo que es mi sitio. Valgo para esto. He vivido un lapso de catorce años y he retomado lo que dejé en 2004. No me arrepiento, porque la experiencia de la política al nivel en el que me he movido es impagable. Conozco a todo el mundo, sé cómo son, cuáles son sus limitaciones y activos, y eso es un mapa sobre el poder fascinante.

José María Lassalle y Álvaro Sánchez León. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

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