Al juez Baltasar Garzón, que vuelve a traspasar los límites de la discreción propia de un magistrado e imparte una conferencia en Venezuela repleta de juicios de valor

El poder judicial debe mantenerse independiente en todo momento. Esta noción básica parece que no es entendida por algunos. Tal es el caso del titular del Juzgado Central de Instrucción número 5 de Madrid, Baltasar Garzón. Lo razonable es que los magistrados den muestra de su independencia evitando, por ejemplo, manifestar en público su ideología. Esto Garzón no lo entiende y ha vuelto a sobrepasar esos límites. Y no es la primera vez. En esta ocasión, aprovechando una conferencia en Venezuela, ha dicho lo siguiente: “en algunas naciones, en nombre de la libertad, se mata, se tortura o se secuestra, se invade un país o se violan los derechos humanos”. Y más: “la credibilidad de un sistema radica en la existencia de los controles a los que se somete el poder. Quien más poder tiene debe ser el más controlado”. Garzón aprovecha el atril para criticar veladamente la invasión de Irak –legítimamente censurable, por cierto, pero por otras personas-, quizá aluda también a los GAL, a Sadam Hussein, a Pinochet… Como Baltasar Garzón advierte, la credibilidad de los jueces y magistrados, y su imparcialidad, también depende de su discreción. Y la de Garzón brilla por su ausencia. Guindilla al juez de la Audiencia Nacional, que veía amanecer pero no conoce del recato.

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