GUILLERMO SOLANA es el director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza desde 2005. Es filósofo, fue profesor de Estética y lleva tres lustros largos como espectador privilegiado del arte y de la evolución de los museos en la sociedad contemporánea.

Guillermo Solana: “Las personas con amplia experiencia estética son menos dogmáticas”

El brazo artístico de Tita Cervera es postimpresionista. De los que arrojan luz antes de que se desate la tormenta de Munch. Lleva dieciséis años dando lustre puntilloso a la colección Thyssen y atrayendo al museo nacional esplendores brillantes de fuera. Aterrizó en este palacio salmón a contracorriente gracias a Gauguin. Sabe de Van Gogh, tira de Cézanne, contempla con Friedrich, desea a Jan Brueghel, el Viejo, y ama al Museo del Prado. Le van casi todos los palos del arte. Retratista en la intimidad. Solana con solera. El hombre tranquilo de la chaqueta metálica y la naranja mecánica. Un filósofo para repensar los museos. En las cien velas del barón y con el expresionismo en cartelera, augura un existencialismo moderado después de la pandemia. Madurez de mente despierta, oídos dialogantes y curiosidad vibrante. Detrás de las pinceladas de un lienzo intenso, entre las canas de un oficio, todavía hay lugar para la fascinación, divino tesoro.

Guillermo Solana ante el panel de la exposición sobre el Expresionismo alemán en honor al barón Thyssen. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.
Guillermo Solana ante el panel de la exposición sobre el Expresionismo alemán en honor al barón Thyssen. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Martes. Mediodía. Museo con colas. Maravilla. Por un momento parece que la pandemia fue expresionismo del pasado. Aunque las bocas de los visitantes estén tapadas, los ojos no pueden disimular el placentero ambiente que provoca bailar con la belleza.

Estamos en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza unos días después de que el Gobierno y la baronesa hayan estrechado sus manos para que la colección de Carmen Cervera se quede en su casa. 427 obras frescas permanecerán junto a nosotros, al menos durante quince años más.

Guillermo Solana está feliz. Desde 2005 es el director artístico del arte que guarda bajo techo el Palacio de Villahermosa. Mucha mili. Mucha colección en vena. Muchas exposiciones temporales. Sus dieciséis años como esthetics manager han sido una montaña rusa de subidones de poderío interno y retrancas de crisis externa. De brillos y pandemia. De cal y arena. De futuro y de incertidumbres. De proyectos y de reinvención. Como un collage de la vida misma que él compone con serena prudencia.

Recepción. Ascensor. Planta 2. Este lujo es patrimonio español desde 1993. El año de Cobi y de Curro, de Barcelona’92 y de la Expo de Sevilla, un pebetero cultural encendió su llama en el Paseo del Prado de Madrid. Desde entonces, para todos ustedes, una de las colecciones privadas de pintura más importantes del mundo reunida a lo largo de siete décadas por la familia Thyssen-Bornemisza.

De la mano de Duccio, Van Eyck, Carpaccio, Durero, Caravaggio, Rubens, Sargent, Manet, Monet, Cézanne, Van Gogh, Gauguin, Kirchner, Mondrian, Klee, Hopper y Rothko paseamos charlando durante dos horas por entre las casi mil obras que cuelgan de estas paredes contándonos la historia de la pintura occidental desde el siglo XIII hasta el XX.

Mientras visitantes anónimos trascienden, conversamos al temple en una charla para leer, disfrutar y enmarcar.

Después de esta pandemia, ¿volverá el expresionismo?

¿Por la intensidad de las pasiones?

Por la necesidad de gritar.

 

Seguro. Yo ya veo esas ganas en la calle. Después de esto vendrá el desenfreno. Todos tenemos mucho mono de vida social.

¿Esta crisis social en torno al coronavirus se expresará en corriente artística?

Puede ser. En Occidente, la pandemia ha sido traumática, pero no como las guerras mundiales de las que surgieron corrientes artísticas nuevas. Esta crisis evidente no está siendo tan heavy, pero es probable que la década que ha empezado sea más existencialista. Con el optimismo que conocimos en la segunda mitad de los 90, algunos economistas decían que el capitalismo había roto el ciclo y ya no habría más crisis. Pensábamos que, desde entonces, todo sería crecer, crecer y crecer. Aquellas previsiones han saltado por los aires desde la crisis de 2008 y lo que ha venido después.

“En Occidente, la pandemia ha sido traumática, pero no tan heavy como las guerras mundiales. Aun así, es probable que la década que ha empezado sea más existencialista”

¿Ese existencialismo cambiará los museos?

En los museos vivimos una etapa dorada donde todo eran esperanzas, porque estábamos inmersos en un crecimiento exponencial ilimitado. Cada año se incrementaba un 10-15% el número de visitantes, aumentaban los ingresos… Aquel triunfalismo feneció hace tiempo. Cualquier director de museo le dirá que, en estos momentos, pensar en seguir haciendo exposiciones temporales es ser ya muy optimista. Los pesimistas le dirán que empieza un ciclo que se centrará en darle vueltas a las colecciones y a lo que tenemos. Una crisis como la que ha generado esta pandemia siempre lleva a pensar que nunca jamás volveremos a ser como antes… No sé. Yo creo que la vida se rehace, aunque es verdad que la locura que los museos y otras instituciones protagonizaron entre 1990 y 2010 es un pasado distante. No estamos de moda, lo que hacemos es demasiado caro, y han cambiado el paisaje y los gustos culturales de la sociedad. Las plataformas audiovisuales y el universo digital han transformado nuestros hábitos de tal manera que habrá que ver qué lugar tienen los museos en este contexto, porque seguirán teniendo su público.

En un mundo como con miedo a lo estático, también un cuadro puede ser sexy.

Los museos tienen su punto sexy para una minoría, porque el arte siempre va a interesar. Nuestro trabajo es que esa minoría se renueve y no vaya envejeciendo.

“Los museos tienen su punto sexy para una minoría, porque el arte siempre va a interesar. Nuestro trabajo es que esa minoría se renueve y no vaya envejeciendo”

[Nos paramos a contemplar el trabajo de restauración que lleva a cabo Alejandra Martos de cara al público. Lleva un año resucitando Joven caballero en un paisaje, de Vittore Carpaccio (1505). Ya no hay rastros de esa pátina amarillenta que envolvía este lienzo de 2,18 x 1,51. Está resplandeciente. Guillermo me explica la historia del cuadro con pasión. Alejandra me explica su trabajo con una sonrisa bajo mascarilla. La obra restaurada se presentará el 17 de mayo]

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Hablábamos del público gourmet de los museos del futuro. ¿Cómo es esa minoría en su cabeza?

Trabajamos con el perfil de una minoría en la que predominan las mujeres de mediana edad hacia adelante. Redondeando, pienso en mujeres de unos 60 años, a veces con formación universitaria y otras no, pero siempre con una enorme sed de cultura. Las españolas de estas generaciones han tenido más sensibilidad para las artes y para la literatura. Además, son capaces de convertir la visita al museo en una experiencia social: vienen en grupos estables con sus guías, y ese público espontáneamente fiel es una bendición para los museos.

Las mujeres son el futuro, y, paradójicamente, no están en las paredes del pasado. Adoramos, en general, a Leonardo, Miguel Ángel, Vermeer, Velázquez, Rembrandt… No hay nombres de mujeres en esos elencos todavía.

Cada vez hay más, sobre todo entre los clásicos modernos del siglo XX. Ahora mismo existen mujeres pintoras que están muy cotizadas y demandadas, tanto que tienes que ponerte a la cola para hacer una exposición sobre ellas. Hablo, por ejemplo, de Frida Kahlo, Tamara de Lempicka o Georgia O'Keeffe, sobre quien inauguraremos una exposición monográfica en abril. Ya es más difícil conseguir exposiciones de estas grandes mujeres artistas del siglo XX que de los varones del mismo periodo. Han pasado de una relativa oscuridad a una enorme visibilidad.

En 2023 -aunque hacer planes sea difícil en este tiempo de incertidumbre-, el Thyssen inaugurará Maestras, una gran exposición que pretende, precisamente, poner ese foco sobre las artistas y sacarlas de las catacumbas.

Me he propuesto que cada año dediquemos al menos tres exposiciones a artistas mujeres. Este año lo cumpliremos con la de Georgia O'Keeffe, con una de Marina Núñez, y con otra de Claudia Comte, una artista suiza joven que expondrá en mayo en las salas Francesca Thyssen.

Maestras estará comisariada por Rocío de la Villa, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, y será un paseo por la Historia del Arte creada por mujeres organizado en torno a grandes temas y siglos. Allí se explicará cómo las artistas se van introduciendo en distintos géneros pictóricos y cómo se van preocupando también por determinadas cuestiones.

¿Para visibilizar el trabajo de las mujeres hay que mostrarlas en exclusiva?

Inicialmente el planteamiento de una exposición exclusiva para mujeres me daba un poco de miedo, porque entendía que era generar un gueto. Siempre he sido más partidario de visibilizar el arte creado por mujeres y recuperar a quienes no han sido suficientemente valoradas con exposiciones monográficas, como hacemos con los varones. Pero De la Villa me convenció de que era importante mostrar cómo había problemas específicos de las artistas, que tienen sus propias líneas, y la manera ideal era hacerlo con una exposición solo para ellas. 

Y en 2022, duelo de primeros espadas: Picasso y Chanel, en tándem, en estas paredes.

Haremos dialogar al genio macho por excelencia y a una gran creadora como Coco Chanel. Ellos se conocían personalmente, trabajaron juntos, por ejemplo, en obras de teatro donde uno hacía los decorados, y la otra, el vestuario. Hay quien dice que incluso fueron amantes. Jean Cocteau fue quien generó bastantes de esas sinergias entre ambos. Se nos ocurrió confrontarlos y una curator del museo, Paula Luengo, nos presentó un proyecto estupendo que examina toda la interacción entre ellos y hasta qué punto Picasso influye en Chanel.

La sensibilidad no entiende de géneros, y también se cultiva. ¿Cómo se educa el buen gusto?

El buen gusto se forma mirando, leyendo y escuchando. Es una cuestión práctica. Tenemos el prejuicio de que el gusto artístico, estético, literario, está muy condicionado por la educación recibida en la infancia, y yo he descubierto que no es cierto. He conocido personas sin formación superior que tenían un gusto excelente para la pintura, porque habían visto mucha pintura. El buen gusto se cultiva visitando exposiciones, viendo obras de arte, y dando rienda suelta a esa pasión, como sucede con el deporte o la cocina.

“El buen gusto se cultiva viendo obras de arte y dando rienda suelta a esa pasión, como sucede con el deporte o la cocina. No es cierto que el gusto artístico esté condicionado por la primera educación”

Por ejemplo, en el ámbito de la pintura, a usted le gusta particularmente Friedrich, un auténtico romántico.

Es un artista maravilloso que te hace meditar y plantearte cosas. A mí, al menos, me introduce en un estado de concentración-contemplación. Me fascina la precisión de esos paisajes del crepúsculo. Me encantaría hacer una exposición sobre él, pero es dificilísimo.

En el ámbito cinematográfico le gusta Kubrick.

Sí.

Entre un pintor romántico de principios del siglo XIX y Kubrick, ¿cuál es el hilo conductor?

Son pasiones personales que se desarrollan en sintonía con cada biografía. El gusto no tiene por qué ser coherente: te pueden gustar cosas que, aparentemente, son incompatibles. El gusto tiene la ventaja de que no necesita una tesis, ni tiene que ser pedante, ni requiere el aval de la Academia, porque no tiene reglas. El gusto es sintonía, empatía e intuición. El razonamiento viene después. El gusto se vuelve más católico [universal] con la experiencia. Las personas con una amplia experiencia estética que han visto, han leído y saben mucho de algo -arte, cocina, literatura…- no son tan dogmáticas, como los jóvenes que acaban de empezar y se apasionan por una realidad. La experiencia curtida ayuda a que entendamos la gracia de muchas realidades diferentes. Yo, al menos, creo que ahora tengo un gusto más católico que cuando tenía 18 años.

“El gusto tiene la ventaja de que no necesita una tesis, ni tiene que ser pedante, ni requiere el aval de la Academia, porque no tiene reglas. El gusto es sintonía, empatía e intuición”

En ese camino para construir su propio universo estético, abierto cada vez a más posibilidades, en lo personal ¿nota que es cada vez más “católico” también con las personas y con sus ideas?

Sí. Lo normal es que la experiencia artística te haga más tolerante y dialogante con las posturas de los otros. Puede haber excepciones, lógicamente, pero pienso que esa es la tendencia, porque en el trayecto de la contemplación, te civilizas. La cultura nos hace más humanos y más comprensivos, porque nos hace entender que no hay una manera de ser justos ni una sola manera de ser buenos.

¿Quiénes pasan por un museo deberían salir transformados en mejores personas?

No es una cuestión tan automática que pueda producirse en hora y media.

Quizás eso suceda con un libro.

La literatura transforma más a fondo, y es verdad que hay personas que cambian ante una única experiencia, pero ese efecto humanizador de la cultura generalmente es un proceso de toda la vida. Aristóteles decía que la catarsis de la tragedia nos depuraba emocionalmente y nos volvía más dueños de nosotros mismos. Yo creo que esa catarsis es progresiva, que son los hábitos culturales adquiridos los que nos mejoran con el paso de los años. Entre personas con ese tipo de educación sostenida en el tiempo es más raro encontrar hooligans que se dediquen a escupir disparates en las redes sociales.

Hace cinco años y medio que dejó Twitter. Y se le echa de menos.

Gracias. Las redes sociales se me volvieron muy duras, entre otras cosas porque absorben mucho. Además, ahí sucedían cosas muy desagradables: había mucha agresividad, más de un sectario, y rachas de amor-odio muy curiosas…

¿Ha notado la liberación?

Estoy feliz.

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¿Sigue dibujando?

Dibujaba cuando era joven, pero nada que mereciera la pena. Haberlo intentado enseña la dificultad del arte y sirve para ponerse en la piel del artista. Muchos historiadores del arte -yo no lo soy- han sido dibujantes, e incluso buenos dibujantes.

Dibujaba sobre todo retratos.

Sí. Me interesa el retrato, porque es un desafío especial. Si pintas una casa, nadie te pone pegas. Dibujar un rostro implica que cualquier matiz pueda hacer que esté mal. Conseguir el parecido ya es un inmenso logro… A veces es un ojo, un gesto, algo inaprehensible que no se puede medir… El retrato me fascina, pero lo dejo porque frustra mucho enfrentarse a tu propia impotencia. Con el dibujo y con el ajedrez me pasa lo mismo: me siento incapaz y me da tanta vergüenza ser tan malo, que acabo abandonando…

¿Autorretratos, también?

Sí, muchos, sobre todo cuando era más joven. Es un género muy interesante.

Le interesa el autoconocimiento.

Claro. El autorretrato permite investigarte. Además, como dicen los pintores, tiene la ventaja de contar con un modelo que está siempre a tu disposición…

Siendo fan del retrato, y trabajando en el Thyssen, ¿no se enamora de algunos protagonistas de estos lienzos?

Sí. Además, esta es una gran colección de retratos. El primer barón Thyssen compraba, sobre todo, pintura religiosa y retratos. Los retratos nos abren las puertas a una vida y a un mundo, y tienen una gran capacidad de generarnos preguntas.

“El primer barón Thyssen compraba, sobre todo, pintura religiosa y retratos. Los retratos nos abren las puertas a una vida y a un mundo, y tienen una gran capacidad de generarnos preguntas”

[Nos detenemos ante Habitación de hotel, de Edward Hopper]

Este cuadro me llega mucho. Ahora se disfruta mejor, porque hemos cambiado la pintura de la sala por este gris claro. Tengo planes con Tita para cambiar la pintura de esta planta.

Este lienzo expresa también un confinamiento puro.

Totalmente.

[Me cuenta Guillermo su teoría sobre el cuadro. “John Dos Passos y Edward Hopper eran muy amigos, y sus mujeres, también. Esta escena podría estar inspirada en un pasaje del libro del novelista estadounidense Manhattan Transfer: Helen, una señora recién divorciada, huye de casa y se va a un hotel de Nueva York. Al principio está eufórica, pero después, se sienta en la cama y reposa su situación. Y se le echa el mundo encima. Es un cuadro con una capacidad de evocación muy especial]

El otro día Tita le ponía por las nubes en El País.

Se lo agradecí mucho.

¿El museo cambiará tras el acuerdo con el Gobierno para que la colección de Carmen Cervera se quede en el Thyssen?

El acuerdo general es muy importante y se va a notar. Ahora toca abordar los detalles para el contrato que se firmará en un par de meses. En esa negociación habrá temas importantes, y uno de ellos será el aspecto museográfico. Creo que deberíamos cambiar la disposición para darle más coherencia a la colección sabiendo que los cuadros de Carmen Cervera se quedarán con nosotros al menos durante una buena temporada. Eso necesitará otra visibilidad. Cuando se negocie este punto podré dar más detalles. 

“El acuerdo con el Gobierno es muy importante y se va a notar. Ahora toca abordar los detalles para el contrato que se firmará en un par de meses. En esa negociación trataremos el aspecto museográfico”

Cien años del nacimiento del Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza. ¿Ha envejecido demasiado pronto ese patrón de personas generosas con la cultura?

Sigue habiendo grandes coleccionistas y mecenas, también en España, y eso que tampoco somos un país tan grande, ni tan rico. En Estados Unidos hay muchos. Perviven esas personas generosas que depositan sus cuadros en los museos, aunque eso siempre ha sido algo excepcional. Muy pocas grandes fortunas se proponen tener una colección. La mayoría de las personas ricas invierten en viajes, barcos y casas… Más que quejarse de que no haya más, creo que hay que agradecer lo que se tiene.

¿Qué puede aportarnos de positivo la vida y la obra del barón?

Su ejemplo es interesante para la sociedad. Heini fue un cosmopolita buen ciudadano del mundo. De nacionalidad suiza, con mucho tirón por lo húngaro, con un nombre alemán, y con un pie por medio planeta hablando muchos idiomas. Eso se nota en el concepto global de su colección, que cedía desinteresadamente a instituciones culturales de los cinco continentes. Más allá de este museo, hizo un mecenazgo sin fronteras. Apoyó la restauración de la Capilla Sixtina, ayudó en el rescate de las obras de Florencia tras la inundación provocada por el desborde del Arno, medió para que Las tres gracias de Canova no saliera de Gran Bretaña ante la propuesta de un vendedor extranjero… Era un ciudadano del mundo y en todas partes aplicaba este espíritu generoso sin mirar lo que ganaba él. Hay un tipo de mecenazgo corporativo -nos encanta, no me quiero meter con ellos- que siempre busca un rédito…

Como casi toda la responsabilidad social corporativa…

Exacto. ¿Nos conviene o no? ¿Qué retorno tiene esta acción? El barón Thyssen no ganaba ni fama, ni popularidad. Simplemente, disfrutaba regalando arte. Hemos descubierto, por ejemplo, que regaló un cuadro expresionista a un museo de Australia, y ya me dirá usted qué conexión tenía él con Australia. Mi impresión es que su generosidad solo buscaba la satisfacción psicológica de dar, porque dar da muchas satisfacciones.

“El barón Thyssen disfrutada regalando arte. No ganaba ni fama, ni popularidad. Mi impresión es que su generosidad no perseguía más que la satisfacción psicológica de dar”

[Pasamos por el muro desde el que, normalmente, deslumbra el Mata Mua, que ahora está en Andorra. Su lugar lo ocupa Perros corriendo en el prado, también de Gauguin. “Es un cuadro gracioso, pero al que se le hace poco caso. Imita muy bien la pincelada paralela de Cézanne”. Jugamos unos segundos a interpretar el cuadro en clave de pandemia]

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¿Cézanne es su gurú?

¡Es que es el padre del arte moderno! La verdad es que es un personaje misterioso. Él dice que fue un aprendiz toda su puñetera vida. Desde luego, al contemplar sus obras no aprecias un virtuosismo especial. Se observa que no todo le sale a la primera, como le podía suceder a Picasso, que pintaba la mejor línea posible y sin esfuerzo. Cézanne pinta regular los cuerpos, pero sus cuadros funcionan bien. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que alguien que dice de sí mismo que era un permanente aprendiz sea el padre del arte moderno? Pues lo es…

La constancia del perdedor con una pasión firme tiene su épica.

Sus obras fueron reconocidas muy tarde, también porque él era como era: no quería que le echaran el gancho, era muy reservado para la fama, y muy suyo. Y también tenía su lado cascarrabias, pero es el padre del arte moderno.

Hablando de gente “muy suya”… ¿El periodismo cultural en España es un periodismo de bufanda?

Como todos los géneros del periodismo, vive en una relación simbiótica con su objeto: creadores culturales, artistas, escritores, directores de cine… Se trata de una relación que a veces es de colaboración, y otras, de crítica sin tregua. A veces, en general, ha sido excesivamente complaciente con los creadores y con las instituciones. Ahora hemos pasado a las antípodas y parece que no eres nadie si no arrojas una crítica hiriente a una vaca sagrada. De la adulación hemos pasado como al desenmascaramiento. Está bien desenmascarar los mitos de vez en cuando, pero, hombre, practicarlo de pronto por sistema…

“A veces, el periodismo cultural ha sido excesivamente complaciente con los creadores y con las instituciones. Ahora parece que no eres nadie si no arrojas una crítica hiriente a una vaca sagrada”

El Rubius conquista más cuota de medios que el acuerdo Gobierno-Thyssen. ¿Cómo se consigue que el museo sea atractivo para los millennials?

Los museos llegarán al público más joven cuando seamos capaces de crear una comunidad digital con el poder de conexión de los gamers a través de una plataforma audiovisual donde se integre lo cultural. Para ello será necesario asociarse con otras instituciones culturales y promover una producción audiovisual continua.

Un fenómeno interesante es lo que presenciamos con El infinito en un junco, de Irene Vallejo: un ensayo sobre la historia de los libros. Un texto paralelo tipo El infinito entre pinceles explicando por qué hay obras de arte que permanecen mimadas bajo techo, caiga quien caiga, y el sentido de los museos… Ahí hay un reto.

Completamente. Lo de Irene Vallejo me ha fascinado y, efectivamente, me parece un buen recurso para explicar también los museos. Aquí tenemos un montón de posibilidades durmientes pendientes de salir a la luz.

¿La crisis de las humanidades tiene ya su eco en los museos?

Si le damos la espalda a la cultura clásica y a las humanidades, se empobrecen las aspiraciones culturales, pero también es verdad que vivimos en la cultura de la imagen y un museo son imágenes. La cuestión es comunicar bien, muy pegados también a lo que sucede en la calle, hablando el lenguaje de cada tiempo y con la sensibilidad de nuestra sociedad. Por ejemplo, ahora un colaborador me ha sugerido hacer un itinerario trans, y lo vamos a hacer cuando pase el ruido político. Este tipo de temas que parecen traídos por los pelos a un museo, en realidad nos permiten explicarnos constantemente de maneras diversas.  

El riesgo es caer en el oportunismo en un país donde se estrena la tercera temporada de La isla de las tentaciones. En 2020, el programa tuvo una audiencia media que rozó los cuatro millones de espectadores. En 2019 el Museo del Prado tuvo 3.497.345 visitantes. Cuando todavía no había pandemia.

Un museo tiene que medir muy bien sus pasos, porque es fácil meterse en cualquier lío.

Pero el Thyssen tiene un prestigio, y los españoles están agradecidos de que el museo esté aquí.

Creo que sí. La gente lo da por supuesto, pero en España se hizo un bien enorme creando el Reina Sofía, el Thyssen, actualizando y ampliando el Prado… A los políticos se les reprochan muchas cosas, y a veces no les agradecemos lo que dejan. Las últimas generaciones de políticos españoles han dejado un panorama cultural envidiable.

[Bajamos a la planta del siglo XX]

Su trayectoria en este museo ha ido paralela a la de ocho ministros de Cultura.

Sí. Y todos han sido muy respetuosos con la idiosincrasia particular del Thyssen.

Méndez de Vigo logró que fuera Museo Nacional.

Cuando un político toma una decisión te das cuenta de que conseguirlo era más fácil de lo que parecía.

Muchas cosas dependen solo de la voluntad política.

Claramente. Llevas una década arrastrando un problema que no se resuelve, y de pronto llega alguien, y lo soluciona como si nada.

¿Echa de menos a José Guirao al frente del ministerio?

Guirao hizo muchas cosas y conocía muy bien el paño. Además, era una persona elegante, modesta y discreta, que trabajó a conciencia por la cultura española haciendo valer a todo su equipo.  

¿Y qué tal con el actual ministro del ramo, José Manuel Rodríguez Uribes?

Es una persona con un encanto personal especial, muy afable, con alta capacidad de trato humano. Ha estado aquí varias veces. Su forma de ser ha tenido mucho que ver con el acuerdo con la baronesa. Creo que han conectado muy bien.

“La forma de ser del actual ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, ha tenido mucho que ver con el acuerdo con la baronesa. Creo que han conectado muy bien”

Entre la pandemia y Filomena, ¿al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, le ha dado la vida para pasarse por aquí?

Le he visto en otros eventos, pero es muy habitual de esta casa la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Andrea Levy.

¿Y cómo es la relación del museo con la Comunidad de Madrid?

Muy buena. Nos patrocina regularmente. 

[Nos detenemos ante Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar, de Dalí. Menos de medio metro cuadrado de paranoia crítica]

¿Cree que alguna vez las feministas radicales pondrán en tela de juicio este tipo de cuadros?

Dalí era tan desvergonzado y tan poco hipócrita, que es difícil reprocharle nada. En sus memorias queda claro como él mismo se ve como un excavador de su propia basura. Además, este cuadro representa una fantasía sadomasoquista de Gala. Es ella la que habla, y pinta a través del pincel de él. Gala era su musa, pero una musa activa, de hecho, es coautora de muchos de sus cuadros. Por eso está firmado primero por ella, en mayúsculas, y después por Salvador Dalí, que fue el perfecto bufón de la corte a quien todo se le permite. 

¿Pedro Sánchez ha estado por aquí?

Solo le conozco de un encuentro tuitero que se hizo en Granada hace tiempo. Del Gobierno, además de Rodríguez Uribes, han venido Nadia Calviño, que ha visitado algunas exposiciones por su cuenta; Teresa Ribera, también porque Francesca Thyssen centra sus temas en el arte contemporáneo y en el medioambiente; Reyes Maroto

[Nos sentamos en un banco delante de Sin título (verde sobre morado), de Rothko]

Me gustaría sentarme aquí frente a este cuadro, que igual también representa la pandemia -el morado del dolor, y el verde de la esperanza, aunque sea un verde oscuro casi lejano-, para hablar sobre los artistas, su vida personal y su ejemplaridad pública, teniendo en cuenta que Rothko acabó suicidándose con 66 años.

Sí, quizás la vida de demasiados artistas ha sido un desastre. Pero, también los hay muy regulares, como Antonio López, que es un señor muy disciplinado. Matisse era como un empleado de banca, siempre perfectamente vestido, y fue uno de los artistas más revolucionarios de la primera mitad del siglo XX, aunque no tenga esa fama, porque hizo también mucha pintura decorativa. No era ni mujeriego, ni bebedor, ni toxicómano múltiple. No se le conocían más debilidades que la pintura.

Después de dieciséis años aquí, ¿sigue disfrutando o uno acaba acostumbrándose a todo esto?

Como en todo trabajo, algunas cosas se vuelven rutina, pero estoy muy ilusionado con el acuerdo entre el Gobierno y Tita y todo lo que nos va a permitir, porque habrá un nuevo plan museográfico. La dinámica de un museo y su misión de comunicar repelen al aburrimiento. En el fondo, la vida de un museo se parece mucho a la tarea de un docente o de un periodista.

Si hoy siguiera en la Universidad, ¿estaría más decepcionado?

Por lo que me cuentan mis compañeros, seguramente.  Parece ser que los que trabajan allí están algo bajos de moral. De todas formas, aunque haya dificultades, la Universidad da muchas compensaciones. Yo, a veces, la echo de menos, pero un museo como este tiene más posibilidades. Siendo una pyme con un presupuesto de 20 millones de euros al año, tenemos un enorme impacto social, porque somos como un medio de comunicación de masas, y eso es muy excitante, como dicen en inglés.

“Siendo una pyme con un presupuesto de 20 millones de euros al año, el Thyssen tiene un enorme impacto social, porque somos como un medio de comunicación de masas”

Un medio de comunicación de masas, pero sin fake news

Bueno, a veces puede haber alguna… En las hemerotecas está el caso de Van Meegeren y sus copias de Vermeer colocadas en grandes museos como si fuesen originales. De vez en cuando también sucede que los museos inflan el valor de algo que tampoco es para tanto.

¿Cómo aterrizó aquí un filósofo especialista en Estética que estuvo a punto de ser lógico?

Entrar aquí fue una carambola. Escribí un texto sobre Gauguin que me encargó Valeriano Bozal para una colección de libros en Historia 16. Entonces, Tomás Llorens [conservador-jefe de la colección Thyssen-Bornemisza entre 1991 y 2005] buscaba un especialista local, y como en España no había muchos centrados en ese tipo de pintores del postimpresionismo europeo, contó conmigo, casi sin conocernos. Si no se hubiese creado el Thyssen, las probabilidades de que yo acabara en un museo español eran nulas.  Miguel Falomir lleva toda la vida estudiando a Tiziano y su destino evidente era la dirección del Museo el Prado. Yo me dedicaba a Van Gogh y a Gauguin

¿A usted le tira el Museo del Prado?

Amo al Museo del Prado. Me entusiasman sus flamencos, y casi todo.

¿Se llevan bien los directores de los grandes museos del país?

Estupendamente, aunque ahora no nos veamos tanto. Colaboramos mucho. Durante toda la pandemia hemos estado muy coordinados, también con el Ministerio de Cultura.

¿Qué cuadros querría para estas paredes?

Los de Pieter Brueghel, el Viejo  del estilo de Cazadores en la nieve.

¿Y cuál le vuelve loco de los que expone el Thyssen?

Habitación de hotel, de Hopper. Y Cristo en la tempestad del mar de Galilea, de Jan Brueghel, el Viejo. Esos azules flamencos. Esa barca con Jesús y sus discípulos. Un óleo sobre cobre de 26,6 x 35 cm que, claramente, me llevaría a mi casa…

REBOBINANDO

En la sala 33 del Thyssen hay un cuadro que me sirve de guinda: Hombre sentado. Óleo sobre lienzo de Paul Cézanne. Es un retrato al aire libre del jardinero del pintor. Sin mascarilla. Sí, con sus “pinceladas geométricas y transparentes” que “descomponen la imagen en pequeños planos de color”, como cuenta Paloma Alarcó, jefa del Área de Conservación de Pintura Moderna de la casa. La especialista destaca que, en esta obra, “la serena disposición formal de años anteriores comienza a desintegrarse y Cézanne, llevado por su intención de representar la estructura interior de las cosas, hace inseparables forma y color”.

El retrato, el estilo, los temas y la filosofía de este “pintor de pintores” me sirven para bocetar esta conversación.

El retrato: Guillermo Solana, sentado, sereno, al aire libre, en medio del jardín de los frutos cosechados en estos dieciséis años al frente de la dirección artística del Thyssen. Medio rebobinando, medio proyectando el futuro a corto plazo. Entre el balance y el proyecto. Mirando de frente a la incertidumbre en un tiempo en el que planificar se ha convertido en una pincelada insegura.

El estilo: La serena disposición formal hace que el director artístico del Thyssen sea un personaje estructural en la cultura española contemporánea. Su talento y su talante. Su capacidad de entendimiento. Su bagaje y su discreción. En un museo que podía ser extra rosa, él pone el matiz de la tranquila academia divulgadora. Su formación filosófica le servirá, sin duda, para que esa estructura interior de las cosas tenga fundamento en un entorno efímero. Ese saber, ese saber estar, y ese saber comunicar consiguen que forma y color -como en Cézanne- despunten al unísono el equilibrio de una poderosa virtud.

Los temas: ¿Tendría sentido un director artístico de un museo que supiera mucho de postimpresionismo, pero no tuviera su caballete frente al mundo contemporáneo? No. La atalaya de Solana es de asfalto y realidad. La misma de Cézanne y su interés por la representación de la vida contemporánea pintando el mundo tal como se presentaba ante sus ojos, sin preocuparse de idealizaciones temáticas o afectación en el estilo.

La filosofía: El padre del arte moderno quería “hacer del impresionismo algo sólido y duradero, como el arte de los museos”. Y lo consiguió. Guillermo Solana quiere hacer del museo un arte sólido en pleno existencialismo sin dejarse llevar por las urgencias de la tempestad, pero sin obviar que la barca se mece en mitad de una macabra marea social. ¿Cómo? Con sus pinceladas sensibles, exploratorias y pertinaces. Como Paul.

En un estudio sobre “el solitario padre de la pintura moderna”, el neurólogo chileno Marcelo Miranda nos descubre que Cézanne “era de carácter huraño, hermético, taciturno, muy terco, perseverante, de maneras toscas y considerado como “mal educado” en su trato social. Muy inseguro de sí mismo, ironizaba y consideraba que se reían de él cuando era alabado por su arte. (…) Pintó con muy pocos modelos por sus problemas de interrelación humana y patológica timidez con la mujer”. En este punto, diverge el paralelismo. Solana es otro tipo de barón-Thyssen: perseverante, pero de maneras empáticas. Un buen conversador: dos horas sin tabú. Sin sangre azul y sin estancias en Villa Favorita, pero con la educación de la cultura circulando por sus venas. Con una erótica de la experiencia elegante que resulta enormemente atractiva. 

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