¿Es posible entender a los norteamericanos? Hablan los libros

Con motivo de las próximas elecciones en los Estados Unidos, se repasan algunos títulos y autores para acercarse a la realidad americana

Ilustración: Sobrino & Fumero.
Ilustración: Sobrino & Fumero.

Don DeLillo, Philiph Roth, Thomas Pychon, Franzen, Eugenides, Joyce Carol Oates, Margaret Atwood… todos estos novelistas no han cesado de buscar en sus obras lo que se ha dado en llamar la “gran novela americana”. Y aunque lo han hecho con éxito desigual, los libros de estos, y otros autores, componen una suerte de caleidoscopio que ayuda a hacerse una idea de esa mezcla de culturas y sensibilidades que es Estados Unidos.

Con el telón de fondo de las elecciones americanas, conviene repasar cómo refleja la literatura ese enorme y polémico país. Por desgracia, lo que nos llega del otro lado del Atlántico son preferentemente obras escritas por quienes forman ya parte del establishment cultural, es decir, casi por celebrities, que convierten las novelas en un instrumento para zarandear a la derecha, al partido republicano y a todo lo que sospechen conservador. No es casualidad que los escritores más afamados sean los más virulentos, desde un punto de vista político y los que, paradójicamente, contribuyan con más fuerza a la polarización.

Lo que nos llega del otro lado del Atlántico son preferentemente obras escritas por quienes forman ya parte del establishment cultural, es decir, casi por celebrities

Si hace unos años el peligro era la dinastía Bush y el supuesto empeño de su último vástago por cercenar los derechos individuales en su lucha contra el terrorismo, hoy la amenaza se llama Trump. El ya fallecido Phillip Roth imaginó en 2004 un país sometido a un fascista: su novela La conjura contra América, que se leyó como una invectiva en su momento y constituye hoy una obra de referencia para los opositores a Trump, evidencia las debilidades del sistema democrático y la facilidad con que los ciudadanos se dejan engatusar por demagogos.

El escritor americano comprometido con el progreso no confía su vocación política únicamente al papel. Es un activista. El enigmático Paul Auster y su mujer, la también escritora Siri Hustvedt, han lanzado recientemente Writers Against Trump, una campaña de acoso y derribo contra el actual inquilino de la Casa Blanca, en la que otros también se han enrolado. El resultado de tanto empeño lo veremos el martes 3 de noviembre por la noche.

El escritor americano comprometido con el progreso no confía su vocación política únicamente al papel. Es un activista

Pero la mezcolanza entre literatura, corrección política y demandas sociales o identitarias no es ni lo mejor ni lo más representativo del canon americano. El compromiso democrático no exige estar siempre en el lado izquierdo de la trinchera o alinearse con sus convicciones. A esa falta de neutralidad en el debate público se ha referido un psicólogo social cuyos ensayos resultan imprescindibles para hacerse una idea de cuáles son los vientos ideológicos que soplan en EE. UU y que pronto llegarán a Europa, si no lo han hecho ya: Jonathan Haidt.

Tanto en La mente de los justos como en La transformación de la mente moderna alude a la falta de pensamiento crítico y sugiere caminos para superar la polarización. Ha sido también uno de los firmantes de una carta abierta publicada por la revista Harper’s que denuncia lo peligrosos que son los estereotipos y tópicos políticos y cómo destruyen cualquier atisbo de pluralismo.

Por otro lado, tanto en la literatura posmoderna de Auster, como en esa prolija novela, Libertad, de Franzen, por no hablar de Roth, los protagonistas son siempre urbanitas traumatizados por su propio yo, envueltos en relaciones enfermizas, hedonistas y hastiados, en los que cuesta reconocer al pueblo norteamericano, se sea o no progresista.

 

En este sentido, frente a los innumerables libros que se han escrito contra Trump, en los que tanto él como sus votantes salen ridiculizados (Fuego y furia, de Michael Wolff sostiene que todo en su administración es improvisado), hay un ensayo que, sin renunciar a los valores de izquierda, busca puntos de encuentro, ayudando a comprender lo que ven en él sus fieles. Me refiero a Extraños en su propia tierra, un reportaje en el que Arlie Hoschield viaja hasta el más profundo sur para descubrir las inquietudes económicas y existenciales de quienes se sienten desatendidos por los que trabajan en Washington. En Trump ven a un aliado.

Pero en una lista de escritores norteamericanos no puede faltar Cormack Macarthy, a quien por su precisión muchos consideran hoy el mejor escritor vivo. Comparado con Faulkner, sus novelas, algo complejas para el gran público, tratan temas típicamente americanos. Meridiano de sangre hace gala de una prosa violenta para narrar la historia de una banda de mercenarios que masacran indígenas en la frontera con México, constituyendo una forma de ajustar cuentas con el pasado del país. En La carretera relata el viaje que un padre emprende con su hijo por un mundo gris, arenoso y devastado.

Si tuviéramos que recomendar alguna obra que ayudara a radiografiar la auténtica sensibilidad de los estadounidenses, deberíamos optar por cualquiera de las novelas de Marilynne Robinson. Esta no ha ocultado sus predilecciones políticas, pero separa su literatura de ellas. Su trilogía -En casa, Gilead y Lila- sobre John Ames, pastor metodista en un pueblo de Iowa, redescubre el sentido de la vida cotidiana, de la naturaleza, recuperando sin estridencias no solo el aspecto sobrenatural del mundo que nos rodea, sino los valores puramente americanos: el tesón, el amor por la comunidad, la familia, la fe

Si tuviéramos que recomendar alguna obra que ayudara a radiografiar la auténtica sensibilidad de los estadounidenses, deberíamos optar por cualquiera de las novelas de Marilynne Robinson

El último Pulitzer ha ido a parar a Los chicos de la Nikel, de Colson Whitehead, una obra que recrea la vida de un joven negro en los sesenta, denunciando las penurias y las sospechas que se cernían sobre las personas de color. Es una novela dura, pero muy bien escrita, ambientada en un reformatorio especialmente cruel con quienes no eran blancos, y la lucha de las minorías por salir de la marginación social.

Sea como fuere, quienes mejor han reflejado la ambivalencia de EE.UU., su dimensión utópica como tierra de oportunidades y la oscuridad de su historia, han sido escritores tan inolvidables como Steinbeck, por ejemplo, o Flannery O’Connor. También John Williams, Wilder o Willa Cather, ahora denostados en muchos círculos progresistas por las ideas que suscribían. Son autores de obras de naturaleza épica y maestros a la hora de mostrar la complejidad de un pueblo que confía en crear una ciudad auténticamente humana “en lo alto de una colina”.

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