A Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, que ahora quiere poner un impuesto a los refrescos

Curiosa la preocupación por la salud pública en un momento en que las arcas públicas necesitan más dinero. Es el caso de Nueva York, cuyo alcalde, el infinitamente rico Michael Bloomberg, quiere poner una tasa –del diez al quince por ciento más- a las bebidas refrescantes para reducir la obesidad. La medida es de una arbitrariedad pavorosa que demuestra que el Estado está dispuesto a meterse en casa para decirnos cómo debemos manejar nuestra libertad. Guindilla al intervencionismo que quita el dinero con excusas de bondad.

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