Artículo 155, toda una incógnita

El proponerse resolver la normalidad social y la convivencia pacífica de la sociedad catalana, a nivel de frase y como intención es digno de encomio, pero al extrapolarlo a la realidad teniendo en cuenta el duro enfrentamiento existente entre independentistas y no independentistas, incluso en muchos casos en el propio entorno familiar, mucho nos tenemos que con el elevado índice de fractura ciudadana alcanzado, el logra de esa ansiada paz social se supone harto difícil o en defecto, pura fantasía.

El estado de tensión que origina la posible aplicación del artículo 155, unido al presunto cese del presidente de la Generalidad, vicepresidente, presidenta del Parlamento, restantes consejeros, control de la administración, impuestos, medios de comunicación y un largo etcétera, enrarecerán el clima ciudadano, al menos hasta que no se disuelva el Parlamento y convoquen elecciones autonómicas, pasando  previamente por una etapa de violencia cuya intensidad y contenido desconocemos. Lo lógico será el separatismo no se rinda ni entregue tan fácilmente, recurriendo a manifestaciones para perturbar el orden público y todo tipo de acciones desestabilizadoras. El pasado sábado sin ir más lejos ya se solicitaba a voz en grito ¡¡Golpe al Estado!!.

Posiblemente,  parte de las resoluciones aprobadas en el reciente consejo de ministros llegarán demasiado tarde. Rajoy se escusa y culpa de la preocupante situación que estamos padeciendo a los despropósitos cometidos por ciertos políticos catalanes empecinados en proclamar la independencia de la Comunidad, pero sin aludir en ningún momento a su responsabilidad por no haber actuado cuando el momento lo requería, confundiendo ladinamente inacción con  prudencia.

Paciencia y tiempos políticos tienen un límite y el acogerse una vez más al estúpido principio de inspiración arriolana de que "el tiempo lo soluciona todo" no pasa de ser una solemne memez. Desde siempre ha sido un gran error el dilatar las soluciones cuando los que nos estamos jugando es la tranquilidad y el pan de los nuestros. Desde hace mucho tiempo se le ha pedido al presidente del Gobierno abandone su cachazudo comportamiento, que para algunos es puro temor e inseguridad que ciertos votantes, lógicamente pertenecientes al PP, confunden con meditada prudencia.

El separatismo está perdiendo fuerza, si bien tratan de defender sus logros apoyándose en la violencia. Se habla también la conveniencia de cambiar varios dirigentes pertenecientes a la formación popular. Algo que choca frontalmente con la política de nombramientos del propio presidente del Gobierno que prefiere en ocasiones a un mediocre fiel que a un inteligente con dudas sobre su entrega a la causa, como igualmente se niega a reconocer el haberes equivocado con ciertos nombramientos por tratarse de personas inadecuadas para puestos concretos que requieren algo mas que su confianza. ¡¡Tiempo al tiempo!!

 

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