DO Rioja, epicentro mundial de la elaboración del vino

La Rioja es sin duda la zona vinícola española de más renombre. Situada en el norte de la península, a caballo entre el Atlántico -en el norte- y el Mediterráneo -en el este- y resguardada por las cordilleras de la Sierra Cantabria, la denominación de origen comprende partes principalmente de La Rioja y el País Vasco y en menor medida de Navarra y Castilla y León.


Copas de vino.
Copas de vino.

BREVE HISTORIA DE UNA DENOMINACIÓN DE ORIGEN ÚNICA


El idilio de la uva con La Rioja tiene ya más de dos mil años de historia. Fueron los romanos quienes iniciaron a la zona en el cultivo de la vid y más tarde los fenicios y los celtíberos les tomaron el relevo. Durante la Edad Media la cultura del vino creció alrededor de los monasterios primero y en las ciudades, cada vez más grandes y pobladas, posteriormente.

La vid adquiere cada vez más importancia en La Rioja, convirtiéndose junto al cultivo de cereal en el principal motor económico de la zona. Avanzamos a pasos agigantados y llegamos ya a 1787, año en que de alguna manera se oficializa el sector riojano del vino y nace la Real Junta de Cosecheros, que crea las vías adecuadas para conectar los viñedos con el puerto de Santander, desde el cual parten los vinos hacia el norte de Europa.

No hay mal que por bien no venga, dice el refranero español, y así le sucedió a La Rioja con la aparición de la filoxera más allá de los Pirineos, en tierras francesas. El consumidor francés no quiso dejar de beber vino y comenzó a conocer los productos riojanos, que cruzaban la frontera gracias la llegada del ferrocarril y que evolucionaban y mejoraban gracias al peso de la experiencia. Era época de bonanza y se afianzaron las primeras grandes bodegas en el mercado: Viña Tondonia, Marqués de Murrieta y Marqués de Riscal, por ejemplo.

Pero la filoxera no tuvo bastante con quedarse en Francia y en 1902 decidió visitar La Rioja y España en general, causando la muerte de incontables viñas y en consecuencia una fuerte crisis para el sector del vino. Las viñas afectadas tuvieron que replantarse con variedades norteamericanas y no fue hasta la década de los años ‘20 que la región retomó el pulso.

En 1925, en vistas del éxito alcanzado por la región, La Rioja se convierte en la primera Denominación de Origen española. Y ya en 1991 se crea la Denominación de Origen Calificada de La Rioja, que va un paso más allá y establece zonas de producción, variedades de uva y rendimientos máximos permitidos, así como técnicas de elaboración y de crianza.

EL INCONFUNDIBLE CARÁCTER RIOJANO

Hablar de Rioja es hablar, antes que nada, de sus tipos de uva. Del Tempranillo y la Garnacha, principalmente, pues no hay territorio en el que estas variedades se adapten mejor. Pero no debe uno olvidarse de la Graciano y la Mazuelo, variedades tintas como las dos primeras, ni de las blancas ViuraMalvasíaGarnacha blanca y Tempranillo blanco.

 

Hablar de Rioja es hablar también de sus subzonas, tan cercanas como diferentes entre sí. La Rioja Baja, la más oriental, se extiende a lo largo del margen derecho del río Ebro y cuenta con un clima más seco y unos suelos más suaves que las otras subzonas. La Rioja Alta es la más occidental y se sitúa, en este caso, a la izquierda del Ebro: presenta un clima continental moderado y en ella se encuentra el Barrio de la Estación de Haro, la zona con más densidad de bodegas por metro cuadrado del mundo. Y La Rioja Alavesa, situada entre el Ebro y la Sierra Cantabria, que por sus condiciones geográficas cuenta con un especial microclima  y donde se encuentran poblaciones míticas como Elciego, Laguardia o Labastida. 

Hablar de los vinos de Rioja es hablar de sus tintos, como no, pero sin olvidarse de los blancos y los rosados. Entre el vino tinto de Rioja destacan los más jóvenes, los cuales se elaboran por maceración carbónica, pero los más buscados son los crianza -que envejecen en barrica durante al menos un año- y los reserva -que reposan un mínimo de tres años en roble-. En los blancos abundan las variedades Viura y Malvasía, resultando en vinos mayormente afrutados -los más jóvenes- u otros de gran complejidad -los que han reposado durante más tiempo. Y los rosados, principalmente jóvenes, suelen llevar el sello inconfundible de la Garnacha.


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