PEDRO GARCÍA CUARTANGO es periodista y escritor. Columnista de ‘ABC’, ex director de ‘El Mundo’ y el editorialista más prolífico del periodismo español de los últimos cien años. Tras ‘Elogio de la quietud’ ha publicado recientemente ‘Anatomía de la traición’: un libro negro sobre espías con el que debutará firmando hoy en la Feria del Libro de Madrid.

Pedro G. Cuartango: “El periodismo es un “espionaje” del poder”

Cuarenta años de periodismo de manual. Ética y bonhomía. Cultura y discreción. Columnista de ABC y columna del oficio. Ex director de El Mundo, ex fundador de El Sol, ex de El Globo, Cinco Días y Diario 16. Ex socialista y ex marxista. La honestidad intelectual engrasa su cintura. Silencioso e influyente. El hombre tranquilo. El Chesterton que fue animal de redacción siendo, a la vez, místico de la quietud y fan de la vida monacal. Nostálgico de agradecimiento al pasado. Presente continuo entre libros y teclas con ansias de trascendencia. Futuro gris-Monet. Tren circular constante en bucle: Miranda del Ebro-Madrid-París-Bayona. El que ni se vende ni simula acaba de dar a luz entre taquígrafos Anatomía de la traición: un pudin de espías con extractos de alegato de la lealtad. Nunca ha tenido amigos en la política. Nunca ha dejado a su gente colgando de la brocha. Nunca ha traicionado sus principios. Los amantes de la virtud admiran la coherencia de este obrero filósofo en búsqueda y captura de la verdad.

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Fotografías: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Podía ser en una esquina del Hotel Ritz o del Palace, en un reservado de Horcher o en el ángulo final, junto a los baños, del Café Comercial, porque Embassy y Hontanares han picado billete. Habría sido lo más propio para tomarse unas aguas con un delator de historias de espías. Pero estamos en un Vips de los que quedan, al fondo, con una luz decadente y rojiza que sabe a primavera de otoño y a facturas ecológicas, pero por las nubes.

Pedro García Cuartango es un señor. Un periodista sabio con muchas horas de vuelo y muchas horas de cultura interior. Con cuarenta años de oficio. Empezó a informar cuando Franco estaba vivo, ha sido testigo de toda la Transición y de todo lo que ha revenido después. Se entiende que el Chesterton de Miranda del Ebro mire con pesimismo el presente, el futuro y el avance superficial por una España líquida donde las personas con cimientos están en peligro de extinción. Pero no es un pesimismo amargo y tristón. No. Es el pesimismo de quien, conociendo con luminosidad el alma humana, comprende qué significa que las personas y las sociedades no aspiremos a los carismas mejores.

La cosa es que Cuartango no se hace cruces ni hiperventila de indignación como a veces hacen los columnistas menos maduros. Él pone su granito de arena para sumar con la honestidad intelectual de sus principios y la savia de su experiencia. Navega entre páginas mirando al fondo y enriqueciendo el mapa con la belleza de sus virtudes, que siempre son contagiosas.

Periodista sobre todas las cosas. Filósofo sobre todas las inquietudes. Contemplativo en medio de un mundo en alta velocidad. Una buena persona obsesionada con la verdad en quien, quizás, pensaba Kapuściński cuando acuñó el tópico.

El veterano escribidor se estrena hoy en la Feria del Libro de Madrid que lleva visitando desde hace treinta años. De 12.00 a 13.30. Caseta 235. Editorial: Círculo de Tiza. Después de Vidas paralelas, Visto y oído y Elogio de la quietud, Cuartango ha publicado Anatomía de la traición.

Estimado señor leal, dos puntos y al grano.

Hay cuatro palabras en el prólogo de Anatomía de la traición que le retratan: paciencia, curiosidad, empeño y lealtad.

Son cuatro cualidades de un buen periodista, que es a lo que siempre he aspirado y no sé si he conseguido. Y las cuatro son importantes. La paciencia y la tenacidad son imprescindibles para encontrar la verdad entre la apariencia de las cosas. El periodismo consiste en saber ver lo que hay detrás de la fachada y transmitir las claves de lo que está pasando para que los lectores puedan disponer de elementos de juicio. 

Tiene cara de no haber traicionado en su vida.

 

Todos hemos mentido y todos hemos traicionado alguna vez a alguien. El ser humano no es bueno o malo. Hay claroscuros en la conducta humana. Yo he hecho cosas de las que me he arrepentido porque, probablemente, no estuve a la altura de las circunstancias en momentos decisivos. Siempre he intentado ser coherente, pero no me considero un ejemplo de nada. Soy un ser humano con las limitaciones y los defectos de la mayoría.

¿Cómo se resuelven los dilemas morales entre el éxito, la fama, la coherencia y la honestidad?

Ese dilema se da en muchas circunstancias de la vida, que te pone por delante momentos en los que tienes que elegir entre ser coherente con tus principios o sacrificarlos para lograr una meta o materializar una ambición. Siempre he tratado de anteponer mis principios a la ambición personal, al deseo de éxito o al dinero. Para mí es mucho más importante la coherencia, que es lo que queda para siempre como hilo conductor de nuestro comportamiento, unido a la satisfacción por haber actuado en conciencia, a pesar de pagar un alto precio.

 

“Siempre he tratado de anteponer mis principios a la ambición personal, al deseo de éxito o al dinero”

Una persona ajena al oficio podría identificar al espía con el periodista.

Hay similitudes y grandes diferencias. El espía tiene que fingir que no es quien es, adoptar una falsa personalidad para indagar en aspectos de la realidad que están ocultos. El periodista, por su parte, se gana la vida con el oficio de contar la verdad sin fingir nada.

Incluso a veces hay periodistas que funcionan como espías del poder.

El periodismo es un “espionaje” del poder. La definición tradicional de que una noticia es aquello que alguien no quiere que se sepa o se difunda es real. Cuando he tenido responsabilidades al frente de un periódico muchas veces he sufrido presiones y las he resistido. Al final, nuestro trabajo consiste en resistir las presiones para poder contar la verdad, que siempre es algo incómodo.  Hablar de la corrupción del poder no es fácil, pero hacerlo es una obligación profesional del periodista.

Los espías son personas con un amor a la patria o a una ideología por encima de su propia verdad.

La lealtad es muy relativa, porque las motivaciones del espía son muy variadas. El espía clásico de la época de la Segunda Guerra Mundial está muy ideologizado. Ahí tenemos el caso de Kim Philby que, como los otros miembros del Círculo de Cambridge, fue reclutado en los años 30 porque era comunista y se sentía muy decepcionado con la democracia liberal británica. Pensaba que era un sistema que favorecía la desigualdad y la plutocracia, y por eso fue reclutado por lo que después sería el KGB. Durante varias décadas él y sus colegas suministraron secretos muy importantes, siempre por factores ideológicos. El caso contrario sería el de Aldrich Ames, uno de los jefes de contra espionaje de la CIA, que traicionó a la organización por puro dinero. Quería un tren de vida que sus medios no le permitían y decidió pasarse al otro lado.

Los espías conocen el alma humana y saben donde hincar el diente.

Sí.

Y muchas veces disparan a la vanidad.

Sí.

A usted no le pillarían por ahí.

No sé… No soy vanidoso, pero todos tenemos un cierto orgullo que nos puede traicionar. Es cierto que los espías tienen que ser grandes conocedores del alma humana para poder sobrevivir. Es muy difícil mantener una doble vida durante muchos años dando cancha a una apariencia de que eres lo que no eres.  En el libro cuento la historia de Kim Philby, que fue condecorado por Franco durante la Guerra Civil. Hacía de corresponsal de The Times en España con unas crónicas favorables al bando nacional, siendo ya un espía de la Unión Soviética que pasaba secretos a Stalin.

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¿Hay algún ideal, algún propósito, alguna persona por quien llevaría usted una doble vida?

Por una cuestión de carácter y de formación, no tengo ni talante ni talento para llevar una doble vida, pero entiendo que hay muchas personas con una gran capacidad para aparentar lo que no son. En cierta forma, las técnicas comerciales de venta implican una seducción del interlocutor, y yo no soy capaz ni de vender, ni de simular nada.

Para ser espías es casi imprescindible no tener ninguna brújula moral.

Puede que ahora sea cierto, porque el espionaje de hoy es más tecnológico y económico, pero no siempre ha sido así. Por ejemplo: Richard Sorge [1895-1944], periodista alemán en Tokio, se enteró de la inminente invasión alemana a la Unión Soviética, en 1941, pero su informe fue desoído por Stalin. Él no lo hacía por dinero, sino por ideales, y poco después fue detectado por la inteligencia japonesa y fue detenido, juzgado y fusilado por actuar como pensaba. 

¿Cuál es su brújula moral?

La moral no es algo absoluto. Hay una frase de Simenon que me gusta mucho: “Comprender, no juzgar”. Cada uno tiene su universo propio con sus desencadenantes y sus consecuencias. Lo que vale para todos, esa idea del imperativo categórico de Kant, es ser coherente con lo que se piensa y actuar en función de unos principios. Me parece que esa es la norma ética que rige la vida de todas las personas, aunque cada una tenga valores morales distintos.  

¿El periodismo español ha perdido el norte?

El periodismo español que se hace ahora es peor que el que se hacía durante la Transición, a finales de los 70 y principios de los 80. Entonces había más libertad, empresas más pequeñas que facilitaban más el trabajo a los periodistas, y había más pluralidad. Fue una época muy buena del periodismo. Ahora, esta profesión atraviesa una crisis muy profunda por dos razones obvias: las caídas de las ventas en los quioscos y la enorme merma de los ingresos publicitarios. Ambos factores han debilitado mucho a las empresas periodísticas, que son cada vez más dependiente del poder económico y político, mientras trabajan con menos medios para sacar adelante sus proyectos.

“El periodismo español que se hace ahora es peor que el que se hacía durante la Transición”

 

Hablaba de la pluralidad en la etapa de la Transición. Ahora están a punto de salir nuevos proyectos periodísticos: dos periódicos de papel -El Periódico de España y El Debate-, el nuevo The Objetive y un nuevo canal de televisión. Y llegan justo cuando parecía que la única posibilidad era sobrevivir.

Ese fenómeno de novedades que dice en parte contradice lo que hablábamos, pero es que ahora el peaje para crear un medio es mucho menos elevado. Para levantar un periódico como El Sol [periódico del grupo Anaya editado entre 1990 y 1992] se invirtieron 4.000 millones de pesetas. Hoy, poner en marcha un medio digital es mucho más barato y por eso, en realidad, la información es mucho más accesible.

¿Qué ideas deben sostener un proyecto periodístico que nazca hoy para que valga la pena y tenga éxito?

Para que los periódicos tengan audiencia hay que hacer lo de siempre: liderar un periodismo de rigor y calidad, que aporte las claves no evidentes de la realidad. El periodismo no es producir títulos sensacionalistas para captar pinchazos. El periodismo es indispensable en una sociedad democrática, porque es el cuarto poder, un elemento de contra vigilancia a los abusos del poder que pivota sobre la investigación y la honestidad en el marco de un proyecto intelectual. Esos requisitos que valían para los años 50 siguen vigentes en 2021.

Se oye ya que: “El Periódico de España tratará de hacerse con lectores de El País, porque se ubicará más a la izquierda. El Debate hará lo propio con ABC, porque está más a la derecha”… ¿Eso es arrancar mal?

No lo sé. Ellos sabrán. Cada proyecto tiene su idiosincrasia, su filosofía y sus propias ambiciones. Yo no creo en un periodismo ideologizado de derechas o de izquierdas. Yo creo que el periodismo tiene que ser transversal y aspirar a una mirada amplia de la realidad, partiendo de que debe ser esencialmente crítico con el poder, también con la oposición. Lo sustancial del periodismo es vigilar los excesos del poder y preservar los valores de una democracia: la separación de poderes, el respeto a los derechos humanos, etc. Que sea de derechas o de izquierdas me parece adjetivo. La ideología nunca te puede cegar para decir la verdad.

 

“No creo en un periodismo ideologizado de derechas o de izquierdas. La ideología nunca te puede cegar para decir la verdad”

¿Cree que, como en el espionaje, el periodismo está sembrado de espejismos?

Sí, a veces los árboles no nos dejan ver el bosque. A veces estamos muy obsesionados por la actualidad inmediata y no somos capaces de observar las tendencias profundas de la sociedad. Nadie fue capaz de prever la crisis de 2008, y hay centenares de analistas y economistas que escriben en los periódicos. Es verdad que hay factores muy difíciles de ver con antelación, pero los periodistas no nos podemos dejar llevar por espejismos. Tenemos que ser capaces de distinguir bien lo verdadero de lo falso, lo momentáneo de lo duradero, lo coyuntural de lo estructural.

¿Cómo se acaba esta guerra fría que existe entre audiencias y periódicos de papel?

No lo sé. El periodismo de papel atraviesa un declive que amenaza su existencia. No hay más que ver los datos de la OJD [Oficina de Justificación de la Difusión] para darse cuenta de la caída de las ventas. Las últimas cifras que vi hablaban de 70.000 ejemplares de difusión para El País, que en su día llegó a tener más de 500.000. Esa desproporción es extensible a todos los periódicos de ámbito nacional. ¿Hasta dónde llegará esta crisis? ¿Se recuperarán las ventas de papel o es un fenómeno irreversible? No estoy en condiciones de responder categóricamente, pero soy pesimista. Me temo que muchos de los periódicos de papel que ahora se imprimen a dario desaparecerán o se convertirán en semanales a lo largo de los próximos cinco-ocho años.

¿Anatomía de la traición es un elogio de la lealtad?

Es, sobre todo, un cuestionamiento del concepto de lealtad. Le lealtad puede ser una forma de traición y la traición, una forma de lealtad. En los años setenta, el espía Kim Philby se encontró con el novelista John Le Carré en un hotel de Moscú. Se acercaron, y el escritor se negó a darle la mano: “No le puedo dar la mano porque usted ha sido un traidor responsable de la muerte de decenas de mis compañeros a quienes usted ha delatado”. Philby se sintió muy dolido y le respondió, no sé si de forma inmediata o en otra ocasión: “Yo nunca he sido un traidor. Siempre he sido leal a mi verdadera patria, que es el comunismo soviético”.  Es cierto que Philby no fue leal a la patria en la que nació, Gran Bretaña, pero sí fue leal a sus ideas, acertadas o no, que se asentaban en el comunismo soviético.

¿Tiene nostalgia de la lealtad en este tiempo?

Tengo nostalgia de ese tiempo. La Guerra Fría tenía posee un componente estético muy singular: la lucha de bloques, el mundo de los espías, la sensación permanente de la existencia de un enemigo vigilante al otro lado... Entonces el mundo estaba dividido en dos partes y ese enfrentamiento hacia más estimulante la política y la creación literaria y artística. Quizás suena ingenuo, pero pienso que aquel universo del puente entre los dos Berlines o del Checkpoint Charlie tenía una grandeza épica que suscitaba la inspiración de muchos escritores.

Aquí no tenemos muro de Berlín, pero tenemos las dos Españas permanentes.

Desgraciadamente, España es un país muy sectario marcado por una fuerte división y una continua tensión que vienen de la época de Fernando VII y su traición a las ideas liberales. Desde entonces, la sociedad española vive escindida entre liberales y conservadores, clericales y anticlericales, monárquicos y republicanos… Hoy vemos que la izquierda mira con superioridad moral sobre la derecha y la denosta, y que la derecha no acepta la legitimidad del Gobierno y le critica por todo lo que hace, sea bueno o malo. Ese sectarismo que impregna la vida política y social es sumamente lesivo para todos y produce un alejamiento de la política por parte de los ciudadanos, entre los que me incluyo.

“España es un país muy sectario y ese sectarismo produce un alejamiento de la política por parte de los ciudadanos, entre los cuales me incluyo”

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En sus años de Periodismo, Filosofía, Madrid y París fue usted socialista, marxista y autogestionario.

Sí.

Dice que ser de izquierdas era generacional.

Sí, sí.

¿Cómo ve ahora ese ramalazo generacional?

Cuando uno se equivoca, debe evolucionar. Vivir determinadas experiencias puede hacer que cambie tu manera de entender el mundo. Fui una persona de izquierda radical en mi juventud, cuando vine a estudiar a Madrid y vivía en el colegio mayor san Juan Evangelista. Fui una persona muy cercana a las ideas marxistas y un anti franquista convencido. Pero luego he ido evolucionando con el paso del tiempo. Hay muchas cosas de la izquierda que conservo -la justicia, la igualdad, etc.-, pero he avanzando hasta darme cuenta de que el mejor modelo político social es la democracia liberal. No conozco otro mejor. Ahora defiendo una democracia parlamentaria con separación de poderes, respeto a las libertades y que salvaguarde con escrúpulo los derechos humanos dentro de una sociedad plural. Tenemos que esforzarnos en preservar este modelo de democracia liberal ante la amenaza de los populismos y los nacionalismos, que están expandiéndose a gran velocidad en toda Europa, como vemos también en Polonia y Hungría.

En los años 80 vio en directo el comunismo en Rumanía y Bulgaria. Cuando en los hoteles de lujo no había ni leche. ¿Por qué el comunismo es un error recurrente?

Aquella estancia en 1982 me hizo reflexionar mucho. Con mis propios ojos me di cuenta de que aquellos regímenes no habían conseguido un nivel de desarrollo económico como el que había en Europa occidental. Allí la gente no tenía acceso a los bienes básicos y en los hoteles de lujo te daban de desayunar pan duro. El país había sufrido un deterioro extremo. Ceaușescu era un dictador terrible y todas las esquinas estaban saturadas con su retrato. No había ningún tipo de libertad. Allí, la policía política lo controlaba todo. Yo era una persona de izquierdas, pero me di cuenta de que aquello era un disparate. Eso conmovió mis cimientos ideológicos. Entendí que ese sistema era un fracaso rotundo y que no podía ser un modelo para España y para Europa occidental.

 

“En los años 80 me di cuenta de que el comunismo era un fracaso rotundo. Los dirigentes de Podemos tienen una visión muy mitificada de ese mundo”

¿Por qué un votante del Podemos original veía Venezuela y no era capaz de conseguir que la evidencia desmontara sus cimientos ideológicos?

No lo sé. Yo tengo 66 años. Hablamos de una generación de jóvenes que podrían ser mis hijos. Los dirigentes de Podemos no han vivido la época de la Guerra Fría, ni el final del comunismo soviético, y tienen una visión muy mitificada de ese mundo. Ni siquiera son conscientes de los crímenes que cometió Stalin. Se les ha quedado una especie de idea romántica que no se ajusta en nada a la verdad. Los dirigentes de Podemos pertenecen a una generación que ha vivido en una sociedad muy próspera y muy libre, y no son capaces, a veces, de valorar lo que fue la Transición, que nos hizo pasar de la dictadura a la democracia. Les falta perspectiva, como hemos notado en el propio Pablo Iglesias. A los de Podemos les he oído decir que la Ley de Amnistía fue una ley de punto y final, cosa que es absolutamente falsa, porque fue promovida por Felipe González, Santiago Carrillo y por la izquierda.

¿El PSOE ya venía siendo populista antes de Pablo Iglesias?

El PSOE de Felipe González, a pesar de sus errores, era un partido socialdemócrata. Muy similar al Partido Laborista británico o al Partido Socialdemócrata alemán. Es sabido que Willy Brandt fue el padrino político de González. Hoy, desgraciadamente, el PSOE ha abandonado la socialdemocracia y se ha instalado en una radicalidad populista que está produciendo un fuerte deterioro de su credibilidad.

Me refería a la etapa de Zapatero.

Sí. Efectivamente. Zapatero fue un mal presidente del Gobierno. Es verdad que impulsó avances sociales importantes, pero gestionó la economía de manera muy equivocada y sus medidas agudizaron la crisis que se produjo en 2008. Era un político que vivía en una realidad paralela.

“Desgraciadamente, el PSOE ha abandonado la socialdemocracia y se ha instalado en una radicalidad populista que está produciendo un fuerte deterioro de su credibilidad”

¿Ayuso es populista?

No la definiría como una política populista, porque creo que hay un elemento ideológico en su estructura, pero también tiene rasgos populistas, como sucede ya en casi toda la política. Lo vemos en los mismos Pedro Sánchez o Pablo Casado. Uno de los peligros de la política del que escribo mucho es que cada vez hay menos debates intelectuales. Ya no se discute ni en el Parlamento ni en los medios sobre temas de una cierta profundidad, como los impuestos, la viabilidad del sistema de pensiones, el funcionamiento de los servicios públicos… Es decir: lo que nos interesa a los ciudadanos.

La luz.

La luz es un ejemplo perfecto. Solo se habla de todo con eslóganes. Los políticos están muy influidos por las redes sociales y por los medios y han adoptado una deriva populista. El PP y el PSOE pecan de populismo: lanzan mensajes en función de lo que quieren escuchar sus votantes. La contaminación populista se extiende a todos los políticos. 

La nostalgia es un elemento importante en su obra. Yo no la leo como pesimismo, sino como agradecimiento a su pasado.

La nostalgia es algo irracional. Todos somos nostálgicos en la medida en que añoramos el pasado. Decía un autor británico que nuestra verdadera patria es la infancia. Es cierto. Yo soy una persona nostálgica. Siempre tengo como referencia al pasado, pero eso no es malo, per se, aunque también soy consciente de que la nostalgia del pasado a veces tiene muchas trampas. La memoria es un mecanismo de continua reelaboración de los recuerdos, y el peligro es que esa memoria te lleve a falsificar o idealizar el pasado. Soy consciente, pero aún así, me parece importante mantener las señas de identidad, saber lo que uno es, lo que uno ha sido y de dónde venimos.

Lo que tengo claro es que ese supuesto pesimismo con que se etiqueta no es amargura, sino realismo, quizás agrio.

No sé si es realismo, pero amargura no es. Uno es pesimista u optimista casi por naturaleza, por carácter. El pesimismo, a veces, es una forma de defenderse ante lo que nos puede deparar el futuro. El optimismo puede generar una inconsciencia pasiva y te puede llevar a cometer grandes errores por no saber calibrar todos los factores implicados en una determinada situación. El pesimismo de pensar que siempre puede ocurrir lo peor te hace ir por delante. En cualquier caso, es un carácter, no una opción. No se elige. De manera simplista, admito que yo soy pesimista de nacimiento.

Dice en más de una ocasión que se hace viejo.

Sí.

¿Cómo se envejece bien?

¡No se envejece bien nunca! La vejez es un castigo que, en todo caso, se puede llevar con resignación, porque es inevitable en la vida. Mi experiencia personal es que la vejez es la merma de mis condiciones físicas. Ya tengo lapsus de memoria, menos resistencia física, me caso más… Es un proceso también de involución intelectual. La vejez me parece un fenómeno obligatorio, pero negativo. Además, está asociada a la muerte, y todos tenemos en el interior una especie de deseo de inmortalidad y eternidad que no se puede conjugar con el hecho irreversible de un final. Como decía Heidegger, un filósofo que me atrae mucho, “somos seres arrojados al mundo”: somos seres contingentes y finitos que carecemos de esencia, porque nuestra forma de ser la construimos con nuestros actos.

La vejez también es un momento de más sabiduría, de más experiencia vital, de conocer mejor el alma humana, de entender mejor las cosas… Me parecen cualidades importantes para un periodista, y sin embargo el periodismo es cruel con los profesionales veteranos.

Así es.

“En España los periódicos han despreciado siempre la sabiduría y han tendido a expulsar a los profesionales más veteranos. Eso sucede también en la política y en la sociedad, y es algo muy negativo”

 

No sé si nos podemos permitir ese descarte.

Yo empecé a trabajar con 25 años. Cuando salía al extranjero a cubrir cosas me sorprendía que a mi lado había periodistas de otros países con 60-65 años que llevaban 30-40 años en sus medios. Los españoles con los que yo trabajaba teníamos entre 25 y 30. Aquí los periódicos han despreciado siempre la sabiduría y han tendido a expulsar a los profesionales más veteranos. Eso sucede también en la política y en la sociedad, y es algo muy negativo. Al margen de las limitaciones físicas, la vejez ofrece una visión de la jugada más completa. En el camino uno aprende muchas cosas que no sabía. Aunque a veces me equivoque, mi experiencia me hace ser capaz de prever lo que va a pasar y verlas venir con más claridad. En ese sentido, el paso de los años es una gran ventaja, pero yo la cambiaría por volver a ser joven y tener la salud y el vigor de los 35.

Hablábamos antes de los “seres arrojados al mundo” de Heidegger. Dice que profesa el humanismo cristiano, pero es agnóstico.

No sé si Dios existe y me lo he preguntado durante toda mi vida. Soy una persona con mucha inquietud religiosa. Vengo de una familia católica. Dos hermanas de mi madre eran religiosas. Mi padre era muy practicante. Yo estudié en los jesuitas y en una escuela parroquial en Miranda del Ebro. He ido a misa y he rezado el rosario todos los días hasta los 17 años. Pero, cuando llegué a la Universidad me entró una crisis existencial y desde entonces no he resuelto el dilema de la existencia de Dios. Sí reivindico los valores del humanismo cristiano en los que he sido educado: la igualdad, el respeto, la libertad de conciencia, la solidaridad, la protección del débil… No encuentro otros valores mejores. Me defino como un católico escéptico.

“He ido a misa y he rezado el rosario todos los días hasta los 17 años. Pero cuando llegué a la Universidad me entró una crisis existencial y desde entonces no he resuelto el dilema de la existencia de Dios”

 

Una de las pasiones de su vida, además de la sopa de ajos, es la Filosofía. ¿Le tienta a veces dejar en una esquina a Darwin y a Freud, y buscar visiones filosóficas más optimistas de los seres humanos? ¿Le tienta utilizar la Filosofía como vehículo para llegar a una Verdad con mayúsculas a la que unos llaman Dios?

Claro. La Filosofía significa amor a la sabiduría, a la verdad. No podemos negar las contribuciones de Freud o de Darwin al conocimiento del ser humano. La teoría de la evolución y el psicoanálisis son dos herramientas esenciales para conocer la naturaleza humana, pero la naturaleza humana tampoco se puede reducir a esa visión materialista del hombre. Hay otros factores que no son tangibles que habitan nuestro interior. Me fascina la filosofía idealista de Hegel o de Platón. No hay que ser reduccionistas: la realidad del alma humana es muy compleja y no es exclusivamente física. Existe un componente espiritual y racional que condiciona nuestra existencia.

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2021. Me interesa saber qué piensa sobre los siguientes dualismos:

Inteligencia artificial y declive intelectual: no tienen por qué ser realidades contrapuestas, es más, son compatibles. La inteligencia artificial cada vez jugará un papel más importante en nuestras vidas. Muchas acciones humanas las harán pronto los robots y muchas decisiones las adoptará la inteligencia emocional, pero eso no sustituye nuestra capacidad de pensar y crear. Al final, las máquinas son una creación del ser humano. Las personas somos capaces de acciones que nunca imitarán las máquinas, como la intuición o la empatía.

Libertad sin límites y nuevos dogmas sociales.

La libertad siempre tiene límites, no es absoluta, salvo la libertad de pensar. Yo no tengo libertad cuando mis actos perjudican los derechos de los demás. Pero tampoco me gustan los dogmas de lo políticamente correcto: el feminismo, algunas reivindicaciones LGTBI y otras cuestiones sobre las que, si discrepas, te conviertes en un reaccionario.

Aceleración vital y Elogio de la quietud.

Soy una especie de místico de la quietud, porque considero que es algo necesario para vivir con calidad. La quietud es especialmente necesaria en este tiempo de aceleración. Vivimos en una sociedad volátil, líquida y en la que todo cambia de forma muy rápida. Los cambios tecnológicos y sociales que ha experimentado mi generación en los últimos 50 años es impresionante, pero eso hace más necesaria si cabe la quietud, entendida como la capacidad de detenerse, mirar y reflexionar.

Ruido exterior y silencio interior.

He escrito mucho sobre el silencio. Siempre he sentido fascinación por la vida monacal. El silencio y la quietud son esenciales en mi vida. Estamos rodeados de exceso de palabras, de imágenes y de información, y la paradoja es que cada vez es más difícil interpretar tanto contenido y distinguir lo verdadero de lo falso. El silencio nos ayuda a separar las voces de los ecos, como decía Machado, lo esencial de lo accesorio. El silencio es, también, una manera de expresar las cosas.

 

“El silencio nos ayuda a separar las voces de los ecos, como decía Machado, lo esencial de lo accesorio. El silencio es, también, una manera de expresar las cosas”

Miranda del Ebro y París.

Son dos lugares nostálgicos de referencia sentimental para mí. Nací en Miranda, toda mi familia es de allí. Provengo de un hogar de ferroviarios. Me crie junto a la estación y mis señas de identidad más profundas están allí. París representa mi juventud, el descubrimiento de un nuevo mundo, de la filosofía francesa, que ha sido muy influyente en mi trayectoria intelectual. Cuando estuve en París todavía vivía aquí Franco y, como dice Hemingway, aquello era una fiesta.

¿Cómo se ve Cuartango en un espejo?

Me veo como soy: una persona que ha vivido, que ha cometido errores, que ha hecho algunas cosas bien, y por la que pasa el tiempo de manera irreversible, pero que quiere disfrutar el presente. Ahora que lo pienso, al mirarme al espejo cuando me peino o me cepillo los dientes me doy cuenta, aunque sea inconscientemente, de que lo importante es el presente y que hay que aprovechar el día que se abre.

Cada vez me sorprenden más las personas con sentido común coherente y universal. A veces, los prejuicios, soberbias e ideologías preponderantes convierten el sentido común en un elemento casi circunstancial.

Estoy de acuerdo. La tiranía de lo políticamente correcto, que cada vez sea más difícil disentir de determinados discursos que se imponen, y una creciente especialización en la formación profesional, capa muchas veces el sentido común de trayectoria uniforme. Muchos ingenieros saben mucho de resistencia de materiales, pero nunca han leído a Shakespeare o a Dante. Desaparece el perfil intelectual de gente que sabe tener una visión global de la realidad, y eso hace que miremos con tendencia al reduccionismo.

Con la crisis de las humanidades liderada por los políticos, todavía peor.

Eso es un drama. Prácticamente todos los primeros ministros británicos estudiaron en Oxford o Cambridge y casi todos cursaron humanidades. Casi todos los políticos europeos hasta finales del siglo XX se formaron en humanidades. Las humanidades han desaparecido de la educación en España: la Filosofía tiene una presencia marginal, se suprime la Historia del Arte, la enseñanza de la Literatura es rutinaria… Los últimos ministros de Educación de diferentes partidos han despreciado las humanidades, y eso es malo, porque las humanidades enseñan a pensar y a adquirir conciencia de lo que eres. Este empeño político por lograr su extinción es un gran drama.

Dice: “Mi único patrimonio es que tengo las manos limpias”. ¿La conciencia tranquila es un buen detector de periodismo honesto?

Siempre me he jactado de decir lo que pensaba y de escribir la verdad. Nunca he trabajado al servicio de nadie. Nunca me he dejado corromper. Siempre he defendido mi honradez intelectual y mi autonomía como periodista, por eso puedo decir en voz alta que tengo las manos limpias y no me genera ningún rubor admitirlo. Habré cometido errores, habré sido juzgado de manera negativa por algunas personas con las que he trabajado, pero tengo claro que mis manos están limpias, que nadie me podrá acusar nunca de haber usado el periodismo para enriquecerme o al servicio de ninguna causa política.

“Nunca me he dejado corromper. Siempre he defendido mi honradez intelectual y mi autonomía como periodista”

¿Cómo ha conseguido ser el editorialista más prolífico del periodismo español de este siglo y no hablar ex cathedra ni caer en el tertulianismo?

Es verdad. Soy el periodista que más editoriales ha escrito en los últimos cien años. Estuve más dos décadas al frente de la sección de Opinión de El Mundo haciendo, prácticamente, un editorial al día. Sumas y salen miles. Pero yo no elegí ser editorialista del periódico, fue una decisión de Pedro J. Ramírez. Yo estuve ahí haciendo mi trabajo. Hablo de un dato sociológico, no es que me enorgullezca de ningún récord, entre otras cosas porque yo habría preferido hacer otro tipo de periodismo, pero estuve ahí. Hacer un editorial al día me facilitó el paso al columnismo, aunque sea con otro registro más literario y personal.

Si yo hubiera editorializado tanto, probablemente iría por ahí hablando como si fuera el Oráculo de Delfos.

No nos confundamos… El editorialista es un escribano: una persona que da forma al proyecto ideológico de la empresa, al ideario del periódico. El editorialista no habla de la reforma del Poder Judicial en función de lo que se le ocurre: obedece a unas directrices que marca el director. El editorialista es un obrero de las ideas y nada más.

Se entiende, entonces, que su identificación con la mente de Pedro J. acabaría siendo casi plena.

No. Yo escribía los editoriales sobre los que Pedro J. marcaba las directrices. Yo discutía con él en una relación de bastante igualdad, pero él era el que marcaba la línea editorial, y yo tenía claro que a mí me pagaban para hacer ese trabajo. Nunca cometí el error de pensar que yo metía mis ideas en un editorial, o que yo decidía la línea de El Mundo. No fue así nunca.

¿Tiene nostalgia de El Mundo?

Sí. Sobre todo, de la redacción, que es una droga adictiva. Los periodistas somos animales de redacción. Me he pasado más de 30 años en redacciones, desde que empecé a trabajar en la época de Franco en un periódico del Movimiento, en Burgos. He pasado mi vida profesional en las redacciones, que son caldo de cultivo de las relaciones personales, de la discusión, del debate intelectual… Eso lo echo en falta.

El teletrabajo no es para este oficio.

No. El teletrabajo es una degradación del periodismo.

“El teletrabajo es una degradación del periodismo”

¿Tiene saudade a Pedro J.?

Con él tengo una relación de amor-odio, algo inevitable después de haber trabajado juntos durante casi treinta años. Le admiro. Era un gran profesional. Una persona intelectualmente brillante. Un hombre que dirigía el periódico con un gran instinto. Él fue la persona que creó y elevó El Mundo a la categoría de gran periódico europeo. Mantengo muy buena relación personal con él e, insisto, le tengo admiración personal y profesional, lo cual no quita para que, como todo el mundo sabe, tuviéramos discusiones muy fuertes, que formaban parte de la normalidad y de la rutina del periódico.

¿Echar a Pedro J. de El Mundo fue una injusticia?

Sí. Fue una injusticia y un error. Él era el alma mater y su destitución fue un drama para el periódico.

¿Cuál es el futuro de ABC?

Soy optimista. Estoy muy a gusto en ABC. Creo que tiene la gran oportunidad de formular un proyecto intelectual que articule esa alternativa al PSOE y su gobierno de coalición con Podemos. El ABC en el que yo creo debe defender los principios del humanismo cristiano, los valores de una derecha abierta al cambio y a la innovación, y un compromiso con la igualdad y los derechos civiles.

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Ha conseguido usted estar en lo alto de los medios y llevar una vida discreta. Sin ser protagonista. Sin que sepamos mucho de su vida privada más allá de que tiene una mujer, cuatro hijas, un abuelo maquinista, unos padres de pueblo, la estación de Miranda del Ebro, los veranos en Bayona…

¿Le parece poco?

Y que no es de muchos saraos.

Nada. He estado seis semanas de verano en Bayona y me he pasado las tardes leyendo en la terraza, que es lo que más me gusta. Desde joven he rechazado la vida social. Nunca he tenido amigos en la política. Mi vida personal siempre se ha circunscrito a lo íntimo. No he querido tener proyección social y no me gustan las tertulias, el protagonismo… Es que creo que en España se ha desnaturalizado el papel del periodista. En la época de la Transición todo el mundo sabía quiénes eran los capitanes generales del Ejército y eso era algo incomprensible. Ahora todo el mundo conoce a los periodistas. ¡El periodista debe ser una persona anónima! ¡No debe tener ninguna proyección pública! ¡Debe hacer su trabajo, y nada más!

“¡El periodista debe ser una persona anónima! ¡No debe tener ninguna proyección pública! ¡Debe hacer su trabajo, y nada más!”

Volvamos a los espías: me cuentan mis informantes que tiene usted la mejor biblioteca privada de novela negra de España.

Sí. Lo confirmo. Más de mil ejemplares. Tengo todo lo que se ha editado en España desde que Alianza sacó aquella colección de novela de suspense que dirigió Borges a principios de los 70. He sido un devorador de novela negra, desde los clásicos americanos como Hammer, hasta autores contemporáneos, como Mankell.

¿Va de vendimia a la Feria del Libro de Madrid?

He estado ya, me encanta ir y pasear por El Retiro. Es una costumbre desde hace más de treinta años, desde que estaba en la Casa de Campo.

Pero este año firma por primera vez.

Sí. No sé cómo será la experiencia.

¿Se sentirá cómodo firmando junto a un youtuber?

Sí. A mí eso me da lo mismo. No soy una persona excluyente. Yo firmo mis libros y no me considero moralmente superior a nadie. No tengo una visión desdeñosa de las redes sociales y ese mundo. Ellos también forman parte de unas exigencias del público y de la realidad de nuestros tiempos.

Hay voces que piden que en la Feria del Libro haya una sección de Literatura y otra, de otros…

No estoy de acuerdo. Siempre ha existido una diferenciación entre lo culto y lo popular, y muchas veces es un maniqueísmo. Muchas formas de arte popular se han convertido en clásicas. La Odisea, de Homero, era un canto popular de los poetas que recorrían la Grecia de hace casi treinta siglos.

El Puente de Charing Cross ha abandonado el Museo Thyssen.  Es, quizás, el mejor exponente artístico del gris que no es depresivo, ni mediocre, ni pasivo. Ese lienzo me recuerda a usted.

Lo agradezco mucho, porque Monet es uno de mis pintores favoritos. He pasado muchas horas contemplando sus cuadros en el museo impresionista de París. Nadie como él ha captado la realidad del momento. Pinta los acantilados de Normandía y cada cuadro aporta matices diferentes: el mismo paisaje en diferentes momentos que los hacen únicos e irrepetibles. La esencia de Monet es que capta muy bien esa naturaleza fragmentaria del tiempo que solo se puede conservar en la memoria.

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