A Andrés Vicente Gómez y Ray Loriga, director y productor de ‘Teresa, el cuerpo de Cristo’, que claman a gritos: ¡prohibido discrepar!

Nada. Esta visto que todo el mundo tiene que calificar de un gusto exquisito la historia cinematográfica de estos dos señores que idean una Teresa de Jesús seducida carnalmente por un Jesús que soba y mete mano. Nadie puede discrepar y decir que, a su juicio, se trata de una soberana majadería, al borde de la ofensa para un puñado de creyentes que todavía se atreven a pedir públicamente respeto para sus creencias. Nada. Aquí está prohibido discrepar. Al menos, el productor Andrés Vicente Gómez y el director del film, Ray Loriga, así lo piensan pues han montado en cólera indignados por las críticas vertidas por la Conferencia Episcopal por el enfoque que se le ha dado al tema. Si hay fracaso en taquilla, dicen ambos socarrones, será por culpa de la jerarquía católica. Ya. No fracasará porque quizá sea el enésimo bodrio intragable del cine español, obsesionado en demasiadas ocasiones con sus propias perturbaciones. No. La culpa será del discrepante, que debe quedarse callado y volver a las catacumbas. Una guindilla para los popes del cine fetén.

 

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