Al misionero italiano Guiseppe Argese, por ‘clamar en el desierto’ sobre los inconvenientes para llevar el agua a miles de personas en Kenia

Su afición por construir muros le llevó a Kenia hace 40 años y allí ha llevado esperanza y un poco de dignidad a un pueblo carente casi de todo, salvo de desgracias, en la mayoría de las ocasiones. Parte de la selva que está al norte de Nairobi está cruzada por túneles y canales que llevan el agua a casi 300.000 keniatas que gozan de un gran privilegio: agua limpia y un saneamiento adecuado. Algo impensable en un país conocido por sus espectaculares safaris, pero lleno también de pobreza. Ahora la vida se ve de otra manera en la zona en la que Argese y las entidades que le ayudan han trabajado. Gente que se implica porque sus semejantes mejoren, no con prebendas o recompensas estériles sino haciéndoles partícipes de un proyecto que hará que su vida sea algo más digna y menos difícil. Por el empeño y el tesón, una guinda para este misionero de la Consolata.

 

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