Buenos aires para la Iglesia

Un cristiano argentino, de sencilla, argentina vida; un hombre humilde que sirvió a los pobres, a los ricos, a los sabios, a los ignorantes, a los sacerdotes, a los seglares, a todos los seres humanos en la diócesis bonaerense. En Roma siguió amando a sus hermanos, a Dios en el prójimo. Hará lo mismo ahora con todos los hombres repartidos por los cinco continentes, como Papa, con el nombre de Francisco.

Fue arzobispo de Buenos Aires, después sirvió a la Iglesia en Roma, ahora continuará sirviéndola de un modo nuevo, en Roma y desde Roma: peleará para que viva y predique mejor su fe según los siempre buenos aires de Cristo, los nuevos y hermosos aires del Espíritu, que siempre empuja a renovarse, impulsa a cada persona humana a lograr aires mejores, sopla las velas de la barca de Pedro y del alma de cada cristiano: para mejorar en virtudes, para desechar vicios, para amar a todos. También ilumina al Papa y a quienes trabajan en el Vaticano, en la medida en que se dejen guiar; a todos los curas, frailes y monjas, a todo cristiano de a pie que no lo rechace —recordándonos lo que dijo Jesús: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto"—, a toda persona de buena voluntad.

Seguro que el Papa Francisco trabajará en mejorar la curia, la diócesis de Roma, las diócesis de todo el mundo, las Conferencias episcopales, las nunciaturas, las relaciones diplomáticas con los estados, en lavar las heridas de los pecados de quienes tienen que dar más y mejor ejemplo... pero seguro que luchará también por amar más al Espíritu Santo, al Padre, a Cristo, a María, a quienes amamos a Dios, también a quienes no le aman, a todos los hombres.

El mundo, o lo mejoramos entre todos, o entre todos lo empeoraremos. El nuevo Papa rezará y nos guiará para que cada uno de sus hijos luche por ser mejor cristiano, para que los hombres de cualquier religión vivamos unidos, para que el amor, la paz y el bien se extiendan por el mundo —a pesar de los malvados, de los traidores, de nuestros propios pecados—, para que cada uno ayude a conseguirlo.

Francisco ha sido y será un buen pastor, un humilde siervo de Cristo, un sencillo obrero en la viña del Señor. Recemos para que sea más santo, y de este modo pueda ayudarnos mejor.

 

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