101 km de Ronda: Legión en estado puro

Carrera 101 kilómetros de Ronda.
Carrera 101 kilómetros de Ronda.

Era cuestión de fe, de recuperar desafíos, de albergar renovadas esperanzas, de vencer nuestros miedos, de recobrar la confianza en nosotros mismos y de ejecutar la acometividad del primer espíritu de la Legión. El calor, la dureza y las innumerables bajas de mayo de 2019 habían quedado muy lejos en el baúl de nuestros recuerdos, escondidos en el trastero de unas retinas que, según se aproximaba la carrera, alcanzaban su más fulgente brillo. Las emociones estaban a flor de piel; los corazones, a punto de estallar.

Se trataba de la Carrera de la Legión, la épica prueba que, durante 24 horas y 101 kilómetros, echa un pulso a nuestra capacidad de resistencia, a nuestro dolor y sufrimiento, a la fatiga y los demonios que, como en nuestras propias vidas, aparecen en esos momentos de debilidad humana en los que nuestro cuerpo se rinde e intenta contradecir el deseo de nuestra mente de seguir adelante, de no cejar en el empeño, de avanzar en pos del cumplimiento de cualquiera de las distintas misiones en las que, de una u otra manera, andamos inmersos.

Carrera 101 kilómetros de Ronda.

Y como si comparásemos nuestras pisadas a lo largo de esa dura travesía con cada uno de los días y laberintos que rellenan nuestras vidas, allí estaba presente el eco del Credo Legionario con el dictado de unos espíritus que, para el que ha servido en la Legión, constituyen el sello, la impronta, el santo y seña de su devenir en posteriores ámbitos civiles alejados del otrora mundo cuartelero. Allí estuvo ese sonoro y centenario recuerdo flanqueado por el acompasado avance de los bastones al caminar, del certero y metálico sonido de la punta del bastón de cada equipo, de canciones, de risas de alegría y gestos de sufrimiento, de sangre, sudor y retazos de sarga.

Sin embargo, no estábamos todos. En esta XXIII edición de la prueba, se echó de menos al humilde y carismático Súper Paco, a aquellos primeros inscritos en enero de 2020 que ya no están entre nosotros, a los que no pudieron salir a última hora por inoportunos positivos o lesiones imprevistas. Como en la carrera o la misma Legión, azar y vicisitudes varias se alían para demostrarnos que no es un camino de rosas el que a diario transitamos.

Carrera 101 kilómetros de Ronda.

Muchos no fueron de la partida, aunque, entre homenajes personales y promesas legionarias, allí se hallaban sobre el verde tapete del campo de fútbol de una Ronda devota, sumisa y entregada antes de que ciclistas, corredores y marchadores iniciaran el camino a una gloria no exenta de adversidades que, para los que no conocen la exigencia física y mental de esta carrera in situ, están alejadas de su capacidad de entendimiento.

La prueba es otra historia. Hay que verla, vivirla, sentirla y, sobre todo, sufrirla para descubrir tus miserias y, si cruzas la meta, saborear las mieles del triunfo, de un reto que engrandece y dignifica el currículum de vidas plenas o dispersas como las de aquellos primeros legionarios que, en 1920, dieron un paso al frente para buscar la aventura, redimirse de un turbio pasado o, un año después, salvar Melilla tras recorrer a pie esa misma distancia en una sola jornada. En la Legión, todo tiene su razón de ser y, por supuesto, el respeto a sus caídos, a sus gestas, a los que, en presencia del Cristo de la Buena Muerte, aguardan en el V Tercio, el del sempiterno recuerdo.

Carrera 101 kilómetros de Ronda.

Así, todo cobra sentido en una Legión cuya verdad histórica es incontestable ante el generalizado declive de valores como el respeto, el esfuerzo, el sacrificio, el compañerismo y la valentía que encuentran su resurrección en todos y cada uno de los pasos de un extenso y pedregoso camino, en las muestras de entrega de los legionarios durante la carrera, en los enardecidos ánimos de miles de testigos de pueblos aledaños y en el más grato de los recuerdos que todo "cientounero" guardará en su memoria por el mero hecho de haberse plantado en la salida para que el pistoletazo de salida torne su sueño en la dura realidad que ha de afrontar, en la inolvidable jornada de una bendita locura que jamás olvidará.

Emilio Domínguez Díaz 

Antiguo caballero legionario y presidente de Plataforma Patriótica Millán-Astray

 

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