Succession o la podredumbre del poder

La serie de HBO, que ha llegado hace poco a su fin y está considerada una obra de arte, refleja los bajos instintos y la toxicidad de una familia poderosa y multimillonaria

“En muchas partes de la sociedad existe ese narcisismo febril que es como la marca genética de todos los personajes de Succession”.
“En muchas partes de la sociedad existe ese narcisismo febril que es como la marca genética de todos los personajes de Succession”.

Vaya por delante que esto no es una recomendación. Es simplemente el relato de una experiencia. Sí, en las últimas semanas me he dejado seducir por Succession, considerada una obra de arte. La serie de HBO es dura, a veces impúdica, cruel, de una violencia emocional y verbal no apta para todos los públicos. Intensa. Pero engancha. No siempre, claro está: hay quien no ha podido superar las dos primeras escenas; otros consideran que no es para tanto. Pero si te atrapan los avatares de los Roy es muy difícil después desengancharse.

Por Internet pulula incluso un ránking que clasifica los mejores episodios. Dicen que el último es para enmarcar. Poco a poco, uno se aficiona a esa retahíla de personajes excéntricos, malvados, traidores y tóxicos. Según algunos, la cumbre artística que alcanza la serie es tan alta que llega incluso a molestar. Es perfecto todo: el guion, los protagonistas, el ambiente, el tempo, y cada capítulo supera al anterior.

No es sorprendente la trama, si se tiene en cuenta el título: el dueño de un imperio mediático, Waystar Royco, parece estar en las últimas, pero se niega a desprenderse del timón. Logan es recalcitrante, casi como un dios malévolo que, acostumbrado a jugar con los hombres, no toma conciencia de que pierde fuelle. Sus vástagos le rodean, le explotan, le utilizan. Y juegan con él y su dinero buscando no congraciarse con el magnate, sino hacerse con el botín.

Succession es como presenciar un juego de estrategias, en el que ni la verdad ni las personas importan. Quizá esa perfidia, esa inmoralidad, es lo que llama la atención y se convierte en una suerte de adicción. Es cierto que es lamentable contemplar cómo el jefe del clan maquina contra todos, pero también sus cuatro hijos obran del mismo modo.

Entre los Roy nadie se fía de nadie, ni siquiera hay amigos, ni familia. ¿Es así la vida de los negocios? ¿Hay tan pocos escrúpulos en esas esferas en las que se debate la vida y la muerte de la sociedad y donde la única moneda de curso legal es la influencia? Los Roy son multimillonarios y cogen helicópteros, aviones y yates con la facilidad con que el resto coge el metro o el autobús.

Succession es como presenciar un juego de estrategias, en el que ni la verdad ni las personas importan

Los guiones son magníficos y dosifican el clímax como en muy pocos filmes. Cuando un capítulo parece que ha llegado a exprimir todo el jugo de la perversidad o la sustancia de la trama, viene el siguiente y sube un escalón más. También los protagonistas están esculpidos con magia; no sobra -ni falta- ninguno y todos bordan su papel. Está el primogénito, alocado, fantasioso y estúpido; aunque nadie confía en él, se permite con su dinero soñar con ser candidato a la Casa Blanca.

Está Ken, adicto a las drogas, siempre balbuciente, que cree estar mejor situado en la carrera para la sucesión, pero a quien después nunca le salen las cuentas. La chica es, quizá, la más inteligente, pero es sucia y engolada, presumida, pertinazmente infiel y lleva a cuestas a un calzonazos. Roman, el benjamín, es indiscreto, excéntrico: tan engreído como acomplejado, con problemas sexuales. Y a ellos se suma el primo, Greg, el nuevo James Stewart, buscando salvar los muebles e inseguro hasta la extenuación.

La serie es incómoda, desapacible y llega a veces a grados de irreverencia y desvergüenza que pueden herir la sensibilidad de muchos. Seguramente extremará los puntos de vista de quienes son susceptibles a las teorías de la conspiración, confirmando los complots e intrigas que imaginan.

 

Lo grave no es que la gente esté sola o no se sienta querida; lo más preocupante es que, como quienes desfilan en la ficción de HBO, vagan por el mundo sin esperanza de encontrar una mano amiga

Por otro lado, uno se da cuenta de que en muchas partes de la sociedad existe ese narcisismo febril que es como la marca genética de todos los personajes de Succession. Puede que la degradación de las familias no llegue al punto de los Roy, pero las crisis matrimoniales y la búsqueda de placeres instantáneos, o el afán consumista, también están desnortando a gran parte de la población. Lo grave no es que la gente esté sola o no se sienta querida; lo más preocupante es que, como quienes desfilan en la ficción de HBO, vagan por el mundo sin esperanza de encontrar una mano amiga.

La serie no gustará a todos y sería exagerado afirmar que constituye una radiografía de los altos cargos o de quienes nadan entre millones. No hay que demonizar el dinero. Pero uno sospecha que quienes han levantado un imperio aprovechándose de los bajos instintos de la gente o azuzando la frivolidad y el radicalismo no tendrán muchos escrúpulos y pueden parecerse mucho a esa familia descompuesta, a la que aflige un cáncer moral de muy difícil curación.

Video del día

Marta Rovira confirma que negocia con Sánchez
un referéndum de independencia para Cataluña
Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato