RAFA LATORRE es periodista. El columnista de ‘El Mundo’ y voz fija en ‘Más de uno’ dirigirá la nueva temporada de ‘La brújula’ en Onda Cero. A partir del 29 de agosto, la edad media de la radio rejuvenece con otro segundo de Luis del Olmo repescado por Carlos Alsina.

Rafa Latorre: “El periodismo se hace en los medios y fiscalizando al poder”

Después de un viaje versátil por el periodismo -prensa, radio, televisión, digitales, piedras, papel, tijera, dolores y glorias-, Latorre llega “en buen momento de experiencia y de preparación” para pilotar el nuevo horizonte de La brújula de Onda Cero. Maduro. Nacido en la Cope, criado en Punto Radio, curtido en donde Alsina. El primer cacareo de la España que madruga emigrará a las noches “sin vértigo”, porque la radio es su salsa. El relevo de Juan Ramón Lucas valora la tradición de la casa y pone sus miras en hacer periodismo “fiscalizando el poder”. Realista. Ni tazas con frases de Kapuscinski, ni agoreros de un periodismo derrotista. Apasionado, pero reflexivo. Sereno. Transparente. Su voz tiene imán y sus argumentos disertan con sentido común y alergia al dogmatismo adolescente. Profesor de audacia y buena praxis en la facultad de las ondas. En su currículo hay una excursión al infierno que humaniza su puesto ante las parrillas de la precariedad laboral, habitual en la letra pequeña de los titulares. Padre. Pontevedra y Madrid. Hilo conductor con personalidad propia y “muy constantemente feliz”.

Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.
Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Viernes de calores, un poco después de que Eduardo Madina y Borja Sémper cierren La ínsula hasta la semana que viene. Un secador de pelo gigante proyecta sus vapores de aliento sahariano sobre toda la península. Junio incandescente. Cuando los burgueses de Chamberí están re-desayunando en mesa, Rafa Latorre lleva ya unas horas de radio en vena. El gallo en directo es un vigoréxico de las ondas que desprende calma chicha. Sin cresta. Un apasionado del periodismo que navega con soltura en el punto medio de la dificilísima virtud de la credibilidad profesional y humana. Voz con fundamento desprovista de volutas, con su tono, su timbre, sus mimbres, su eco y su engagement.

Café Comercial. La tradición de las tertulias en taza. Por casualidad, estamos en la misma esquina donde un día boxeamos En Pause con David Gistau. Amable, sonriente, paciente incluso con las preguntas previsibles o los retruécanos de tópicos que a veces -mea culpa- afloran por inercia como un guiño que tenía gracia en mi cabeza, pero que en frío suena a pescado congelado.

Latorre es un entendedor nato que se conoce y se pelea, se admite, se tiende, se expone, se entrega, se ríe, se resetea, se resitúa, se valora y se da la justa importancia. El 29 de agosto pondrá rumbo a La brújula de Onda Cero sin anuncios de revolución. El argumento recto pulido de sesgos, el punto y coma de sonrisa sonora -con permiso de Hughes- y la ironía mejor captada fuera de estudio de la radio contemporánea de España deja de encender las mañanas para meterse en nuestras camas.

Todo es fácil. Mueve el balón como una cuchara cotidiana circulando en el café. Rápido. Los puentes y los cruceros de Pontevedra están también en su escudo.

Carlos Alsina es un buen ojeador.

Sí. Recuerdo cuando descubrió a Manuel Jabois, que escribía en una esquina de España, en el Diario de Pontevedra, y le ofreció un comentario en la radio los viernes, porque tenía bastantes cosas que decir. Alsina vive por y para la radio. Es muy buen lector de periódicos, lo cual pone difícil la labor del revistero de prensa, y se le ve constantemente ojeando talento, y no lo digo por mí, aunque tengo muy claro que, muy probablemente, no estaría haciendo radio si no fuera por él. Cuando me llamó, yo ya estaba en cuestiones de gestión de redacción en una cadena de Movistar+ -Non Stop People- y escribiendo una columna en El Español. Prácticamente había desahuciado la radio de mi mente después de dos años sin entrar en un estudio. Fue una enorme felicidad.

Te llamó un 31 de diciembre de hace ya cinco años. Mientras Mota apuraba para salir al ruedo y España estaba a por uvas.

Y ese dato refleja muy bien cómo es Alsina y cómo es su sacerdocio en la radio: se levanta a las cuatro de la mañana todos los días y aprovecha la última jornada del año para fichar a un don nadie para su programa.

Dices de Alsina que es “la persona de la que más he aprendido en la radio”, que “se nota cómo disfruta”, e insistes en la idea de consagrarle como “un sacerdote de la radio” que “vive con la obsesión” de las ondas. ¿Tú estarías dispuesto a ser un sacerdote del periodismo, o tienes otras prioridades?

 

El periodismo tiene un punto obsesivo para quienes lo practicamos como nuestra profesión y como nuestra pasión, que es el caso. Yo trato de ponerme algunos límites para no quedarme atrapado, porque si no es muy probable que me arrastre hasta profesar unos votos indeseables. 

“El periodismo tiene un punto obsesivo para quienes lo practicamos como nuestra profesión y como nuestra pasión. Yo trato de ponerme algunos límites para no quedarme atrapado”

El 29 de agosto te ponen el foco de La brújula. ¿Escalofríos veraniegos?

No demasiados, aunque siento una enorme responsabilidad. Sé que es un privilegio con el que no había soñado, pero no siento vértigo, y eso es una buena señal, porque disfruto muchísimo haciendo radio. El periodismo lo sufro bastante. Cada columna es un auténtico parto para mí. La radio me sale de forma natural, porque es el medio en el que me he educado y en el que me he formado. La propuesta de dirigir La brújula me llega en un buen momento de experiencia y de preparación.

¿Un cuarentón experto en millennials que pone voz a La España que madruga hará la radio de otra forma, o no hace falta?

Hago la radio siendo muy consciente de que no seré ni el primero ni el último en hacer La brújula. Eso me deja muy tranquilo. No hay nada peor que llegar a un sitio nuevo pensando que eres el primer habitante de la Tierra, que debes reinventarlo todo y que tú eres el punto de inflexión entre el antes y el después. No. Como decía Gabilondo, a estos lares se debe llegar “con ilusión, pero sin hacerse ilusiones". Soy consciente de mis limitaciones y las del medio en que trabajo, y sé que estaré al frente de un programa con una enorme tradición, porque La brújula es el gran informativo de Onda Cero. No siento vértigo ante el nuevo reto, pero sí ante la nómina de directores que me preceden: Juanra Lucas, que deja un programa en crecimiento con una enorme personalidad; Concha García Campoy, Juan Pablo Colmenarejo, el propio Alsina… Me siento legatario de una tradición que está asentada. El adanismo es un mal muy extendido en nuestra profesión que trato de evitar.

¿Qué norte guiará tu camino al frente de las noches de Onda Cero?

Onda Cero tiene unos rasgos editoriales muy bien definidos, y no me refiero a consignas ideológicas, sino a una cultura periodística madura que ha impregnado toda su programación: la independencia de criterio, la libertad para opinar, el eminente pulso informativo, el ritmo… Ahora tengo que hacerme con la cadencia de las noches, que no es la misma; debo estar pensando en la agenda del día siguiente, porque no voy a ser una red pelágica que recoja la información de la jornada, sino que trataré de anticipar los debates de mañana. Estas son las señas que seguirán caracterizando a La brújula, como hasta ahora, porque no vengo a inventar nada, sino a aportar lo que pueda.

¿Habrá un La ínsula en La brújula? ¿Será ínsula toda La brújula?

Habrá muchas secciones y muchos colaboradores, pero no contaremos específicamente con un La ínsula. Creo en programas que fluyen de manera natural, sin muchos compartimentos estancos y en los que el oyente no percibe la estructura. Aunque me gusta el espíritu de La ínsula, trataré de que haya pocas islas.

Me refiero a ese espíritu constructivo de levantar puentes de la mano de Eduardo Madina y Borja Semper.

La labor de La brújula debe ser crítica, de vigilancia y fiscalización de los poderes públicos, pero siempre con argumentos. No hay nada peor que la pereza mental del periodista que toma el atajo del adjetivo porque no es capaz de tratar a sus oyentes como adultos, o porque cree que con ese tono prosperará mejor. Tomarse el esfuerzo de argumentar y justificar muy bien las posiciones es una manera muy gráfica de respetar al oyente que intentaré conservar.

“No hay nada peor que la pereza mental del periodista que toma el atajo del adjetivo porque no es capaz de tratar a sus oyentes como adultos”

Desde que sabemos que serás el elegido para las noches de Onda Cero, oigo como celoso a Rubén Amón…

¡No! Ahora que estamos en la intimidad, te diré que Rubén Amón ha sido una de las personas más generosas que me he encontrado en esta profesión. Nuestros personajes radiofónicos a veces pueden llevar a equívocos, pero no, él no solo ha asumido, sino que ha alentado cada una de mis evoluciones dentro de Más de uno, donde él siempre ha tenido un peso específico. En esta profesión en la que abundan los celos y donde tanta gente protege su espacio, conmigo ha sido enormemente acogedor y, además, ha tenido bastante que ver en el desenlace final.

Muy posiblemente seas de los presentadores más jóvenes en prime time. ¿Cómo ves los mimbres de nuestra generación, en relación con los medios?

Puede que el adanismo haya sido uno de los peores males de nuestra generación, pero, afortunadamente, creo que la experiencia nos ha ayudado a curarnos de esa enfermedad. La crisis de 2008 produjo una renovación de los medios y no pocos fiascos. Aquella experiencia tan traumática nos ha enseñado mucho. Ha llegado el momento en el que una nueva generación está asumiendo responsabilidades de primera línea en muchos sectores. Se está entregando el testigo, como se observa también en el escenario político, y nuestra generación debe estar a la altura. En todas las generaciones hay profesionales enormemente brillantes y auténticos mastuerzos. Haber trabajado con personas muy jóvenes que se dirigían a un público muy joven me ha curado de muchos de esos prejuicios catastrofistas que se perpetúan en el tiempo, según los cuales los que vienen después siempre son mediocres. No. No creo ni en los tópicos generacionales, ni en los regionales, ni en ninguna generalización absurda. Lo importante es contar con los mecanismos profesionales para que quienes prosperen sean buenos.

Al otro lado de las redacciones, ¿nuestra generación cree en los medios o ha puesto la popa ante más de un ejemplo desalentador?

Los medios hoy cuentan con una competencia feroz en el mercado de la atención. Antes disputaban entre sí, pero explotaban buena parte del mercado del entretenimiento en régimen de monopolio. No sabemos cuánta gente compraba el periódico para informarse y cuánta lo hacía para ver las páginas de servicios, la cartelera, las farmacias de guardia, rellenar pasatiempos o estar al tanto de la programación de televisión. Sí sé que ahora mismo nos leen más personas que nunca. La mayoría de la gente con influencia y poder sigue tomando sus decisiones en función de lo que lee en los medios. Es verdad que las televisiones y los periódicos atraviesan una crisis de modelo de negocio que deben resolver, pero no es cierto que se haya dejado de leer la prensa. Es evidente que los adolescentes prefieren dedicar su tiempo a otras plataformas, pero como ha sucedido siempre. ¿Cuándo han estado involucrados los más jóvenes en las secciones hard de un periódico? No sabemos cuánta gente leía la columna de Umbral en El Mundo, pero ahora sí conocemos cuántas personas leen las de Raúl del Pozo, y te aseguro que son muchísimas.

“La mayoría de la gente con influencia y poder sigue tomando sus decisiones en función de lo que lee en los medios”

Has pasado por el Diario de Pontevedra, la Cope, Punto Radio, Movistar, El Mundo… ¿Cuánto depende de la suerte una carrera periodística?

Muchas cosas dependen de la suerte. Despreciarla sería de una enorme ingratitud. Pero la suerte debe estar acompañada de un cierto talento o pericia, porque, si no, por mucho que se presenten oportunidades, no podrían aprovecharse. La suerte es absolutamente determinante en la vida de las personas. En mi historia profesional, al menos, se han sucedido tal cantidad de eventos azarosos que me han traído hasta aquí, que sería incapaz de relatarlos todos.

¿La suerte más grande en el tablero de tu currículo?

Llegar a Punto Radio desde su fundación, porque me dio una enorme relevancia siendo muy joven. Era una cadena que trabajaba como si fuera grande, pero con poca audiencia, y eso permitía que hiciéramos grandes experimentos en coberturas periodísticas con fuego real, pero las consecuencias de aquel atrevimiento no eran tan determinantes. Yo era un becario de Cope y aquella eventualidad me permitió la suerte de llegar a Punto Radio y estar en la mejor escuela radiofónica que un periodista podía concebir. Cuando me fui en plena crisis, sentí que daba un paso hacia el abismo. No sabía si podría volver a la profesión. Entonces, fundé un periódico digital con muy pocos medios -Zoom News- y al cerrar pude ver aquello como un fracaso personal, pero hoy reconozco que ese periodo de mi vida ha tenido una influencia muy decisiva en todo lo que ha venido después.

Porque al que madruga, Dios le ayuda.

Eso, desde luego. En nuestra profesión se sobrestima muchas veces el talento, y se subestiman la suerte y el trabajo. Alsina es una persona muy inteligente, con un gran olfato, con virtudes evidentes que le convierten en un periodista de excelencia, pero su principal activo es ser muy trabajador. Todos los grandes periodistas que conozco son muy trabajadores, incluso aquellos que alardean de no serlo, y no pongo ejemplos para no molestarles rompiendo su mística del talento casi espontáneo...

Has hecho prensa, radio y televisión. Has fundado una cabecera digital y has participado en el arranque de Punto Radio y de Movistar+. Haces el resumen de prensa en Más de uno. En estos días post EBAU: “Los medios de comunicación en España”, breve comentario de texto.

En todos los medios de comunicación nacional se publican cosas enormemente valiosas. Generalmente se destacan más los errores, y no me lamento por ello. Nuestra profesión debe convivir con la crítica de una manera más natural, incluso con el insulto. A veces nos perturba demasiado una mala lectura del feed back. El periódico es el producto más barato que hay en el mercado. Si se supiera la cantidad de esfuerzo personal, de talento, y el riesgo que asumen algunos de los que lo hacen, muchos se quedarían asombrados de todo lo que ofrece por apenas un par de euros. Es muy difícil comprar un periódico el domingo y salir defraudado. Podemos hacer un discurso catastrófico y engañosamente nostálgico sobre el periodismo, pero, insisto, y con esto lo digo todo: el periódico sigue siendo el producto más barato que hay en el mercado.

“Nuestra profesión debe convivir con la crítica de una manera más natural, incluso con el insulto. A veces nos perturba demasiado una mala lectura del feed back”

Has sido reportero, jefe de sección, has llevado un programa de radio, has liderado redacciones, has trabajado en televisión, en radio, en periódicos… ¿Cuál es, en realidad, la virtud más necesaria para un periodista?

Son muchas, pero destacaría la capacidad de trabajo y la humildad. En realidad, la humildad es la que te lleva a trabajar mucho y bien. En el fondo, el trabajo es una manera de cubrirte profesionalmente, porque estás sobreexpuesto. En una tertulia radiofónica no es que vendas tu cerebro a cucharadas, como decía Wenceslao Fernández Flórez, ¡es que lo estás volcando a paladas! La humildad te lleva a cubrirte con trabajo, para no cometer deslices y no tropezar. La peor arrogancia es la de quien cree que no necesita trabajar. La humildad se puede conjugar con la arrogancia, pero no con la vanidad, que es uno de los peores defectos que puede tener un periodista, porque susurra constantemente malos consejos.

¿A qué firmas sigues con fidelidad porque te dan confianza, porque te inspiran, porque son profesionales reputados/as?

Yo leo a todos, incluso a firmas aberrantes, por el placer culpable de hacerlo e indignarme. No te voy a hablar de los grandes clásicos, ni siquiera de las firmas que más me han influido. A mí me atrae poco la voluta y me gustan los hechos. Prefiero que se note que quien escribe es periodista, sin que sea necesario que diga: “soy periodista y escritor”. Con esto hago ya una declaración de intenciones. Ahora mismo me encanta leer a Leyre Iglesias, que está en la columna, en el reportaje y en la entrevista. Es una persona valiente, informada, y con un alto sentido de responsabilidad respecto de su profesión. Me resulta muy atractivo su trabajo. Admiro a mucha gente en este oficio. De hecho, esto ataca el tópico catastrofista sobre la deriva del periodismo. Me encuentro demasiados ejemplos de excelencia allí donde otros ven un páramo yermo de talento, y leo todos los diarios.

“Admiro a mucha gente en el periodismo español. Me encuentro demasiados ejemplos de excelencia allí donde otros ven un páramo yermo de talento, y leo todos los diarios”

Fuiste subdirector de Protagonistas con 27 años, junto a Luis del Olmo. De aquella época, dices: “Me creí invulnerable y que mi vida solo iba a ir en ascenso, pero eso no ocurre: de hecho, pronto tuve el descenso a los infiernos, probé los sinsabores de la profesión”.

Estuve siete meses sin cobrar, porque el medio que me tenía contratado no podía afrontar el sueldo. Al menos, así conseguí que los colaboradores pudieran ver resarcida parte de su deuda. Esos son los sinsabores de la profesión y eso erosiona a cualquiera. Emocionalmente, aquello fue muy complicado de gestionar, hasta el punto de que terminé esa penosa travesía convencido de que había que dedicarse a otra cosa. Empecé a tantear otros negocios. Esa experiencia también me parece muy importante, porque es muy difícil aprender del éxito, en primera y en segunda persona. Hace falta una sensibilidad muy fina. Una temporadita en el infierno es una escuela magnífica. Esta frase que me recuerdas es una de esas que iluminan una categoría, porque estoy convencido de que hay muchos profesionales que hoy están prosperando, pero recordarán etapas en las que llegaron a pensar que jamás volverían a firmar una crónica o a trabajar en una redacción. Eso nos da una perspectiva más madura sobre la realidad de las cosas.

Ser jefe habiendo pasado por el infierno de la precariedad laboral puede cambiar la manera de vivir esa responsabilidad en la dirección de otros periodistas.

Vamos a ponernos un poco marxistas: las condiciones materiales determinan el ser y el hacer de las personas. Tienen una influencia decisiva y eso es algo que un jefe debe tener siempre presente. La experiencia de la precariedad puede ayudar a los jefes a dirigir los equipos con mucha más conciencia estratégica.

Has vivido la última década de “periodismo próspero” en una sección de Internacional. ¿La última por ahora, o la última para siempre?

Aquella época no volverá. Hablo de un periodismo que vivía sin atender a la cuenta de resultados. Hablo de un contexto en el que los periodistas gestionaban enormes cantidades de dinero, muchas veces muy irresponsablemente. Fue una época en la que algunos periodistas jugaron a ser financieros y descuidaron la naturaleza de su oficio. A veces los periodistas nos creemos que somos aquel material humano con el que tratamos. Hay muchos periodistas que consideran que hacen política, y lo peor es que piensan que lo hacen bien, porque están perfectamente capacitados para ello… Luego, al dar el salto, hay algún caso de éxito y muchos fracasos clamorosos. Es muy difícil que un periodista de verdadero éxito sea un político de verdadero éxito.

Decíamos que la época del periodismo próspero no volverá. En 2008 se produjo la gran quiebra del modelo de negocio de la prensa, aunque la ruptura venía de atrás, pero cuando estás subido a una ola de prosperidad -en un periódico o en una nación- es muy complicado que cambies tus hábitos y asumas un modo de vida más austero. La gran enseñanza de los últimos estertores del periodismo próspero es que la tarea primera que debe proponerse un medio de comunicación es ser viable. De ahí cuelgan todos los demás propósitos nobles. Solo la cuenta de resultados puede sostener unos principios editoriales. Lo demás son fantasías.

“La gran enseñanza de los últimos estertores del periodismo próspero es que la tarea primera que debe proponerse un medio es ser viable. Solo la cuenta de resultados puede sostener unos principios editoriales. Lo demás son fantasías”

Un columnista. Con un programa de radio. Palabra y voz consagradas a los cuarenta. ¿Te da miedo pontificar antes de tiempo? ¿Cuál es tu vacuna contra el putoamismo de las cumbres periodísticas?

Pontificar es un vicio de jóvenes. Soy incapaz de leer mis columnas antiguas. Me cuesta. No me soporto. Aquella afectación juvenil mía me resulta grimosa. Afortunadamente, eso se va perdiendo. Tú entrevistaste a David Gistau en una larguísima conversación justamente en este lugar. Antes de leer El último negroni, que recopilaba sus columnas más célebres, yo estaba seguro de que las mejores eran las que había escrito en La Razón. Pero me di cuenta de que aquellas columnas han envejecido muy mal. Son textos de una precocidad que estoy convencido de que a él mismo le producirían hoy un cierto embarazo. Si pasa con él, que ha sido el mejor, imagínate con el resto…

Dices: “A los 18 años pensaba como Irene Montero”.

Era una exageración, una manera de hablar. Hay ideas de Irene Montero que jamás he pensado, ni siquiera a los 18 años… Con el 15-M sucedió que los mayores empezaron a hacerle demasiado caso a las chaladuras académicas de los jóvenes universitarios. Antes había un discurso de estudiantes muy arrogante y casi caribeño, pero muy restringido a las facultades, hasta que con el 15-M se extendió su alcance. La plena ignorancia se adquiere con dos lecturas, y eso es muchas veces la universidad. Llegas con 18 años, descubres a Eduardo Galeano, a Toni Negri, o a Gramsci, y te crees que tienes una respuesta para todo en esta vida: a cuestiones que van desde la Neurocirugía al urbanismo, pasando por la macroeconomía, la fiscalidad y los problemas en la frontera entre Ucrania y Rusia. Esto tiene mucho que ver con la afectación juvenil de la que hablábamos. Yo también fui ese joven, y por eso disculpo bastante los pecados de juventud. ¡Quién no dice sandeces a los 17 años! Afortunadamente, nuestras sandeces eran privadas y de consumo restringido. Lo que pasa ahora es que las redes sociales exhiben las tonterías precoces.

Soy benévolo incluso con el tema woke, que tiene todos los componentes de la adolescencia: una convicción maciza sobre todas las cosas, unas ganas muy potentes de imponerse al resto del mundo, una sensibilidad finísima para sentirse concernido por la libertad de los demás, y una profunda aceptación de ser la primera víctima de uno mismo. El universo woke no sabe lo que se está perdiendo por no pensar libremente. Hay algo maravilloso que solo aprendes cuando te libras de todas las ataduras adquiridas por el dogmatismo, otro mal propio de la juventud: la belleza del vértigo de ver desafiadas tus propias convicciones. Es una sensación de la que se privan todos los gorrioncitos supremos.

“El universo woke no sabe lo que se está perdiendo por no pensar libremente. Hay algo maravilloso que solo aprendes cuando te libras de todas las ataduras del dogmatismo: la belleza del vértigo de ver desafiadas tus propias convicciones”

A los 18 años yo también me sentía capaz de explicar el mundo entero a la luz de mis cuatro lecturas de mierda. A veces éramos grimosos, como esos niños que aparecen en los talent shows vestidos de mayores. Es muy sano que un joven se crea capaz de arreglar el mundo, pero no que se le dé una entidad suficiente a ese propósito como para divulgarlo por ahí. La adolescencia debe tener un fin en algún momento, y quizá se está alargando demasiado, incluso hasta la tercera edad.

¿Cuáles han sido las evoluciones interiores más interesantes de Rafa Latorre? ¿Se te han caído dogmas por el camino? 

No pienso sobre nada lo que pensaba a los 17 años. Lógicamente, ha habido un viaje ideológico. Si no, estaría enormemente preocupado. Ahora que se exhiben las convicciones es más complicado hacer ese viaje, porque mucha gente se cree en la obligación de mantenerse en sus posiciones originarias, que suelen estar equivocadas, porque las hemos pensado demasiado pronto.

Un gallego en Madrid. Entre Rajoy, Yolanda Díaz, Feijóo y Estrella Galicia, ¿en qué punto de galleguismo está usted?

Estoy en el punto en el que trato de desprofesionalizar lo gallego. ¿Por qué hemos creado de todo un tipismo? Rajoy, en un determinado momento, ha sido el gallego menos gallego que existe. En Galicia se le consideraba un cuerpo extraño. Nunca dijo “Sanxenxo”, y de pronto se convirtió en el epítome de lo gallego. A la vez, Yolanda Díaz puede ser la persona más distante de Mariano Rajoy. Lo más útil de ser gallego es que te puedes hacer muy bien el gallego. Eso está muy bien, siempre que no te lo creas.

“No pienso sobre nada lo que pensaba a los 17 años. Ahora es más complicado hacer ese viaje cuando se exhiben las convicciones, porque mucha gente cree que tiene la obligación de mantenerse en sus posiciones originarias”

¿Algún político ha querido llevarte al huerto oscuro de la comunicación institucional?

Me han propuesto trabajar en el ámbito de la comunicación institucional, pero no política.

¿Qué opinas de los periodistas que se convierten en directores de comunicación de políticos y se convierten en muros?

Lo desaconsejo siempre, y entiendo que en esto estoy en franca minoría, por una cuestión alimenticia. Nuestra profesión debe tener esa puerta por si las cosas vienen mal dadas, pero yo lo desaconsejo, porque el ejercicio de la política requiere del sectarismo. Suena rotundo, pero es verdad. No conozco ni un solo gabinete político que no esté infectado de sectarismo, aunque haya gradación. Convivir demasiado tiempo con un grupo humano cuyo sustento es la ideología, genera sectarios. Eso es impepinable. Es muy difícil salir indemnes de esa experiencia. Pasar por allí tiene otras ventajas, porque te ayuda a conocer muy bien el funcionamiento de la Administración, sabes cuáles son los mecanismos del poder, te permite ver zonas en sombra para el resto de periodistas, pero tampoco mistifiquemos el tema: nuestro lugar está fiscalizando al poder y el periodismo se hace en los medios. Lo otro es comunicación y, en algunos casos, propaganda. A veces la conversión del periodista es tan súbita, tan feroz y tan lamentable que después afloran serias dificultades de conciencia a la hora de volverse.

“El ejercicio de la política requiere del sectarismo. Suena rotundo, pero es verdad. No conozco ni un solo gabinete político que no esté infectado de sectarismo, aunque haya gradación”

Te autorretratas como “un enfermo de literatura” que quiso hacer Filosofía y Letras, pero acabó en el periodismo por una cuestión práctica. ¿Hiciste bien?

Mi experiencia ha sido buena. Entre otras cosas doy clases en la universidad a estudiantes de primero y los animo a que no permitan que nadie en la facultad les haga un discurso agorero. Empecé a estudiar Periodismo en 1999. Muchos de mis amigos eligieron Arquitectura y me decían: “Nos quedan años muy duros de carrera, pero nosotros vamos a trabajar y tú, ya veremos qué haces”. Pues ellos no han trabajado jamás de arquitectos, y yo nunca he dejado de ejercer de periodista. Entiendo que existe un discurso muy pesimista sobre nuestra profesión, pero el pesimismo, como dice Rosa Belmonte, es de muy mala educación. Cuando se va al desembarco de Normandía hay que ir con mentalidad de tomar la playa. Efectivamente, a los 17 años fui un enfermo de literatura, pero eso se me ha curado. Forma parte de mi evolución. Soy una persona absolutamente invalidada para la ficción. No soy capaz de escribir ni un cuento. Sin embargo, he conseguido prosperar en el periodismo. 

A tus alumnos de primero les dices: “Ya que estáis aquí, creéroslo”. ¿Saben que eres un negacionista de Kapuscinski?

Hay una frase de Stendhal que repite mucho Arcadi Espada: “Muestra, no declara”. El peor Kapuscinski es el declarativo: el que vino a sermonearnos sobre una suerte de salvación personal que nos procuraría el periodismo en la que yo no creo. ¿Los cínicos no sirven para este oficio? Bueno… Vamos a discutir primero que es el cinismo, porque hay un umbral de cinismo que es muy sano. Entre otras cosas, porque te permite llegar a casa y seguir con tu vida después de haber hablado de cuestiones atroces. Otra cosa es nuestra relación con ese umbral, porque se corre el riesgo de convertirse en un auténtico descreído capaz de cualquier perrería. Una cierta instancia irónica sobre lo que hacemos es positiva, porque nos conduce a la desafectación para que las cosas sean como son.

“Hay un umbral de cinismo que es muy sano para ejercer el periodismo. Entre otras cosas, porque te permite llegar a casa y seguir con tu vida después de haber hablado de cuestiones atroces”

Disfrutar de la poesía, pero fuera del oficio.

Entre los especímenes más lamentables del periodismo está el periodista misionero, por vanidoso e ingenuo. A los periodistas se nos repite que primero debemos ser buenas personas, y no hay nada peor que decirle a un aprendiz de este oficio que lo más importante es ser buena persona, porque tratará de parecerlo. Tratando de parecer buena persona se han cometido las mayores maldades. No he conocido a nadie que vaya de bueno y sea bueno de verdad, y estoy pensando en casos con nombres y apellidos. Conozco a tipos que se han forjado una reputación malvada y pérfida, fría e insensible, y, sin embargo, son unas personas excelentes que hacen su trabajo con rigor, pero no van de buenos. Yo prefiero al que va de malo, aunque ninguno de los dos extremos sea bueno.

Kapuscinski no fue solo declarativo…

Kapuscinski​ escribió páginas envidiables, pero en algunos momentos también echó en su fórmula unas gotas de ficción, como hemos sabido. El problema es que eso lo tiñe todo. Ahora desconocemos qué es verdad y qué es mentira. Tampoco olvidemos que Kapuscinski trabajó para una dictadura. De todas formas, no trato de desmitificarle. Tiene páginas que cualquier buen periodista desearía haber escrito, pero cuidado con los tótems y los iconos, porque, a veces, no son lo que parecen.

Tienes el don de recogerte en medio de este mundo frenético. De ausentarte. De prestar atención. Es una cualidad que ahora valoran mucho los de Recursos Humanos…

Mi padre también tiene una capacidad para abstraerse que puede llegar a ser hasta preocupante, así que algo de esto vendrá de familia. Cualquiera que haya trabajado en entornos muy ruidosos conoce los beneficios de recogerse, aislarse y abstraerse. Soy capaz de escribir en cualquier circunstancia, excepto con el llanto de mi hija, que debe tener algo biológico que me saca completamente de mis casillas.

¿Te recoges también en oración?

Crecí en un entorno completamente descreído, pero fui a un colegio católico muy abierto y muy tolerante. Mi mujer es creyente, pero yo no. Si no tienes el don de la fe, no lo tienes. No lo he conseguido, aunque tampoco lo he trabajado. No sé si ya es tarde, aunque nunca se sabe cuándo puede surgir la epifanía...

Dices: “Soy tremendista, soy bastante radical en los juicios" (…) “O algo me parece buenísimo o malísimo”. Admitirlo me parece una buena manera de combatirlo en el ejercicio de la profesión.

Es importante conocerse bien y ser conscientes de nuestros sesgos. Conocerlos ayuda a evitarlos e ignorarlos nos lleva a reincidir. Saber cuáles son mis querencias cognoscitivas y tenerlas frente a frente me permite desafiarlas. Soy pasional. Ante una realidad, en seguida se produce una decantación visceral, pero después viene un proceso de reflexión contra esa primera impresión. 

“Conocer nuestros sesgos ayuda a evitarlos e ignorarlos nos lleva a reincidir. Saber cuáles son mis querencias cognoscitivas y tenerlas frente a frente me permite desafiarlas”

En mayo de 2021 David Lema te sujetó la columna en El Mundo. En un comentario a la entrevista, un amable lector te escribe: “Estimado Rafa, es evidente que vas por buen camino. Ojalá, sigas disfrutando mucho de tu vida y nosotros de tus columnas. ¡No dejes de escribir, nunca!”. ¿Seguirás en septiembre en tu periódico?

Sí. Voy a tener que limitar los géneros, pero seguiré escribiendo columnas y algunos artículos de largo aliento en El Mundo. Tengo el privilegio de escribir en el periódico que leería y hablar en la radio que escucharía. Esto es tan infrecuente en un periodista, que sería temerario, por mi parte, abandonarlo.

En Más de uno hay tertulianos que alertan contra los excesos de hipoglucemia discursiva. No sé si Ignacio Varela sabe que has dicho: “Soy muy constantemente feliz”.

[Risas]. Ignacio Varela es una de esos personajes que digo que no van de bueno e intuyo que es más sentimental de lo que parece. Un gran tipo. Eso lo dice para meterse con los de La ínsula. Sí. Yo soy muy feliz. Lógicamente, hay periodos, hay inquietudes, pero, sí, soy constantemente feliz.

¿Sabe Alsina que te gusta mucho la Navidad?

[Risas]. Sí. A él también le gusta, porque es familiar. El que la repudia es Amón, que es el Grinch. A mí me apasiona. Nunca ha dejado de gustarme. Quienes no la disfrutan es porque ven en ella algo de paraíso perdido. No conozco a nadie que sea visceralmente anti que no haya sido feliz en navidades pasadas. Yo revivo los recuerdos felices con mi familia cada año en esos días tan entrañables. No puedo ser anti, porque no se ha producido un desengaño.

Que te traigan muchos regalos La brújula.

Muchas gracias. El horario tiene sus inconvenientes, porque dejas de madrugar, pero también dejas de hacer otras cosas. Pero bueno, son cargas que asumo gustosamente por el privilegio que conllevan.

“Las virtudes más importantes para un periodista son la capacidad de trabajo y la humildad. El peor defecto es la vanidad, porque susurra constantemente malos consejos”

 

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