Pasen, pasen y lean, por favor

Una forma original de felicitar la Navidad es recomendando los libros recientes que más nos han gustado: Gregorio Luri, Tom Holland, Byung-Chul Han, Michael Sandel…

Ilustración libros.
Ilustración: Sobrino & Fumero.

Quien ama los libros necesariamente ha de entender el enfado de las pequeñas librerías con Amazon, aunque es difícil que pueda resistirse a la rapidez con la que, casi siempre, satisfacen su anhelo los secuaces de Bezos. Al letraherido, es decir, a quien le fustiga sin misericordia el deseo de abalanzarse sobre una primicia literaria, ni siquiera esos envoltorios tan banalmente marrones será suficientes para paliar el subidón de dopamina. No es de extrañar que algunos recibamos al repartidor con la emoción con que, de niños, mirábamos a los Reyes en la cabalgata. En todo adulto asoman siempre vestigios de la infancia. 

El amante de los libros habita el mundo con extrañeza porque ve letras y páginas y relatos donde los demás descubren objetos reales y personas de carne y hueso. Leer es una aventura porque permite vivir infinitas vidas a un ritmo tan supersónico que ningún cohete será capaz de superar. De ahí que existan personas que necesitan leer tanto como el aire, que acumulan obras en un rincón de la casa o que siempre compran más libros de los que podrán leer a lo largo de su cortísima existencia. Solo los estúpidos, decía Umberto Eco, preguntan al quijotesco propietario de una biblioteca bien poblada si ha leído todos los volúmenes que atesora. 

“Para el que lee con la misma necesidad que respira, puede haber un modo más adecuado de felicitar la Navidad que con una breve y personalísima recomendación de libros”

En este sentido, para el que lee con la misma ansiedad con la que buscaría el oxígeno, no puede haber un modo más adecuado de felicitar la Navidad que con una breve y personalísima recomendación de libros. Aquí va mi peculiar felicitación. 

Teniendo en cuenta las preocupaciones de la calle, me atrevo a recomendar La escuela no es un parque de atracciones (Ariel), un ensayo en el que el siempre clarividente Gregorio Luri vuelve a ofrecer un diagnóstico muy acertado sobre los problemas de la educación actual. El pensador catalán cuestiona los postulados de la pedagogía posmoderna y muestra empíricamente el descalabro al que ha conducido su aplicación. 

Lo mejor es que, a diferencia de lo que ocurre en otras obras de temática similar, el lector no cierra las tapas de la obra con un nudo en el estómago. Es verdad que el conocimiento está desprestigiado, pero afortunadamente hay formas de encender la llama del pensamiento crítico en los alumnos. Luri apuesta por entender la escuela como un lugar de adquisición de virtudes y sostiene que el saber es el único medio realmente contrastado para lograr la igualdad y evitar la manipulación. Un libro que deberían leer no solo los padres, sino especialmente quienes se dedican profesionalmente a la enseñanza, así como los políticos antes de inmiscuirse en predios de este tipo.

“Leer es una aventura porque permite vivir infinitas vidas a un ritmo tan supersónico que ningún cohete será capaz de superar. De ahí que existan personas que necesitan leer tanto como el aire”

Sin duda ninguna, en lo referente al género histórico, este ha sido el año de Dominio (Ático de los libros), de Tom Holland, que nos introduce en la fragua de la historia occidental para descubrir la importancia crucial que ha tenido el cristianismo en nuestra manera de entender el mundo. No está de más recordarlo porque en muchos de los que se precian de llamarse intelectuales pesan todavía demasiado los prejuicios ilustrados. Lo queramos o no, somos hijos de la civilización cristiana. Y lo aceptemos o no, eso ha sido beneficioso. 

Según Holland, el mensaje cristiano transformó los valores y dio lugar a una cultura más humana, más igualitaria y más acorde con la dignidad de todos los hombres. Lo bueno es que el libro explica todo ello a través de historias particulares, cubriendo un arco temporal que comienza en el mundo antiguo y termina en una época reciente. A algunos solo les servirá para desempolvar el pasado; para otros, puede tener efectos terapéuticos.

 

Más profundo es el último breviario de Byung-Chul Han que ha visto la luz, La desaparición de los rituales (Herder). El filósofo coreano asentado en Alemania vuelve a poner la lupa en la cultura contemporánea para sorprender sus debilidades y contradicciones. El ritual es, en este caso, la perspectiva que emplea para denunciar la ausencia de sentido en una sociedad ruidosa, acelerada e inconscientemente sumisa. 

A través de la noción de rito, reivindica tanto la relevancia de los simbólico en la vida humana como la inserción del individuo en una comunidad. El ritual exige duración y espíritu comunitario, y de eso hoy no tenemos mucho. Sin rituales, explica Han, no puede existir propiamente hogar porque sin ese asiento, se volatilizan nuestras raíces. Una lectura para quienes buscan profundidad y se empeñan en desgarrar el velo de las apariencias. 

Menos denso y más centrado en la situación política actual es el último ensayo de Michael Sandel, La tiranía del mérito (Debate). Este exitoso profesor de Harvard lleva tiempo estudiando las raíces del individualismo. Ahora examina la dinámica de los ideales meritocráticos y sus desastrosas consecuencias sociales. De hecho, si el populismo ha prendido precisamente ha sido gracias a la frustración que sienten quienes no logran encumbrarse a lo más alto de la escala social. Por otro lado, el blanco de Sandel es la política entendida como mera gestión; frente a ello, cree que es necesario recuperar un discurso colectivo que acerque a los ciudadanos y los integre en una búsqueda conjunta del bien común. 

Por si acaso estos títulos no consiguen despertar el hambre de leer, apuntaré brevemente otros. La última biografía sobre Benedicto XVI escrita por Peter Seewald - Benedicto XVI. Una vida, de Mensajero- no solo ofrece un retrato pormenorizado del Papa emérito, sino que sirve para hacerse una idea precisa de la teología y el mundo eclesiástico del último medio siglo. Grégor Puppnick en Mi deseo es la ley (Encuentro) revela el entramado ideológico que sustenta la concepción actual de los derechos humanos y la necesidad de reinterpretarlos en clave personalista. Y si quieren una novela, no dejen de leer Los chicos de la Nickel (Literatura Random House), de Colson Withehead.  

Por último, una exquisitez que puede ser también un buen regalo: los dos volúmenes publicados por Acantilado con las entrevistas realizadas por The Paris Review, entre 1953 y 2012, a lo más granado del mundo artístico. Una auténtica joya. 

Pues eso. Pasen, pasen y lean, por favor…

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