NACHO GUERREROS lleva quince años en nuestras pequeñas pantallas entre ‘Aquí no hay quien viva’ y ‘La que se avecina’. Compagina la televisión con las tablas y el cine. Fue el Mejor Actor de teatro en los Premios de la Unión de Actores del gran año de la pandemia por ‘Juguetes rotos’, que vuelve a Madrid esta semana.

Nacho Guerreros: “Tener siempre la razón es una utopía absurda”

Actor sin padrino. Su carrera es un plano secuencia de tres lustros entre televisión, teatro y cine. Sin stop. Llegó a Madrid procedente de Calahorra con la ilusión de vivir de la interpretación y le tocó la lotería. Entró de rondón en Aquí no hay quien viva y desde entonces ha conquistado una plaza crónica en la comedia televisiva nacional. Coque en La que se avecina, elegante descoque sobre las tablas con Juguetes rotos. Comedia y drama. Mejor Actor de Teatro para la Unión de Actores en el año de las mascarillas. En sus bodas de oro vitales está lleno de proyectos sin fronteras y tan en forma que quiere hacer una spartanrace. Llano y fresco como una hortaliza riojana. Sociable como un gastrónomo en la calle del Laurel. Agradecido. Aunque cree que “el cine español es un coto cerrado” a los de siempre, empieza a rodar sus primeros largos. Admira a Banderas y a Maura. Y a quienes se labran una carrera con el sudor de sus horas de trabajo con las medidas exactas de realismo, idealismo e ingenuidad para no tirar la toalla en un camino donde brillan las estrellas, pero donde solo se mantienen los artesanos.
Nacho Guerreros
Nacho Guerreros en la azotea del Axel Hotel de la calle Atocha. Fotografías: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Después de la campaña electoral que nos han dado, el fin de semana de reflexión es para conversar con un actor que empezó a brillar en Aquí no hay quien viva. Ejem. Nacho Guerreros es un todoterreno de la interpretación con atracción en todas sus ruedas: teatro, televisión, cine, largos, cortos, comedias, dramas y viceversa.

Estamos entre el cielo y el suelo en un ático de la calle Atocha. Mirador de lujo con vistas multicolores desde el Axel Hotel. Aunque las nubes de algodón son grises y pesan, un foco de luz natural alumbra el optimismo de un actor que disfruta de su madurez dando las gracias.

Exterior. Terraza. Guerreros menea un vaso largo de té verde en el extremo de una mesa. El veterano catódico viste chaqué casual con solapas brillantes. En el centro del pecho porta una calavera sonriente con pelazo. Son sus honores a Elvis Presley y suenan a rock de fondo en estas 50 primaveras en flor. El calahorrano de campanillas tiene el don de la ubicuidad. Aunque lleva muchos años viviendo en Mirador de Montepinar, pervive a la vez en millones de casas de medio mundo.

Interior. Alma. Primerísimo primer plano formato radiografía. Aquí sí hay quien viva. Tsunami de proyectos y burbujas de entusiasmo, pero paz bajo estas pieles curtidas en crossfit. Balance de blancos. Muchas luces y pocas sombras. Reflexiones en technicolor. Carta de ajuste sin cuentas pendientes.

El jueves vuelve con Juguetes rotos al Teatro Infanta Isabel de Madrid, y nosotros, aquí, con estos pelos. Esta entrevista no es un castin, sino un espejo con muchas bombillas alrededor. Rec. Estamos, literalmente, en el aire.

Me caen bien los actores que conceden entrevistas sin estar de promoción…

Bueno, yo tengo que vender Juguetes rotos, que se estrena el jueves que viene… Aunque, sí, es verdad que esta entrevista la tenemos pendiente desde diciembre.

Y hablaremos de eso, pero es que muchos de su gremio solo conceden entrevistas cuando tienen algo que vender. Y el periodismo no es publicidad gratis.

Decía Marlene Dietrich: “Si no tienes nada que decir, cállate”, o algo así.

 

Pero un actor siempre tiene cosas que decir.

Depende.

Un agente de la cultura siempre debería tener cosas que decir.

Claro. Pero hay personas del mundo del cine y la televisión que pertenecen al ámbito de la cultura y no saben qué es la cultura.

“Trabajar en el ámbito de la cultura conlleva unas exigencias de formación, preparación, lecturas, conversaciones…  Hay personas del mundo del cine y la televisión que no saben qué es la cultura”

 

¡Qué pena!

Es bastante penoso. Trabajar en el ámbito de la cultura conlleva unas exigencias de formación, preparación, lecturas, conversaciones, etc. Y yo me encuentro con gente de mi gremio con faltas de ortografía, por ejemplo.

Algunos actores son más distantes de la calle que los políticos.

Habrá de todo, como en cualquier profesión. Nosotros entramos, salimos y viajamos constantemente, sobre todo los que hacemos teatro, y se nos acerca mucho la gente. Yo trabajo en una serie de televisión que ve medio mundo -España, Latinoamérica y muchos países de Europa-. A mí los espectadores me dan permanentemente feed back.

Su interacción en redes es muy diferente a la de bastantes actores consagrados que solo buscan promocionarse.

En redes vemos de todo. Muchos seguidores merecen la pena, y otros, no tanto. Por privado hay quienes te piden infinidad de cosas: ayuda, dinero, vídeos eróticos… o, simplemente, que saludes. No nos queda más remedio que filtrar. También llegan peticiones interesantes. Trato de aprovechar la cercanía de las redes para colaborar con causas sociales, pero no podemos pasarnos el día entero diciendo que sí a todo, porque entonces no haríamos otra cosa.

Lleva usted quince años en la picota televisiva.

Entré en Aquí no hay quien viva el 28 de marzo de 2006. Desde entonces he tenido la suerte de no parar de trabajar. Toco madera, porque me siento un absoluto privilegiado en todos los sentidos.

Quince años con pantalla en las dos series más vistas de la historia antes del boom de las plataformas: Aquí no hay quien viva y La que se avecina. Aunque, en realidad, todo empezó el 22 de diciembre de 2002, el día en el que El Gordo cayó en su casa.

No es cierto que yo me convirtiera en actor porque a mis padres les tocara la lotería. Yo ya era actor aquel día de El Gordo y llevaba viviendo en Madrid diez años. Había estudiado y buscaba mi lugar en este mercado laboral. Pero aquel premio sirvió para que yo pudiera comprar en 2005 los derechos de Bent, una obra de teatro que funcionó muy bien de crítica y de público. Después de muchos años de trabajos variados, aquella función cambió mi vida, porque allí me vieron actuar, y de allí salió mi papel en Aquí no hay quien viva. Desde entonces pude dedicarme a la profesión que amo profundamente.

Bent podría haber salido mal, porque era una obra de teatro que abordaba temas delicados.

Efectivamente, era una obra que se salía del guion presuntamente establecido. Ante retos así siempre hay quien te dice que eso no se puede hacer, que es muy arriesgado… Decidimos arriesgar y ganamos. Decidimos no quedarnos en el estadio conservador superando el miedo y, afortunadamente, salió genial. ¡El público está harto de ver siempre lo mismo! Busca historias que hablen de los temas que llevamos dentro. Como sociedad, necesitamos empatizar con lo que les sucede a muchos personajes, porque a veces esos seres figurados somos nosotros mismos.

Nacho Guerreros

¿La cultura comercial es conservadora?

Me molesta mucho lo que sucede en este país, porque también nos pasó con Juguetes rotos, y va como un tiro. Siempre te encuentras con personas que dicen: “No lo veo”. ¡Bueno, no lo ves tú, pero el público es más amplio que tu propio criterio!

El mal de lo políticamente correcto también afecta a la cultura.

Totalmente.

“El mal de los políticamente correcto también afecta a la cultura. Siempre te encuentras con gente que te dice: “No lo veo”. ¡Que el público es más amplio que tu propio criterio!”

 

Aunque muchas veces sea un sector con ínfulas de vanguardismo y pionerismo social.

Va de vanguardista quien va de vanguardista... Estas historias de las que hablo no son tanta vanguardia: solo estamos contando una parte del pasado de España sin aleccionar, sin ánimo de crítica u ofensa. Todos los espectadores que han venido a ver la función, tengan la visión política o la edad que tengan, han conectado con los personajes y con el relato estrechamente. Juguetes rotos es una obra que ha escrito Carolina Román con una maestría especial. La dirige también con un toque muy cinematográfico y ha hecho una composición muy bella con esa escenografía plagada de la metáfora de las jaulas y con esa luz de David Picazo que es preciosa. Mi compañero sobre las tablas, Kike Guaza, ha sido el Mejor Actor Revelación 2020 en los Premios de la Unión de Actores. Los dos fuimos nominados también a los Premios Max. Si yo me hubiera asustado cuando bastante gente me frenaba los pies o me pedía filtros para hablar de lo que hablamos sin tanta libertad, aquello se hubiera quedado en un cajoncito y no hubiéramos vivido todo esto tan bonito que nos ha pasado desde que Juguetes rotos abrió el telón. Llevamos tres años y seguimos con ella, incluso vamos a ir a México, al Festival Internacional Cervantino de Guanajuato. Llevar la marca España más allá de nuestras fronteras a través de nuestra cultura es de lo que más me satisface y de lo que más orgulloso me siento.

Pocos actores pueden encadenar tres lustros seguidos en prime time. Qué dura es la vida de los actores. No sé si los que triunfan hacen justicia a los que no acaban de sacar la cabeza.

Sí. Por eso me considero un privilegiado. Además, voy por esta carrera con la cabeza bien alta, porque no he tenido que hacerle la pelota a nadie, ni he tenido que perseguir a ningún productor para suplicar un papel. Lo mío ha sido pico y pala desde que llegué a Madrid con veinte años y me puse a funcionar. Mis padres son obreros. Mi familia es riojana, humilde, sana, hospitalaria, y con su ayuda y la de mucha gente que me quiere, aterricé en la capital. Pero nunca he tenido un padrino. Sinceramente, veo que mi trayectoria está labrada a base de esfuerzo. Se puede crecer en esta profesión sin pagar peajes, pero se necesita una constancia a prueba de bomba. Este oficio es ir, venir, estar, escuchar, ver teatro, ver cine, aprender de los demás, mejorar, entrenar, arriesgar… Yo nunca he desechado ningún trabajo, aunque fuera decir tres frases en un capítulo de una serie.  Ahora hay gente que rechaza papeles porque son menores… Pues yo los hago todos, y estoy encantado de la vida.

 

“Llevar la ‘marca España’ más allá de nuestras fronteras a través de nuestra cultura es de lo que más me satisface y de lo que más orgulloso me siento”

Descubrió su vocación por la actuación después de ver “Los santos inocentes”.

Así fue. Desde niño sabía que mi mundo estaba en el espectáculo, primero como presentador, y después, como cantante…

¿Canta bien?

De niño, sí, pero la vergüenza me hizo retroceder y ahora he vuelto a retomar mis clases de canto. Tengo una amiga cantante que se llama Mariola Membrives que es la excelencia de la voz y me estoy preparando para una aventura musical con ella.

Hay que ser un poco ingenuo para soñar con ser actor en un país en el que, por cada intérprete que llega a fin de mes de manera holgada, hay 50 que no. No es fácil casar en este mundo el sueño, la audacia, y el realismo.

Yo empecé siendo muy ingenuo. Cuando llegué a Madrid y me di mi primer guantazo entendí que había idealizado la profesión. Este trabajo se aprende a golpe de realidad.

Cómo fue aquel primer resbalón.

Nada más empezar. Llegué a Madrid a hacer los exámenes de la Resad [Real Escuela Superior de Arte Dramático], pasé todas las pruebas, no sé todavía por qué, y en la entrevista personal me echaron fuera. Me vio tan frustrado el bedel que él mismo me dio el teléfono de mi primera maestra de teatro: Matilde Fluixá, a la que adoro, y con quien años después coincidí en La que se avecina, donde ella interpretaba el papel de Tránsito. La llamé, me citó, me hizo unas pruebas de voz, y ahí me quedé. Ella es la que me enseñó prácticamente todo.

¿Ser realista puede ser el mejor atributo para dedicarse a la interpretación?

Ser realista es importante, pero no del todo, porque si no es posible que se abandone la carrera antes de tiempo. Merece la pena ser también un poco soñador y un poco ingenuo. El mix es clave.

 

“Para dedicarse al espectáculo es importante ser realista, pero no del todo. Merece la pena ser también un poco soñador y un poco ingenuo”

Se siente un privilegiado. Series potentes. Una productora propia. Y agradecido. No hace falta ser actor principal de todos los platos para estar satisfecho en el mundo de la cultura.

No.

Pues bastantes actores de su edad no son felices siendo eternos secundarios.

Pufff. Yo, sí. Hace muy poco me llamó una directora de castin y me propuso una secuencia en una película. ¡Una! ¡Y le dije que sí! La acabo de rodar y me dio la réplica Emma Suárez. Soy feliz haciendo esto, porque es mi trabajo. ¡Un actor no puede decir que no a cualquier papel digno! ¿Cómo se puede decir “no” a las oportunidades de trabajar? Si yo rechazara propuestas, me sentiría un ingrato.

En 2006 fue nominado a Mejor Actor para la Unión de Actores por Bent. En 2020 se llevó ese premio por Juguetes rotos. Ha ido mejorando con el tiempo. Y quizás el mejor premio es no haber tirado la toalla entre medias.

Son dos premios que me han hecho muchísima ilusión. En 2006 llevaba tiempo trabajando, pero no me conocía nadie, y de repente me vi en un proyecto redondo: Daniel Freire estaba en un momento estupendo, Luis Callejo siempre fue un actorazo, y vino a vernos mucha gente de la profesión. Un buen día, de pronto, me llamaron de la Unión de Actores y me comunicaron la nominación. Que me votaran mis propios compañeros teniendo en cuenta solo mi trabajo me emocionó profundamente. Este año me ha hecho la misma ilusión, aunque me tocara ganarlo en mitad de la gran pandemia.

Entre 2006 y 2020, se ve, hay un hilo conductor que se llama perseverancia, estilo propio, esfuerzo, y reconocimiento de sus propios colegas. Es un hilo conductor que tiene que ver con haber crecido en el camino.

Desde 2006 no he parado: Aquí no hay quien viva funcionó como un tiro. La que se avecina, también. En estos años he descubierto que, cuanto más trabajo, más quiero trabajar. Los últimos cinco años de mi carrera han sido decisivos y 2020 ha sido el año en el que más he trabajado, a pesar de la pandemia. Antes de Bent no tiré la toalla, pero a veces la dejé a un lado. En varias ocasiones entendí que no era el momento, que no estaba suficientemente preparado. Era consciente de que no destacaba. Fui a algún castin y no había suerte…

La dureza de los cástines que cuenta bien La La Land.

El fracaso es lo normal. Estoy seguro de que si hubiera hecho un castin para Aquí no hay quien viva no me habrían cogido. De todas formas, por suerte, no he tenido que pasar muchas veces por esas cribas.

En estos años detrás de las cámaras, ¿ha visto muchos juguetes rotos ahogados en la alfombra roja?

Entre los compañeros con lo que coincidí en la escuela de interpretación algunos desfilaron por otros derroteros, y otros están trabajando en esto con bastante aprovechamiento. Afortunadamente, de todos los que empezamos juntos en este mundo hace más de veintidós años, ninguno ha acabado mal. Todavía comemos juntos por Navidad.

Nacho Guerreros

Tiene 50 primaveras y se le ve casi arrancando.

Sí. En esta profesión siempre se está empezando y, sinceramente, tengo mucha ilusión por mi trabajo. Ahora es un buen momento: tengo Juguetes rotos hasta finales de año, que compaginaré con la obra de Ignasi Vidal, Sobre el caparazón de las tortugas; tengo La que se avecina para otoño, nos vamos de gira por México, me quedan tres cortometrajes por rodar, y acabo de participar en dos películas. No puedo pedir más, y quiero más. Porque quiero trabajar en París, que es el sueño de mi vida, aunque sea diciendo una frase en un corto de estudiantes.

¿Qué significa para usted la madurez? ¿Qué siempre y qué nunca más del mundo que rodea los flashes de la televisión?

Nunca me he dejado engatusar por los flashes de la tele. La fama me llegó con 35 años, cuando ya sabía que en esta profesión no es oro todo lo que reluce. Ya había experimentando las sombras y las dificultades de este oficio. Ya sabía lo que era llamar a puertas que nunca se te abren. Además, soy totalmente consciente de que hoy estoy aquí y quizás mañana, no. A veces, cuando participo en algún evento y coincido con algún compañero -me da igual la edad- al que se le ha subido el pavo, siento un poco de vergüenza ajena. Los actores y actrices que van de sobrados, me repelen. Si la madurez es lo que estoy viviendo ahora, pues soy feliz, aunque sé que la felicidad completa no existe. Mis padres están muy bien, yo tengo trabajo y salud, y, aunque he perdido a una amiga muy querida hace un mes y medio, y me he dejado a algún amigo en el camino, soy feliz. Cuando te rodeas de personas que merecen la pena y te quitas de en medio a las tóxicas, a penas hay motivos subjetivos para quejarse de nada.

“Nunca me he dejado engatusar por los flashes de la tele. La fama me llegó con 35 años, cuando ya sabía que en esta profesión no es oro todo lo que reluce”

 

¿La madurez ayuda a mirar más a los demás que a centrarse en uno mismo?

Me encanta aprender de lo que hacen bien los demás, especialmente, de mis compañeros de profesión. Por ejemplo: Antonio Banderas, Carmen Maura o Luis Tosar me parecen buenos referentes para este oficio. Además de muchos actores y muchas actrices de teatro que no son conocidos y a los que sigo con devoción. Admiro a los intérpretes todoterrenos. Labrarse una carrera profesional en el ámbito de la cultura exige mucho sacrificio. No hay otro camino. 

¿Usted también es un poco todoterreno?

Yo hago de todo, y tengo un montón de retos por delante. Me encanta que los directores jóvenes confíen en mí, porque me ha costado mucho entrar en el cine. Sentía como si se me hubiera colgado el sambenito de ser un actor solo para series de televisión, aunque mi carrera de teatro es bastante sólida. Tengo la suerte de que viene mucha gente joven apretando fuerte dentro de este gremio. He hecho cortometrajes con ellos y en los últimos años he grabado cuatro películas.

Quizás la opinión pública le relaciones con Coque (La que se avecina), pero también es Mario (Juguetes rotos). Ha hecho comedia y drama.

Siempre me he considerado un actor más dramático que cómico. Cuando era un ingenuo que tenía idealizada la profesión, yo me imaginaba en los carteles de la Gran Vía en películas y obras de teatro dramáticas. Al final, en televisión me conocen por hacer comedia y estoy muy feliz. Parece que hacer comedia es fácil, y no se crea…

Sobre todo, para una persona como usted que detesta los chistes…

Aunque hay gente que los cuenta muy bien, como Jorge Cadaval, que me hace mucha gracia.

Además del talento, admira a las personas del mundo del espectáculo que son buenos compañeros.

Ser buen compañero es fundamental en cualquier trabajo.

Usted sufrió bullying en la infancia. ¿Hay pisotones detrás de las cámaras?

Ese tipo de bullying no lo he sufrido detrás de las cámaras, o, al menos, no me he enterado. Pero, quizás haya algo de mobbing, como en todos los oficios.

Soy consciente de que el mundo del cine está lleno de tópicos, por eso quiero aclararlos. Por ejemplo: ¿los productores tratan bien a los actores, o se sienten a veces como mercancías?

No he tenido nunca ningún problema con ningún productor y sí con dos directores de teatro. Con uno de ellos coincidí cuando estaba empezando, y preferí irme a un bar a servir copas antes que seguir con ese estilo de trabajo de gritos y malas maneras, que a mí no me va. Allí se trataba a la gente como mercancía y no lo soporté.

Si un actor triunfa, todo el mundo te llama, te sigue y te arropa. Si fracasa, nunca más se supo. El mundo del espectáculo es una carrera en la que constantemente debes estar demostrando que vales. Y eso, supongo, cansa.

Esta profesión es pura actualización, puro renovarse o morir. A mí reinventarse me parece positivo.

Juguetes rotos vuelve a Madrid. Teatro Infanta Isabel, desde el 6 de mayo al 6 de junio, de jueves a domingos. Allí interpreta a Mario. Un hombre en una jaula. ¿Atrapan mucho los prejuicios? ¿La madurez también es saber respetar la libertad de los demás?

Todos somos libres, y respetar eso es importante para una sana convivencia. Podemos opinar con libertad, siempre que una opinión no sea un delito, lógicamente. Nosotros votamos y pagamos a los políticos para que protejan a la ciudadanía en vez de enfrentarla. Hay personas con muchos prejuicios, gente que va por la vida enjuiciando con sus críticas a quienes se salen de la norma. Esa necesidad de poner equis en vez de construir puentes yo lo interpreto como una prueba evidente de pueril inmadurez.

Le veo muy a contracorriente del tópico de su gremio en unas cuantas cosas:

            Quiere trabajar fuera, cuando la mayoría quiere que Netflix España les guiñe un ojo.

            A mí también me tira que Netflix me llame, pero estoy deseando ejercer fuera. ¡El mundo está abierto! Quiero trabajar en México, en París… Justo esta mañana iba por Gran Vía a una reunión y me ha reconocido una pareja de colombianos que ven La que se avecina. Me ha hecho una ilusión tremenda. Así que igual también quiero ir a trabajar a Colombia, por qué no.

            Está en el star-system sin estar en el star-system.

No paro de trabajar, genero mis propios proyectos desde la productora que monté con mi socio, Fabián Ojeda, y me encantaría crear familia de trabajo. ¿Qué es el star-system? ¿Estar de cóctel en cóctel sobre una alfombra roja eterna? ¡Me aburre mucho eso! ¡No estoy a gusto en esos saraos en los que casi todo lo de alrededor es mentira! Yo disfruto trabajando.

“¿Qué es el star-system? ¿Estar de cóctel en cóctel sobre una alfombra roja eterna?¡No estoy a gusto en esos saraos en los que casi todo lo de alrededor es mentira! Yo disfruto trabajando”

            No llora: lo mal que están las cosas, lo difícil que es encontrar un trabajo, lo chungo que es este oficio, el vértigo de la montaña rusa, las salas de cine vacías…

Es que, afortunadamente, me va bien.

            No repudia la comedia nacional televisiva.

            Cuando empecé con La que se avecina detectaba que algunos pensaban que estábamos haciendo mierda. Son opiniones que no comparto. ¿Cómo voy a repudiar la comedia nacional televisiva, que ha dado tantos éxitos mundiales?

            Habla de “investigar”, una faceta de la que se oye poco en el entorno de la interpretación.

            Investigar en sentido estricto puede sonar pedante, y yo no soy investigador, ni me dedico a la ciencia, pero sí necesito ir más allá en mi oficio. Es muy difícil alcanzar la excelencia en el trabajo, que es la meta que persigo, desde el conformismo o la parálisis.

¿El trabajo le hace libre?

Me hace independiente.

¿Trabajar le hace feliz?

Mucho. Y me ha hecho crecer como persona. No hablo solo del trabajo como actor, sino de los empleos por los que he pasado antes. Nada más llegar a Madrid estuve seis años cerca de personas con discapacidad y aprendí un montón. Estuve cinco años en la misma familia y más de dos décadas después seguimos en contacto. Nunca olvidaré todo lo que me enseñaron.

Atención a personas con discapacidad, participación en causas solidarias con generosidad… ¿Nacho Guerreros tiene un corazón como Montepinar?

No vivo con una coraza siempre puesta. Confío en la gente buena y me entrego como mejor sé a los demás. Algunas personas han decidido no fiarse de nadie. Allá ellos. Yo no, porque si no aquí no hay quien viva…

“Algunas personas han decidido no fiarse de nadie. Allá ellos. Yo no, porque si no aquí no hay quien viva…”

Cualquiera que le siga en Instagram se hará una pregunta: “¿Busca Nacho Guerreros un hueco en el castin del próximo 007?

[Risas] ¡El inglés es el próximo reto que tengo entre manos! Como cualquiera puede apreciar en mi perfil de Instagram, me gusta el deporte. Me encantaría competir en carreras tipo spartanrace, que se me darán bien. Cuidar de mi cuerpo -no fumo, no bebo, entreno cada día- ha sido una de las decisiones más transformadoras de mi vida.

Nacho Guerreros

¿Le veremos en breve anunciando yogures de doble flecha que alivian el tránsito y productos eco sostenibles y saludables?

[Risas] ¿Por qué no?  Que nos toca pagar muchos impuestos…

A un tipo con corazón: ¿cómo se pueden humanizar las relaciones laborales en el mundo audiovisual?

¿Existe de verdad esa percepción de que este sector está deshumanizado?

La impresión es que es una profesión llena de castas: algunos viven muy bien, pero la gran mayoría son tratados un poco a patadas.

Puede que sea así, pero yo no puedo hacer ningún reproche. Mi experiencia personal es haber trabajado casi siempre muy a gusto.

¿La presión de las audiencias y el share no genera un cierto maltrato psicológico utilitarista entre quienes trabajan para la televisión?

Las métricas de audiencia generan ansiedad al principio, porque el trabajo depende de la respuesta del público. Es así. Son las normas del juego. Pero si eso se lleva con madurez, se asume y punto.

Está deseando hacer largometrajes. Es la película que se resiste, de momento.

Se me ha pasado un poco el mono, porque, por fin, he dado pasos hacia esa meta. Se acaba de estrenar Vampus Horror Tales: cuatro historias de terror en blanco y negro cosidas por el personaje que interpreta Saturnino García. Ha tenido éxito dentro de su género. Estoy a la espera de que se estrene Confinamiento incluido, que ruedo junto a Macarena Gómez. Me queda una sesión para acabar mi participación en Laberinto de sombras, y he hecho una secuencia preciosa en Josefina, una película dirigida por Javier Marco.

¿El cine español es un coto excesivamente cerrado?

Sí.

¿Un carril donde siempre están los mismos?

Posiblemente. Pero, ¡qué suerte! ¡Ojalá me llamaran a mi para entrar en ese carril!

En televisión ha sido comedia. En teatro, drama. Incluso ha dado vida a personajes malvados. ¿Cómo consigue que ese revoltijo de emociones de guion no le pasen factura en lo personal?

No me llevo el trabajo a casa, ni con un drama, ni con una comedia. A mí esas emociones de guion, de momento, no me afectan, aunque no soy de piedra, porque si no empatizas no puedes estar en esta profesión. Cada papel exige que te metas hasta el fondo, en el fango de las vidas de los personajes, pero también exige desconectar cuando se apaga la jornada laboral.

¿Un especialista en memorizar textos sabe olvidar para perdonar?

Sinceramente: hay cosas que no perdonaré nunca y tampoco se me olvidan.

¿De la infancia?

¡Y de mayor! No me considero tan buena persona como para perdonar, por ejemplo, una traición.

A veces se observan rencores latentes en el mundo del cine.

¿Rencores?

Quizás rencillas.

No es algo propio de los actores. He conocido ingenieros, señoras que limpian, taxistas y periodistas que alimentan constantemente rencores absurdos. El que es gilipollas es gilipollas, independientemente de la profesión que desempeñe. 

Cuando uno se dedica a la cultura: ¿es bueno ser un poco ingenuo y dudar de las cosas?

¡Por supuesto! Saberlo todo y tener siempre la razón es una utopía absurda. Yo sé lo justo, pero quiero aprender mucho. Me encantaría ser un erudito en diversos temas, pero no lo soy. De momento, me conformo con ser una persona curiosa con ganas de saber.

“Yo sé lo justo, pero quiero aprender mucho. Me encantaría ser un erudito en diversos temas, pero no lo soy. De momento, me conformo con ser una persona curiosa con ganas de saber”

Hasta hace pocos años había actrices y actores españoles que parecían la voz del Oráculo de Delfos.

Hemos cambiado mucho. Los actores somos personas normales que trabajan, pagan sus impuestos, pueden opinar, y criticar a los políticos, porque los políticos viven del sueldo público.

¿Se siente con libertad para hacerlo, o ya está mal visto que un actor exprese su opinión política?

Yo no me siento libre para opinar sobre determinadas cuestiones. Para nosotros, a veces, hablar es meterse en un jardín que no conlleva nada positivo. La libertad está sobrevalorada…

¿Incluso para Ayuso?

¡Incluso para Ayuso!

¿La política?

¡Me aburren todos los partidos políticos!

No se le conoce credo político. Y eso es un logro para un actor español.

Con mis amigos hablo de política, pero nunca me pelearía con nadie por mis ideas.

¿La cultura es de izquierdas, de derecha, o debe ser de centro?

Siempre hemos identificado la cultura con la izquierda. Yo nunca he apoyado a ningún partido político, porque mi carrera la he hecho yo. Pico, pala, pico, pala.

¿Alguna vez le han pedido ir en listas electorales?

Sí. Y dije que no. Fue para unas elecciones municipales hace ya unos cuantos años.

¿Qué lee?

Variedad, aunque ahora tengo diferentes trabajos entre manos y me paso el día memorizando textos que debo interpretar. Me encantan las biografías de reyes, de políticos, de personajes públicos. Disfruto con novelas de todo tipo. Me apasiona Stefan Zweig. Su libro sobre María Estuardo es brillante.

¿Poesía?

No.

¿Teatro?

Bastante. Por cierto, Juguetes rotos ha salido editado en Antígona, y está a la venta, pero no me critique por hacer promoción…

Es que el periodismo no es publicidad.

Lo entiendo perfectamente. Echo en falta entrevistas así, profundas, en televisión, como las que se hacían en La clave, El perro verde… Hay multitud de personas interesantes con muchas cosas que contar y se merecen un espacio.

Pues láncese. Igual es su formato televisivo para estrenarse como el presentador con el que soñó de pequeño.

Yo no soy periodista. No me atrevería a hacer una entrevista.

Para hacer entrevistas basta con conocer a las personas y mirar a los ojos. No hace falta ser periodista.

Un entrevistador debe ser un buen psicólogo, porque debe bucear en el corazón del entrevistado.

¿En qué piensa últimamente?

Tengo muy presente la muerte todos los días de mi vida.

¿Por qué?

Porque todos caminamos hacia ese destino.

¿Pero la piensa con miedo?

No. Lo que me da miedo es el sufrimiento.

Nacho Guerreros

¿Es creyente?

Depende del día.

Eso es que sí.

No lo sé. Me educaron muy bien en una escuela pública. Entre mis amigos de la pandilla de Calahorra todavía recordamos a nuestra señorita Cresen, que nos dio clase en 1º, 2º y 3º de EGB. Ella nos decía que nosotros seríamos los hombres del mañana, y ya estamos en aquel mañana… Nos hablaba mucho de Dios, pero de una forma amable, casi en tono de cuentos. Nos inculcó un fuerte compromiso por el respeto a los demás, porque, nos decía, “todos somos hijos de Dios”. ¡Todos!

¿Reza?

A veces. Cuando estoy a punto de salir a un escenario, siempre miro arriba y veo a mis personas queridas que ya no están. Noto que son un apoyo que tengo ahí, a mano.

¿Vive solo?

Comparto piso con dos amigos: Valentín Rus -aparejador y cantante-, y Juan Abellán, que se dedica al marketing y al turismo. Estoy muy bien acompañado.

¿Está contento con la sociedad que estamos construyendo?

No. ¿Cómo voy a estar contento con una sociedad que se pelea todo el rato y prefiere la crispación a la convivencia? Hay personas maravillosas, pero los otros hacen más ruido.

“¿Cómo voy a estar contento con una sociedad que prefiere la crispación a la convivencia? Hay personas maravillosas, pero los otros hacen más ruido”

¿Ha perdido la cultura la esperanza en crear productos audiovisuales que mejoren el mundo?

Mejorar el mundo, no lo sé, pero sí conseguimos echar una mano. Lo hemos visto durante la pandemia. El otro día entré en una tienda para comprarme unas cuchillas de afeitar y la chica que me atendió me dijo: “Tengo que darte las gracias y me gustaría que se las transmitieras a tus compañeros. Yo superé una depresión por vosotros”. Eso no hay político que lo haga…

¿Algún papel especialmente deseado?

Siempre he querido hacer el Pármeno de La Celestina, pero me temo que ya se me ha pasado el arroz…

Hábleme de algunos compañeros de reparto que llevan con usted desde el minuto uno en La que se avecina:

            José Luis Gil

            Es una máquina de trabajar. Dobla, hace teatro, la serie…

            Jordi Sánchez

            Una maravilla de compañero.

            ¿Ha salido bien de la UCI post covid?

            Afortunadamente, bien. Jordi es otro gran trabajador y una de las personas más sencillas que conozco, junto con José Luis. La grandeza te hace sencillo. La impostura es impropia de las personas realmente brillantes.

            Macarena Gómez

            ¡Es una curranta! ¡Esta mañana tenía un mensaje suyo a las 07.30 de la mañana! He trabajado con ella en dos proyectos ajenos a La que se avecina: en Confinamiento incluido y en Cariño, donde he tenido la oportunidad de interpretar a un villano.

            Pablo Chiapella

            Una gozada de persona. Es muy difícil trabajar con él porque estimula constantemente las carcajadas.

            Eva Isanta

            Otra gran persona.

Los actores de La que se avecina, en realidad, somos como una familia. Llevamos muchos años trabajando juntos. Hasta antes de la pandemia nos saludábamos con dos besos al llegar al plató. Alberto y Laura Caballero, los productores y creadores de la serie, han sabido generar un clima de trabajo fabuloso y yo les agradezco enormemente la oportunidad que me han brindado. En Aquí no hay quien viva llegué para tres frases y me quedé catorce capítulos. Después vinieron las doce temporadas de La que se avecina… Por eso nunca hay que decir que no a una única secuencia.

Imparte clases de interpretación, y supongo que aprovechará para decir a los actores del futuro cómo es este camino y cómo deben recorrerlo para no ser unos eternos frustrados.

La gente joven siempre ha tolerado menos la frustración. Es como si crecieran acostumbrados a que se lo den todo hecho. Hay que caerse para levantarse. En esta profesión se aprende a base de buenos talegazos.

“La gente joven siempre ha tolerado menos la frustración, pero es importante que sepan desde el principio que en esta profesión se aprende a base de buenos talegazos”

¿Qué papel tiene el ego en el currículo de un actor?

Si el ego es desmedido, te conviertes en un perfecto idiota. Si no alcanzas el ego oportuno, te invisibilizas. Estar en el punto medio es difícil. Yo intento mantener el equilibrio, porque no me gusta desaparecer, y si alguna vez paso la frontera y me convierto en un idiota, les he pedido a mis amigos que me pongan los pies en la tierra, aunque sea a guantazos.

¿Cuáles son sus títulos de crédito?

Mis títulos de créditos son muchos agradecimientos: a mi familia, que en esta profesión es un apoyo muy importante. Mis padres siempre han estado ahí; a la gente que ha confiado en mí, a Gina Piccirilli, por ser una profesora de teatro estupenda que dirigió Bent con maestría; a Alejandra Majluf, actriz argentina, por atreverse a producir aquella obra de teatro; a Luis Freire, a Luis Callejo, a Carolina Román, que ha escrito Juguetes rotos y la ha convertido en una pieza extraordinaria; a Kike Guaza, mi compañero de reparto en esta obra; a Elena Arnao, directora de castin de Aquí no hay quien viva; a Laura y Alberto Caballero  Esta profesión es un oficio artesanal. Somos artesanos que cuentan historias para no dejar indiferente a nadie. No somos el pasillo de Drácula. Somos humanos y adoramos nuestro trabajo. Nos encanta que nos vean y estamos agradecidos.

REBOBINANDO

Dicen que dice Sam Mendes que “los verdaderos actores viven su personaje en silencio”. Y Baltasar Gracián subraya que “la cortesía es la principal muestra de cultura”. Y digo yo que un actor hecho vecino -de Montepinar o de Tirso de Molina- es más potente de lo que parece.

Cultura y trabajo. Actores y artesanos. Focos y asfalto. Personajes y ciudadanos. Estrellas y vecinos. Estos matrimonios están bien aquilatados en la conversación con Nacho Guerreros. Escenarios y aceras. Brillos y mates. Películas y diarios. Maquillaje y ojeras. Lentejuelas y vaqueros. Alzas y zapatillas de estar por casa. Ficción y realidad.

En sociedades más críticas donde las redes sociales han democratizado el diálogo -y el insulto-, el contacto con quienes trabajan en el mundo del espectáculo está a un clic. Más críticos que los críticos de profesión son los usuarios muchas veces anónimos que expresan con naturalidad sus sentencias, sus filias y sus fobias, en el mar sin orillas de las redes. Ni las estrellas, ni los reyes, ni los papas, ni Florentino Pérez son intocables. Y probablemente, cada vez lo serán menos.

Ante este decorado, los profesionales del mundo del cine y la televisión pueden vivir en Matrix y pensar que su trabajo trasciende el plano general. Evadirse utilizando a las masas. O pueden pensar que son artesanos y deben vivir sobre todo fuera del plató. Pueden ser marcianos con followers o personas normales que salen en la tele. Porque desde que existen los móviles, el selfie y el vídeo viral son patrimonios arrebatados por la humanidad.

Ante este contexto tecnológico globalizado, las mujeres y los hombres que nos alegran las pantallas, nos cuentan historias, nos ayudan a saber, a experimentar, a conocer el alma humana, a sensibilizarnos con los problemas de nuestra sociedad, pueden ser mentira, o pueden ser verdad.

Ante este magma de influencers, los actores y las actrices tienen que elegir entre ser sobre todo celebrities o ser sobre todo cultura.

La democratización de las alfombras rojas ya es una realidad, pero extender la cultura como alfombra que une es, todavía, una misión pendiente.

Según el diccionario de la Real Academia Española, cultura es cultivo. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.

Cultura no es cualquier cosa. Cultura y sociedad no es cualquier matrimonio. Eso lo sabe hasta Coque...

Video del día

Feijóo destaca el “modelo de la concordia” del PP en Cataluña
frente al “modelo rupturista” del resto de partidos catalanes
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato