Al gobierno japonés y al tribunal iraquí que juzga a Sadam Husein, que apuestan por la pena de muerte en pleno siglo XXI: un abuso intolerable

Japón ejecutó en la horca el día de Navidad a cuatro condenados a muerte, dos de ellos ancianos, después de un periodo de catorce meses sin aplicar la pena capital a ningún reo. Además, un tribunal de apelación iraquí acaba de confirmar el veredicto de culpabilidad y la pena de muerte para Sadam Husein por crímenes contra la humanidad. El presidente de esta sala ha confirmado que la ejecución deberá realizarse en un plazo de 30 días. Se trata de dos ejemplos flagrantes del camino que les queda por recorrer a las sociedades modernas para poder ser calificadas de tales. Dada la capacidad de las sociedades y Estados modernos para contener, prevenir y punir los delitos con disuasoria eficacia y suficientes posibilidades de reparar el orden jurídico quebrantado sin recurrir a medios cruentos, la pena de muerte resulta hoy día un abuso intolerable. No es ni éticamente aplicable, ni moralmente justificable en los Estados, tal y como se han configurado y desarrollado en nuestros días. Por eso, nuestra guindilla al gobierno nipón y al tribunal iraquí que ha juzgado a Sadam.

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