Mauricio Wiesenthal: Un hombre libre

El escritor español, genial y erudito, es la viva encarnación de los valores del humanismo europeo

"Nada de lo que hace Wiesenthal es una impostura. Tiene la autenticidad de las piedras preciosas. Lo suyo es meditar acometidas contra la barbarie". (entre comillas).
"Nada de lo que hace Wiesenthal es una impostura. Tiene la autenticidad de las piedras preciosas. Lo suyo es meditar acometidas contra la barbarie". (entre comillas).

Mauricio Wiesenthal tiene un porte elegante -lleva corbata de lazo- y sabe que una cultura comienza a resquebrajarse en cuanto los hombres descuidan su afeitado. Puede que, más tarde, se dejen de recordar los mitos, cesen en las calles o nadie lleve una flor en el ojal, pero entonces será demasiado tarde porque la crisis que apunta en la barba de tres días es inexorable.

Cuando se lee a este escritor con vocación -y es que, en efecto, quedan pocos que amen la bohemia como él y que hayan recorrido con ese amor las madrugadas buscando el zinc de los cafetines para descabezar un poema- recuerda uno el alma fogosa de los románticos. También Wiesenthal tiene fuego en su interior y lo protege con el mismo nervio con que sale en defensa de la alta cultura europea.

Pero no me entiendan mal: la alta cultura es lo menos elitista que hay porque los bienes más elevados -el bien, la verdad y, sobre todo, la belleza- no son patrimonio exclusivo de una clase o una secta. Menos de un partido, aunque existan políticos que lo crean. La cultura constituye un caudal común, una fuente, pues, de las que todos podemos y debemos beber. Y todo, asimismo, hemos de hacer lo que esté en nuestra mano para que los demás se acerquen a ella.

Quizá por esta razón deplore nuestro autor el relativismo y, especialmente, el que adquiere mayor gravedad, el estético. Si se acaba pensando que es indiferente incumplir una promesa es porque primero se ha tenido la osadía de colocar un urinario boca abajo en un museo. Porque nos vence la ordinariez.

Tengo la sensación de que para combatir estos síntomas es más útil leer Siguiendo mi camino -el hermoso ensayo en el que presenta “la banda sonora” de su vida, al hilo de recuerdos y peripecias- u otros ensayos firmados por este polímata del Renacimiento que grises tratados filosóficos. Necesitamos menos psicoanálisis, menos autoayuda y mirarnos menos el ombligo para descubrir la belleza de un amanecer o admirar las recias nervaduras de una catedral. 

Wiesenthal, por otra parte, logra transmitir en sus ensayos dos pasiones que hoy es difícil encontrar en el ánimo marchito de nuestros colegiales y en los rostros -adustos- de muchos profesionales: pasión por la vida y pasión por la libertad.

Rilke, Goethe, Zweig o Tolstoi -Cervantes, Quevedo- son ángeles tutelares de este intelectual de raíces alemanas y espíritu andaluz. Leerle es como atravesar en un tren -de cabo a rabo- Europa, con paradas para abrevar en el hontanar más íntimo de los pueblos. Es ahí, en las callejuelas encaladas, resplandecientes como la plata, no tanto en los palacios, donde arraiga la cultura más noble y egregia.

Wiesenthal logra transmitir dos pasiones que hoy es difícil encontrar en el ánimo marchito de nuestros colegiales y en los rostros -adustos- de muchos profesionales: pasión por la vida y pasión por la libertad”

Lo repito: no se me ocurre nada mejor para evitar que se nos escape de las manos la sabiduría que tener los textos de este mago en la mesilla de noche, muy cerca, como quien deja al lado de la cama un lenitivo para atemperar las pesadillas. Lo que quiero decir es que frecuentarlos nos separa poco a poco del envilecimiento cultural. Es como someterse a una operación de cataratas para estrenar, nada más salir del quirófano, una mirada limpia y nueva sobre el mundo.

 

Wiesenthal es un rebelde, un revulsivo. ¿Que dicen que se lee mejor en un Kindle? A él le encantaría volver a desenrollar pergaminos y dejarse los ojos desentrañando palimpsestos. ¿Que se puede mejorar la voz con una aplicación? Él no quiere saber de autotuney prefiere el matiz desgarrado del flamenco. ¿Aviones supersónicos y confortables? Pues a este hombre genial y envidiable, le fascina perderse en los andenes y vagar a medianoche por los pasillos de los expresos.

“Ahondando en sus convicciones se acaba siguiendo su ejemplo y reprobando las malas costuras de nuestro presente”

Nada de lo que hace Wiesenthal es una impostura. Tiene la autenticidad de las piedras preciosas. Lo suyo es meditar acometidas contra la barbarie. Ahondando en sus convicciones se acaba siguiendo su ejemplo y reprobando las malas costuras de nuestro presente. Por ejemplo, entiende nuestra crisis de sentido como un afán por destruir lo que con tanto esfuerzo y tiempo -con sumo desinterés- se ha levantado. La cultura es una madre desprendida, que amamanta, y nutre con esperanza a quien ha dado la vida.

Wiesenthal observa la realidad con ojos abiertos y despejados. Solo el niño y el poeta ven, sugería Rilke, la realidad tal como es. Él es juguetón, divertido, como un crío y enamoradizo como un juglar. Donde el burgués adocenado divisa el símbolo del dólar, el artista contempla prodigios.

Pensemos en cómo interpreta la hiperespecialización. Además de un síntoma de retroceso, la excesiva parcialización del saber ha conducido, a su juicio, al engreimiento, en primer lugar, porque quien sabe mucho de un campo puede terminar pensando que es el único que existe, el de mayor relevancia o el más determinante. Y, en segundo término, porque es relativamente fácil manejarse en una disciplina.

No me resisto a vincular la erosión de lo universal con la extenuación de Europa. Europa no es un continente; más bien, conforma una actitud. “Ser europeo -escribe Wiesenthal en El derecho a disentir- es sentir la curiosidad de saber por qué y tener el ánimo para hacer lo que haga falta sin preguntarse cuánto”. En la confluencia de lo propio y lo extraño, Europa se esculpió como “un proyecto de vida universal”. El identitarismo virulento que sacude nuestra esfera pública cierra, así, la puerta que la cultura clásica abrió a lo diferente, asimilándolo y fecundándolo.

Con su corbata de lazo y sus trajes, niño y poeta, Wiesenthal es un pozo de erudición y encarna la elegancia del humanismo. Es un hombre libre, alérgico tanto a las modas como a las opiniones mediáticas, que son los criterios existenciales de los mediocres. Por sus escritos, por sus canciones, por su testimonio y sabiduría, por tantas cosas: muchas gracias, maestro.

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