Disciplina de voto para los católicos

Durante la tramitación de la Ley de plazos del aborto, terminadas las enmiendas y mejoras al actual texto, cuando sus señorías voten -ese acto libre, político y responsable-, se producirá una curiosa situación. Los que sean católicos deberán elegir dos cosas a la vez, para ellos inseparablemente unidas, la ley para todos y la sanción política o eclesiástica para ellos por darle al botón.

Si el Partido les termina por forzar la conciencia con la disciplina de voto no tendrán opción: seguir su conciencia y asumir por su fe la sanción política, como si un mártir se tratara, o doblegar su conciencia y asumir la condición de pecador público. Yo, desde luego, no quisiera estar en sus zapatos.

Algunos políticos católicos han hablado que se sienten amparados por la doctrina del mal menor. Desde luego parece claro que no se pueden apoyar en la Encíclica Evangelium Vitae, número 73, de Juan Pablo II, como hizo José Bono. Supongo que pensarán que en el trámite de enmiendas se mejorará la protección de los bienes en juego. Es cierto que la actual legislación –bloqueada por lobbies y partidos políticos desde su entrada en vigor para que en realidad en España se practique el aborto libre- es bastante mejorable, pero no por esta otra.

Están entre la espada y la pared. Por mi parte que cuenten con mis simpatías y oraciones. Me gustaría que su situación dejara de ser asfixiante. Es sorprendente que estos profesionales tengan que debatirse en este tipo de peleas de conciencia en público, como si la libertad de conciencia no fuera uno de los valores que fundan nuestra sociedad occidental. Tiran de ellos los Partidos y la Iglesia. ¿Quién tendrá más sensibilidad con sus conciencias? ¿Quién les cuidará mejor, su Partido o su Iglesia?

Parece claro que en estos asuntos de conciencia los Partidos y la Iglesia no están al mismo nivel. El poder Legislativo, a través de las Cámaras puede dar diferentes soluciones y los Partidos son los que deciden, si les interesa, exigir a sus diputados la disciplina de voto, o no. Pero la Iglesia tiene unos principios que no se ha dado a sí misma, no entran dentro de esta dinámica táctica, y parece que no puede ceder “ni por sensibilidad a la libertad de elección” en el terreno de la protección legal de la vida de los más débiles.

Ojalá que España no exija el “martirio” para la libertad de conciencia de nuestros políticos y que los Partidos abandonen la disciplina de voto en este asunto que hace de los católicos unos diputados de segunda clase.

 

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