Menos pantallas, más concentración y una generación de cretinos digitales

El uso de los dispositivos electrónicos y acostumbrarse a la multitarea perjudica seriamente la capacidad de atención de niños y mayores

Ilustración cretinos digitales
Ilustración: Sobrino & Fumero.

Que los innovadores tecnológicos matriculen a sus hijos en colegios “analógicos” debería suscitar la reflexión de familia y poderes públicos, al parecer más preocupados por los píxeles de los monitores instalados en las aulas que por reconocer que el siglo XXI necesita individuos formados no solo en competencias digitales. Es esto lo que debería concluirse tras leer el libro de Michel Desmurget, doctor en neurociencia, que ha buceado por datos y estudios científicos con el fin de separar el grano de la paja y explicar cuál es el impacto de las pantallas en el cerebro de nuestros hijos. 

“La presión de la multitarea y los continuos estorbos que encontramos a la hora de concentrarnos literalmente han “quemado” nuestro cableado neuronal, convirtiéndonos en yonquis de los estímulos”

Lo primero que hace este experto que trabaja en el Instituto de Investigación Médica galo es desmontar el mito del “homo mediaticus” y de los nativos digitales. No hay diferencia entre quienes se entretienen con los mandos de la Play y los que lo hicieron enganchados a Barrio Sésamo. No, no son hoy los adolescentes más inteligentes. De hecho, la destreza de los bebés con la pantalla táctil demuestra que es más fácil manejar un smartphone que llamar por teléfono con uno de esos aparatos llenos de clavijas que utilizábamos antes, de la misma manera que es más fácil buscar un lugar en Maps que consultar los voluminosos callejeros que ahora se venden a saldo. 

Como todo mito, el del nativo digital está construido a base de publicidad e intereses económicos. En La fábrica de cretinos digitales (editorial Península), el título del ensayo escrito por Desmurget, no hay información despreciable, pero me quedaría con dos de las mentiras que lanzan los tecnófilos, supuestamente apoyándose en rigurosos estudios científicos. Primero, que el ocio digital no afecta al rendimiento académico. Y, en segundo término, se dice que los videojuegos y las aplicaciones pueden servir para desarrollar actitudes sociales o personales imprescindibles en la sociedad de hoy día, lo cual no deja de ser una tergiversación. 

Cualquier profesor de Tecnologías de la Información (TIC) se da cuenta el primer día de clase que, a pesar de lo que se suele pensar, la competencia tecnológica de los alumnos actuales es mínima. Saben hacer fotos, subirlas a la red o vagar por los entornos digitales, pero centrar un texto o instalar una impresora está fuera de su alcance. Internet también dinamita su creatividad. Todo ello, junto a su inclinación por lo visual, condiciona su forma digital, haciéndoles más difícil el pensamiento abstracto.

El efecto de la informática sobre el hombre contemporáneo es diferente del que, en su momento, causó la televisión. Con ella, todavía era posible diferenciar entre tiempo de trabajo y de diversión, mientras que ahora, cada vez con más frecuencia, es el ordenador lo que sirve para una cosa y para la otra. 

“Hoy, como siempre, la atención y la concentración es la competencia más relevante de la nueva economía”

Si estamos idiotizados, si paseamos virtualmente como narcotizados o, en lugar de vivir con plenitud lo que nos ocurre, nos apresuramos a fijar nuestras vivencias con el móvil, viviendo de un modo vicario, es porque somos las víctimas de una enconada lucha por la atención. La presión de la multitarea y los continuos estorbos que encontramos a la hora de concentrarnos literalmente han “quemado” nuestro cableado neuronal, convirtiéndonos en yonquis de los estímulos. 

Desmurget revisa, una a una, las secuelas que deja el uso indiscriminado de la tecnología. Por ejemplo, prueba que empeora los resultados en los estudios, empobrece el lenguaje, satura la mente de los chicos y los convierte en obesos potenciales. En la escuela la introducción de tecnologías ha servido, sobre todo, para distraer, sin que se aprecie correlación alguna entre inversión tecnológica y la mejora de la enseñanza. Él tiene clara la receta: limitar de forma drástica y sin piedad el tiempo de exposición a las pantallas, especialmente en momentos de ocio. Y no solo el de los chicos; también el nuestro. 

 

Cal Newport, profesor de informática en la Universidad de Georgetown y autor del blog Study Hacks, cree que el mercado laboral de los próximos años no premiará a quienes muestren un carácter más innovador o sean expertos informáticos, sino a los que, en lugar de las tan mentadas habilidades blandas, sean capaces de concentrarse durante tiempos prolongados, muestren inteligencia en tareas complicadas o sepan leer y escribir correctamente. 

Su libro, Deep Work, es la mejor introducción al mundo del trabajo que se puede hacer a un hijo porque no idealiza el entorno de las startups, ni relata leyendas de emprendedores que levantaron un imperio desde un cochambroso garaje, sino que explica, con claridad, que hoy, como siempre, la atención y la concentración es la competencia más relevante de la nueva economía. 

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