Esto es lo que necesitas saber para convertirte en un experto en vinos

Existe cierta tendencia a pensar que sólo aquellos que son expertos en vino son capaces de determinar la calidad de éstos. Por ello, es común sentir cierta timidez a la hora de dar nuestra opinión acerca de un caldo. Sin embargo, hemos de dejar los prejuicios aparte, ya que con tres sencillos pasos podemos llegar a saber si un vino es bueno o no. No es necesario ser enólogo.

Copas de vino.
Copas de vino.

Por ello, si te gusta el vino y por este motivo, tienes el deseo de saber distinguir entre uno y otro en una comida, enoarquía afirma que existen unos simples pasos a seguir que pueden ser útiles para esta labor.

Existe un motivo por el cual, el proceso de catación de caldos no es complicado: es un proceso donde no son especialmente necesarios conocimientos teóricos, sino que lo fundamental son los sentidos, en especial tres de los cinco: vista, olfato y gusto. Generalmente en este orden.

Para que la cata se produzca de la mejor manera posible, se ha de tener en cuenta que la sala donde se realice ha de ser un habitáculo ventilado y luminoso. Para que la fase olfativa sea lo más efectiva posible es preferible que no llevemos perfume y se eviten los olores externos. Para la cata de varios vinos, aunque pueda resultar obvio, conviene preparar una copa diferente para cada vino.

Primer sentido: la vista

Para esto, se ha de descorchar la botella y servir el vino. A pesar de estar en la fase visual, en este primer paso, hemos de emplear por primera vez el sentido olfativo, en el corcho. Esto se debe a que el ‘tapón’ de la botella podrá darnos información sobre el vino al que nos enfrentamos. Del corcho debemos fijarnos si la impresión del corcho es la misma que el logo de la botella. Además, tenemos que observar si hay alguna filtración: algún recorrido de vino que atraviese todo el corcho. Si se detecta ésta, no quiere decir que 100% el vino esté en mal estado. Sin embargo, hay muchas posibilidades.

Tras observar el corcho, debemos coger la copa, preferiblemente evitando tocar la zona donde se encuentra el caldo para no calentarlo. Así, inclinamos la copa 45º sujetándola por el tallo y la base y preferiblemente sobre un fondo blanco y al ser posible que tenga unas letras.

La importancia de las letras reside en que si podemos leer fácilmente el texto que se encuentra detrás del vino, deducimos que es un vino de capa alta. Si, por el contrario, tenemos dificultades para leer este texto e incluso llega a resultarnos imposible, diremos que se trata de un vino de capa baja.

En este punto, debemos contemplar el color. Éste nos dará idea acerca de la edad del vino. Generalmente, si hablamos de vino tinto, cuanto más tienda a rubí o cereza y más brillante sea, podremos deducir que es más joven. Si por el contrario, el color tiende a granate o teja, podremos decir del vino que está envejecido o es crianza.

Tras esto, se ha de medir la densidad del vino. Cuanta más densidad, más concentración de alcohol: es decir, más gradación. Ésto se podrá comprobar moviendo ligeramente el vino por la copa. Deduciremos viendo como caen las lágrimas de vino la densidad de éste: a menor velocidad de caída, mayor densidad y, por tanto, más graduación alcohólica.

Aromas primarios, secundarios y terciarios

En la fase olfativa deberemos distinguir tres etapas en función de los aromas que percibimos.

 

La primera se ha de realizar sin agitación del vino. Acercamos mucho la nariz a la copa y olemos. En este punto es donde se localizan los aromas primarios: aquellos propios de la uva, que provienen de la naturaleza frutal o vegetal.

Una vez capturados estos aromas, es el momento de agitar la copa ligeramente. Así el vino podrá entrar en contacto con el oxígeno y desprende los aromas secundarios, aquellos que se originan en la fermentación alcohólica y maloláctica. Esta última suele ser más numeroso en vinos jóvenes.

Posteriormente, agitamos con más energía dando así paso a aromas terciarios. Estos son complicados de adivinar. Son los que se originan durante y después de la crianza del vino. Éstos se clasifican en diferentes familias: animal, vegetal, torrefactos y frutos secos.

Beber y testar. Fase gustativa

Al beber el vino, sentiremos el ataque, es decir: las primeras sensaciones gustativas que percibimos. Para apreciar bien el sabor, lo que debemos hacer es, con la lengua, pasar de un lado a otro, tratando de apreciar los cuatro sabores básicos: dulce, salado, amargo y ácido. Para calificar un caldo como ‘vino redondo’ debemos percibir que éste logra el equilibrio perfecto entre los cuatro.

Tras esto, debemos determinar la textura, paso para el cual interviene el tacto. Se han de determinar la suavidad o untuosidad como factores positivos y rugosidad o astringencia como negativos.

Tras esto debemos analizar la vía retronasal. Para ello, una vez bebemos y tragamos el vino, debemos expulsar el aire por la nariz. Si pasado un tiempo, seguimos percibiendo las mismas sensaciones que antes de beber, podremos afirmar que es un vino de larga retronasal.

Por último, debemos destacar qué final nos deja el vino. Según la persistencia de éste se puede hablar de un vino corto, si éste final dura menos de dos segundos y también puede ser, en función de la duración -si ésta es más de dos segundos- mediano, largo o muy largo, si dura entre nueve y doce segundos.

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