La Granada de la concordia

El paisaje de Granada, y también su paisanaje, es propicio tanto para versar como para conversar y converger. Lo deseamos de alma.

Celebrar en una ciudad como Granada, donde el arte mana en cualquier plaza y las letras emanan en cualquier esquina, un encuentro de ministros de cultura europeos, considero que es todo un acierto. Esta ciudad invita a fundirse en las civilizaciones y convida a dejarse llevar por el verso de la interculturalidad. Ella misma, por sí misma, es un crisol de sensaciones y un espejo en el cristal del agua que corre por sus venas.   Al parecer, este encuentro pretende hacer del diálogo intercultural un proceso permanente en Europa y un elemento transversal en la acción de la Unión Europea, como continuación de la Convención para la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, que aprobó la UNESCO en octubre del año pasado. Encontrarse, hallarse todos con todos, es una necesidad vital; un camino necesario para la paz. Que sea Granada la capital de la conciliación, de la concordia, del pacto y de la amistad, pienso que es una acertada elección. Aquí conviven y viven ciudadanos de todas las culturas, crecidos en multitud de cultivos, respetando cada uno la identidad del otro.   Nos alegra que, estos aires granadinos enraizados en la cultura ancestral, sirvan de inspiración para el establecimiento de una agenda común y de una plataforma que haga del diálogo intercultural un proceso permanente en la acción de la Unión Europea. Realmente creo que las naciones precisan con urgencia se trabaje por el acercamiento de las culturas de manera que los valores universales de la persona sean acogidos por doquier con un espíritu de fraternidad y solidaridad. Para descubrirse hay que penetrar en las identidades culturales de cada cual y, al mismo tiempo, favorecer el intercambio de culturas abriéndolas a los valores de la universalidad e incluso, yo diría, de las religiones.   Ahora bien, hoy más que nunca el ser humano precisa que se le defienda contra las amenazas que se ciernen sobre su desarrollo dentro de la diversidad. La falta de comprensión que hoy se respira al respecto, en una Europa dormida y dividida, sin norte moral, incapaz de consensuar principios éticos y de hacerlos cumplir, es un hecho tan real como vivo. Veo bien que estas gentes de la cultura tomen partido (no partidismo), pero que lo hagan por la humanidad (no por la política), hablen en verdad claro y profundo, denuncien las concepciones que reducen a la persona a una cosa que se puede manipular, humillar o eliminar arbitrariamente; en suma, esclarezcan desde sus tribunas que el amor no cotiza, se dona; y que la justicia ha de ser igual en este mundo de desiguales.   El paisaje de Granada, y también su paisanaje, es propicio tanto para versar como para conversar y converger. Lo deseamos de alma. Lo pido de corazón. Porque, a mi juicio, jamás nunca estuvo el hombre tan mortificado como lo está hoy por sistemas económicos explotadores y por trepas que apuñalan, que acosan y marginan a colectivos débiles.   Las inteligencias y los corazones, como bien saben los que amasan el pan verdadero de la cultura, buscan luz que ilumine y amor que reanime. Nuestra época, la Europa de raíces cristianas, nos revela descarnadamente el hambre espiritual y la inmensa agonía que viven algunas gentes enfrentadas consigo mismo por no hacerse valer, el valor de ser persona.

 

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