MARIO ALONSO PUIG es médico y uno de los conferenciantes más buscados en España para subir la moral y enseñarnos a vivir. Ha dedicado gran parte de su vida a investigar cómo desplegar el potencial humano, especialmente en momentos de desafío, incertidumbre y cambio. Lleva más de 20 años sobre escenarios ilustrando sobre cómo potenciar capacidades humanas como el liderazgo, el trabajo en equipo, la gestión del cambio, la salud, el bienestar, la felicidad, la comunicación, la autoestima, la creatividad o la innovación.

Mario Alonso Puig: “Saboteamos nuestra felicidad pensando que no la merecemos”

Cirujano interior con esto de Darwin tatuado en su vocación: “No es la especie más fuerte ni más inteligente la que sobrevive, sino la que mejor se adapta”. A los 16 años decidió que su vida sería para los demás. Se especializó en Aparato Digestivo, pasó por Harvard y después de veintiséis años de quirófanos se convirtió en especialista en reconstrucción de las procesiones que van por dentro. Da conferencias de crecimiento personal, pero no desde la atalaya. Ciencia, experiencia, sentido común, conocimiento propio, conocimiento ajeno, digestión social, reflexión, conclusiones. Su medicina es esperanza y cura del cinismo, del cansancio vital, del miedo a cambiar, del enfado global, de la incertidumbre general. Persona a persona. Partido a partido. Paso a paso. Sí, se puede ser feliz. La alegría profunda no es un camelo.

Mario Alonso.
Mario Alonso.

Entre Ramón y Cajal, un maestro zen y un padre. Con porte de traumatólogo y manos de cirujano. Hemos quedado a pasear consulta con Mario Alonso Puig por los bulevares de la Castellana con los ruidos de la vida misma de fondo: los coches, las prisas, los móviles, los semáforos, los buenos-días, los pájaros, el rugoso asfalto, la sombra de los árboles, las hierbas secas y las nuevas flores. Una persona que habla al siglo no solo no se distrae con el mundo real, sino que encuentra aquí su inspiración.

Mañana de martes de Feria. Por estas islas de acera, mirando hacia el frente, charlamos con un médico sin bata que lleva veintitrés años aferrado al bisturí interior. El Alonso de la Fórmula Motivación es el número uno. Pero lo suyo no son chutes de frases hechas venga-vamos-nos-comemos-el-mundo y ya. Pague, cobro, y ánimo. No. Las lecciones de este señor de voz honesta suman ciencia, experiencia, antropología, conocimiento propio, conocimiento del medio, oídos, reflexión, lectura, maestros, cuerpo, mente, espíritu, lucha personal y deseos de coherencia. Al final, el algodón no engaña y esa autoridad sin rictus hace que lleve más de dos décadas descomplicándonos la vida entre escenarios, cursos, píldoras y vídeos multivistos en YouTube.

Amable. Realista. Apasionado. Nada como tener fe en los seres humanos para dedicarse a la reconstrucción de almas y a la repesca de náufragos perdidos entre las olas de nuestro tiempo. En estos bulevares de la Castellana también sube y baja la marea. Rompe aquí el tsunami de la pandemia y cae la gota fría de las angustias y ansiedades propias de cada casa. Paseamos consulta a pie de campo sin bandas sonoras de Walt Disney, porque esta entrevista no es homeopatía.

Una hora con Mario que ya quisiera Delibes.

¿Cuál es su diagnóstico sobre el coste social de esta pandemia?

El coste social todavía no lo podemos ver en toda su magnitud. Muchas personas han estado en condiciones límite y eso mostrará sus efectos pasado un tiempo. Hay un cuadro, que se llama síndrome de estrés postraumático, que se diagnosticó por primera vez después de la guerra de Vietnam. Describe el recuerdo particularmente doloroso de una situación vivida que conduce a las personas al punto de máxima tensión. Hemos vivido un escenario tan anómalo en todos los sentidos, que es lógico que esto haya dejado grandes marcas en la sociedad. El coste social es muy alto, pero también podemos hablar del aprendizaje social. Esta pandemia también ha revelado la cara más bonita del ser humano. Una vez más, nos ha enseñado que las personas, en momentos de dificultad y prueba, somos capaces de dar lo mejor y olvidarnos de nuestros intereses para pensar en el bien común.

“El coste social de esta pandemia es muy alto, pero también podemos hablar del aprendizaje social. Esta pandemia también ha revelado la cara más bonita del ser humano”

Anima a buscar el equilibrio entre la constancia de nuestra fragilidad y la consciencia de nuestra solidez interior. ¿Tenemos armas para ser así de honestos?

Lo más importante es tener la disposición de ser honestos y conocer la verdad sobre nosotros. Esto nunca es fácil, porque cuando uno se enfrenta a su verdad, descubre sus luces y sus sombras. La honestidad pasa por reconocer ambas realidades. Este es un camino interior que merece la pena, aunque sea complicado. Uno debe ser capaz de dejarse sorprender en este trayecto en el que vamos de un mundo conocido que controlamos a otro desconocido que no controlamos. Las herramientas y la formación oportuna para avanzar por ahí se pueden adquirir sobre la marcha, lo importante es querer conocer la verdad a cerca de uno mismo.

 

Su discurso integra tres dimensiones del ser humano “intrínsecamente unidas”: el cuerpo, la mente y el espíritu. ¿Qué patologías causa obviar alguna de ellas?

A lo largo de los años he constatado de cerca que el ser humano integra tres dimensiones profundamente entretejidas que constituyen nuestra naturaleza. A nivel físico, cuidar el cuerpo es esencial para evitar el desgaste. No dar importancia al ejercicio, a la nutrición o al reposo puede degenerar en patologías evitables, por ejemplo, del sistema nervioso central. Descuidar la mente estando constantemente preocupados por lo que puede suceder, llenos de culpa por lo que pasó o angustiados por mil cosas, produce una tensión, un desasosiego permanente y una falta de paz interior que también tiene sus repercusiones físicas. Lo físico y lo mental se pueden distinguir, pero no separar. La dimensión espiritual es tremendamente importante, porque el ser humano tiene anhelo de lo eterno y eso solo se encuentra en los demás. Necesitamos al otro para descubrirnos, crecer y evolucionar. Esta esfera se puede resumir en tres elementos: la gratitud, el amor y el perdón. Cuando una persona no está agradecida por todo lo que tiene, es incapaz de amar a los demás y amarse a sí mismo, y cuando no puede perdonar las ofensas de otros, esa dimensión espiritual está a la intemperie y exige una atención, porque eso tiene sus consecuencias en la salud física y en la salud mental.

“Descuidar la mente preocupándonos por lo que puede suceder, llenos de culpa por lo que pasó o angustiados por mil cosas, produce una tensión y una falta de paz interior que tiene repercusiones físicas”

En el debate de las redes vemos una batalla entre juzgarlo todo y a todos, y pelear por nuestra libertad. Sube el índice de inquisiciones y baja el nivel de diálogo. Mi intuición es que somos muy críticos con todo, porque lo somos, sobre todo, con nosotros mismos…

Si a una persona desde que es pequeñita se le enseña que hay que juzgar, con el tiempo lo va aprendiendo. Cuando nacemos, somos grandes exploradores. Salimos del claustro materno y aparecemos en un mundo nuevo que tenemos que conocer. ¿Cómo vamos a juzgarlo si no lo conocemos? Entonces utilizamos nuestros cinco sentidos para meternos de lleno y damos rienda suelta a nuestras capacidades mentales para hacernos una representación del mundo en que vivimos. Lo hacemos con actitud de sorpresa, porque todo es un descubrimiento. Hay un momento en el que empieza a instalarse un sistema de pensamiento muy rápido que obvia esta búsqueda. Por conocer algunas cosas, creemos que ya lo conocemos todo. Ese sistema, muy asociado al lenguaje, nos lleva a juzgar. El problema es cuando esos juicios los hacemos sobre las personas o las situaciones. Si cosificamos a las personas, las rebajamos de nivel. No les damos la opción de mostrar lo que realmente son y lo que incluye su mundo, qué sienten, qué necesitan. Cuando juzgamos una circunstancia como buena o mala, instantáneamente, dependiendo de la apariencia, también nos equivocamos. El juicio debería ser la conclusión lógica a un fenómeno de exploración previa. Si nos paramos, reflexionamos, nos quedaremos sorprendidos de lo erróneo que fue nuestro juicio y lo equivocada que fue esa manera de etiquetar a aquella persona o aquella actuación. Hay situaciones en nuestra vida que nos parecen inoportunas e indeseables que acaban convirtiéndose en el punto de apoyo de una transformación fundamental. No debemos sentirnos culpables por juzgar, pero sí sentirnos responsables de cambiar este modo de pensamiento crítico por uno más aventurero que prefiera la sorpresa al prejuicio.

¿Cómo debe digerirse una culpa para no enfermar?

La culpa es causa de enfermedad. Una cosa es sentirse triste por un daño causado o por un error cometido, algo tremendamente humano y necesario, porque si no, no cambiaríamos; y otra cosa es la culpa. ¿Cuál es la diferencia entre la tristeza y la culpa? En la tristeza yo siento profundamente el dolor por algo cometido o perdido. En la culpa, arremeto o contra mí, o contra otras personas. En la culpa hay un elemento de ira que persigue un castigo, y el castigo no lleva a la corrección. De la venganza contra uno o contra los demás no puede salir nada nuevo. La culpa es una emoción cultural, muy manipulada y utilizada para controlar a las personas. La tristeza invita a la reparación, la culpa es rabia paralizante.

“En la culpa, la ira persigue un castigo, y el castigo no lleva a la corrección. De la venganza no puede salir nada nuevo. La tristeza invita a la reparación, la culpa es rabia paralizante”

¿Somos muy de auto venganza?

En lo que yo he ido investigando, sí. Y eso está en el origen del gran sufrimiento humano. De alguna manera, la mayor parte de las personas creen que no merecen ser felices. Que no son suficiente. Entonces, se ven en la necesidad de auto boicotear toda posibilidad de ser amados por otros, de ser exitosos en la vida, de experimentar la abundancia… Son personas que se pasan la vida saboteando sus propios esfuerzos. ¿Por qué? Porque hay una querencia muy profunda en nuestro inconsciente que nos dice: “Tú no mereces ser feliz”. Por eso, cualquier cosa que te lleve a ser feliz genera un sentimiento de angustia y soledad que deriva en este juicio: “Si me siento así de bien, algo horrible me va a pasar”, para que nos acostumbremos a vivir en la oscuridad. Nelson Mandela, gran conocer del ser humano, decía que las personas no tienen miedo a su oscuridad, “porque ya se ha acostumbrado a ella”. Tanto, que la hemos convertido en nuestra zona de confort. Los seres humanos tenemos miedo a la luz, a ser felices. El psiquiatra Erich Fromm escribió un libro titulado El miedo a la libertad. Lo que yo he visto es que el motivo de todos esos miedos es que pensamos que no nos merecemos las cosas buenas. Eso es un gran error en el que incurrimos sin darnos cuenta. Si uno cree que no merece lo bueno, creará las condiciones para que no suceda.

Después de tantos años de investigación, de escucha, de hablar con muchos expertos: ¿cuáles son los secretos verdaderos de la calidad de vida?

La calidad de vida está fundamentalmente relacionada con elementos físicos, mentales y espirituales. La buena salud física es clave en la calidad de vida. A nivel mental, estar en el aquí y en el ahora es fundamental. No debemos dejarnos arrastrar al pasado, porque cuando uno viaja al pasado lo normal es hacerlo para lamentarse, y tampoco proyectarnos indiscriminadamente hacia al futuro, preocupándonos, sin motivos, por lo que pueda suceder. Desde el punto de vista espiritual, lo más importante es la relación con los demás: estar rodeado de personas que dan cariño y a las que damos cariño. Las relaciones humanas son el elemento más importante en la felicidad, porque la felicidad es el resultado del encuentro con los demás. Podemos estar física y mentalmente comprometidos, pero si tenemos cerca personas que nos quieren, aprecian y valoran, navegaremos por la vida mejor que quien tiene una salud de hierro y muchos recursos, pero se sabe solo.

A esta edad de su vida y en este momento de la historia: ¿Qué es, en realidad, la felicidad?

Para mí es solo una cosa: la capacidad de amar sin condiciones.

“Las relaciones humanas son el elemento más importante en la felicidad, que es amar sin condiciones”

Eso tiene mucho que ver con perdonar.

Totalmente. La persona que es capaz de amar es capaz de perdonar, lo cual no quiere decir que quien hace un daño no deba responder por su actuación. La persona que perdona no quiere hacer daño a quien ha hecho daño, sino que corrija su conducta. Esta forma de amar, que los griegos llaman agapé, para nosotros es tan absolutamente sorprendente que ni siquiera tenemos palabras castellanas para expresar esa realidad. El daño que nos hacemos unos a otros no se origina en la maldad, sino en la profunda ignorancia de la realidad de ese daño.

¿Cómo se doma el ego? ¿Cómo lo ha domado usted?

Ojalá lo consiga… Dentro de mis capacidades, trato de ser muy preciso en el lenguaje. Si percibo el ego como una bestia a la que tengo que domar, lo acabaré reforzando. Para mí el ego es una estructura que tengo que ser capaz de trascender para ir más allá. Lo que yo hago es tener claro en mis decisiones, en mis pensamientos y en los sentimientos que percibo si proceden del ego o del ser. Cuando proceden del ego, siento miedo, angustia, tensión, irritación, importancia… Cuando proceden del ser, siento alegría, serenidad, confianza. Mi forma de trascender el ego es prestar cada vez más atención a la voz del ser. La voz del ego me lleva a rivalizar, la del ser me lleva a encontrarme con los demás. La voz del ego quiere que yo brille; la voz del ser quiere que ilumine. Captar ambas realidades en nuestra vida nos ayuda a elegir seguir la voz del ser siempre que podamos, que siempre irá en oposición absoluta a la voz del ego. No es que yo luche contra el ego, es que procuro dejar de escucharlo y alimentarlo.

¿La voz del ego es la mentira y la del ser, la verdad?

Claro. El ego es el gran espejismo. Nos parece una voz real, pero es ficticia y mentirosa, aunque a veces la convirtamos en nuestra guía. La voz del ser, que habla desde la parte más profunda de nuestra naturaleza, es verdad porque conoce la realidad.

“El ego es el gran espejismo. Nos parece una voz real, pero es ficticia y mentirosa, aunque a veces la convirtamos en nuestra guía”

 

Esta pandemia nos ha vuelto a poner frente al miedo. Miedo a sufrir. Miedo a morir. Miedo a la incertidumbre.  ¿Cuál es el mejor antídoto frente a lo negro del futuro?

No sé por qué tenemos que pensar en lo negro del futuro. Dado que el lenguaje construye la realidad en nosotros, yo miraría siempre al futuro como un campo de enormes posibilidades. Frente al miedo, el único antídoto es la confianza. Por un lado, la confianza en uno mismo: tenemos recursos suficientes para hacer frente a situaciones muy complicadas. Y por otro, confianza en los demás: podemos hacer y decir cosas que no están bien, pero el ser humano es una maravilla. Además, conviene confiar en la vida: no vivimos en un universo hostil que está deseando que nos demos un porrazo, que nos castiga por nuestros errores, sino que es un universo amigo. Como decía Albert Einstein, “la clave de la vida es cómo contestas a la pregunta: ¿vivo en un universo hostil o en un universo amigable?”. Cuando uno se abre a la posibilidad de habitar en un universo amigable, hasta lo aparentemente negativo tiene un sentido positivo, porque despierta a una nueva realidad. En mi ejercicio como cirujano durante veintiséis años no era raro encontrarme con personas que me decían que la enfermedad era lo mejor que le tenía que pasar. ¿Pero cómo puede decir eso? Oiga, es que me he dado cuenta de que no estaba viviendo, y no sabía que era lo realmente relevante en la vida.

Hay un miedo que parece haber crecido durante la pandemia: la desconfianza hacia los demás. Cada vez hay más personas que me dicen: “No me fío de nadie. Todo el mundo te decepciona”.

A mí me han decepcionado algunas personas, pero han sido muchas más las que me han impresionado favorablemente. En esta misma pandemia he visto muchos ejemplos de grandeza, de generosidad, de amabilidad, de cordialidad...  A mí la gente me ha demostrado lo que es capaz de hacer cuando se atraviesan situaciones difíciles.

Si fuera un director de Recursos Humanos, ¿qué elementos tendría en cuenta especialmente para contratar a una persona: la formación, el talento, las capacidades, la forma de ser, la normalidad…?

Los conocimientos técnicos son imprescindibles para casi cualquier puesto de trabajo, pero eso nunca es suficiente. A veces se contrata a gente muy hábil desde el punto de vista profesional, pero que no ha desarrollado habilidades humanas: no tienen capacidad de escucha, ni cercanía, ni una actitud abierta a aprender de todos y de todo, ni una disposición verdadera para la colaboración… Igual que es muy difícil caminar bien si uno solo tiene una pierna, es muy complicado funcionar bien en una empresa sin las habilidades profesionales y las humanas.

“La confianza es el único antídoto frente al miedo”

¿Qué es la normalidad en una sociedad relativista y líquida?

La normalidad en una sociedad relativista y líquida sería anormalidad. La normalidad en una sociedad sería no ser ni relativista, ni líquido. La normalidad en una sociedad es poner como eje fundamental la felicidad de las personas.

¿Qué autoestima es normal?

Lo que yo veo son autoestimas correctas o incorrectas. Si una persona no se valora, porque cree que no es valiosa, tiene una autoestima inadecuada. La autoestima es muy importante, porque es la referencia que utilizamos para saber si podemos hacer frente a un desafío o no. Es un tema que me interesa especialmente, por eso he desarrollado un curso online que se titula Conecta con tu mejor versión y fortalece tu autoestima, porque me he dado cuenta de la cantidad de personas que, con un pequeño empujoncito, serían capaces de vivir de manera radicalmente distinta, con más salud, más bienestar…

¿Hay alguna manera de fortalecer la autoestima que tenga que ver con aplacar los prejuicios que tenemos sobre nosotros mismos?

Sí. En este curso del que hablábamos, basado en la Metodología Reinventarse, propongo abrazarse a nuestro niño interior, porque todos los problemas de autoestima que conozco tienen su origen en la infancia. Desde entonces, han quedado abiertas unas heridas que, si no se abrazan, es difícil que se resuelvan. ¿En qué consiste ese abrazo? En tener experiencias muy profundas y conectar con el niño interior que se siente rechazado. Otro elemento importante para fortalecer la autoestima es entender cómo el lenguaje hace que una persona genere una narrativa y esa narrativa nos atrapa. Es curioso como el lenguaje es capaz de alterar cómo nos percibimos, cómo percibimos a los demás y cómo percibimos el mundo. Fortalecer la autoestima implica solo reconocer nuestro propio valor. Si los demás no nos valoran, es su decisión, pero eso no puede dañar nuestra propia imagen, porque nosotros ya no necesitamos saber quiénes somos mirando el criterio de los demás. Nosotros hemos descubierto quiénes somos mirándonos en profundidad. El error en nuestra percepción tiene enormes consecuencias en la salud, el bienestar, la prosperidad y la felicidad.

Hablando de prejuicios: vivimos el boom de las conferencias y los cursos para “sacar la mejor versión de uno mismo”, motivar al respetable e insuflar ánimos variados. ¿Cómo detecta usted quién vende humo y quién hace una propuesta antropológica y realista que invita, de verdad, a cambiar para ser mejores?

A las personas que venden humo les trae sin cuidado ser coherentes. Algunas, aunque no sean coherentes, quieren serlo y es raro que ellas vendan humo. La persona que vende humo lo único que quiere es vender. Las personas coherentes entran con autoridad en lo más profundo de las personas y mueven algo interior que otros, sin verdad, no logran. El humo se nota mucho si la argumentación no es sólida porque no hay cimientos sólidos, aunque el portavoz haya leído muchos libros. Si uno no ha hecho su exploración interior es muy difícil que pueda acertar aconsejando y sugiriendo a los demás. 

“A las personas que venden humo les trae sin cuidado ser coherentes”

¿Qué personas le motivan a usted a seguir creciendo?

Me ayudan muchísimo mi mujer y mis tres hijos, porque me dicen las cosas para que crezca, no para halagarme. Me ayudan a saber que tengo cualidades estupendas y otras que tengo que mejorar.

¿Y motivadores profesionales que siga con especial inquietud positiva?

Me he formado con muchas personas a lo largo de los años: con neurocientíficos como Richard Davidson o António Damásio, que me han ayudado a entender distintas dimensiones de la neurociencia; con maestros del zen, con personas del mundo del liderazgo, con el profesor Herbert Benson, que fue el primer investigador que trajo la meditación de Oriente a Occidente… Son muchas las personas que me han ayudado a crecer y ampliar dimensiones de mi vida.

Cuando uno tiene vídeos en YouTube con decenas de miles de visualizaciones y un cierto aire de gurú por parte del resto del público, ¿cómo combate la tentación de hablar como si fuese el Oráculo de Delfos?

Mi mujer y mis hijos me aterrizan. Además, me ayuda mucho vivirlo todo como un regalo, y no como algo que me merezca. Igual que cuando era cirujano tenía una enorme responsabilidad con mis pacientes para hacer una cirugía precisa y bien hecha, yo tengo ahora la gran responsabilidad de servir bien a la gente que me sigue. Esto es importantísimo. Yo soy muy consciente de mi sencilla misión, por eso no puedo verme nunca con un gurú. Me molesta mucho cuando me llaman así, aunque sé que lo hacen con cariño, pero no me gusta, porque yo no doy nada, yo ayudo a despertar algo que las personas ya tienen.

Somos una sociedad muy emocional. Algunos creen en la magia de reinventarse. Otros, más cínicos, piensan que ya no hay manera. Me interesa avalar con su experiencia que el cambio es posible, que podemos ser mejores, que no es un camelo del universo Mr. Wonderful.

Hay tres tipos de reinvención: la profesional -cambiar de trabajo-, la personal -irse a vivir a otro país, por ejemplo- y la esencial. Pocas personas dudan de que alguien pueda reinventarse profesional y personalmente, porque son prácticas muy habituales. La reinvención esencial consiste en pasar de quién te crees que eres a quién eres de verdad. Cuesta, porque mucha gente no sabe que es posible ser una persona diferente a quien se cree que es: con más talento, más capacidad de influir… Esa resistencia es tan profunda que boicotea muchos esfuerzos por cambiar, por eso muchas personas dicen: “Yo es que soy así”. No. Tú no eres así. ¡Tú crees que eres así! Cuando uno empieza a entender que es muchísimo más de lo que se cree, empieza a soltar lastre, y se descubre frente a un horizonte maravilloso.

“Cuando uno empieza a entender que es muchísimo más de lo que se cree, empieza a soltar lastre y se descubre frente a un horizonte maravilloso”

Después de una pandemia, con una guerra y una crisis como telón de fondo, a final de un curso intenso… ¿cómo aconseja re-ilusionarse si nos hemos desgastado por el camino?

Si uno está en modo burnout, para re-ilusionarse debe pasar la fase de renovación y volver a cargar pilas. Es muy difícil volver a apasionarse con la vida si uno pretende pasar directamente del síndrome del quemado a la vibración. Hay un estado intermedio donde empezar a recuperar el cuerpo, la mente y el espíritu. Hacer ejercicio o comer bien son acciones que cambian a las personas, porque tienen un impacto directo en el cerebro. Proyectar un futuro ilusionante con imaginación nos abre una puerta a la esperanza y eso también tiene un impacto muy potente en cada uno. Hacerse preguntas últimas como ¿Qué quiero realmente en la vida? o ¿Por qué lo quiero como lo quiero? infunde confianza en el corazón. En momentos de mucha dificultad, quien se ha proyectado con ilusión a pesar de que los de al lado le tachaban de utópico, han conseguido hacer cosas grandes con el combustible de la motivación. Los que le rodean, en vez de preguntarse cómo ha sido posible el cambio, ahora le juzgan con un displicente: “Es que ha tenido suerte”…

¿Hay relación entre la ilusión y el agradecimiento?

¡Mucha! No cabe duda de que en estos años hemos perdido personas y cosas, pero seguimos teniendo muchos motivos de gratitud, y expresarlos es importantísimo. Ser agradecido tiene mucha repercusión en el cambio de mentalidad que exige mejorar. Una de las experiencias más brutales que he tenido ha sido ver cambios de mentalidades que consiguen que una persona traiga a su espacio vital una serie de encuentros que no sabe de dónde vienen, pero que le ayudan a seguir adelante, y una serie de recursos que uno no entiende muy bien cómo se han puesto en marcha, y ayudan enormemente. Esto desafía tanto nuestra forma tradicional de pensar que nos parece un absurdo. Cuando lo dicen dos Premio Nobel, científicos, escritores como Goethe, o pensadores como Kierkegaard, ¿no deberíamos pensar que, a lo mejor, nos hablan de una verdad profunda que se nos está escapando, porque tenemos una mirada superficial? Para la mente superficial, todo esto son tonterías, esoterismo y cosas raras…

“Para la mente superficial, cambiar, crecer y ser la mejor versión de uno mismo son tonterías, esoterismo y cosas raras…”

Tengo la impresión de que la amistad es una realidad para la que hay que prepararse mejor. A veces, el déficit de autoestima, la necesidad de hablar, el sentirse escuchados y queridos, encontrarían más eco con amistades sin prisas y a fondo.

Está claro que hay personas que necesitan ayuda profesional. Es importante saber hasta dónde podemos llegar, porque algo siempre podemos hacer. Cualquier persona que se sienta escuchada, valorada, que importa, que no es juzgada, que hay voluntad auténtica de echarle una mano, ya está siendo ayudada. Un estudio que se hizo en Estados Unidos para saber qué ámbito de la psicología, la psicoterapia y la psiquiatría era el más efectivo, más allá de la medicación, reveló que la clave era la conexión con el terapeuta. La conexión humana, en sí misma, tiene una capacidad de sanación. Hay situaciones en las que esto es importante, pero no es suficiente. En ese caso, no debemos tener ningún tipo de vergüenza ni duda para pedir ayuda a un profesional especializado.

Estuve hace unos días en la premiere de El Camino Interior, documental que emitirá RTVE en el que usted participa. Al salir, un amigo me comentó: “Me ha gustado mucho, pero me ha llamado la atención que en 80 minutos de documental por el Camino de Santiago no se hable de Dios”. En sus conferencias, sus reflexiones, sus consejos sobre la vida, el amor, la felicidad, el optimismo, el realismo, el equilibrio…  ¿qué papel tiene Dios?

Agradezco especialmente que me hagas esta pregunta. Para mí Dios es todo. Mi vida tiene sentido porque creo profundamente en la existencia de Dios. ¿Por qué a veces se emplea la palabra “Dios” con tanta precaución? Porque ha sido utilizada de muchas maneras, algunas de ellas lamentables. Algunos nos han presentado a Dios como una figura distante, absolutamente despreocupado de los asuntos humanos, o preocupado solo de que hiciéramos lo que Él quiere, entre amenazas de un castigo horroroso. Algunas personas tienen una experiencia negativa en torno a la palabra “Dios” y eso hace que, cuando la escuchan, se active su mundo de interpretaciones y un cajón afectivo particular. Cuando se habla de Dios hay que entender lo que cada uno entiende por Dios. Para mí es la conciencia infinita y el amor incondicional. Para mí es un padre que nos ama profundamente y que quiere que despertemos a la realidad de que somos sus hijos para ser felices. Esta explicación, sin tiempo para argumentarla y sin posibilidad para los matices, me obliga a ser cauto al hablar de Dios en según qué foros, y no es por esconderme, porque siento un profundo orgullo de decir lo que te estoy diciendo.

“Para mí Dios es un padre que nos ama profundamente y que quiere que despertemos a la realidad de que somos sus hijos para ser felices”

En su camino interior, ¿está ya en Santiago de Compostela, llegando, saliendo de León…?

Honestamente, no tengo ni idea. Sé que estoy en el camino, aunque a veces me salgo y tengo que volver. Pero la vida dirá por dónde voy…

Pero sí tiene claro que haber dejado la Medicina para ayudar a otras personas con el bisturí interior le acerca a su meta.

Sin duda. Una etapa de mi camino fue la cirugía, porque la Medicina me ha esculpido por dentro, me ha permitido estar con miles de enfermos y conectar con sus mundos afectivos. No habría sido fácil para mí esta segunda etapa sin aquella. En realidad, yo nunca me planteé dejar la Medicina. Fueron mis propios pacientes los que me animaron a hacer más público lo que compartía con ellos, porque, decían, les cambiaba la vida. De la mano de ellos empecé a explorar esta segunda parte. Ahora, sin dejar la esfera biológica, que me parece apasionante y esencial, cada vez estoy más en la conexión entre lo biológico, lo psíquico y lo espiritual.

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